Nada de esto me pertenece, sólo a Tolkien.
Después de un par de ediciones decidí subirlo nuevamente.
Me gustaría señalar que la historia también la publiqué en Potterfics bajo el mismo seudónimo.
Eso es todo... ¡Disfruten!
Rosemary and Honey
Capítulo Uno
Su vida fue buena, decidió. A esas alturas no le serviría llorar acerca de lo que no tuvo, lo que no hizo y los errores que cometió. Alguna vez había leído que al momento de morir uno ve su vida pasar frente a sus ojos. Él podía decir que no eran las imágenes, como una secuencia de video, sino un lío de sentimientos contradictorios.
No está tan mal, se reconfortó, cerrando los ojos con un suspiro escapándose de su boca. Podría ser doloroso como en muchos casos pero a él su corazón se le detenía como una máquina que paraba de andar, lenta y en calma.
La voz de su abuelo fue lo último que cruzó por su mente.
¿Qué te parece una última aventura, guisante?
¡No! ¡Abuelo! Se despertó con un grito ahogado, respirando dificultosamente. Una cuchilla atravesó su cabeza, llenando de calor y dolor su parte superior. Aspiró el aire, intentando calmar los latidos furiosos de su corazón y la fervorosa sensación. Poco a poco, se sumergió en una nueva somnolencia mucho más tranquila.
Repentinamente, todo se descontroló. Sintió como si le hubiesen empujado a una piscina llena de imágenes, y como el agua, estas tuviesen la intención de filtrarse por cada poro de su piel. Su cerebro iba a estallar en cualquier momento con la representación literal de absorber la información.
Y como pasó… inesperadamente se detuvo. Solo que esta vez no tenía ninguna intención de dormir.
Con un suave quejido, se fregó la frente, exhausto por el mínimo movimiento. Así que estoy vivo, pensó, sin saber realmente que pensar. Y este ni siquiera es mi cuerpo. Abrió los ojos, echando un vistazo. Era una cama pequeña ideal para un cuerpo pequeño como el suyo. Quien sea que esté allá arriba tiene un sentido del humor extraño, se dijo, asomando los pies debajo de la manta.
Eran un poco más grande de lo que esperaba y estaban llenos de pelo rizado. Familiares, tanto porque eran los suyos -ahora- como porque ya había leído, escuchado y leído sobre ellos. Soy un Hobbit, reparó, moviendo sus dedos casi infantilmente. Ese Hobbit, se remarcó, Bilbo Bolsón.
Parpadeó. Una, dos, tres veces hasta que la risa comenzó a burbujear en su pecho y se extendió como una avalancha por todo los rincones de su cuerpo. Se deslizó hacia atrás, la espalda contra el colchón mientras sus manos sostenían los costados de su estómago. Era incómodo, apabullante, y si no paraba probablemente acabar muriéndose por segunda vez por la falta de aire, ¿pero qué importaba?
Estoy vivo, jadeó, acariciando sus costillas adoloridas después de lograr calmarse su ataque, estoy vivo aunque me morí, ¡y eso ni siquiera es lo más extraño de todo! Aspiró profundamente, procurando no ceder a un nuevo episodio. Me gustaría pensar que esto no es más que un producto de mi imaginación provocado por los medicamentos pero… me siento tan raro y, ladeó la cabeza y movió su hombro en dirección a su boca, mordiendo su piel con fuerza. Instantáneamente dejó. No. No es un sueño. Eso dolió.
Con el afán de distraerse para no caer en un estado catatónico de más confusión e incredulidad escudriñó su alrededor. La habitación era de un diseño circular, con ventanas dentro de esa categoría, y muebles de madera fina al igual que el suelo, mientras que las paredes lucían un agradable color cielo. Advirtió las diferentes figuras y adornos dispuestos cuidadosamente por el lugar, cada uno hecho de forma exquisita. Mmm. A ella le gustaba tallar. A Belladonna, mi… madre.
Hizo una mueca. Es muy raro llamar a alguien "mamá" que en realidad nunca he conocido pero de la cual tengo varios recuerdos. Era similar a su antigua vida, sólo que nunca había realmente visto a su madre salvo en fotos, ya que ella y su padre habían muerto antes de que cumpliese el año de vida. No, no es momento de pensar en eso.
Con esfuerzo, se incorporó. Es normal, rumió distraídamente, sino fuese por el tamaño de las cosas diría que es un dormitorio para cualquier persona. Amasando los costados de su rostro, arrugó la cara. La migraña estaba cediendo margen pero todavía agujereaba sus oídos y estaba haciendo pasta sus sentidos.
Treinta y pico de años de recuerdos hacen eso a la gente, razonó, juzgando que un buen baño le haría maravillas. Con las piernas colgando a un lado de la cama, se levantó con cautela, parpadeando cuando su vista se oscureció. Podría ser peor, confortó a su cerebro, el pobre sufrido, podría haber despertado como un orco… o Gollum, se estremeció, agradecido cuando todo se aclaró, haciendo su camino a tientas a donde sabía estaba el baño.
Consideró que era bueno que al menos existiesen los inodoros en ese lugar. Tolkien habría caído de su pedestal de oro si es que se encontraba con que tenía que usar un cubo. ¿Mm? Mirando la bañera, notó sobre las dos canillas en el costado de ella dos extrañas figuras. Son runas, descubrió, parpadeando cuando su mente suministró amablemente la información, que significan "caliente" y "frío". Giró la primera, contemplando el agua caer, inundando el baño de vapor. Luego agregó la fría.
Ya llena, se introdujo en la bañera, soltando un pequeño suspiro de placer. El gran, oh Señor Bolsón, contaba con pequeñas bolsitas perfumadas al alcance su mano, y revisándolas no tardó en descubrir las especies de baño. Son para los invitados, tarareó, encogiéndose de hombros en su interior. Cogió uno verde, saboreando el aroma a romero dulce. No tardó en echar un poco de la fragancia en el agua, revolviéndola. Pronto todo olía a cielo.
SI lo pienso bien no soy diferente a los enanos, reflexionó, llegué sin avisar y no a su casa sino a su cuerpo. Una interrogante le surgió: ¿Dónde estará entonces el verdadero Bilbo Bolsón?, acarició distraídamente unos mechones chocolate, ¿y qué debería de hacer? Frunció el ceño, contemplando sus opciones. Sus muy pocas opciones.
Por un lado, podría pedir ayuda a alguien como Gandalf. Él tal vez sabrá cómo y por qué llegué aquí, a pesar de que el asunto de que forma parte de un libro, o al menos así era, podría resultar verdaderamente extraño, lo repensó un poco, va a pensar que estoy loco o gastándole una broma, suspiró con desaliento, ¿quién iba a creer algo así? El mago probablemente acabaría por transformarlo en una ardilla por su "jugarreta".
Por otra parte, paseó sus ojos por su saludable nuevo cuerpo, no parece que salga de esta situación dentro de poco. Seguir adelante parece ser la única alternativa, tal como decía el abuelo, lo recordó con cariño, es bueno que ahora sepa todo lo que este Hobbit sabe, aún si parece un resultado loco de algún hongo… o del Sharingan, se rió entre dientes.
Sí, no tengo de otra. Vamos a ver cómo me va como Bilbo Bolsón, hijo de un Tuk y un Bolsón. Él podría jugar con esa combinación. O cierto que lo intentaría.
Después de sentirse mejor decidió conocer personalmente la casa. Mejor llamada smial. Tenía doce habitaciones en total siendo más grande lo que habría imaginado. La mayoría eran dormitorios de invitados pero otras ocupaban el rol básico de armario, con montones y montones de ropa.
Comenzaba a darse cuenta de que Bilbo realmente era rico. No en términos de arcas colmadas de monedas de oro sino por el tamaño de su hogar y todas las cosas que tenía. Su biblioteca, por ejemplo, era un tesoro por su propia cuenta. Decenas y decenas de libros descansaban en los estantes, imperturbables al paso de los años.
Si esto no fuera mucho, él había aprendido exactamente a que se dedicaba el hombre. Traducciones, no tan sorpresivamente, del sindarín a la lengua común y viceversa. Era un trabajo respetable y con una grata paga, algo que le permitía seguir con sus pasatiempos de hacer largas caminatas y fumar buena hierba. Y no es tan sorpresivo, él es quien escribió "el Hobbit", y tradujo "El Silmarillion" de las lenguas élficas a la común.
Ahora, él también sabía el lenguaje de los elfos, tan extraño como se sentía. Para una comparación, era como haber leído un libro hace mucho tiempo y conservar la información como una nube deshilachada, los detalles sin recordar hasta que alguna palabra o nombre en especial despierten el recuerdo.
Tendría que practicar, eso era seguro.
Sin embargo, su atención había sido tomada por el mapa enorme y redondo que colgaba contra la pared en la oficina. Sobre el papel de aspecto viejo pero pulcro, rutas y caminos que parecían atajos se vislumbraban con claridad. Él tenía la esperanza de poder recorrer ellos.
Pero no hoy o mañana, dispuso, ya que no se sentía en condiciones óptimas para una caminata. En cambio, cogió uno de los libros sobre plantas, un tema que siempre había albergado en su corazón, y volvió a la cama, enterrándose entre las mantas.
[B&T B&T B&T] [B&T B&T B&T] [B&T B&T B&T] [B&T B&T B&T]
En cuclillas, observó con satisfacción las hierbas verdes y frescas de delicioso olor. Es bueno ser un Hobbit, pensó, la jardinería estaba en la sangre de ellos tanto como en la de él en su vida anterior. Se incorporó, atravesando el interior de la casa por dos pasillos hasta llegar a una puerta que daba otro jardín más oculto que el anterior. Su expresión se tornó levemente más peligrosa al observar una franja con hermosas flores, alejadas de otras dos parcelas repletas de diferentes tallos.
Él creía que estaba haciendo bien su trabajo como Bilbo Bolsón, no alejarse del personaje tranquilo y amable. Se había recuperado con rapidez jovial de su "llegada", y no un mes después había tomado su primer viaje a un destino cercano, comenzando su tradición de recoger las diferentes y útiles plantas que crecían en los caminos.
Su abuelo le había enseñado numerosas cosas pero había sido su abuela quien le había instruido en la medicina. Mujer fuerte de campo, siempre le había parecido mágico la forma que sus remedios caseros disipaban el dolor, curaban heridas y salvaban las vidas. Era lo que quería hacer.
Además, Hobbits no estaban hechos para pelear, demasiado pequeños y frágiles, sin fuerza destacable. Sin embargo, él podía trabajar con la velocidad, y el conocimiento de las plantas no sólo servía para remendar a los caídos y enfermos, sino también los venenos eran sin duda un arte para nada despreciable.
Conocía los más básicos, los más mortales. Belladona, acónito, guisantes rosario, adelfa y semillas de ricina. ¿Cuánto tardaría en derribar a un orco? No tenía idea. Pero si terminaba con las cosas rápidamente no dejaría a un lado su poder.
Dirigiéndose a la parte trasera del jardín que había estado contemplando anteriormente, se inclinó en dirección a una planta con hermosas flores rosáceas y cortó con cuidado sus bayas de profundo color carbón. Las metió en un bol que llevaba y se levantó, regresando al interior, a uno de los cuartos de invitados que había reconfeccionado.
Tarareando se quitó los guantes y los apoyó sobre una de las mesas recostadas contra la pared. Había tres de ellas a lo largo de la habitación, cada una en vertical. La de la izquierda sostenía -además de su prenda- diferentes clases de recipientes, algunos vacíos y otros no tanto, mientras que la de la derecha contenía un estuche desenvuelto con diversos artículos de cortado, cuchillos de variedad de tamaño en su mayoría.
En la última, la del medio, una caja alargada tomaba la mayor parte de la superficie. Poseía varias divisiones en sus dos cajones; el superior se encontraba repleto de hierbas, la mitad seca y la otra no, cada una con una etiqueta con el respectivo nombre de ella. En cambio, en el inferior, al igual que frascos de cristal con sospechoso color, también se vislumbraba una división particularmente angosta y amplia en su largo, en donde una funda con largas agujas de metal descansaban inocentemente.
Le había tomado un tiempo encontrar un arma que no llamase la atención y fuese particularmente inclinada al veneno. Una daga serviría de forma casi similar, pero las agujas eran tan silenciosas como él y podían ser arrojados desde una mayor distancia lo que le añadía seguridad. Además, una aguja en el ojo o en la frente, con o sin veneno, ¿no resultaba acaso tan letal como la cortadura de una espada?
Dudaba que estaba vez le fuese tan mal en la gran aventura. De hecho, él esperaba poder hacer varios cambios, el ahorro de tres ciertos enanos por ejemplo. Después de todo, ¿quién podría quedarse sentado al saber el destino de sus futuros compañeros? También pensaba encargarse del asunto de Moria, que sólo había derramado sangre al suelo.
Haría lo que pudiese.
Él tranquilamente aplastó las bayas, cantando una melodía suave. En la cantidad correcta, el jugo del fruto de la Belladona ayudaba a aliviar enfermedades respiratorias, los dolores fuertes de cabeza y sedaba. No solía utilizarla sola, de todas formas, sino que formaba parte de varios de sus tónicos.
Recogiendo otras hierbas, echó un rápido vistazo al calendario debajo del reloj cucú que colgaba simpáticamente en el extremo opuesto de donde estaba. El invierno acechaba ya en la esquina por lo que tendría que darse prisa y terminar todas sus medicinas para ir a Bree, a venderlas y a ofrecer sus servicios de médico, como lo había venido haciendo los últimos años, cuatro veces en los doce meses.
El negocio le hacía mucho más feliz que la traducción ya que aunque útiles, los libros no aliviaban el dolor o curaban heridas, sólo disponían el saber para los que querían hacerlo.
Mezclándolo todo en el bol y agregando un poco de agua y miel para lograr una de sus mezclas especiales, sonrió con ligereza al pensar en que en realidad estaba logrando hacerse una imagen más allá de "Señor Bolsón, Hobbit respetable, dueño de Bolsón Cerrado" como curador. Servía que Laura Bolsón, la madre de Bungo Bolsón, su padre -por más raro que se sintiese estaba comenzando a verlo así, o al menos lo intentaba-, había sido una médica de alto estatus en La Comarca.
Pero yo no estoy usando su nombre, se dijo con firmeza. Todo lo que estaba logrando era por obra propia, ya que dudaba aún por más buen antecedente que tuviese que si alguna de sus medicinas llegasen a matar o hacer mal a alguien, los demás seguirían comprándole y llamándole "Maestro Bolsón".
Asintiendo para sí, vertió cuidadosamente el líquido en uno de sus muchos frascos. Iba a tener que comprar más allá en su destino, preferiblemente del Mercado de Verano, que ya terminaría dentro de las dos próximas semanas.
Suena como un plan, murmuró en su mente, antes de volver a su trabajo.
Como rey él tenía el deber de proporcionar todo lo posible a su gente. Ered Luin no era precisamente un buen lugar, con su clima frío y estéril, sin embargo, por años habían padecido la hambruna y el caminar de un lugar a otro desolados. Era lo único que tenían a su alcance y por el momento debía de bastar.
Mientras su hermana y sus sobrinos se quedaban a cuidar a los demás, Thorin Escudo de Roble bajaba a los pueblos a buscar trabajo en las forjas humanas. Después de años de ser estafado ya conocía las zonas donde las monedas prometidas se le darían, o al menos en su mayoría. Bree, por ejemplo.
Había hecho todo lo posible para abastecerse antes del invierno. Incluso sus sobrinos, que aún le faltaban años para llegar a la madurez habían bajado con él la última vez para intentar ayudar. Se había sentido tanto orgulloso como furioso al tener que ser testigo de cómo ambos sin quejas soportaban la falta de comida y los duros suelos donde dormían para guardar el dinero.
No tenía corazón para llevarlos de nuevo por lo que iría solo una vez más. Si tenía la bendición de Mahal, conseguiría lo suficiente para alimentar a su pueblo en el crudo invierno, antes que se llevase a más.
Creo que ahora está más completo y mejor :) ¿qué opinan?
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¡Saludos!
