Nadie dijo que sería fácil

Capítulo 1: Complicado

Ser un joven de 20 años con padres de 35, resultaba ser un poco complicado.

Complicado y bochornoso.

Que a tu padre lo confundan con tu hermano mayor no había mucho problema, pero que tus compañeras de escuela trataran de liárselo, eso sí lo era, más cuando tenías que explicarles, incómodamente, que en realidad era tu padre. Pero las situaciones más vergonzosas eran con mi madre, caminar junto a ella era suficiente para recibir miradas inquisitivas, más cuando ella se colgaba de mi brazo y lanzaba miradas de odio a las chicas que me observaban. Ella era muy celosa y no le molestaba en lo más mínimo que la confundieran como mi novia, al contrario, se sentía orgullosa de ello, de esa manera podía alejar a cualquier chica que quisiera ligar conmigo… ella de verdad era muy celosa.

Pero yo… yo moría de vergüenza.

La verdad, no podía culparlos, mis padres lucían más jóvenes de lo normal, tal vez por el estilo de vida que llevaban o porque en realidad era muy jóvenes como para tener un hijo de 20 años.

Pero lo que lo hacía realmente complicado era su separación…

13 años separados.

Viviendo en ciudades diferentes.

Se separaron cuando yo tenía 7 años, nunca se casaron pero vivían juntos, felices, enamorados. Un día todo se acabó, papá me explicó que esas cosas pasaban, que el amor se iba y la costumbre llegaba. Eran muy jóvenes y se creían enamorados, pero la pesada situación recayó en ellos. Tener un hijo a los 15 años no era nada fácil, más cuando tenías que seguir estudiando, trabajando y tratando de salir adelante por el bien de una nueva familia. Vivieron y maduraron muy rápido. El ambiente positivo de enamorados cambió repentinamente, querían vivir, querían experimentar, querían ser jóvenes, querían tomar diferentes caminos… Y la separación fue inminente. Los dos necesitaban un respiro y se lo habían dado.

Mi madre aceptó un trabajo en Fukuoka, a seis horas de Tokyo tomando el tren. Papá se quedó viviendo en la capital, en aquella gran pensión de la familia Asakura.

Lo complicado caía en mi. Cambiar de escuela cada año escolar era algo pesado, pero al pasar los años se volvió acostumbre. No éramos muy diferentes a una familia normal, aunque estaban separados se trataban como grandes amigos. Cumpleaños, navidades, años nuevos y demás fechas importantes, la pasábamos juntos, siempre juntos, a pesar de la distancia. Se esforzaban mucho para poder darme una infancia normal y feliz, y realmente lo lograron.

Al cumplir los 15 años todo se detuvo, decidieron que al iniciar la escuela superior debía de quedarme en un sólo lugar: Tokyo, me quedé con mi padre.

Ah… mi padre.

—¡HANNA-CHAN! —escuché un grito a lo lejos y lo vi ahí de pie, bajó un gran árbol cubierto de nieve, junto con su fiel mascota.

Que vergonzoso…

— ¡Hanna! —un gritito de emoción de parte de mi compañera de clases no se hizo esperar, al observar a mi padre a distancia — ¿Por qué no me dijiste que tenías un hermano tan guapo? — Nahama me reclamó, sonrojada.

Oh, no de nuevo.

— No es mi hermano — le confesé mientras nos acercábamos a él, a paso rápido — ¡ES MI PADRE! —exclamé mientras le dedicaba un golpe en las costillas al susodicho —¡Y NADA DE HANNA-CHAN! ¡NO SOY UN CRÍO! —le grité enfadado y abochornado ¿Cómo se atrevía a gritarlo frente a todos lo estudiantes que iban de salida?

Que vergüenza.

— ¡¿TÚ PADRE?! —Nahama se veía muy sorprendida, al igual que todas las demás personas cuando lo descubrían.

— Sí ¿qué no lo sabías? — una tercera voz se unió a la plática — Pero tenemos que irnos, luego podrás admirar a Yoh-san —dijo Gakko mientras tomaba la mano de Nahama y se despedían de nosotros con la vivacidad que siempre los caracterizaba.

Mi padre los despidió con una sonrisa dolorida.

— Me dolió, Hanna-chan.

— ¿Quieres otro golpe? — le contesté un poco enfadado mientras me agachaba para acariciar al Alaskan Malamute blanco de mi padre —Deberías de morderlo, Amidamaru. Te daré muchos premios si lo muerdes cada vez que me diga de esa manera —como contestación recibí lamidas de cariño en todo mi rostro —Basta, Amida —reí, amaba a ese perro.

—Recibiré todos los golpes que me des, para mi siempre serás mi pequeño Hanna —me miró con un dejo de melancolía

—No te pongas cursi, viejo —dije, mientras jugaba con Amida —¿A qué haz venido?

—Eeeeeh, suena como reclamó ¿qué un padre no puede venir a la escuela por su pequeño? —sin siquiera voltear a verlo, sabía que en su rostro se había formado un leve puchero de protesta.

Mi padre era un necio infantil.

—Ya no soy un niño… papá.

—Lo sé —contestó con una sonrisa tranquila —Pero te extraño en casa ¿sabes? O estás en la Universidad o con tu amigos o con Hao en la empresa ¡No se vale!

Lo miré con el ceño fruncido.

—Está bien, vayamos por un chocolate caliente, hace mucho frío.

La pequeña cafetería no estaba muy lejos de casa, veinte minutos a pie. Era nuestro lugar favorito para los días de invierno, papá y yo veníamos cada fin de semana a charlar.

Papá tenía una gran sonrisa adornando su rostro mientras disfrutaba su chocolate caliente. El paisaje por el gran ventanal de la cafetería era hermoso, empezaba a nevar. Y sonrió más al ver a Amidamaru jugando con la nieve que se acumulaba en la calle, se revolcaba por todo el lugar, jugando y disfrutando de su temporada favorita del año.

Los dos sonreímos.

Lo miré de reojo, esa sonrisa sincera jamás se borraba de su rostro. Yo lo admiraba mucho, aunque a veces me sacaba de quicio con su actitud despreocupada y su mirada perezosa. Él había rechazado trabajar para la empresa de su familia, había argumentado que no era la forma en la que quería vivir, el quería dedicarse a lo que lo apasionaba: la fotografía. Así que toda la carga se había quedado en manos de mi tío Hao, quien se había convertido en un excelente empresario. La relación entre ellos era muy cercana, tanto que tío Hao le había dado unas cuantas acciones de la empresa a papá para que pudiera sustentar su sueño. Y lo logró.

Cuando yo cumplí 15, él inició su viaje por el mundo para capturar su esencia en imágenes. Había sido su sueño desde siempre y lo había cumplido. En uno de sus viajes para estudiar y observar la vida salvaje en África, había recorrido 3,219 kilómetros a pie desde la selva tropical del Congo hasta la costa de Gabón. Sus trabajos eran publicados en revistas importantes y había empezado a tomar renombre internacional. Sus fotografías capturaban desde la vida salvaje de los elefantes de Samburu, hasta el estilo de vida de la sociedad moderna. En ese periodo de tiempo, que fue casi año y medio, yo viví con mi tío Hao o más bien él vivió conmigo en la pensión. Mi madre venía a visitarme constantemente y mi padre se comunicaba conmigo todos los días, enviándome fotos (de él, haciendo el símbolo de amor y paz, rodeado de la gente de la tribu donde se encontrara) y notas de voz. Él viajaba cada cierto tiempo, pero sólo se ausentaba unos meses.

Recuerdo que, en un período de vacaciones de la escuela, tío Hao me llevó con papá para verlo en acción, había sido asombroso, ese día mi admiración por él había crecido aún más.

Lo miré y sonreí. No podía negarlo, mi papá era asombroso.

Salí de mi ensoñación cuando el bolsillo de mi pantalón comenzó a vibrar, saqué mi celular de éste y leí el nombre del remitente que salía en la pantalla.

—¿Tu madre? —preguntó, sin darle mucha importancia.

-Sí -respondí mientras abría el mensaje. Mamá siempre estaba al pendiente de mi. Hablábamos casi todos los días y yo la iba a visitar muy seguido, en las vacaciones me quedaba con ella o cuando papá se ausentaba en alguno de sus viajes. Cuando papá regresó de su viaje, de aquel largo período de tiempo, Mamá fue transferida 8 meses a París por la revista de moda en la que trabajaba como editora, la visité por dos meses… debo de decir que visitarla en su trabajo fue un deleite visual. Gracias a su carácter fuerte, su imponente forma de ser, su creatividad e inteligencias había conseguido un buen puesto en aquella revista importante, pero aún era joven y tenía mucho por aprender y crecer. He de señalar que mamá es muy glamurosa.

Abrí el mensaje y lo leí sorprendido. Una enorme sonrisa de felicidad se formó en mi rostro, papá lo notó y preguntó el por qué de mi felicidad.

—¡Mamá ha sido transferida a Tokyo! ¡Ya no tendré que viajar tanto! —le contesté, emocionado.

Papá se puso pálido, como la nieve.

—¡¿QUÉ?! —exclamó sorprendido —¿Tu madre vendrá? —nervios se escuchaban en su voz —Hace años que no la veo…

Era verdad, hacía casi 5 años que no se veían.

Mientras iba creciendo, las reuniones familiares iban disminuyendo, los trabajos y sus vidas personales los absorbían, hasta que un día no hubieron más, simplemente dejaron de frecuentarse.

—¿Por qué estás tan nervioso? ¿Qué no se llevan bien o qué? ¿Algo que me estén ocultando? —fruncí el ceño y lo interrogué con la mirada —¡Contéstame!

—Nada malo… es sólo que… pues verás… el último encuentro con tu madre fue muy… —sus palabras eran torpes mientras un sonrojo aparecía en su rostro —raro.

—¿Encuentros? —pregunté, dudoso.

—Sí, ya sabes, encuentros casuales… —dijo en voz baja, como en un susurró cómplice —Durante el tiempo que nos frecuentábamos, éramos más jóvenes, solteros, con las hormonas a flor de piel y pues una cosa llevaba a la otra, ya sabes… —explicó mientras soltaba un suspiro —Entonces el último encuentro que tuvimos, fue muy extremo y raro, así que decidimos no hacerlo más.

—¡QUÉ! ¿POR QUÉ ME DICES ESO? —la vergüenza se hizo presente —¡No tienes porque decirme lo que le hacías a mi madre! ¿sabes? —dije, mientras le pellízcaba la mejilla, tratándole de ocasionarle dolor por confesar algo así de íntimo tan tranquilamente —¿Además no que ya no había nada entre ustedes?

—Primero que nada, tú preguntaste y segundo, no necesitas ser pareja de alguien para tener encuentros, hijo —dijo sonriendo —¿Qué tu tío Hao no te enseñó eso? —río divertido.

—¡Eeehh! ¡Papá no creí eso de ti! Que vergüenza con ustedes dos.

—Ya, ya —me calmó sonriendo —No es para tanto, somos adultos y como dices tú ya no eres un niño, Hanna-chan.

—Y aún así me sigues llamando así.

—Siempre.

Suspiré resignado, hubiese preferido no saber ese tipo de detalles de la vida personal de mis padres, de verdad que resultaban ser complicados.

—La verdad me da nervios por dos cosas —continuó —Uno, por los años que no nos hemos visto, si se mudará aquí quiere decir que nos frecuentaremos más y no sé como esté la relación entre ella y yo —suspiró nostálgico —Dos tendré que presentarle a….

—…Tamao-san -a completé. Oh, eso sí me ponía de nervios, no sabía como mi madre reaccionaría al conocer a Tamao, la nueva novia de Papá. —No creo que pase nada —dije, nervioso —Mamá de por sí da miedo, ojalá Tamao-san no lo tome a mal.

Papá sonrió y siguió mirando a la calle.

—¿Cuándo vendrá?

—No lo sé, no me dijo más.

La mirada de papá era extraña, sabía que algo me ocultaba, era como una mirada nostálgica. Creo que la idea de tener a mamá cerca lo ponía de nervios por varias razones, razones que yo ignoraba por completo. Tal vez, en los más profundo de su ser, papá quería volver a verla.

Tal vez la extrañaba.

Suspiré. Por mi parte yo estaba feliz, tener a mamá más cerca definitivamente era buena noticia.

Definitivamente estábamos ansiosos por su llegada.


Bueno, vengo con otro nuevo fic. Espero les guste y dejen su comentario. Esta historia estará un poco complicado, pero ya lo verán más adelante. Es un YohxAnna ya maduros, guapos y profesionales jajajá. Y un HannaxAlumi, que será más adelante. Creo sólo éste capítulo lo narraré en primera persona, la verdad aún no me decido de cómo narrar los siguientes, pero ya veré.