Caminado sobre las calles de París, ese día era como cualquier otro en la vida de Éponine Thenardier, un día lleno de soledad, hambre y tristeza que probablemente nunca se acabarían, todos los días desde hace 10 años se preguntaba cómo y por qué su vida había cambiado tan drásticamente, un día, llena de lujos y felicidad y al otro, todo se había desvanecido como las huellas en la arena. Desde que era una niña siempre fue conocida por ser la hija del tabernero más estafador del pueblo, le lastimaba que los demás la molestaran pero la verdad no entendía la gravedad del asunto en eso entonces; pero ahora con 18 años y el ser conocida por ser la hija de los mayores ladrones, sucios y embusteros de Saint-Michel y aparte tener que ayudarles con sus trabajos sucios la llenaba de odio y rencor, no solo hacia sus padres si no también hacia ella misma. Esos trabajos consistían en avisar a sus padres si la policía se acercaba cuando estaban estafando y tenía salir cada mañana para engañar a la gente al poner una cara dulce y fingir estar en una situación peor de la que estaba y así ganar más dinero, Éponine jamás había sido fea y fue por eso que a la edad de once años su padre llegó a venderla a sus propios "colegas" para que hicieran lo que se les antojara con ella .La única razón por la que no escapaba de casa era su pequeño hermano Gavroche, jamás se atrevería a dejarlo solo con sus padres sabiendo la clase de alimañas que eran, él era la única persona en el mundo que amaba. Lamentablemente nunca podría renunciar a esa vida, una vida que ni siquiera tuvo la oportunidad de elegir; tuvo que crecer sin amor, volviéndose fuerte por dentro como una piedra y valiéndose por su propia cuenta, nada en su vida había sido felicidad en eso entonces, hasta una mañana hace 5 años…

(Flashback)

La pequeña Éponine de trece años había salido a las calles para pedir limosna por órdenes de su padre, cuando era niña era más fácil conseguir dinero, pero conforme iba creciendo su credibilidad y ternura iban disminuyendo y por consiguiente también el dinero, cuando un hombre generoso le obsequió 10 francos decidió pasar a una panadería y comprarse algo para ella y para Gavroche, que en eso entonces tenía cinco años, sabiendo que sus padres tardarían un poco en llegar a su casa, hizo un poco de cuentas y al saber que le sobraría algo de cambio se sintió feliz ya que su padre no sospecharía nada y así no la golpearía como de costumbre, además era necesario comprar algo ya que ella y su hermano no habían probado nada desde hace dos días. Entró a la pequeña tienda y se acercó al mostrador.

-Bonjour Monsieur- saludó parándose frente al estante viendo al viejo hombre que atendía la panadería.

-Bonjour mademoiselle, ¿En qué la puedo ayudar?- Cada vez que Éponine encontraba a alguien que le hablaba con tanto respeto algo se movía dentro de ella, como si fuera una pequeña chispa de felicidad, no podía creer que alguien desconocido podía tratarla mejor que sus propios padres.

-Me gustaría llevar dos beignets por favor- el hombre solo asintió con una pequeño ademán, tomó sus pinzas y se agachó para tomar el pan de la estantería de cristal; ya habiéndolo hecho los hecho en una pequeña bolsa y se los ofreció a Éponine.

-Serían cuatro francos mademoiselle- La chica contó los francos exactos y se los tendió al hombre tomando la bolsa de pan.

-Muchas gracias Monsieur, buen día- Éponine, maravillada por algo tan sencillo como una pieza de pan salió de la tienda pero al estar tan distraída por su felicidad no se dio cuenta de que al mismo tiempo que ella salía, un chico de catorce años entraba chocando por accidente con ella tirando la bolsa de pan y los francos extra que ella tenía en la mano, la ventaja es que ningún beignet cayó al piso ya que la bolsa se encontraba muy bien cerrada.

-Oh por dios, mademoiselle perdóneme por favor, estaba tan distraído que no la vi venir- el chico y Éponine recogieron parte de los francos y cuando él le devolvió la bolsa y los francos, sus miradas por primera vez se encontraron dejando a una Éponine atónita, el chico era muy apuesto, sus ojos eran de un color verde azulado, su cabello castaño y una sonrisa muy hermosa provocando en ella un pequeño cosquilleo; al darse cuenta de que lo estaba admirando demasiado, Éponine bajó la mirada tomando las cosas que le ofrecían.

-Lo lamento-se disculpó de nuevo el chico.

-No se preocupe Monsieur, yo…estaba también un poco distraída así que fue en parte mi culpa- El chico volvió a sonreír y otra vez ese cosquilleo se hizo presente.

-¿Cómo te llamas?-preguntó amablemente el chico

-Éponine Thenardier-respondió la chica con una pequeña sonrisa- ¿Y tú?

-Marius, Marius Pontmercy, es un placer conocerte-dijo tendiéndole una mano a Éponine que esta estrechó gustosa.

-Lo mismo digo. Jamás te había visto por aquí, debo suponer que eres nuevo en el pueblo, ¿no es así?

-Asi es mademoiselle, me mudé aquí hace unos días con mi abuelo cerca de las colinas.- Éponine se sorprendió ante esa confesión, ella sabía que las casas que se encontraban cerca de las colinas eran para gente rica, se detuvo un momento para observar a Marius y a juzgar por su atuendo, se dio cuenta de que se trataba de alguien a quien no le hacía falta nada.

-Vaya, que interesante-respondió ella-esa parte del pueblo es muy hermosa, me gusta ir ahí para ver algunas flores, realmente me sorprende la variedad que existe en ese lugar.-Marius asintió alegremente y Éponine sonrió, volteó a ver el reloj que se encontraba arriba de la panadería y se dio cuenta de que faltaba poco para que sus padres llegaran.

-Ah…tengo que irme Monsieur Marius, tengo que llegar a mi casa.

-Claro, ¿te parece bien vernos mañana otra vez aquí, a la misma hora? Realmente me agradas y me gustaría que fueramos amigos 'Ponine ¿no te molesta que te diga así?

-No, no, para nada-respondió alegremente, esa era la primera vez que alguien la llamaba de una manera tan especial con un sobrenombre- Entonces te veré mañana, hasta luego.

-Hasta luego, cuídate- La chica sonrió y se dio la vuelta para regresar a su casa.- Ese día una gran amistad había comenzado…

(Fin del flasback)

Éponine sonrió al recordar ese día, lo tenía tan presente en su memoria como si hubiera pasado hace un día; después de ese encuentro, los chicos se siguieron viendo todos los días durante los últimos 5 años y poco a poco se fueron confiando más secretos sin que ninguno de los dos juzgara al otro, ella le confesó todo lo que tuvo que hacer en esos años y que clase de familia tenía y él le contó que había quedado al cuidado de su abuelo y su ama de llaves cuando sus padres murieron, tal vez para Marius había solo sido el comienzo de una amistad, pero para ella había crecido algo más desde ese primer encuentro, un sentimiento que jamás pensó que podría sucederle: el amor. Marius se había convertido en su segunda razón para ser fuerte y tratar de ser una mejor persona, desde el día en que se conocieron, Éponine se prometió a sí misma no estafar ni engañar a no ser que fuera sumamente necesario para ella y más que nada para su hermano. Ahora Marius se encontraba estudiando leyes y se había convertido en el hombre que cualquier chica pudiera soñar y Éponine….seguía siendo ella, nada había cambiado en su vida por el contrario había empeorado, su padre cada vez era más cruel y la ponía a trabajar más duro, y con su madre el asunto no era tan distinto, siempre le daba la razón a su esposo. Gavroche con tan solo diez años era un niño muy listo que con la ayuda de Marius había empezado sus estudios cerca de él; eso era lo que le importaba a Éponine, que su hermano tuviera todavía una oportunidad para cambiar su vida, como la que ella nunca tuvo. Ya eran casi las seis de la tarde cuando la chica regresó a su hogar y al darse cuenta de que no llevaba ni un quinto supo que le iba a ir mal, tomó aire llenándose de valor y entró para encontrarse a su padre sentado en un sillón.

-Bonjour mi pequeña-dijo con un tono poco convincente

-Bonjour papá-respondió la chica evitando la mirada de su padre, trató de irse a su cuarto pero él la detuvo agarrándola del brazo.

-¿Y bien?-preguntó-¿Cómo te fue? ¿Conseguiste algo que sea bueno?-la chica sólo movió la cabeza negativamente y al instante su padre la soltó.

-¿Y cómo es…-prosiguió él-…que no hayas conseguido nada si estuviste prácticamente fuera todo el día?

-Es solo que, hoy fue un mal día-mintió-además créeme que es más difícil conseguir dinero cuando vas creciendo y tú lo sabes, ya no consigo nada tan fácil como cuando era niña.

-En serio que eres una inútil y buena para nada, para mí que sales a venderte por ahí y desgraciadamente no consigues nada, ya que no tienes lo necesario si sabes a que me refiero…- su padre rio tan desgraciadamente que a Éponine le hirvió la sangre.

-¡Pues no es así!-exclamó-¡Yo no soy una basura como tú que hace trabajos sucios y desagradables!- en ese momento supo que había tocado fondo, su padre se acercó a ella y la golpeó tan fuerte que la tiró al piso sacándole sangre de la nariz y del labio inferior, su padre se agachó y la tomó del cabello, con una fuerza que casi la hace gritar.

-Pero ¿sabes qué?-le susurró amargamente- fuiste, eres y siempre serás la hija de esta basura y mientras yo esté aquí harás lo que yo te diga si es que no quieres que Gavroche trabaje en la calle como la ramera de su hermana… ¡Ahora largo de aquí, fuera de mi vista!-el hombre la empujó y Éponine rápidamente se reincorporó corriendo hacia su habitación, cuando cerró la puerta con llave ni siquiera se tomó el tiempo en curarse la herida ni cambiarse de ropa, más bien se fue a su cama y hundiendo la cara en la almohada comenzó a llorar desconsoladamente, lloró tanto tiempo que ni siquiera supo en qué momento se quedó dormida, sin saber que al día siguiente su vida daría otro giro inesperado.