Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Laura Whitcomb, los drabbles/viñetas aquí presentados son míos.
Claim: Billy/Jenny
Summary: Desde el momento en que vio la fotografía, Billy supo que Jenny era especial. Jenny nunca imaginó que llegaría a enamorarse de alguien como él, Billy nunca imaginó que su corazón pudiera amar.
Notas: La primera parte de la viñeta, es el punto de vista de Billy de lo que ocurre entre las páginas 205 a la 207 (Capítulo Dieciséis).
I
Fotografía
Desde el momento en que vio la fotografía, Billy supo que Jenny era especial, tanto que no pudo resistir el impulso de ir a su casa, de pedirle perdón por no recordarla, de mostrarle esa fotografía en la que salían tan felices.
Cuando llegó le abrió la madre de Jenny, tenía los ojos rojos y él se imaginó lo peor —¿le habría pasado algo a Jenny? ¿Por qué le importaba tanto esa chica que sentía ese dolor en el pecho ante la posibilidad de perderla?—, la sala era un desorden, habían libros rotos y jarrones vueltos añicos en el suelo, el panorama era deprimente.
—Hola, chico, ¿vienes a ver a Jenny? —Preguntó con voz rota, él asintió —¿Cómo te llamas?
—Billy.
La mujer lo condujo hasta la habitación de Jenny, tocó la puerta antes de entrar, pero Jenny no estaba en su cama, caminó hacia la puerta del baño y preguntó:
—¿Jenny? —Movió el pomo de la puerta, pero estaba trancada —¿Te encuentras mal?
Escucharon el grifo apagarse, y entonces, Billy habló:
—¿Jenny? ¿Puedo hablar contigo?
—Cariño, ha venido alguien a verte —intentó Cathy, pero sólo consiguió silencio.
—Estoy hablando en serio —prosiguió la madre de la chica — Te habla tu madre. Déjame entrar ahora mismo.
Comenzó a golpear la puerta, haciendo que sonaran las bisagras de ésta.
—¿Te has hecho daño? —preguntó Billy con una preocupación que no tenía base en su cabeza, sino en su corazón.
—¡Abre la puerta! —Cathy estaba alterándose demasiado—. Voy a llamar a la policía.
La mamá de Jenny se alejó por el pasillo, y advirtió:
—Voy a llamar al 911.
—Estoy bien —gritó entonces Jenny.
Billy derribó la puerta de un golpe, entrando al baño sin ningún miramiento, caminó hasta el interior y pisó una pastilla.
Volteó su mirada hacia Jenny, quien se tapó el cuerpo con las rodillas, con mucha vergüenza y pudor. Sin embargo, ciertas partes de su anatomía quedaron grabadas en la mente del chico, y se le hacían muy familiares, pese a que no recordaba nada.
—¿Estás bien? —preguntó.
—No lo sé —le respondió ella.
Tomó una toalla del toallero y la colocó en su cuello, mientras se arrodillaba cerca de la bañera.
—Siento haberte dicho que no me acordaba de ti cuando has venido a verme hoy —dijo, con el arrepentimiento cubriendo su voz.
—¿He ido a verte? —preguntó confundida.
—Cuando te fuiste, encontré esto en mi habitación —murmuró, sacando la fotografía de su bolsillo trasero —Somos nosotros.
Las manos húmedas de Jenny tomaron la fotografía, miró las caras sonrientes, los cabellos rubios y castaños, los ojos brillantes de cariño y los hombros desnudos, entonces, Billy la sorprendió con lo próximo que dijo:
—Últimamente tengo problemas para recordar las cosas.
—Yo también.
—Pareces feliz conmigo —añadió el chico sin poder creerlo, él nunca hubiera pensado que pudiera lograr hacer feliz a alguien.
—Sí, es verdad.
Jenny aún seguía mirando la fotografía con lágrimas en los ojos, hace tiempo que no veía en su reflejo —o en una foto—, una sonrisa tan genuina plasmada en su rostro. Luego, volteó el rostro hacia Billy y le preguntó ruborizada:
—¿Te llamas Billy?
—Sí —contestó él luego de haber soltado una carcajada.
Ese fue el inicio de todo, salidas, tomadas de mano, recuerdos y una amistad intensa.
* * *
La luz del sol brillaba en el parque, había niños jugando y riendo mientras hacían burbujas de jabón que tenían dentro un arcoíris debido a la luz del sol. La grama estaba suave y llena de rocío, en ella descansaban dos personas, la chica tenía ya diecisiete años y el chico contaba con dieciocho, se miraban a los ojos, espiando el alma del otro, buscando el momento ideal para dejar atrás la amistad y darle paso al amor que había ido creciendo conforme pasaban los meses.
Ninguno de los dos recordaba el haberse hablado, mucho menos haberse tomado la fotografía, pero no importaba. La gente en la escuela sí recordaba haberlos visto juntos, Cathy recordaba el día en que descubrió que su hija no era ya una niña inocente, Mish recordaba el día en que los encontró juntos en la habitación de su hermano…pero ellos no recordaban nada, sólo sabían que existía una conexión fuerte entre ellos, algo mágico. Era como si sus espíritus estuvieran destinados.
Jenny nunca imaginó que llegaría a enamorarse de alguien como él, un chico mayor que estaba en rehabilitación luego de haber sufrido una sobredosis. Billy nunca imaginó que su corazón pudiera amar, y mucho menos a una chica menor, dulce y religiosa. Pero había ocurrido, dos lazos llegaron y ataron sus corazones, creando una unión indestructible.
Jenny tenía en su bolso, amarillo con motas naranjas, la cámara de fotos instantáneas que tanto ama, ese día quería tomarse una fotografía con Billy, en ese parque donde siempre reían y se tomaban de las manos —inconscientemente—, cerca de la fuente donde una vez se le cayó su botón favorito «Eres mi casa», no recordaba quién se lo había dado, pero supuso que fue Billy.
—Jenny, nunca he sido bueno para estas cosas —murmuró tomando la mano de la chica, se les disparó el pulso y se sonrojaron —Te quiero —soltó rápidamente, con miedo y repleto de nerviosismo.
Una sonrisa triste se extendió por el rostro de Jenny.
—Lo sé —dijo. Billy se tensó —Yo también te quiero, eres un gran amigo para mí —agregó, «Ojalá pudieras ser más que eso», pensó luego.
—No, no estoy hablando de eso —replicó Billy, ignorando el dolor que sintió en el pecho al escucharla decir que era su amigo, un gran amigo y nada más —, me refiero a que… a que te amo, Jenny.
Los ojos de la chica se abrieron como platos, se quedó estática unos minutos antes de sonreír y darle un casto beso en los labios, sintió enseguida la familiaridad de éstos, la sensación tan conocida. Su cuerpo ya había experimentado eso.
—Yo también te amo, tontito —murmuró, tocándole la nariz con su dedo índice y sonrojándose.
Ese día, se besaron varias veces, rozando sus labios de manera dulce cada vez, sin querer llegar a más. Caminaron por el parque tomados de la mano y con una tonta sonrisa de enamorados, con los brillantes y los labios anhelantes, llegaron hasta la fuente y unas gotas llegaron hasta ellos, rociando sus ropas, Jenny sacó la cámara, se juntó a Billy y sonrió a la vez que tomaba la fotografía.
Era una nueva fotografía, un nuevo comienzo. Porque su historia empezó con sólo una fotografía, y nada más.
