Nota de las autoras: Hola! Somos dos amigas locas por los fics. Hasta ahora hemos escrito en solitario-ambas tenemos cuentas en Pero desde que vimos la peli de El Rey Arturo y empezamos a hablar de lo que nos gustaba, lo que no y lo que cambiaríamos si pudiéramos, empezamos a darnos cuenta de que queriamos escribirlo. Ya habiamos querido escribir algo juntas antes, pero no nos habiamos animado. Tambien hemos descubierto que hay otros fandoms a los que nos gustaria acercarnos juntas, aunque ya veremos.

Escribe aquí Bianca, porque Gabrielle ahora no tiene ordenata. Curiosamente, el capitulo lo ha escrito ella, aunque yo lo haya pasado y revisado la puntuación. Asi que nada, que os guste.

Título: En el amor y en la guerra

Rating: PG, por el momento

Spoilers: la peli, obviamente. Tambien el ciclo artúrico, por si alguien no conoce esas leyendas. No leais esto e id a coger un libro explicativo sobre ellas, como minimo. Son muy buenas.

Disclaimer: Esto empezó en el s XII.¿De verdad creeis que puede ser nuestro? Pero Gabrielle quiere a Tristan y yo quiero a Lancelot y a Arturo. O a Lancelot/Arturo. No estoy muy segura

Resumen(mas largo): El joven comandante romano Artorius es enviado a comandar una pequeña caballería de jóvenes sármatas, y se encuentra con que la realidad es muy diferente de los rumores. Enfrentado con sus maneras rudas, sus grandes dotes guerreras y su orgullo, tendrá que soportar las costumbres salvajes de Tristán, las peleas taberneras de Bors y los incesantes y fructíferos intentos de seducirle del joven Lancelot. Solo demostrando ser digno de ello se ganara el respeto y lealtad incondicional de sus hombres.

Advertencias: Slash. SLASH. ¿Mencione que habrá slash? Algunos temas seran adultos, pero en general, excepto para los homofobicos, el fic es legible para todas las edades. Sera una mezcla entre la película, las leyendas artúricas y nuestra propia imaginación.

Disfrutadlo

ISOLDA Y LA DESPEDIDA

-En el siglo IV el Imperio Romano llegaba desde Britania hasta Arabia; pero ambicionaba mas. Mas tierras conquistadas, mas pueblos sometidos al poder de Roma. Y ninguno de estos pueblos era tan valeroso como los aguerridos sármatas. Cuatro días duro la batalla y mucha sangre se derramo. Cuando el humo se disipo solo quedaba la muy diezmada pero aun temible caballería. Los romanos, impresionados por su coraje, les perdonaron la vida, dispersándolos a lo largo del imperio para evitar un posible levantamiento. Pero lo que los caballeros no sabían era que, según la segunda parte del acuerdo, sus hijos, y los hijos de sus hijos deberían arriesgar sus vidas por la gloria del Imperio.

Tristan vio como su padre desviaba la mirada de la ventana para clavarla en sus ojos.

-Yo fui uno de esos sármatas, como tu lo serás algún día-añadió, y volvió a desviar la mirada.

Era la noche del duodécimo cumpleaños de Tristán.

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-¡Soldados romanos!¡Se acercan!

El grito del vigía rompió la calma que reinaba en el cuarto de la guardia. Nada mas oírlo. Meliadús se levanto de su asiento y se acerco hacia la puerta.

-¿Cuántos?-preguntó.

-Cuatro romanos y un extraño, señor. Su armadura es ruda, como de cuero, y viste pantalones-añadió por ultimo el vigía, con asombro.

"Tristán" pensó Meliadús. Había llegado el día que había temido durante los doce últimos años. Había deseado que nunca llegase, que por alguna razón se olvidaran de recogerlo.

Debía buscar a su hijo, lo deseara o no debía despedirse de el; del único familiar vivo que tenia tras la muerte de su esposa.

-¿Qué hago, señor?-pregunto el vigía.

-Condúceles ante el Señor-respondió Meliadús. Y abandonó la sala para buscar a su hijo.

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Tristán estaba subido a un árbol, donde el día anterior había descubierto un nido y quería atrapar a una de las crías. En ese momento oyó una risa infantil y miro hacia el suelo. Se quedó completamente paralizado al descubrir a la hija del Señor jugando con otras niñas cerca de allí.

-Isolda-murmuro Tristán para si mismo.

Tristán había cogido la costumbre de observar a Isolda desde lejos. Lo hacia desde que ella había venido a vivir con su padre hacia dos años.

-¡Tristán!-las niñas se giraron. La voz de su padre lo saco de su meditación.

-¡Tristán!

Al oír el segundo grito, el muchacho bajo del árbol, decidiendo dejar para mas tarde la caza del pájaro, y corrió al encuentro de su padre, que estaba en el camino a unos metros de distancia.

-¿Qué pasa, padre?-pregunto Tristán al llegar junto a el.

-Ven. Ya han venido a buscarte-contesto secamente su padre-Debes preparar tu caballo y tus cosas para el viaje.

Tristán miro a su padre sin comprender. El viejo soldado se giro, dando la espalda a su hijo, y emprendió el camino a casa sin girarse para saber si su hijo le seguía, y no se detuvo hasta llegar ante la puerta de una casa de piedra de tamaño medio con un techo de paja: su casa.

-Entra. Prepara tu equipaje, yo preparare tu caballo-ordeno su padre-Date prisa.

Tristán entro en la casa, sin comprender nada de lo que su padre estaba diciendo, pero obedeciendo, no fuera a ser que mas tarde se ganara algún castigo. Dándose toda la prisa que pudo, Tristán lleno bolsas de viaje con su ropa y salió de su casa para reunirse con su padre en el establo.

-Rápido, sube-le dijo su padre atando el equipaje al caballo.

Meliadús condujo el caballo fuera del establo hasta la puerta principal.

-Espérame aquí un momento-le dijo-Debo darte algo antes de que partas-y entro en la casa.

Meliadús se dirigió a su habitación y abrió el viejo baúl que no había abierto desde el día que dejo su antigua vida y comenzó a trabajar en la villa. Aquel baúl contenía muchos recuerdos, algunos alegres y otros muy tristes. Despacio pero sin dudarlo, Meliadús saco de este unos objetos que se apresuro a llevar hasta su hijo.

Tristán esperaba ansioso a su padre. Desde la noche anterior, tras la historia sobre los valientes caballeros sármatas, su padre se estaba comportando de un modo frío y distante con él, algo muy extraño. Su padre se aproximo y le tendió dos objetos alargados.

-Toma, Tristán, mi viejo arco y mi espada. Te serán muy útiles allí donde vas-le ayudo a ceñirse ambas armas-Recuerda, hijo, lucha con honor y por honor.

-¿Luchar? ¿A dónde me voy?-pregunto Tristán aguantar mas la curiosidad.

-A entrenarte-dijo su padre-Vas a convertirte en un soldado sármata, un caballero. Conocerás a otros jóvenes de tu misma raza y junto a ellos estarás durante los próximos 15 años. A partir de hoy eres un siervo del Imperio y debes obedecer las ordenes de Roma.

-Pero yo no deseo irme, quiero quedarme aquí, contigo-dijo Tristán.

-Lo se, yo tampoco deseo que partas, pero no puedo hacer nada por evitarlo-contesto Meliadús.

El camino desde su casa hasta la casa del Señor transcurrió en silencio. Ni el padre ni el hijo se miraron o hablaron.

Al entrar en el salón principal de la lujosa villa, Tristán vio a Isolda agarrada a la mano de su padre, con una mirada curiosa en los ojos. Delante del Señor estaban cuatro legionarios romanos y tras estos un chico que, pese a su gran estatura y musculatura, Tristán no le calculo mas de 17 años.

-¡Ave, Meliadús!-los saludo el Señor al verlos-Estos legionarios han venido a buscar a tu hijo, ¿esta el joven listo para partir?

Todas las miradas se posaron en Tristán.

-Lo está-fue la respuesta de su padre-Podréis partir en cuanto deseéis.

-En ese caso partiremos inmediatamente. Todavía debemos recoger a otro chico, Lucan, antes de volver a nuestro campamento, y no podemos retrasarnos-dijo el legionario de mayor rango.

Tras estas palabras los romanos salieron del salón, seguidos por el chico que los acompañaba. Tristán y su padre los siguieron, y cuando estaban ya en la puerta, Tristán oyó a Isolda hablarle a su padre.

-¿Por qué tiene que irse Tristán? Yo no quiero que se vaya.

Tristán no llegó a oír la respuesta de Anguinus, el Señor romano, pero no le importo. Para el era suficiente saber que Isolda no quería que se fuese, que sabia su nombre. Jamás la había oído pronunciar su nombre.

La voz de Isolda desapareció cuando el chico extraño que acompañaba a los romanos se le acercó.

-Me llamo Dagonet-dijo tendiéndole la mano.

-Yo soy Tristán-contestó, estrechando su minúscula mano con la de Dagonet.

Tras este intercambio, Dagonet se subió a su caballo y cabalgó tras los romanos. Tristán se subió también al suyo y se giró para despedirse de su padre.

-Ve, hijo-le dijo-No olvides todo lo que te he dicho. Lucha con honor y por honor.

Una solitaria lágrima surcó el rostro del viejo sármata cuando su hijo giró el caballo para unirse a los que habían ido a buscarle.

-¡Honor!-grito Meliadús cuando la silueta de su hijo estaba por perderse en el horizonte. Y tras esto se desplomó, dejando salir las lágrimas que había retenido ante su hijo. "Intenta sobrevivir"