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Hogwarts, 3º año. ¡Todos quieren tener un Potter como animal de compañía!
Harry Potter no me pertenece.
MIAUMIAUMIAU
Draco se carcajeó fuertemente desde el otro lado de la clase, y todos los demás slytherins le siguieron. Algunos gryffindors parecían tener serias dificultades en aguantar la risa, mientras que Ron le lanzaba una mirada de infinita culpabilidad.
"Lo siento mucho, Harry…" le susurró, sosteniendo su varita contra el pecho.
"No pasa nada Ron… ha sido un accidente, se que no lo has hecho a propósito."
El joven Potter le sonrió débilmente, intentando tranquilizar a su amigo. Aunque el más afectado de aquella situación era él, porque por lo menos a Ron no le habían crecido unas orejas de gato, ni le había salido una cola por el pantalón de su uniforme. Seguramente más partes de su cuerpo habrían sufrido algún cambio, pero ahora mismo no se sentía con ganas de descubrirlo.
"Señor Weasley, lo que debían transformar en gato eran los cojines, y no a sus compañeros." Le reprochó la profesora McGonnagal, acercándose a ambos con rapidez. "¡Y los demás! ¡Volved a lo vuestro! ¡No quiero oír una risa más!" amenazó en voz alta.
Harry notaba como sus orejas, ahora peludas y puntiagudas, se agachaban por propio instinto ante aquel tono de voz tan agudo de su profesora, mientras toda su cola se movía de un lado a otro agitadamente. Siempre le pasaban estas cosas a él. Agachó sus ojos hacia sus manos, suspirando de alivio al comprobar que seguían intactas.
"Joven Potter, ¿le duele alguna parte del cuerpo?" le preguntó su profesora, colocándose en frente suya.
El gryffindor se hizo un chequeo mental, intentando encontrar alguna parte de su cuerpo que se sintiese adolorida. Se palpó un poco la cara, notando que su nariz también había cambiado. Al menos todavía conseguía sujetar sus gafas sin ningún problema. Como no le dolía nada ni parecía haber sufrido alguna otra mutación en su rostro, siguió bajando por su cuello, después por su pecho.
Todo parecía correcto.
Movió un poco las piernas, pero sentía sus pies de forma distinta. Levantó uno del suelo por simple curiosidad, y descubrió horrorizado que su zapato se quedó en el sitio. Si aquel día hubiese llevado calcetines, no hubiese podido comprobar que sus pies ahora se habían convertido en alargadas patas de gato, con almohadillas y todo.
Escuchó un par de risitas más de fondo, pero las ignoró completamente.
Harry se aclaró la garganta, mirando a McGonnagal.
"No miaue duele nada" contestó, sonrojándose de golpe al ser consciente de que acababa de maullarle a su profesora. Las risas se hicieron más notorias que antes.
Minerva simplemente hizo un chasquido con la lengua.
"No me quiero arriesgar a deshacer la transformación que le hizo el señor Weasley, así que tendrá que esperar a que acabe la clase para poder ir luego a la enfermería. ¿De acuerdo?"
"Si, profesora."
McGonnagal se marchó hacia su mesa, dejando por zanjada aquella situación y volviendo a mandar a callar al resto de alumnos. A Harry no le quedó más remedio que sentarse de nuevo en su sitio, dejando sus zapatos a un lado de su pupitre. Colocó su peluda cola negra sobre su regazo, para no sentarse encima de ésta.
Notó como alguien le ponía una mano el hombro, y cuando miró a su lado pudo ver el rostro arrepentido de su amigo Ron.
"Lo siento Harry, te lo compensaré de algún modo." Le susurró, intentando que su profesora no le oyese.
Harry le miró con sus grandes ojos verdes, sin saber que ahora tenían las pupilas rasgadas.
"Tranquilo Ron. Estoy bien, en serio." El pelinegro volvió a dedicarle una sincera sonrisa, que rápidamente se borró de su rostro al escuchar de fondo una risita de Draco Malfoy.
Aquel iba a ser un día muy largo, se temía.
MIAUMIAUMIAU
Cuando se acabó Transformaciones, Harry, Ron y Hermione fueron directos a la enfermería, saltándose la hora de la comida.
"Desde luego, eres de lo que no hay, Ronald" Le reprochó la chica al pelirrojo, mientras recorrían los pasillos apresuradamente. "Te estuve viendo desde el otro lado de la clase, asi que no te molestes en ponerme alguna excusa. ¿Por qué no miras hacia dónde apunta tu varita cuando estás haciendo un hechizo? ¡Siempre cometes los mismos errores!"
"Déjalo ya, Mione" Le pidió Harry, acostumbrándose a caminar con sus nuevos pies felinos por aquel frío suelo. "Cuando Pompfrey me quite este aspecto, todo será como antes, y esto será simplemente una anécdota más de mi fabulosa vida." Murmuró entre dientes.
"No hace falta que me defiendas Harry" gruñó Ron, todavía muy disgustado y sin poder ver a su amigo a la cara.
"Lo digo en serio" insistió el pelinegro "Le estáis dando demasiada importancia a todo esto. Ya estoy acostumbrado a que todas las cosas raras me ocurran a mí..."
Los tres llegaron hasta las puertas de la enfermería, y entraron lo más silenciosos posibles. Cuando cruzaban esas grandes puertas de madera, siempre cambiaban su forma de actuar y se convertían en los alumnos más callados y respetuosos de todo el colegio. Nunca sabían de qué humor se encontraría la enfermera aquel día.
"Ah, ya habéis llegado" Oyeron la voz de Madame Pompfrey, sorprendiéndolos. "No pongáis esa cara, Minerva ya me ha informado de lo sucedido"
Los gryffindors caminaron lentamente hacia ella, la cual estaba buscando algo en uno de los estantes de aquella amplia sala.
"Desde luego, cada vez me sorprende más, señor Potter. Voy a empezar a pensar que le gusta estar aquí"
"¿Podrá arreglarlo?" le preguntó esperanzado Harry, deseando que no tuviera que pasar la noche en la enfermería.
"Seguramente. Estoy buscando alguna poción que le pueda servir. Siéntate en una camilla cualquiera mientras la encuentro." Siguió rebuscando por los estantes, sin mirar siquiera a los chicos. "Ah, señorita Granger, joven Weasley… Su compañero no se va a morir, así que no hace falta que estén aquí. Iros a comer algo mientras atiendo al señor Potter"
Harry miró a sus dos amigos, algo decepcionado al tener que quedarse solo. Ellos le enviaron unas leves sonrisas simpatizantes.
"Estaremos en el gran comedor. Si tardas mucho, nos veremos en clase, ¿vale?" le dijo Hermione, frotándole el brazo afectuosamente.
"De acuerdo…" contestó el pelinegro.
Sus dos amigos se marcharon, dejándole solo con la enfermera.
Como no tenía nada con lo que entretenerse, se acercó a la camilla más cercana. Dejó su mochila a los pies de ésta, y se sentó, esperando pacientemente a que Pompfrey encontrase la poción que le ayudaría.
Pasaron largos y silenciosos minutos. De vez en cuando escuchaba el ruido de botellas de cristal ser movidas de un lado a otro por la enfermera, y a veces las voces de algunos alumnos que pasaban cerca de la enfermería. Subió sus piernas en la cama, abrazándolas contra su pecho. No le gustaba nada ir descalzo por los pasillos. Tenía los pies totalmente fríos.
Al cabo de un rato, Madame Pompfrey volvió junto a él con las manos vacías.
"Potter" Le llamó con voz seria "Me temo que hoy no podrá recuperar su aspecto físico" le informó.
Harry la miró con espanto, notando como su cola se movía de un lado a otro, otra vez.
"¿Qué? ¿Por qué?" preguntó con un hilo de voz.
"No me quedan más pociones para arreglar fallos de hechizos de transformaciones en humanos. Le enviaré una nota al profesor Snape para que fabrique más cuanto antes. Pero hasta entonces, tendrá que soportar durante un poco más esa forma."
Las orejas peludas de Harry bajaron lentamente conforme hablaba la enfermera. Ya sabía él que no iba a ser tan fácil…
MIAUMIAUMIAU
"¡Harry! ¡Sigues siendo un gato!"
"Me he dado cuenta, Ron…" le dijo el pelinegro, sentándose junto a él en el gran comedor, y recibiendo las miradas sorprendidas de sus compañeros. Podía escuchar de nuevo las risas del resto de alumnos, quienes le señalaban con total descaro.
"¿No iba Pompfrey a darte una poción?" pregunto Hermione, dejando a un lado su edición de El Profeta.
"Por lo visto se ha quedado sin existencias de esa estúpida poción y voy a tener que seguir así durante un tiempo." Refunfuñó.
"¿Y no hay otra forma de solucionar el problema que no sea con una poción?" fue el turno de Ron de preguntar, un poco malhumorado por la situación a pesar de no haber sido el afectado.
"No, Ron" informó la chica "Los errores de transformaciones en personas son muy difíciles de revertir. Un simple fallo, y la víctima podría acabar peor de lo que estaba."
Harry prefirió ignorar las voces de sus amigos, y miró con hambre los platos que había frente a él. Toda aquella situación le había abierto el apetito.
Inclinó su rostro hacia la mesa, y olisqueó la comida un par de veces. Todo olía tan bien… excepto las verduras, claro.
Escuchó unas risitas delante de él, y al levantar la vista vio un grupo de ravenclaws en la mesa contigua, quienes le miraban divertidos. ¿Tan ridículo se veía? Debió pasar antes por algún aseo para mirarse en el espejo y poder comprobarlo él mismo.
Ignorando a todo el mundo, se concentró en la comida que tenía frente a él. Las barritas de pescado tenían una pinta estupenda de pronto.
Cogió una con cuidado. No solía comerlas muy a menudo, pero aquel día les daría una oportunidad. Lamió un par de veces la barrita de pescado, pasando su áspera lengua por aquella superficie rebozada, antes de darle un pequeño bocado.
Estaba... ¡deliciosa!
Sin darse cuenta, su garganta empezó a vibrar ruidosamente. Pero no le importaba, lo único en lo que pensaba era en el manjar que tenía entre sus manos.
Cuando terminó con las barritas de pescado de un plato (siempre, lamiendo cada una de ellas), buscó algo de beber. Había una jarra de leche cerca de él, y sin pensárselo dos veces, se sirvió un vaso. De pequeño nunca le había gustado el sabor de la leche, pero ahora mismo era lo que más le apetecía.
Se acercó el vaso a la cara, y en vez de beber como una persona normal, metió ligeramente sus morros en el vaso y empezó a beber a lengüetazos.
Escuchó como alguien cercano se aclaraba la garganta, y le miró con curiosidad mientras se relamía los labios para limpiarse los restos de leche.
Era Ron, quien le miraba con su rostro totalmente rojo. Y no solo él, sino todos los que estaban alrededor suyo.
"Rrr… ¿Qué? Rrrr…" preguntó, algo confundido por las miradas que le lanzaban todos, y por lo callados que estaban. ¿Por qué su garganta había hecho esos sonidos tan raros? Se llevó una mano al cuello, notando como vibraba con total satisfacción, y trató de pararlo. Todavía no podía controlar sus nuevos instintos felinos.
"¿Estás… ronroneando?" Le preguntó Neville desde el otro lado de la mesa.
Harry se sonrojó hasta la médula, mientras agachaba sus orejas y su cabeza al mismo tiempo.
"¡Pero qué monada!" Gritaron los gemelos Weasley, apareciendo de la nada detrás de él y rozando sus rostros con el de él.
"¡Fred! ¡George!" gritó Ron, bastante enfadado.
Harry movió su cola de un lado a otro, alterado. ¿Cómo iba a sobrevivir dos días con ese aspecto?
¿Y por qué de repente todo el gran comedor había dejado de reírse y le miraban de aquella forma tan extraña?
"Miau…" maulló tristemente.
Continuará...
¿Quién sera el primero en poner sus manos sobre Harry?
