Disclaimer: Los personajes del universo de Candy, Candy pertenecen a Mizuki e Igarashi y han sido utilizados en este fanfiction exclusivamente por motivos de diversión y sin ningún fin de lucro.

Fic grupal escrito por: Ceshire, Doralix, Canulita Pech, Nally Graham, CandyPecosa, Katydg, Palasatenea2018 y Elby8a

(¯`·._.·[ INOLVIDABLE TERRY ]·._.·´¯)

Capítulo 1: ¡Hasta aquí!

Escrito por Ceshire

Llovía.

Una gota resbaló desde la parte alta del ventanal y se escurrió por el cristal en un serpenteante camino hacia abajo. La observó avanzar y esquivar otras tantas, inmóviles. Se preguntó cuánto tiempo conseguiría deslizarse antes de que otra gota la hiciera desaparecer, aniquilándola.

Porque siempre era así. Podías huir y escurrirte, pero algo siempre conseguía consumirte.

La gota dio un giro a la derecha, absorbiendo a un par más pequeñas y siguió con su descenso, más grande, más poderosa.

Y al segundo siguiente, la gota se detuvo. Sola, indecisa. Justo como él. Ya no se preguntaba por qué, ahora simplemente lo sabía: Que, a veces, el precio de vivir es mucho más caro que el de morir.

La gota recobró el camino y sus ojos se empañaron por puro mimetismo. Era bueno saber que aún podía llorar, porque sabía que la capacidad para sonreír se le había agotado.

Apretó los puños, sintiendo el amargo regusto de la impotencia.

La gota se dividió en dos y se precipitó hacía la madera, que las absorbió y las hizo desaparecer, pero la vida resultaba generosa de vez en cuando y las dejo renacer, escurriéndose de sus ojos hacía sus mejillas obligándole a decir la frase que se había tragado por casi 4 años.

―Hasta aquí.

◦•●◉●•◦ ◦•●◉●•◦

―¿Por qué?

La pregunta era sencilla, atrás había quedado el tono incómodo de los reproches y las imprecaciones, ahora estaba más bien aderezada con la indiferencia.

Terry pensó en todo lo que había afrontado él solo. Se enfrentó a su madre, a la madre de ella, a conocidos y extraños. A todo el mundo. Y por mucho que doliese admitirlo, a sí mismo.

Fue muy consciente de que había cometido errores debido a su edad. Su inexperiencia y juventud le dieron un golpe de que difícilmente se recuperaría. Había huido, como un cobarde, para no cumplir con su papel ni con su palabra y entonces, se encontró con la imagen de sí mismo que le avergonzó y lo hizo volver, prometiendo que, si él no podía ser feliz, la haría feliz a ella.

Por eso, tragándose su orgullo, pidió más veces perdón en esos meses que en sus diecisiete años anteriores. Y por eso también encajó las humillaciones e insultos con los que le contestaron aquellas dos mujeres con las que debía saldar cuentas.

Se volvió poco a poco menos Terry Granchester para poder ser la pareja de Susana Marlow.

Sonaba terrible cuando lo pensaba, pero aquella imagen suya en el teatro de mala muerte, provocaba que no se arrepintiera. Había hecho una promesa y el simple hecho de ver una sonrisa en el rostro de Susana, le motivaba para seguir sacrificándose de aquella manera. Aunado a que cualquier posible decepción en la mirada azul, podía hacerle enfrascarse en una nueva discusión.

Que Terry estaba invitado a una cena de gala después de una función y él no quería ir, mirada de reprobación y Terry se ponía un traje y llevaba a Susana del brazo a la recepción. Que debían hacer una gira de dos meses y Susana debía ir a sus terapias, mirada de decepción y Terry pagaba un vagón entero para que Susana, su madre y su fisioterapeuta viajaran cómodos. Que, si Terry era invitado a comer en casa de su madre y Eleanor no la soportaba, mirada de dolor por no ser lo suficientemente apreciada después de haberle salvado la vida, y Terry la llevaba y el ambiente ligero y agradable en casa de su madre se tornaba pesado y tóxico.

Y así, año tras año, de arrepentimientos, excusas y concesiones, Terry logró arrancarle cada vez más miradas de felicidad que de reproche.

¿En qué momento ser el eterno prometido y perrito faldero de Susana le comenzó importar a Terry? Nadie sabía, ni él mismo. Tal vez cuando casi había sido atropellado en la calle y supo que la muerte era lo mejor que podía pasarle. Lo cual, era tristísimo.

Sabía que Susana le quería. Dentro de su retorcida y egoísta forma de entender el amor, lo hacía. El problema radicaba en que, ésa no era la forma en que Terry merecía o debía ser amado.

Y por muy mala relación que tuviera con su padre, al menos podía recordar ciertas palabras que le había dicho muchos años atrás.

"Terruce, eres un Granchester y no debes dejar que nada ni nadie te anulen."

Y aunque aquello lo había dicho por su condición de bastardo, Terry se dio cuenta que, durante esos años junto a Susana, él se había anulado a sí mismo. Hasta ese día. Día en que por primera vez dijo "hasta aquí"

Había caminado bajo la lluvia hasta la que había sido su casa los últimos años, en Manhattan. Una enorme casa de una planta recién construida, Susana lo había deseado así. Sin fantasmas pasados a los cuales rendirles cara. Terry se mudó un año después de comprarla y él, sin pretenderlo, creó sus propios fantasmas, unos que Susana apenas notó y que ni siquiera intentó disipar porque no los consideraba como tales.

Porque que Robert Hathaway prescindiera de él para las giras debido a los retrasos y molestias causados por sus tres acompañantes era más una consideración que un problema. Que la prensa mencionara en más ocasiones los desplantes públicos de Susana que buenas críticas en sus interpretaciones era, a todas luces, mejor publicidad. Y que Terry gastara todo su sueldo al instante de recibirlo, era una forma de inversión a futuro. En definitiva, a ojos de Susana, Terry no tenía problemas. Y a los de él todo se dibujaba con una claridad totalmente humillante y no sabía cómo ponerle un fin digno a todo.

Así que al entrar al estudio y anunciarle su decisión Terry ya no esperaba precisamente lloriqueos y súplicas de Susana porque se quedara, sino más bien ofensas, desprecio y furia, mucha furia. Pero ella simplemente respondió con indiferencia que le pareció burlesca a él, como si ella creyera que lo que decía no tenía importancia.

―No quiero seguir con esto. No puedo más, Susana. Voy a dejarte ―repitió él. Contrario a la primera vez que lo dijo y que ella no lo miró, Susana levantó la mirada de su libro para buscar en los profundos ojos azules si aquella frase iba en serio o era otra de sus ridículas amenazas. Luego, todo lo que se pintó en el rostro de la rubia fue incredulidad.

―Tú no puedes dejarme, Terry.

―Sí puedo.

Susana sonrió amarga y esa mueca hizo estremecer a Terry, sabía que era el preludio del siguiente reclamo.

―Después de que perdí todo por salvar tu vida, ¿me sales con esto?

―Nunca podré terminar de agradecerte que me salvaras, Susana, pero creo que te he pagado con creces tu sacrificio.

―La pérdida de mi pierna y mi carrera no tienen un valor cuantificable, Terry. Tu deber es permanecer a mi lado ―aquel comentario rabioso y el ceño fruncido de la rubia le dieron a Terry la pista de que comenzaría la verdadera discusión. Ésa, llena de reproches, acusaciones y miles de cosas que echar en cara, algo a lo que Terry había jugado suficientes veces y que había sufrido muchas más como para volver a dejarla ganar con ello.

―Ése es el problema, Susana. Es una obligación, un deber que tú y tu madre se encargaron de poner sobre mis hombros.

―Y tú me diste tu palabra, ¿lo recuerdas? Así que olvídate de esas tonterías y sigamos nuestra vida.

―Voy a irme esta noche, Susana. No volveré. Tendrás una mensualidad más que justa para tus gastos y puedes quedarte la casa, pero no pienso volver.

Susana pareció darse cuenta por fin que la determinación de Terry no había sido cosa de un arrebato. El tono de él habló de días, semanas, incluso meses y mucho resentimiento acumulado. Uno del que ella no creía ser responsable. De todas formas, pensó que había llegado el momento de jugar su última carta.

―Si es por ella, recuerda que jamás te aceptará, no mientras yo exista, Terry.

Susana sonrió, creyéndose victoriosa, Terry la miró largamente antes de suspirar.

―Ella me ama, Susana, como la amo yo y como jamás podré amarte a ti, puedes retenerme todo lo que quieras, pero nunca te entregaré mi corazón. Jamás.

Susana se apartó como si le hubiese dado un puñetazo. La ira tiño de rojo su rostro y solo entonces vio de verdad al Terry que estaba a su lado. El dolor en su mirada, la tensión en su mandíbula, sus hombros más hundidos que los de cualquiera… la viva imagen de la desolación. Y creyó entender por primera vez lo que había hecho ese tiempo. Ella había consumido a Terry y el hombre frente a ella no era ni la mitad del hombre del que se había enamorado o, si es sincera consigo misma, encaprichado.

―Adiós, Susana.

La puerta del estudió se cerró tras él y Susana no consiguió articular palabra, casi como muchas otras cosas que no había conseguido articular en esos años.

Se había terminado.

Él no volvería.

◦•●◉●•◦ ◦•●◉●•◦

Terry no sentía. Caminó y caminó y caminó hasta casa de su madre. No sabía qué le recibiría ahí y no sabía tampoco si podrá llegar a la sala antes de desplomarse, sin embargo, los brazos de su madre le rodearon en cuanto cruzó la puerta y él se dejó abrazar y consentir.

Y en algún momento, Terry se sintió bendecido con un alivio tan grande que podría reventarle el pecho.

Ahora solo necesitaba la fuerza para reencontrarse a sí mismo y sólo entonces será capaz de buscar a Candy.

Continuará…

Espacio para charlar

La idea de este proyecto surgió en un chat de escritoras de fics de Candy y Terry y la verdad no estoy segura de lo que va a resultar de la unión de todas nosotras, pero espero que disfruten la lectura y este pequeño regalo a Terry Granchester por su cumpleaños.

¡Gracias por leer mi capítulo y espero que sigan leyendo los demás!

Ceshire…