La coleccionista de corazones
Y estaba ahí, sentada en el parque en esa tarde otoñal, tan típica como se supone que son las tardes otoñales, su rostro se tras dibujada y volvía a dibujarse, por los delicados hilos de pelo que danzaban juguetones debido al viento que una y otra vez soplaba en su contra; Parecía tan delicada y se percibía tan tranquila sentada en aquella banca en medio del parque, dándole la espalda a los arboles que cantaban con sus hojas para ella estática y misteriosa, tan bella, tan inquietante sus ojos observaban en dirección al suelo, al parecer no prestaba atención a nada en especial, quizás al césped curioso que la saludaba inquieto, su piel es tan blanca, lisa y perfecta casi tratando de imitar la pureza del mármol blanco de aquellas tallas realizadas por los viejos y admirables artistas del clásico, pero tan suave y acogedora como el algodón o la seda, hacían juego perfecto con sus tiernos labios que se cerraban con suavidad sobre el otro; eran de un tono rosa muy tenue casi pastel. Parecía un ángel a pesar de sus ropas las cuales la delataba como un habitante común de este mundo, llevaba consigo unos jeans azules un tanto gastados de esos que jamás pasan de moda, no demasiado ajustado pero lo suficiente para hacerse una idea de las figuras de sus piernas, un sweater largo de algún material cálido, cómodo y confortante en tejidos muy finos y delicados en un tono marrón cálido muy apropiado para la temporada; el corte bajaba de la cintura hacia las piernas sin ser demasiado largo para confundirse con algún vestido y de un cuello alto y muy amplio, perfecto para abrigar, pero dar total libertad en el movimiento; unas botas altas, casi hasta la altura de las rodillas, de un tono ligeramente más oscuro que el del sweater, pero solamente percibible por mis atónitos ojos y lo extasiado que estaba por el encuentro, jamás hubiera imaginado en mi vida cruzarme con alguien así.
Pronto sus ojos se cerraron lentamente y al abrirse se dirigieron a mí, sus ojos miel con cierto tono verdoso se clavaron en los míos paralizándome, no sé cuanto estuve allí de pie, anonadado por el encuentro de las miradas, en mi interior sencillamente quería desaparecer, ella me había descubierto mirándola y mi vergüenza estaba latente, pero por alguna extraña razón no era lo suficiente para salir a mi piel y que se pudiera notar. Me sonrió tímida y amistosamente, lo que me animo a sentarme en la banca que estaba a menos de un metro de ella, respire y trate de acomodarme, pero mis manos estaban rígidas sobre mis rodillas; hasta ese momento no me había percatado del bolso que traía consigo y que estaba a su lado en la banca el cual parecía dejar a su lado con fingida despreocupación. Apenas lo alcance a notar cuando una cándida voz llamo mi atención, era ella, era su voz la que se dirigía a mi - hace frió verdad - fue lo que me dijo en un tono de voz medio mientras con sus manos, acomodaban el cuello de su sweater tapando bien su nuca y tratando de que quedara a la altura de su labio inferior sin mirarme; - si, un poco - tartamudee confundido, mientras ella sonrió levemente y voltio a mirarme - soy Ginny - me dijo con gracia y asentí con la cabeza - yo me llamo Harry - mientras sentía como se ruborizaba mi cara, ella mostró sus dientes perfectos en sus labios aun más perfectos mientras sonreía y yo la seguí de inmediato; una brisa hizo que una hoja se escapara de la rama de algunos de los arboles que nos rodeaba y cayera justo sobre mi rostro, lo cual me tomo realmente desprevenido y siendo honesto mi reacción de sorpresa fue tan graciosa que rompimos en carcajadas los dos; lo que logro romper el hielo.
Hablamos durante un par de horas, nos reímos, bromeamos y nos contamos la vida el uno al otro, cosas que cualquiera podía saber, donde nacimos, cuál fue nuestra escuela y como éramos de niños, la carrera que seguimos en la universidad, y a que nos dedicábamos actualmente, pronto la conversación apunto a nuestra experiencia sentimental, fue un tema que todo el tiempo trate de evadir, y no solo en mi conversación con ella. El turno fue mío, era yo quien tenía que responder a sus preguntas, eran sencillas, no muy dramáticas de responder, pero todo pareció silenciarse a mi alrededor en la expectativa de mi respuesta, los ojos de Ginny simplemente perdieron esa infantil ingenuidad, para llenarse de una inquisidora curiosidad, lo que incremento el nerviosismo que jamás desapareció mientras converse con ella, solo mermo. Solo tenía que tomar aire y admitirlo, abrirme a ella "parecía una buena persona" solo debía retomar la confianza en mí que maneje durante toda la conversación y afrontar que había fracasado en este tema... una vez que lo hice para mi, decirle a ella fue más bien fácil pero bastante nostálgico. Le conté que sencillamente había perdido las ganas de volverlo a intentar, un par de veces fueron suficientes para darme cuenta que no estaba diseñado para eso, toda esa cuestión del amor y el sentir, no eran para mi, que algo había mal en mi corazón y que sentía demasiado, más de lo que yo creía normal para alguien supuestamente normal; Ginny pareció sonreír y de nuevo note ese aire de ingenuidad que me llevaba a contarle todo lo que quisiera ella saber de mi, así que eso me dio más ánimos para continuar, le hable del amor y de cómo este había experimentado conmigo, le dije que no solo creía en él, sino que lo había visto con mis propios ojos, sabía que el amor existía, porque este se había presentado frente a mi, que no lo culpaba en absoluto, amar era hermoso, pero aun así, encontrar el amor no significaría que alguien te fuera a amar a ti. Explique detalladamente uno y cada uno de los sucesos que me llevaban a decir esto y Ginny parecía bastante entretenida, sus labios se entre abrieron en señal de interés, incluso daba la impresión de que el aire que le otorgaba su nariz no era el suficiente para el que exigían sus excitados pulmones para poder oxigenar la sangre, que su exaltado corazón bombeaba rápidamente a causa de mi historia, Ginny me miraba con ternura no era solo mi historia lo que se lo inspiraba, era todo mi ser, cada uno de los centímetros del brillo de mis ojos, la sinceridad de mis palabras y sobre todo el sonoro palpitar de mi veterano corazón mal cicatrizado.
