Uhm... bueno, el viernes me vi el nuevo cap filtrado en Dailymotion y, luego de verlo junto a I remember you, no pude evitar ir construyendo esta pequeña historia.

La idea original sale luego de escuchar una canción alemana (Satura, de Lacrimosa, por si les da curiosidad xD) al ver que me recordaba al Rey Helado. Un poco. Y, al ver Simon and Marcy y enfrentar los eventuales feelings producto de ver ambos capítulos a las 3 de la mañana xD salió una parecida desde el punto de vista de Marceline.

Aquí está un primer cap, antes de que Simon y Marce se encontraran C:

Disclaimers~ Adventure Time with Finn and Jake pertenece a Pendleon Ward.

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Simon Petrikov

[Where everybody knows your name]

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La Corona te había controlado desde el principio, desde antes de entrar a tu hogar –el que compartías con Betty– y te la colocaras sobre tu cabeza para bromear un rato. Te comenzó a controlar desde que la tuviste por primera vez en tus manos.

Tu sólo deseabas compartir aquel suceso importante con tu prometida, hacerla parte de tu vida laboral también. Pero aquella Corona te lo había impedido, ¿no es cierto? Se había interpuesto en tu vida.

(Aunque sabes perfectamente que fuiste tú. Tú fuiste quien la encontró, al fin y al cabo.)

Y ahora, en este mundo que parece ha llegado a su final, esa Corona es lo único que te queda. Lo único que te acompaña. Eso y tu maleta con tus preciados libros, con tus baquetas y un saco para dormir. Tu cordura ya no la cuentas pues va desapareciendo poco a poco.

Algo dentro de ti te dice que estas solo en un mundo que, de sobrevivir, no será el mismo. Y entonces, comienzas a preguntarte si hay alguna razón por la cual sigas ahí.

Así son tus días, que rápidamente se convierten en semanas. O eso te parece a ti porque entras a una zona donde el bombardeo fue tan intenso que el humo no te deja ver el sol y te preocupas, sientes la adrenalina correr por tus venas.

«Es peligroso quedarte aquí, Simon», escuchas en tu cabeza. «Déjame ayudarte». Tratas de ignorar aquel susurro y avanzas lo más rápido que tus piernas te lo permiten hasta que logras salir de la ciudad.

Y no sabes cuánto tiempo pasaste en ella, pero sientes la necesidad de usar la Corona.

(Sabes que se está hartando. Igual que sabes que la necesitas para sobrevivir desde que la pusiste por primera vez en tu cabeza).

Y de nuevo pierdes la noción del tiempo cuando finalmente te la quitas y la cuelgas de tu pantalón, donde la llevas desde que todo empezó y saliste de tu hogar. Tu corazón palpita demasiado rápido, pues tampoco sabes si hiciste algo –no recuerdas nada. Sientes ceder a tus piernas, así que te sientas sobre un neumático que has encontrado en la esquina de lo que parecía la zona dorada de alguna ciudad.

Cierras los ojos con ansiedad, tratando de recordar algo de esas últimas horas (¿o días?) y no puedes evitar sacar un grito de frustración, arrepintiéndote casi al instante al recordar haber visto a una persona extraña seguirte poco tiempo atrás. Te levantas y sigues caminando durante, calculas, una hora y te detienes al ver a alguien jugando en los columpios del parque que tienes frente a ti.

—¡Papi…! —escuchas y sigues observando, asegurándote de lo que has oído.

(No sería la primera vez que tus sentidos te engañan).

—Es una niña… —te dices, pero te quedas observando hasta que la niña mira a su alrededor. Y parece que está llorando, así que decides acercarte—. Es real, es real —susurras y continúas caminando hacia ella.

Cuando te ve, se sorprende un poco y te mira, asustada. Piensas que es porque no ha visto a nadie en mucho tiempo. Como tú.

Notas su piel con tonalidades grises y sus orejas puntiagudas, y piensas entonces que es como la persona que te perseguía en la otra ciudad.

—H-Hola —te dice, en voz baja, mientras sigues mirándola. Recaes en su vestido limpio, color azul y frunces el ceño, ¿quién habría dejado a su hija en aquel parque, desprotegida…? Te acercas un poco más, probablemente…

–Soy Simon —sonríes—. ¿Cuál es tu nombre?

—Marceline —te dice, luego de que ella también te observase unos momentos y te dirigiese una sonrisa.

Te quedas hablando con ella, sin dejar de vigilar a tu alrededor (es peligroso quedarse en un solo lugar) y ambos pasan un buen rato. No llevabas mucho tiempo en la ciudad, por lo que te ha llamado la atención que haya oscurecido, así que decides que deben buscan un refugio para pasar la noche pues ninguno de los dos sabe qué podría haber ahí.

Encuentran un complejo abandonado de departamentos y entran a uno cerca de la salida. Te aseguras que todo esté en orden — seguros útiles en la puerta y ventanas, algo de comida que, para tu sorpresa, no está pasada, una radio — y luego de verificar que, en efecto, estás sólo con Marcy (ya has decidido llamarla así), te permites bajar la guardia un momento.

Preparas algo de comida para ambos, das una última vuelta por el departamento y le das tu saco de dormir.

—¿Dónde dormirás tú, Simon? —te pregunta y apuntas, sonriente, al sofá. Platican un rato hasta que bosteza. Te das cuenta de que tiene sueño, pero tu presencia le ha despertado su curiosidad.

Eso último lo notas cuando te pregunta sobre la corona que cuelga de tu pantalón y de la temperatura y coloración de tu piel. La mandas a dormir, pues es tarde (no estás seguro de ello), prometiéndole que le contarás mañana y se quedan en silencio. Ese silencio que pronto se ve llenado por una voz en tu cabeza.

(La Corona te ha extrañado, le has ignorado desde que encontraste a la niña).

Cierras los ojos con fuerza y haces lo primero que se le ocurre a tu mente consiente: tararear. Usas una canción de entrada de un programa de televisión de hace unos veinticinco años que solías ver con Betty antes de todo aquello. Pero no cantas, no quieres despertar a la pequeña que duerme en el centro de la sala.

Y así como fue ese día, han sido la mayoría de los días siguientes: irse moviendo de ciudad en ciudad, buscando refugio y comida mientras internamente intentas defender tu conciencia. Al principio, buscabas gente, pero ya no. Ahora, estás seguro de que eres el único que queda, junto con la pequeña, quien ahora sabes que es mitad demonio gracias al tiempo que pasan platicando. Sabes también que la última vez que vio a su madre fue cuando hombres uniformados entraron a su casa y su madre la escondió.

—Me dijo: «Todo estará bien, Marcy. Te amo.», pero no volví a verla. Tenía miedo, Simon. Y no sé cómo llamar a mi padre… —te abraza aquella vez que te cuenta y le correspondes el abrazo. La niña comienza a llorar. Y te sientes mal ya que comprendes el dolor de la pequeña. Cuando ves que se ha quedado dormida, la recuestas en el saco de dormir cerca de la fogata que logras encender en la pequeña cueva en la que descansan y te acercas a la entrada (sin salir, también es peligroso) poniendo un semblante pensativo.

«Oh, Betty…»

Y prometes mantenerla a salvo con mayor convicción de la que sentiste el día que la encontraste. Si son las únicas personas en aquel mundo en ruinas, deben permanecer juntos y a salvo. Se necesitan el uno al otro.

(La Corona se cobra con tu cordura y tu memoria. Has perdido a Betty por su culpa. No vas a permitir que la Guerra o la Corona te alejen también de Marceline).

Intentas no usar la Corona, pero hay veces en que no puedes evitarlo. O encuentran gente extraña, que poco tiempo tardas en darte cuenta de que son mutantes creados por la radiación de las bombas, o se presenta esa necesidad de usarla que tanto detestas.

La Corona te ha permitido convocar los poderes de la nieve y el hielo, pero a cambio también pide que la uses, que la pongas sobre tu cabeza.

Te sientes desvanecer, así que, comienzas a tararear. Rápidamente entras a la cueva y sacas el libro de recortes que Betty te regaló tres años atrás para sacar varias fotos de las que tú y Marcy se tomaron el mes pasado. Observas la primera (tu pequeña sonriendo a la cámara) con consternación y ayuda del fuego, y ves de reojo una pluma que se cayó al sacar el libro. Entonces, comienzas a escribir lo que te viene a la mente, una disculpa por lo que han pasado por culpa de la Corona.

(«Pero me estoy perdiendo a mí mismo y me temo que tú también me vas a perder…»)

Escribes rápido, sin prestar atención a nada más, ni a la voz en tu cabeza que te pide que te detengas.

Pero debes usarla, Simon, le debes tu vida y la de Marcy a la Corona: sin sus poderes, no habrían llegado a donde están ahora, descansando de la última semana tan agitada que tuvieron.

(«Y necesito salvarte, pero, ¿quién va a salvarme a mí?... »)

A la mañana siguiente, no recuerdas si quiera que hayas escrito algo sobre las fotos. Cuando despiertas, ves a Marcy jugando con Hambo y la fogata apagada. Ves tu mochila mal cerrada y la Corona a un lado de donde tenías recostada tu cabeza. Revisas afuera y, al ver que están a salvo, tomas tus cosas y sales de la cueva con Marcy de la mano. Deben buscar comida, no han logrado encontrar suficiente últimamente.

Pero van cada vez con más cuidado, no quieres volver a ponerte la Corona. A pesar de que le hayas dicho a la pequeña que estás bien, cada vez te cuesta más controlarte cuando la usas.

Ni siquiera cuando cantas la canción de ese programa que siempre tarareas en las noches, cuando la Corona te reclama.

(Cada vez toma más de ti. Has fallado, Petrikov).


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Va, aquí dejo el primer cap. Agradezco sus reviews, opiniones y sugerencias *apunta buzón(?)* C:

¡Saludos, lectores x3!