La suave brisa movía el barco junto con las olas. La noche era tranquila por primera desde hace mucho tiempo, por lo menos para aquel viejo que roncaba en voz alta. En el pueblo se estaba celebrando una fiesta multidinaria donde todos habían ido a comer, tomar como si no hubiera mañana y celebrar. El viejo no extrañaba estar en dicha celebración, dado que no tenía ni las ganas ni la voluntad para darse el lujo de divertirse. Esos tiempos ya habían pasado para él. De ser posible, seguiría el resto de su vida durmiendo.

Dicho viejo se encontraba tirado en plena cubierta, sumido en sueños. Llevaba puesto una camisa blanca arrugada con un saco negro desteñido, pantalones negros y zapatos mocasines del mismo color. Su rostro denotaba las marcas de antiguas batallas, en especial una cicatriz linear que le recorría todo el ojo derecho. Una barba canosa y descuidada cubría su rostro y sus cabellos cortos denotaban cierto tono verde que parecía como si se hubiera blanqueado a través de los tiempos. No muy lejos de él, tres katanas reposaban sobre un barril.

En ese momento, un grupo extraño se acercó sigilosamente al enorme barco, con palancas y serruchos en mano. Hablaban por lo bajo y no paraban de mirar en las esquinas por si había alguien. Se detuvieron enfrente del navío y lo examinaron exhaustivamente.

- ¿Crees que el Gran Rick pague bien por este?- señalo el más enclenque de todos, con cierta duda- El de WaterSeven se veía mucho mejor, onichan-

- Este es un barco mercader de las tierras de DressRosa- dijo otro, uno más fornido- Trabaje una temporada como grumete en uno de sus barcos y la madera es una de las mejores que he visto durante mucho tiempo.

- Manos a la obra entonces. Esa fiesta no durara mucho- determino el líder de ellos, un calvo con mirada de pocos amigos-

Silenciosos pero en cautela, el grupo comenzaron a desguazar el barco. En ese momento, el viejo se despertó.

- ¿Qué demonios?- se quejó en voz baja-

Estaba desorientado por culpa del sueño pero el constante golpeteo que venía de afuera no lo dejaban descansar. Se paró con dificultad y camino tambaleante hacia la borda del barco. Su vista le tomo tiempo acostumbrarse hasta que pudo divisar al grupo de traficantes.

- Disculpen, Ey oigan- hablo con voz apagada.- No pueden hacer eso…

Pero sus palabras no le llegaban. Era obvio que estaban demasiado concentrados en destrozar el barco ajeno como para percatarse de que había alguien adentro. El viejo alzo la voz un poco irritado.

- ¡Cretinos, no pueden hacer eso! ¡Váyanse!-

El grupo miro con asombro al cansado viejo en la borda del barco. El jefe de ellos frunció el ceño y fue donde el enclenque y le metió un martillazo en la pierna. El sonido del hueso de la rodilla romperse se pudo haber escuchado hasta en Raftel.

- Imbécil, ¿No dijiste que nadie estaba vigilando este lugar?- gruño el líder señalando al viejo

- ¡Te juro que yo no lo sabía! ¡Examine todo este puerto y no vi a nadie! ¡Se suponen que todos deben estar jumándose en el pueblo!- se disculpó el enclenque entre lloriqueos y gemidos de dolor.

- Lo que sea- dijo el fornido-

Con un rápido movimiento, el fornido saco su pistola del cinto y le pego un tiro en toda la frente al viejo. Este cayó de espaldas en la cubierta.

- Problema resulto- repuso el hombre- apresurémonos que ese tiro debieron haberlo escuchado.

Continuaron su labor pero esta vez con mayor rapidez. Lo que no sabían era que el viejo aún seguía vivo. Se había parado con dificultad mientras que se sobaba la frente haciendo muecas de dolor. Su frente se había tornado negra y la bala estaba incrustada contra ella, como si la misma frente hubiere estado hecha de acero. Pero al quitársela con cierta dificultad, se dio cuenta que la bala había logrado dejarle una marca redonda en mitad de su frente

Camino hacia el barril y tomo las katanas. Ese tiro había dolido y no le gusto para nada.

Salto fuera del barco y aterrizo a lado de los maleantes. Estos, sorprendidos y fastidiados, se le acercaron con martillos y palancas y comenzaron a golpearlo desalmadamente. El viejo hizo lo que pudo para defenderse pero lo tenían acorralado. La sarta de insultos que le llovían seguido de la incesante paliza que estaba recibiendo lo estaba cabreando.

- ¡Malditos hijos de puta!- exclamo el viejo con la garganta llena de rabia.

Con un rápido movimiento, el viejo se levantó con una fuerza para nada propia para alguien de su edad y desenvaino la katana de la vaina blanca. Uno de los maleantes le golpeo con fuerza en el brazo derecho, hecho que desvio por completo el ataque del viejo hacia la cara de uno de sus compañeros.

- Hijos de putas…- murmuro el viejo, con los viejos inyectados de sangre y con un instinto asesino que pudiera haber hecho que el mismo Satanás se cagara en los pantalones.

Un corte horizontal y el fornido término con la cara partida diagonalmente por la mitad, dejando ver sus sesos. En un furioso ataque, el viejo arremetió contra los otros y le corto un brazo al que le había pegado con el martillo seguido del torso completo. Los intestinos y viseras del pobre hombre quedaron desparramados por todo el suelo mientras que los otros hombres miraban asustados al viejo.

Y antes de que ellos pudieran retroceder siquiera, el viejo ejecuto un ataque veloz y el líder termino con la katana incrustada desde su ojo izquierdo la nuca. Y finalmente, el último de ellos, cagado y en total shock, miraba con pavor todos sus compañeros descuartizados. El viejo le dedico una mirada de desprecio y le ignoro. No tenía caso seguir malgastado fuerzas.

Con cansancio, el viejo volvió a subir al barco y arranco el motor. El barco se fue del pueblo y con ello la presencia de un viejo que nadie parecía importarle su existencia.