Disclaimer: TMNT no me pertenece.
Nota de autor: ¡Hola de nuevo! Me alegro compartir una nueva historia con ustedes.
Quiero aclarar que voy a tratar con descripciones de sufrimiento, lenguaje inapropiado, entre otros.
También agrego que no tengo nada en contra de la tortuga que va a sufrir posteriormente.
Siendo advertidos, ¡espero que lo disfruten!
Capítulo 1: El accidente
"Tal vez esto es lo que llaman el destino, saber lo que va a ocurrir, saber que no hay nada que pueda evitarlo, y quedarse quietos, mirando, como puros observadores del espectáculo del mundo." José Saramago.
Todo comenzó como cualquier noche para las cuatro tortugas adolescentes. Sí pudieran tener conocimiento de lo que les pasaría a continuación, habrían optado por huir en vez de combatir.
Sin embargo, eso no pasó.
En lo alto de un edificio, el líder del grupo, Leonardo, escuchaba a su hermano Donatello mientras miraba a Michelangelo rebotar una pelota de tenis y a Raphael jugando con una de sus armas.
La noche tranquila destellaba las pocas estrellas que surcaban el cielo y el aire frío los hacía estremecerse cada tanto.
A cierta distancia había un robo y la tortuga inteligente fue notificada. La frecuencia de radio de la policía estaba enlazado con la que él poseía.
Haciendo señas a sus hermanos, fueron hacia el lugar.
Cuando llegaron, tres sujetos que pertenecían a la banda de los dragones púrpuras salían por la ventana rota, jactándose de lo hurtado.
Raphael y Michelangelo bajaron para interceptarlos, seguidos de Donatello y Leonardo.
Sorprendidos, los tres miembros se congelaron en el lugar por un corto período de tiempo antes de salir corriendo hacia cualquier dirección.
Uno de ellos logró esconderse detrás de un contenedor de basura y sacar su celular para llamar al resto del grupo:
—¡Necesitamos ayuda, rápido! —chilló de miedo.
—¿Qué sucede? —preguntó el receptor. —¿Son las tortugas?
—¡Sí! ¡Derribaron a Larry y a Tom! ¡Van a venir por mí, así que apresúrense! —Gritó cuando vio que una de las tortugas se acercaba hacia su ubicación.
—Activa el gps para que te ubiquemos —él lo hizo,— trata de resis-
La comunicación fue abruptamente cortada cuando Michelangelo golpeó su mano con un movimiento del nunchaku.
—Lamento interrumpir la llamada, amigo. —Mikey le sonrió con picardía. Luego agregó: —Eres malo escondiéndote, ¿lo sabías?
El asustadizo ladrón intentó salir por una abertura al costado de la pared pero la tortuga bloqueó su escape, extendiendo su brazo derecho mientras se reía juguetonamente. Su hermano de máscara púrpura apareció en la escena y noqueó al sujeto con su bastón bō, al mismo tiempo que negaba la cabeza ante su payasada.
—No puedes jugar con los malos, Mikey. Sí Leo te vio, puedes apostar que-
—Te retaré. —Leonardo terminó su oración. Sus ojos se posaron en su hermano menor.—Mira si se escapaba, Mikey. ¿Cuántas veces tengo que decirte que no hagas tonterías?
—Sí, cabeza de chorlito. —Raphael agregó, acercándose hacia Michelangelo. Golpeó la cabeza con la palma de su mano.
—¡Ouch! ¡Raph, no tenías que pegarme! —Se quejó, frotándose la cabeza.
—No, pero fue divertido.
—Bueno, basta,—amonestó Leo— volvamos al tejado y patrullemos un poco más.
No terminó de decir eso cuando fueron emboscados por varios dragones púrpuras, bloqueando cada posible escapatoria.
Leonardo tensó los hombros al ver que estaban encerrados en aquél pasillo estrecho, con muchos maleantes y altamente vulnerables a cualquier mirada no deseada, incluyendo a la policía que había sido advertida momentos antes.
—Hay que irnos, chicos.
Vio la expresión de su hermano iracundo y supo lo que iba a pasar a continuación.
—¡Vamos, Leo! Vinieron por atención,—corrió, exponiendo sus armas afiladas hacia sus oponentes —y vamos a darles lo que quieren. —Terminó su conversación para involucrarse en la pelea.
—La policía viene en camino.—Trató de hacerlo razonar pero era inútil.
Suspirando para calmar la irritación creciente, observó al resto de sus hermanos. —Vamos a despejar una ruta de escape hasta que lleguen.—Comandó. Desenfundó sus katanas y atacó.
Donatello y Michelangelo se miraron por un breve momento y luego se unieron a la pelea.
Entretanto, varios miembros de los dragones púrpuras llegaban al lugar que anteriormente había sido ocupado por las tortugas, la azotea. Y al estar compenetrados en lo suyo, no estaban al tanto.
David, como lo indicaba el tatuaje en su cuello, estaba ocupado encastrando piezas a su arma casera mientras otro insistía que terminará rápido con lo que hacía.
—¿Por qué le dijiste a Hun sobre mi proyecto, eh? —le dijo David con irritación.
—Bueno, si queremos ser reconocidos, necesitamos hacer algo grande y lo tuyo —dio un rápido vistazo al proyectil, guardado en una caja,— ¡vaya, que es macabro! —terminó con una sonrisa satisfecha.
—Te dije que no estaba-
—Basta de charla, termina, apunta y dispara, imbécil. —Recriminó un tercer dragón púrpura.
Un cuarto vino corriendo hasta ellos y se detuvo para recuperar el aliento.
—Nick... me acaba de decir Julián... que la policía ya dobló la cuadra... y se están aproximando.
—Ya escuchaste a Peter, ¡hazlo ya! —ordenó Nick.
El miembro de la banda terminó de unir las piezas y colocó la munición con mucho cuidado. Luego se acercó al alfeizar del tejado y apuntó hacia abajo.
Titubeó al ver tantos asociados peleando con las tortugas pero Nick tomó sus hombros y lo zamarreó con énfasis al tiempo que decía:
—¡Hazlo ya sino quieres que me lleve todo el mérito, maldito idiota!
—Pero,— su voz temblaba, al igual que sus miembros —están los nuestros y-
Nick le arrebató el arma, dirigió la mira nuevamente hacia el objetivo y sin ningún atisbo de remordimiento, accionó el gatillo.
El proyectil salió despedido del cañón y se dirigió hacia el rango que Michelangelo estaba. Él, sin percatarse seguía entreteniéndose con cuatro dragones púrpuras.
Unos segundos antes de hacer explosión, un golpe muy fuerte contra su caparazón lo envió varios metros antes de chocar el suelo. Sintió un gran dolor en su clavícula y varios raspones por el resto del cuerpo.
Sin embargo, su quejido fue superado por un coro de sonidos desgarradores, llenos de agonía. Uno en particular, parecía superar al resto.
Levantó la cabeza cuando lo oyó.
Sus ojos se agrandaron del miedo al ver a su hermano entre los heridos, tomándose la cara y gritando con desesperación. El caparazón chocaba contra el contenedor de basura y el cuerpo desvanecido del sujeto que Don había abatido.
—¡Raph!
Leonardo gritó y él se descongelo, regresando a la realidad.
Se puso de pie y corrió hacia su hermano de máscara roja.
—¡Alto! —Donatello gritó. Su voz perforó los oídos de ambas tortugas. —¡No se acerquen! —Le hicieron caso. —Es... Es ácido lo que tiraron, —forzaba las palabras de su boca pese a los gritos de Raphael, —si entramos en contacto, nos va a pasar lo mismo que a él y no podremos ayudarlo.
Leonardo dio un rápido vistazo por el lugar, verificando que sólo estaban los heridos y ellos.
Las sirenas ya se podían escuchar, lo cuál era una mala señal.
El líder volvió su atención hacia Raphael y suspiró para retener la ira y la venganza.
Ahora no era tiempo para eso.
En su lugar, decidió idear un plan de escape.
Sacó dos bombas de humo y se las entregó a Michelangelo. —Mikey, cuando nos vayamos, quiero que los tires en el medio de la calle para que pueda abrir la tapa de alcantarilla que está allí y retirarnos, ¿entendido?
Mikey quería avanzar y absorber todo el dolor que tenía su hermano pero un sacudida en su brazo no lesionado lo hizo volver en sí.
—Está bien. —No sabía lo que le dijo pero no quería explicaciones, no cuando él debía estar tirado ahí. —¡Haz algo, Don! —dijo en su lugar.
Donatello observó su bolsa de trucos y revisó si tenía lo necesario. Cuando vio que sólo tenía apósitos, gasas y una botella de alcohol, supo que no sería de mucha ayuda. Indicó a sus hermanos que siguieran el camino que él hacia, un total de cuatro pasos, antes de agacharse y levantar la voz para que Raphael lo oyera:
—Raph, sé que duele pero tienes que dejar que vea tu herida, —él no le hizo caso. Comenzó a ver las luces rojas y azules. Dirigió su atención hacia Leonardo, —Leo, debemos irnos y él no podrá avanzar por su cuenta. Debes hacerle un punto de presión. Es la única forma.
—¡No! —Intentó protestar Raphael pero le dolía tanto que no pudo detenerlo.
Leonardo se acercó y unos cuantos movimientos después, levantó a su hermano inconsciente sobre sus hombros y siguió a Donatello hacia la calle.
—¡Ahora, Mikey! —Gritó Leo.
Michelangelo lanzó las bombas de humo para crear una cortina y luego abrió la tapa, sintiéndose útil al ver la expresión de orgullo en la cara de Leonardo. Le dejó un espacio a Donatello para que descendiera primero.
A continuación, bajó las escaleras y espero instrucciones.
—Listo, Leo. Bájalo con cuidado. Mikey, ayúdame a equilibrar el peso para que no toque el suelo sucio.
—Bueno.
No quería decir nada sobre la lesión que tenía, por lo que tomó una bocanada de aire y aguantó con todas sus fuerzas.
La tortuga de máscara azul posicionó el cuerpo de Raphael y lo bajó con cuidado.
A continuación, colocó la tapa en su lugar y saltó los dos últimos escalones para ayudar a sus hermanos.
—Hay que tratar sus heridas con rapidez. No sé que tipo de ácido usaron ni que grave es la herida.
—Leo, ¿puedes ayudar a Donnie con Raphie? Me duele el hombro. —Mikey no quería decirlo pero sabía que no iba a poder fingir mucho tiempo.
—¿Te lastimaste? —Don le preguntó, preocupado.
—Sí pero no importa. Ayudemos a Raph.
—Estamos a cinco minutos de la guarida. —Leonardo comenzó a sentir un pequeño ardor sobre el hombro. —Don, creo que el ácido tocó mi piel. Puedo sentirlo.
—Está bien, no lo toques. —Instruyó. —Cuando lleguemos a casa, mójate con abundante agua.—Decía mientras ayudaba al líder con el manejo de Raphael.
—Mikey, guíanos.
Y así, las tres tortugas llegaron a la guarida.
Leonardo y Donatello sudaban por el esfuerzo de no dejar caer a su hermano herido.
—¡Maestro Splinter! —Gritó Mikey.
El maestro Splinter salió de la habitación en cuanto oyó su nombre. Y al encontrarse con aquello, las orejas se aplastaron contra su cabeza peluda.
—¿Qué pasó? —Dijo, abriendo la puerta del laboratorio para dejarlos pasar.
Mikey encendió las luces y dejó pasar al resto de sus hermanos.
Sólo cuando colocaron a Raphael sobre el catre, vieron lo que él ácido le había hecho a su cara.
En especial a sus ojos.
—¡Mierda, mierda! ¡Esto no puede estar pasando! —Donatello se tomaba la cabeza, desesperado y sin saber dónde comenzar.
Continuará...
Nota del autor: Bueno, aquí está el primer capítulo. Siento mucho si herí a algún lector con este abrupto comienzo. Sí tienen alguna crítica, por favor, les pido amablemente que me lo escriban así intentamos mejorar.
Hasta el próximo capítulo.
