Me gusta observarte.

Me gusta contemplar tu figura a la lejanía.

Me gusta que no sepas que te estoy mirando.

¿O tal vez lo sabes pero te niegas a decírmelo en la cara?

Poco a poco me he obsesionado contigo.

Sé tu nombre, tus amistades, quien es tu familia y quien no, la ropa que usas, tus gustos, tus gestos, cómo reaccionas ante ciertas situaciones, la forma en que peinas tu cabello, a veces me gustaría saber qué esconden tus ojos.

Sé en dónde estás y en qué hora, he preguntado por tu paradero, a veces me entrometo en conversaciones ajenas para saber un poco más de ti. A veces me escondo en lugares para escuchar lo que dicen los demás de ti.

Despertaste en mí algo que nadie lo había hecho antes.

Me hiciste sentirme con vida.

Aún cuando quiero acabar con todo veo tu imagen, tu sonrisa, tu mirada contrastando con la mía.

Me das un motivo.

Lo mejor es que ni siquiera lo sabes.

Nunca lo sabrás hasta que puedas interpretar mis mensajes.

Mis indirectas.

Algo mío pidiendo ayuda con desesperación

Pensarás que da asco, que es enfermizo, que es acoso.

Pero no lo es.

Es todo lo contrario.

¿Sabes que existo?

¿Sabes la clase de cosas que veo en mi mente cuando paso a tu lado? ¿Tienes idea de lo que me haces sentir al escuchar tu voz? Me da escalofríos. Es una locura.

Yo temo de mí.

Deberías hacer lo mismo.

Permanezco en tu sombra, mirándote, viendo con detalle lo que me es permitido.