Esta historia está situada a partir del regreso de Katherine, pero solo este capítulo sucede antes del último capítulo. Básicamente serán one-shots de distintas visitas que Bonnie hará a Kai.

El título se me ocurrió porque, por algún motivo, se me vino a la cabeza la canción de Rihanna. Y es que, en el fondo, Bonnie es la única chica en el mundo de Kai.

Mientras que escribía esto, he estado escuchando dos canciones distintas, pero las dos son de Eurovisión, así que no tienen mucha relación con la historia. Estoy demasiado necesitada de Eurovisión como para centrarme en canciones más apropiadas. Las canciones son: Grab de Moment, de JOWST; y Dance Alone, de Jana Burceska.

DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen, son propiedad de la CW.

#PALABRAS: 1,993.


LIKE I'M THE ONLY GIRL IN YOUR WORLD

CAPÍTULO I

Bonnie llegó al mundo prisión sin saber muy bien qué iba a hacer cuando encontrara a Kai. Entre todos habían llegado a la conclusión de que pedirle ayuda era su mejor opción. Incluso si el Hereje se negaba, le gustaba demasiado hablar como para aguantar toda una conversación con Bonnie sin soltar algo que no debiera. Y esa era la esperanza de la bruja ahora psíquica. Que a Kai se le escapara algo de información cuanto antes, para poder marcharse y olvidar que el hombre que le había amargado su estancia en 1994 estaba vivo. De nuevo.

Aunque, a decir verdad, no olvidaba que estaba vivo. Prefería recordar. Recordar que el chico volvía a estar atrapado, y que era culpa de ella. Que solo ella tenía poder sobre él en aquel momento, y siempre. Saber que ella podía herirlo, matarlo y salvarlo. Aquella era una de las pocas cosas que lograban hacerle sonreír en aquellos momentos.

Entró en el bar intentando aparentar calma. Aquella sería la primera vez que viera a Kai desde que él les confesara que Katherine era la nueva reina del Infierno. Tras las palabras del Hereje, Bonnie había salido corriendo y se había marchado del mundo prisión, con la intención de no volver, al menos en unos cuantos años. Pero ahí estaba.

Y por supuesto, ahí estaría él. Sentado en la misma silla, con las cadenas rodeando todo su cuerpo, escuchando la misma canción… Y probablemente famélico. Aquello había sido idea de Damon. El vampiro sabía lo que era pasar hambre de verdad, y quería que el Hereje lo sufriera también, así que había convencido a Bonnie de atarlo con unas cadenas hechizadas que habían pertenecido a los Gemini. Cuando el mayor de los Salvatore se lo había propuesto, a Bonnie le había parecido una buena idea; ahora, sin embargo, le daba miedo lo que iba a encontrar cuando llegara finalmente a su destino.

Tras respirar hondo por última vez, Bonnie giró la última esquina y vio a Kai. Tal y como Damon le había dicho, el chico estaba desecado por la falta de sangre. Tenía heridas profundas en los brazos, probablemente por haber tirado intentando soltarse de las cadenas. Al verlo así, con la cabeza agachada en una postura que seguramente le provocaría un gran dolor cuando despertara, a Bonnie casi le dio pena. Casi.

La chica se dirigió a la barra. Sirvió en un vaso una generosa ración de bourbon, y tras coger un afilado cuchillo que llevaba consigo, se hizo una pequeña herida en el índice de la mano izquierda, dejando que la sangre se mezclara con el líquido amarillento del vaso. Se acercó a la figura del chico con el vaso en la mano, y agarrándole del pelo lo obligó a levantar la cabeza antes de mojar con su dedo herido el labio inferior del Hereje.

Kai reaccionó al instante. Abrió los ojos y lamió la poca sangre que había en su labio. Le parecía costar mucho, pero pronto pareció algo más despierto. Se giró hacia Bonnie con torpeza, y al verla, sonrió.

−¿Por fin… has venido… a matarme? –preguntó el chico.

Su aspecto vulnerable incomodó a Bonnie, que sujetándole la cabeza con más cuidado lo obligó a beberse todo el contenido del vaso. No había mucha sangre, pero sí la suficiente como para que pudieran mantener una conversación medianamente decente. Aquella había sido otra recomendación de Damon: había que darle la suficiente sangre como para que pudiera hablar, pero no la necesaria para que pudiera pensar con claridad.

El chico tardó bastante en beberse todo el contenido del vaso, pero pareció disfrutarlo, porque antes de que Bonnie tuviera tiempo de apartarse, giró la cabeza y mordió con suavidad otro de los dedos de la chica, que gimió ante el repentino pinchazo. Sin embargo, no le dolía, y Kai le agarraba con más fuerza de lo que ella esperaba, por lo que se dejó. Al fin y al cabo, seguía teniendo el cuchillo a mano por si acaso.

No le hizo falta, pues Kai se apartó relativamente pronto. Sin soltarle la mano, sonrió de placer, con los ojos todavía cerrados, y lamió la herida que le había provocado a Bonnie hasta que se cerró. Y durante todo ese rato, la chica no hizo nada. Cuando finalmente reaccionó y se apartó del Hereje, se sintió débil. Seguro que la Bonnie bruja no hubiera dejado que nadie le mordiera.

−Ignoremos lo que he dicho antes, ¿vale? –dijo Kai, volviendo a parecer él mismo−. No quiero que me mates ahora.

−Y yo que me había hecho ilusiones.

−¿A qué debo el honor de tu visita, Bonster? ¿Vienes solo a preguntar cómo estoy, a torturarme finalmente (créeme, llevo imaginándomelo todo este tiempo, y tiene muy buena pinta), a cantar conmigo en el karaoke?

−Vengo a contarte cómo están las cosas en el mundo real. Pensaba que te interesaría saber cómo le va a tu nueva amiga.

−No te pongas celosa, Bonnie –dijo el chico, mirándola fijamente de aquella manera que hacía que Bonnie se sintiera su presa−, ya sabes que tú eres mi única amiga. Sigues siendo la única a la que le he contado todos mis traumas de la infancia.

−Caroline y Stefan se han casado. Organizamos la ceremonia para atraer a Katherine, porque no sé si lo sabes, ella está obsesionada con Stefan. Pero ella incendió la casa de los Lockwood. Bueno, no ella exactamente, pero eso es lo de menos. Y ahora… Ahora no sabemos dónde está. Se llevó a Elena, se hizo pasar por ella y después desapareció.

−¿Dónde estará escondido el lobo feroz? –preguntó Kai con expresión inocente. Las manos de Bonnie se convirtieron en puños. Ahí empezaba el juego mental−. No entiendo por qué has venido aquí. Yo estoy atado a una silla en medio de un bar en un mundo en el que solo estoy yo. Mi conocimiento sobre el mundo exterior es, ahora mismo, bastante limitado. A no ser que me echaras de menos, no entiendo de qué te puedo servir ahora mismo.

−¿Por qué no nos dejamos de juegos, Kai? Dime todo lo que sepas sobre Katherine, sus planes, sus escondites, sus aliados. Y yo te daré sangre. Vendré cada semana y te dejaré bolsas de sangre a mano.

−Te ofrezco un contratrato. ¿Existe esa palabra? Si no, deberías intentar que la incluyeran en la siguiente edición del diccionario. ¿Qué te parece si yo te digo todo lo que he aprendido de Katherine en el infierno y tú me das tu sangre cada semana?

Sin darse cuenta, Bonnie dio un paso atrás. Se dio cuenta de su error al instante, porque Kai se echó a reír, y no paró hasta que ella volvió a acercarse y lo abofeteó con fuerza. Unas pocas gotas de sangre escaparon del labio del Híbrido, que las lamió lentamente, mientras que recorría a Bonnie con la mirada.

−Avísame cuando vayas a volver a pegarme, ¿vale? Quiero estar preparado para disfrutarlo todo lo posible.

−Ahora eres masoquista. Genial.

−Solo contigo, Bon, solo contigo. Bueno, ¿qué te parece mi contratrato?

−Una mierda. No te voy a dar mi sangre.

−Pues adiós, entonces. Voy a intentar descansar un rato.

Dicho aquello, el chico se removió en su asiento hasta encontrar una postura ligeramente más cómoda. Tras guiñarle un ojo, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Bonnie no se lo podía creer. Lo decía en serio. Iba a dejarla ahí, plantada delante de él, e iba a dormirse.

La chica tardó unos segundos en reaccionar. Finalmente, cogió a Kai del pelo y tiró hasta que el chico volvió a abrir los ojos. Parecía solo ligeramente molesto. Y esa molestia desapareció rápido, para dejar paso a una amplia y perversa sonrisa.

−Sigue, por favor. Me encanta esta versión dura y dominante.

−Dime todo lo que sepas. Ya.

Bonnie estaba cansada de los juegos de Kai. Lo soltó y se sentó frente a él. Cogió el vaso vacío con el que había alimentado a Kai, y con el cuchillo que seguía llevando consigo, se hizo un corte en la palma. Dejó que la sangre llenara la mitad del vaso, y lo colocó en la mesa al lado de la silla de Kai, no lo suficientemente cerca para que el chico lo cogiera pero sí para que pudiera oler la sangre.

Las venas aparecieron rápidamente bajo los ojos del Hereje, que se removió en su silla, intentando alcanzar la copa.

−Contracontratrato. Te doy mi sangre una vez al mes. Y tú me das lo que yo quiera.

Kai la observó durante un rato, con más bastante más calma de la que debería haber tenido un vampiro tan hambriento como él. Bonnie se sintió sorprendida, pero no mucho. Por lo que había visto antes de que Kai muriera, el Hereje había mostrado desde el principio mucha más contención que la mayoría de los vampiros recién convertidos. Tal vez fuera su sociopatía lo que ayudaba a su sed de sangre; su incapacidad de sentir igual que un humano normal impidiéndole sentirse fuera de control por culpa del hambre.

Finalmente, el chico sonrió.

−De acuerdo. Pero necesitaré algo más que medio vaso si quieres que te dé… lo que quieres –dicho aquello, el chico volvió a guiñarle un ojo, y Bonnie puso los ojos en blanco. Se acercó a él, cogió el vaso y se lo colocó en los labios−. Para la próxima vez tal vez podamos llegar a un acuerdo sobre de dónde puedo tomar tu sangre…

−Bebe antes de que cambie de idea.

El chico bebió. Lo hizo lentamente, disfrutando del sabor de la sangre unido al de la magia de Bonnie. Y mientras que lo hacía, no apartó la mirada de la de la chica, que muy a su pesar tampoco pudo apartar la mirada. Verlo beber su sangre con tantas ganas, disfrutando de cada gota, le hacía sentir poderosa. Ella tenía control sobre Kai; tenía control sobre su hambre.

Cuando finalmente terminó de beber, Kai volvió a echar la cabeza hacia atrás y gimió.

−Tu sangre definitivamente sabe mejor que la de mi padre. La suya era demasiado amarga.

−No me importa, Kai. Háblame de Katherine antes de que te raje la garganta y te saque mi sangre antes de que llegue siquiera a tu estómago.

−¿Te he dicho ya que me encanta cuando te pones dura conmigo? Creo que sí. Pero antes estaba confundido por la sed, así que te lo repito. Tú, hablando sucio, justo después de haberme dado tu sangre es lo más caliente que he visto en mi vida. Supera incluso todas las escenas que se han formado en mi imaginación. Y créeme, tengo mucha imaginación. Si alguna vez quieres, te puedo contar la historia de cómo cuando estábamos en el mundo prisión tú venías todos los días a buscarme para que yo te…

−Katherine, Kai. Eso es lo único de lo que quiero que me hables.

La chica se giró y se alejó hasta la barra. Sus mejillas estaban teñidas de un fuerte rojo, y estaba costándole respirar. ¿Cómo podía decirle aquellas cosas? ¿Y cómo era posible que ella se sintiera… así?

−La tumba. Katherine me contó que lo primero que haría en cuanto llegara sería recuperar su cadáver. No quería que lo utilizarais en su contra. Y también dijo que probablemente utilizaría la tumba como base de operaciones. No esperaríais encontrarla allí, y cito, en un lugar tan sucio y con tan poca clase, es decir, lo opuesto a mí.

Bonnie se dispuso a marcharse. Ya tenía lo que necesitaba, además de un trato que, aunque en un principio pareciera horrible, le podría venir muy bien. Por mucho que no fuera un vampiro de medio milenio como Katherine, había mucho conocimiento en la mente de Kai. Conocimiento que, con toda seguridad, ella necesitaría en algún momento.

−¿Te vas ya? ¿No quieres que te cuente sobre una pequeña fantasía en la que te ato a la cama de Damon y…?

Bonnie salió corriendo.