Disclameir: Los personajes son exclusivamente de JK Rowling. El trama o tema de la historia fue creada por Susan Elizabeth Philips.
Aclaración: No será exactamente igual al libro. Yo haré mi propia historia.
Capítulo 1
Muñequitos de boda
Hermione Granger siempre habíase imaginado cómo sería el día de su boda. Florecillas blancas y rosas adornando cada columna que sostuviera el salón en donde se realizaran esos votos sagrados con el hombre de su vida. Y ella, con un despampanante vestido blanco con una interminable cola que era llevada por tres doncellas, mientras que la esperaban en el altar el amor de su vida, con un terno elegante y una sonrisa de oreja a oreja.
Era una boda de ensueño.
Sin embargo, no se consigue todo lo que se desea.
Tuvo que conformarse con contraer matrimonio con alguien que apenas recordaba su nombre. Y prefería eso, ya que sabía con claridad que era ese acuerdo o la cárcel. Una horrible celda por llenarse de gigantes deudas y pocos ingresos con qué justificarlas.
-Señorita Granger, sus votos… -le dijo el ministro, aclarándose la garganta.
Hermione miró a todos lados, y reparó especialmente en su padre, Clayton Granger, que la observaba con el ceño fruncido y un aire autoritario que ella había aprendido a asumirlo como el real rostro de su progenitor. Luego vio a su costado y encontró a Yenifer Yordan, con aburrimiento y revisando el reloj a cada momento. También había aprendido a aguantarla. Clayton no había podido escoger mejor mujer que aquella caprichosa y vanidosa "señorita" de treinta años.
Y después, desvió la mirada y hallóse en los ojos de… Vaya, cómo describir esos ojos. Horriblemente muertos, sin una pizca de sueños o humor. Ni en sus peores ideaciones podía haberse imaginado que terminaría con un hombre como él. Sus labios no parecían sonreír, ni siquiera se asomaba la alegría. ¿De dónde lo había sacado su padre?
-Er… yo, Hermione Jean Granger, te tomo a ti… -comenzó a decir, pero en seguida se calló, descendiendo en el tono. ¿Acaso era que no podía o no quería recordar el nombre de su… prometido?
-Ronald… -oyó que le susurraban, que le soplaban la respuesta.
Hermione intentó sonreír, pero no salió nada de eso.
-Ronald… -repitió, con duda y a la vez miedo. No se creía estar haciendo eso. Si su madre estuviera viva… tal vez ni se hubiera casado. Vio al tal Ronald, que ni siquiera la miraba, y que parecía estar más fastidiado que un esposo enamorado. Se imaginó cómo habría podido suceder el acuerdo entre Clayton y él. "Mi estimado Ronald, te daré la chequera y agrégale al 1 cuantos ceros te den la gana". Asqueroso dinero-… como mi horrible esposo.
Oyó susurros y algunas risas. Yenifer rodó los ojos. Clayton se puso más serio y enfadado. Hermione ni siquiera tuvo una pizca de vergüenza, y es que en ocasiones como esas, su estúpido e inoportuno sentido del humor salía a flote. A decir verdad, era muy sincera. No obstante, cuando viró la mirada, vio a Ronald enarcando una ceja, extrañado, y como siempre, sin sonrisa.
La ceremonia terminó, y Hermione agradeció no haber besado a su esposo. Ambos salieron por la alfombrada, mientras eran aplaudidos por los invitados que estaban en las bancas, que sinceramente Hermione no conocía a ninguno. Pero ella no fue grosera con nadie, por lo que sonreía y agradecía.
Arribaron a la recepción y la joven de cabello castaño se sentía más segura, con un par de personas que sí conocía y eran amables. El salón tenía un aire aristocrático y a la vez moderno, por el toque que le había dado Yenifer. Hermione no la apreciaba, sabía que Yenifer lo hacía únicamente para quedar bien con Clayton (aunque ni por eso) y con sus amistades. Así podía decir "Por supuesto que yo me ocupé de la decoración de la boda de mi Hermione. Es que la quiero tanto". Menuda víbora.
Lo que realmente sí era de gusto para Hermione era que hubiese muchos invitados. Así podría esconder y zafarse de su padre y su horrible esposo. Su único destino era la cocina. La ansiada y solitaria cocina. Encontró a un par de meseros, que la saludaron y salieron del lugar. Ella intentó absorber todo el aire que pudo y se tranquilizó. En momentos como esos, tenía la suerte de ser optimista. Alzó la mirada y encontró el gran pastel de boda reposando sobre la mesa central. Se acercó vacilando y admiró los tres pisos de torta. Y unos muñequitos en la superficie, muñequitos de novio y novia, esposo y esposa que parecían más felices que en la vida real.
-Podría ser peor, podría ser peor –se alentó ella misma. Y era cierto. Podría serlo. Podría estar en el calabazo, siendo el nuevo juguete de todas las mujeres.
Se escondió debajo de la mesa y el mantel hasta el suelo cuando oyó voces que se aproximaban, y que eran terriblemente familiares. Por suerte, para ese día tan "especial", usó un vestido perla y celeste que no llegaba hasta más de la rodilla.
-Debes ser duro con ella. Que su estupidez e imprudencia no sean obstáculos para ti –dijo Clayton con esa voz que ciertamente desconocía y conocía simultáneamente-. No es muy inteligente, vivía de libros pero no es para nada astuta. No sabe nada de la vida. Ron, sé que tú eres el más indicado para enseñarle. Además, a pesar de ser así, lo único bueno en ella es que es leal, aunque muy materialista.
A Hermione ya no le sorprendía que Clayton hablara así de ella. Era su forma de decir "No te quiero, pero te acepto". Y en esas ocasiones, echaba de menos a su madre, quien sí demostraba su cariño real hacia ella.
-¿Podrás con ella, verdad? –preguntó.
-Tal vez –dijo la fría y seca voz de su marido.
-Debes hacerle recordar sus defectos, y así ella se sumirá.
-No creo que sea necesario. Ahora te está escuchando –respondió Ron.
Hermione se sintió expuesta en cuanto él levantó la basta de la tela. ¿Cómo es que se había dado cuenta? ¿Era un mago o un maldito clarividente?
-¿Planeas cada momento para avergonzarme, Hermione? –cuestionó Clayton, decepcionado siempre de ella-. ¿No pudiste elegir mejor lugar para estar?
La joven de veintisiete años salió y acomodó su vestido. Echó un mechón detrás de su oreja y suspiró levemente.
-Creo que es momento de partir –dijo Ron, observando su reloj de mano.
-Pero, ni siquiera hemos saludado a los invitados… apenas hemos estado diez minutos… y el pastel… -tartamudeaba Hermione. No quería estar a solas con él. Le entró un pánico terrible que la dejaba sin palabras.
-Haz caso. Él es tu marido, Hermione –impuso Clayton.
Y entonces comenzó el mareo. Sintió desfallecer y que la habitación daba vueltas. Pero si se hubiera caído, apostaba a que ninguno de los dos hubiera hecho algo por ella.
Se abochornó, necesitaba aire, muchísimo. Caminó entre los invitados. El corazón parecía querérsele salir. ¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Cielos! Llegó al umbral y se detuvo para abrir la puerta; sin embargo, increíblemente, Ron la abrió y le cedió el paso. No sin antes cogerle de la muñeca y acercarse peligrosamente a su oído derecho.
-Más te vale ser buena esposa, cara de ángel, porque no estoy para tus caprichos –dijo y salió, dejándole paralizada y muerta de miedo.
