Disclaimer: Este relato es un fanfiction inspirado en la serie Héroes. Todos los personajes correspondientes a la serie Héroes, pertenecen a su creador Tim Kring y tiene plenos derechos sobre ellos. El resto es mera invención mía.

Spoilers: Existen spoilers hasta el capítulo 2x11 (Powerless). Espero que os guste y que dejéis reviews. Esta historia tiene lugar entre el día 10 de Octubre de 2006 (Capítulo 1x09 Homecoming) y el 31 de Octubre de 2006 (Capítulo 1x15 Run!). También aparece bastante trama referida mayoritariamente a las novelas gráficas de la primera temporada (especialmente a la serie Wireless del 13# al 16#; How do you stop an exploding man 17# y 18# y The Death of Hana Gitelman 33# y 34#)


CAPÍTULO I:
VIEJOS COMPAÑEROS, NUEVOS COMPAÑEROS

POV: Agente Bilger

10 de Octubre de 2006; 10:15 Horas; Los Ángeles, California

Llevábamos, ella y yo, más de media hora delante de sus tumbas. Mientras intentaba acostumbrarme a la idea de que realmente estaba muerto, de que no había sido un truco, ni un montaje bien elaborado. Había identificado los cadáveres, mejor dicho lo que quedó de ellos, antes de que la funeraria hiciera su trabajo. Y nos despedíamos de ellos, dejando un ramo de lirios en su último lugar de reposo, antes de realizar el viaje a Nueva York.

Me acordaba, mientras veía sus lápidas, de cómo él había sido el padrino de mi boda. Y años más tarde yo le devolví el gesto siendo el padrino de su único bebé. También me acordaba de cómo veinticinco años antes le había convencido para que acabase uniéndose a nuestra causa, a que colaborase con nuestra compañía, por el bien de la humanidad. Y también me acordaba del momento en el que le di la orden que acabó con su vida, la orden de que se pusiese en contacto con Suresh.

Había hecho lo correcto al dar esa orden, Chandra Suresh no se había mostrado reacio a colaborar con nosotros. Iba a ayudar a salvar una vida, y a parar a un asesino al mismo tiempo. Nosotros teníamos más experiencia en tratar con estos asuntos, treinta años de experiencia más o menos. Pronto cazaríamos al monstruo que los mató a ambos. Le meteríamos en una celda…

…o una bala en la sesera.

«No, debo mantener la cabeza fría» pensaba reflexivamente. Había que hacer las cosas bien, necesitaríamos a Gabriel Gray vivo. El tiempo suficiente para descubrir qué era lo que le hace tan especial, para sacarle la clave que descubrió en las investigaciones de Suresh. Después ya sería hora de hacer venganza.

Las últimas noticias de él eran bastante preocupantes, al parecer había matado a una camarera de una cafetería de Midland el día anterior. Ya eran demasiadas muertes por nuestra culpa. No le habíamos parado cuando tuvimos oportunidad y ahora teníamos el asunto fuera de todo control. Y el FBI estaba claro que no podía pararle.

—Tenemos que tomar un avión —dijo Molly seriamente, después de arreglar el ramo de flores. Me sorprendía que mi ahijada se comportarse de esa manera, mostrando una madurez fuera de lo normal en una niña de doce años. Aunque normal no era el adjetivo más adecuado para ella.

—Todavía podemos quedarnos un poco más, si quieres —le propuse al ver que no quería llorar la pérdida que había sufrido. Pero ella negó con la cabeza al mismo tiempo que me miraba fijamente con esos ojos azules que había heredado de James. Y cogiéndome de la mano nos encaminamos a la salida del cementerio.

POV: Tracy Chobham

10 de Octubre de 2006; 13:15 Horas; Primatech Research, Hartsdale, Nueva York

Me hallaba en la salita de estar del subdirector de La Compañía, impaciente a la espera de su llegada. Deseando saber si había cambiado de opinión acerca de mi solicitud de formar parte, de una manera más activa, en las acciones de La Compañía. Había recibido una buena formación en el uso de mi habilidad gracias a ellos. Y deseaba, no, necesitaba mejor dicho, entrar dentro de ella.

—Siento mucho haberte hecho esperar, Tracy —exclamó repentinamente, haciendo que me sobresaltara un poco, mientras estaba observando detenidamente un violón del despacho. Se le notaba agitado, como preocupado por un asunto grave.

—No ha sido para tanto, Señor —exclamé quitándole importancia al hecho de que llevaba una hora aguardando su cita. Me hizo un gesto ofreciéndome una copa a la vez que se estaba sirviendo del mueble bar—. No, gracias, Señor. No quisiera ver doble.

Él esbozó una sonrisa ligera al oír el comentario, como si apenas tuviera ánimos para sonreír, dejando las dos copas encima del escritorio. Y se sentó pesadamente en el sillón, mientras bebía un sorbo de vino. Seguido de otro sorbo más y otro más, hasta que vació la copa completamente, sin dirigirme ni una sola palabra.

—Disculpa, pero lo necesitaba —exclamó al ver la expresión de mi rostro. —Y haz el favor de no llamarme 'Señor', ¿vale? —añadió haciéndome un gesto para que tomara asiento.

—Sí, Señ… Sí, Bob —me corregí al ver que volvía a comportarme como el primer día que le conocí. El día que supe que había más gente como nosotros. Al menos ahora parecía estar más relajado al ver que yo dejaba los formalismos a un lado, cogió la segunda copa que yo había negado y rozando con el dedo la superficie de la bebida esta se tornó traslucida. Transmutando la base de la materia con un sencillo gesto.

—Ojala pudiera hacerlo al revés —exclamó ofreciéndome una copa de agua, en vez del carísimo vino de Oporto, mientras volvía a rellenar la suya propia—. ¿Estás segura de que quieres dar este paso? —exclamó, después de otro sorbo, mientras echaba un vistazo a lo que parecía un informe medico que había sobre una bandeja del escritorio.

—Sí —exclamé intentando mostrar el mayor aplomo posible, aunque me temblaban un poco el cuerpo.

—Este no es un trabajo fácil, Tracy —exclamó dejando tanto el informe, como la copa, sobre el escritorio y entrelazando los dedos de las manos, sobre la madera—. Tendrás que acatar órdenes, y tomar decisiones, muy difíciles. Se te pedirá que hagas cosas que pueden clasificarse de inmorales. Cosas que la mayoría de la gente consideraría inhumanas —añadió fijándose en mis ojos detenidamente, esperando ver algún titubeo ante ese discurso—. Pero nosotros somos necesarios. El mundo está cambiando y la gente no quiere asumir ese cambio, lo que nos ocurre como especie que somos. Es un gran desafío en el que te quieres embarcar —continuó él con el discurso, mientras yo intentaba mantenerme firme ante su mirada—. ¿Realmente estás segura de que quieres unirte a nosotros? —terminó diciendo, parecía que me estaba dando una ultima oportunidad más allá de lo normal para que me retractara, pero yo ya tenía la decisión tomada mucho antes de entrar en ese despacho.

—Sí, estoy segura —dije firmemente, manteniendo oculto el temor que me invadía por dentro. El rostro de Bob reflejó durante unos segundos un insólito pesar, para después adquirir la máscara de una sonrisa exagerada.

—Entonces te doy la enhorabuena —exclamó dándome un apretón de manos—. Bienvenida a la agencia de inversiones S & B —añadió agitando levemente mi mano.

—¿Smith & Barney? —pregunté sorprendida, iba a trabajar de incógnito en una empresa de bolsa, y no tenía ni idea de acciones o inversiones.

—Sólo es una tapadera, no te preocupes —contestó al ver mi expresión aturdida—. Te asignaré a un agente como compañero, hasta que pases el periodo de prueba. Pero procura tener tacto con él, no te aproveches de tu ventaja.

—Disculpa, ¿qué quiere decir? —pregunté sorprendida por el comentario.

—Así trabajamos aquí, codo con codo. Formando pareja, uno normal por cada uno de nosotros —explicó volviendo a convertir otra copa de vino en agua, y ofreciéndomela.

«Estupendo» pensé mientras me refrescaba la garganta con la bebida, pensando que sería más fácil conseguir mi propósito con un compañero que no pudiera seguir todos mis pasos.

POV: Agente Bilger

11 de Octubre de 2006; 06:15 Horas; Edificio Kirby, Manhattan, NYC, Nueva York

«Al fin se ha dormido» pensaba viendo como Molly había sucumbido al cansancio de estar toda una noche despierta. Seguía teniendo pesadillas por todo lo ocurrido en su casa de Los Ángeles, pero al menos ya hablaba e intentaba mantener la mente centrada en otras cosas. Salí de la habitación ordenando a uno de los guardias que entrara por si se despertaba. Tenía pánico a quedarse sola después de haber estado durante horas oculta del hombre del saco.

«Gabriel Gray» rumiaba su nombre con puro odio. Pensando en lo cerca que lo había tenido unos meses atrás, tan solo seis meses atrás, antes de que se hiciera llamar Sylar. Apaciguándome mientras subía en el ascensor, a la planta donde estaba la oficina de Bishop. Para ponerme al día de las últimas noticias sobre nuestro número uno en la lista de los más buscados. Cuando entré en su oficina estaba hablando por teléfono, y me hizo un fugaz gesto para que me sentara, cuando se percató de mi presencia.

—Hay que evaluar las opciones —exclamaba a través del auricular, y seguidamente escuchaba la replica de su interlocutor—. Seguirás las órdenes, ¿Entendido? —contestó severamente y seguidamente colgó el aparato.

—¿Qué es lo que hay de nuevo? —pregunté a Bishop, al ver que estaba como disgustado por algo.

—Buenas y malas noticias —contestó él sobriamente mirándome a través de las gafas de montura gruesa—. La buena noticia es que el equipo de Texas ha cazado a Sylar esta madrugada…

—¡Eso son muy buenas noticias! —pronuncié sin poder contenerme de la emoción. Estaba claro que acabaría metiendo la pata, tarde o temprano.

—…La mala noticia es esta —añadió, después de que me expresara, pasándome lo que parecía un historial medico. Lo ojeé por encima, fijándome en que se trataba de un análisis sanguíneo de Molly Walker—. Da positivo en el virus Shanti.

—Eso ya lo sospechábamos desde hace meses. No entiendo qué es a lo que te refieres —contesté devolviéndole el informe seguidamente. Pero Bishop parecía cansado, agotado más bien diría yo.

—Verás, la mala noticia no es que sea el virus Shanti —exclamó quitándose las gafas y masajeándose el entrecejo—. Es que es exactamente el mismo virus. No una variante que se haya transmitido durante todo este tiempo —añadió limpiando las gafas con un pañuelo de papel.

—Eso no es posible —exclamé recordando los informes que aseguraban que Shanti Suresh llevaba treinta dos sin ser un peligro para la humanidad. Y con ello confinado el extraño virus, de la cual era portadora, que había amenazado a todos los individuos con poderes.

—Al parecer alguien ha utilizado la cepa original para infectar a Molly —explicó observando la expresión de mi rostro ante semejante acusación. Insinuando claramente, y sin ningún tapujo, que ese alguien era parte de nuestra compañía.

—¿Sospechas de alguien en particular? —pregunté con un tono neutro, carente de ánimo o emoción.

—De muchos, tal vez demasiados. Menos de ti, claro —añadió lo último al notar que yo me removía inquieto en el asiento—. Hace seis meses, cuando se manifestó el don de Molly, alguien se debió de incomodar mucho —dijo Bishop ansiosamente, dirigiendo la mirada al documento que evidenciaba una traición enmascarada dentro de la Compañía—. Está claro que quien lo hizo no quería que le siguieran sus pasos.

Había sido un golpe de autentica suerte que la hija de los Walker tuviera el don de la clarividencia. La facultad de encontrar personas en cualquier lugar del mundo, y ver qué estaban haciendo. Ella iba a revolucionar todo el sistema de seguimiento que llevábamos realizando desde hacía treinta años. Se iban a acabar los secuestros y el empaquetado y etiquetado de los individuos dotados genéticamente. Tan sólo haría falta un historial de la policía, una foto o cualquier otra cosa para localizarlos y seguir sus pasos. Pero Molly había perdido su don al mes de que se manifestara. Y todos los planes y proyectos que se habían creado en torno a ella se habían derrumbado.

—Ella se encuentra bien, no parece que esté en peligro —dije después de soltar un leve resoplo de angustia.

—Sí, aparentemente está todo en orden —replicó Bishop cabeceando afirmativamente—. Pero la enfermedad irá mermando sus capacidades, poco a poco. Ahora es su habilidad, pero dentro de unos meses puede que no pueda respirar por si misma —añadió dramáticamente y mirándome con aspereza—. Tenemos a nuestros mejores expertos investigando cómo funciona ese dichoso virus. Secuenciando hasta el último par de bases de ese mal nacido. Pero seguimos sin resultados.

«Sólo una persona hubiera podido ayudarnos» pensé, recordando a Chandra Suresh. El genetista Hindú que había investigado la afección de su hija, y que al parecer había llegado hasta la clave de su cura. Pero ahora sus cenizas debían estar flotando en medio del mar, esparcidas por su otro hijo.

—Sé que tú no harías daño a Molly. Para ti es casi como la hija que nunca tuvisteis Amanda y tú —expresó Bishop tras guardar el informe médico dentro del escritorio. Sin retractarse de aquella mención tan dolorosa que había hecho—. Pero te pido, por favor, que te mantengas al margen de todo esto. De Sylar, y de este otro asunto —añadió señalando con la mirada el cajón cerrado con llave.

—¿Cómo puedes pedirme que haga eso? —dije impulsivamente, dirigiéndole una mirada fría. Se lo debía a los padres de Molly, tenía que encontrar la manera de asegurarle un futuro a ella. Atrapar al asesino de sus padres, y al culpable de su actual condición, era lo menos que podía hacer.

—Es por tu propio bien. Estás demasiado implicado emocionalmente en esto —exclamó recostándose en el respaldo del asiento, y mirándome con aprecio—. Bennet y sus chicos se pueden ocupar de Sylar ellos solos.

—No pienso tomarme unas vacaciones —exclamé tajantemente al ver por dónde iba la conversación—. Si es eso lo que estás sugiriendo.

—Pienso que no deberías volcarte tanto en el trabajo, Jake. Puedes acabar perdiendo el norte —me aconsejó sensatamente Bishop. Aunque él sabía que este trabajo era mi manera de soportar las embestidas que me daba el destino—. Pero tengo algo para que te distraigas un poco. Una chica nueva que…

—¿Me vas a relegar a niñera? ¿Otra vez? —exclamé secamente, observando como la sonrisa insolente de Bishop resaltaba su redonda faz.

—Alguien tiene que hacerlo —exclamó cínicamente, pulsando el botón del interfono para hablar con la secretaria—. Haz que pase, Doris.

«Tal vez debería de haber aceptado las vacaciones» pensaba molesto por mi nueva asignación. Era un engorro tener a un novato como compañero. Sabía en parte lo que me encontraría en cuanto se abriera la puerta del despacho. Seguramente una joven idealista, llena de entusiasmo y de inseguridades. Y con el ego extremadamente inflado debido a su poder.

—Jake, te presento a Tracy Ch… —exclamó Bishop, mientras me incorporaba del asiento para verla. Pero el resto de la frase de Bishop se disolvió cuando la vi cruzar la entrada. Veintipocos, pelo castaño rizado a media melena, ojos negros, piel cobriza y de constitución delgada.

Esa era su descripción a primera vista. Pero había algo en su rostro que había provocado que me quedara absorto, algo que me era extrañamente familiar.

POV: Tracy Chobham

11 de Octubre de 2006; 08:30 Horas; Edificio Kirby, Manhattan, NYC, Nueva York

—…Tracy, te presento a tu compañero durante tu periodo de prueba. Jacob Bilger —terminó de presentarnos Bob, había levantado la mano para saludar al tal Bilger. Pero tardó un par de segundos en reaccionar y responder a mi gesto.

—Encantada de conocerle —estreché su mano mientras él no paraba de mirarme de arriba abajo. Mientras tanto, Bob nos dirigía una mirada divertida a ambos de manera intermitente, examinando atentamente la reacción de Bilger, y la mía.

—Sí… igualmente —acabó por responder Bilger, con la mano todavía aferrada a la mía—. Disculpe que le pregunte. Pero… ¿Nos conocemos de antes?

Negué con la cabeza ligeramente. No había visto en mi vida a ese tipo. Tenía el pelo oscuro muy corto con bastantes mechones canosos en las sienes, y principio de calvicie. Cincuentón, ojos castaños, alto y de complexión robusta. Parecía que tenía un pequeño problema de sobrepeso, pero sólo lo parecía. No eran hombreras de gomaespuma lo que llenaba el traje de ejecutivo que vestía. Tenía la extraña pinta de ser un matón de discoteca vestido de Dolce & Gabana.

«Un antiguo policía, tal vez un ex-marine» pensé. Aunque era bastante desafortunada a la hora de juzgar mis primeras impresiones.

—Puede que me haya visto en el vestíbulo al entrar. Debe ser eso… —afirmé después de soltarme la mano. A menudo mi don provocaba esos malentendidos, tenía que andarme con cuidado con él.

—Jake, confío en que le enseñes bien los viejos trucos de este trabajo —exclamó Bob seguidamente—. Os he dejado el informe de vuestra nueva asignación en el ordenador de tu mesa. Para que os pongáis manos a la obra —añadió mientras nos despedía de su despacho.

—¿Te apellidas Chapman, no? —preguntó Bilger después de un rato mientras nos dirigíamos a su despacho.

—Chobham, Tracy Chobham —le corregí un poco molesta por la manera en que seguía mirándome.

—Chobham… Chobham… —mascullaba para sí mismo mi apellido mientras andaba, cómo intentando aprendérselo de memoria—… Ah! ¡Ya sé! ¡Creo que conocí a tu madre! ¡Teresa Chobham estuvo bastantes años trabajando con nosotros!

Le respondí con un leve gesto de afirmación con la cabeza, que le calmó un poco. Mis padres, ambos, habían trabajado aquí. En esta misma Compañía, durante quince años. Como técnicos de laboratorio en el departamento de I+D. Al entrar en su despacho me fijé enseguida en el pequeño montón de expedientes que había apilados desordenadamente encima del escritorio. Así como en un extraño mapamundi que había a un lado, y un mono de trabajo gris junto a lo que parecía una bomba de fumigación.

—Disculpa por el desorden, pero todo esto es de un caso anterior —expresó retirando los expedientes a un lado, para sentarse cómodamente delante de la terminal—. Cuando pases el periodo de prueba te darán un despacho para ti sola. Por ahora confórmate con compartir el mío —exclamó repentinamente mientras tecleaba su código de acceso, mirándome fijamente a los ojos. Para volverlos otra vez a la pantalla del ordenador—. Tengo curiosidad ¿Por qué lo has hecho?

—¿Hacer el qué? —pregunté extrañada.

POV: Agente Bilger

11 de Octubre de 2006; 09:15 Horas; Edificio Kirby, Manhattan, NYC, Nueva York

—Unirte a la Compañía. ¿Quién te ha convencido? ¿Bishop, tal vez? —aclaré a Chobham, mientras me disponía a acceder al informe de la próxima misión.

—Nadie me ha convencido —exclamó ella rotundamente.

Pero aquello no me lo tragaba, NADIE en la Compañía había entrado por gusto o por iniciativa propia. Siempre había alguna razón, algún falso propósito que motivaba a aquellos que trabajaban en esas oficinas.

—Te revelaré la clave de este trabajo: Tu compañero —dije mientras mandaba imprimir la documentación referente a la planta de Pharmatech y el expediente de Hana Gitelman—. Si no confías en él tu vida, acabarás muerta. ¿Entendido?

—Entendido, señor —respondió cabizbajamente ante la gravedad de mis palabras—. Estoy deseando comenzar y aprender mucho junto a usted.

«Por lo menos hace bien la pelota» pensaba observando su carácter servicial. Tenía tentaciones de mandarla a hacer todo el trabajo de oficina que llevaba atrasado desde mi partida a Los Ángeles. Pero había cosas más urgentes que realizar.

—Pues vete preparando. Nos vamos a Montana… —exclamé descolgando el teléfono del escritorio para llamar al aeropuerto y reservar el vuelo—… de caza.

11 de Octubre de 2006; 19:35 Horas; Billings, Montana

Miraba el Rolex molesto por la maldita precisión con la que funcionaba. Implacablemente, sin ningún fallo, ni un segundo más lento o más acelerado. La verdad es que no entendía por qué seguía conservando ese reloj.

Tal vez era por puro sentimentalismo, el último regalo que me había realizado Amanda por nuestro aniversario de bodas. Pero ese recuerdo, ese sentimiento, se ensombrecía con cada tic-tac y vuelta de engranaje de la dichosa maquinaria.

—Tuerce a la derecha en el siguiente desvío —le señalé a Chobham, para que tomara la entrada de servicio de la autopista a la planta de Pharmatech. Oficialmente íbamos a Pharmatech para ofertar un paquete de inversiones y la asesoría de nuestra agencia. Extraoficialmente visitábamos la planta con el objetivo de evaluar una brecha provocada en la seguridad de la Compañía.

—¿Qué es lo que hace exactamente esa tal Gitelman? —me preguntó Chobham mientras conducía con la luz del atardecer cada vez más intensa.

—Intercepta datos electrónicos —le expliqué mientras revisaba el historial de Gitelman. Había trabajado para el Mossad como agente de inteligencia, evaluando situaciones de conflicto. Elaborando planes de actuación militar, y desarrollando medidas de defensa. Toda una experta en el campo de la inteligencia militar. Pero su gran sueño era ser también una agente de campo.

Y nosotros le hicimos su sueño realidad. Le dijimos que pertenecíamos a un grupo especial de operaciones de la CIA, le entrenamos en el trabajo de campo, y por último le dimos un empujoncito a su "don" oculto. Para que acabara manifestándose de una vez por todas.

El gran fallo que tuvimos, fue menospreciarla. Había algo en el carácter de Gitelman que no encajaba con la política de la Compañía. Y ese algo era su sentido de la ética. Gitelman había colaborado, había confiado en nosotros, por que pensaba realmente que éramos los buenos. No tenía el sentido común de ver las cosas como son en realidad. Ni blancas, ni negras. Sino una infinidad de tonos grises que confunden a todo el mundo.

Y en cuanto Gitelman perdió la confianza que había depositado en nosotros, se acabaron los planes que habíamos realizado con respecto a ella. Su poder nos habría abierto las puertas a todos los servicios de inteligencia del globo. Pero la impaciencia de mis superiores había llevado a Gitelman a Tanzania. En una primera misión en la que acabó apresada.

—La directiva indica que nada de comunicaciones electrónicas. Ni móvil, ni el portátil, ni SMS, ni GPS, nada —le expliqué a Chobham. Gitelman en teoría podía interceptar todo tipo de comunicaciones que se transmitiesen electrónicamente. Desde un mensaje de telégrafo en código Morse, hasta una señal de alta frecuencia WiFi—. Y hay que cazarla viva, es primordial.

«Hay muchas cosas que aclarar» pensé mientras volvía a echar un vistazo al Rolex. Tal vez todo era demasiado gris, demasiado confuso. Pero algunos sí eran realmente los malos. Observando la absoluta precisión del segundero, recordé la razón por la que me uní a la Compañía. Ese falso propósito que me había inventado para darme ánimos: "Cazar a los Malos". Yo había comenzado al igual que Gitelman, y al igual que Chobham. Con la misma visión de un mundo en blanco y negro. Pero este trabajo me había abierto los ojos. Y observaba una vez más la hora, mientras Chobham estacionaba el coche en el parking. Contemplando el reloj que seis meses atrás me había arreglado magistralmente un tipo que acabaría llamándose Sylar.

POV: Agente Chobham

11 de Octubre de 2006; 20:05 Horas; Industrias Pharmatech, Billings, Montana

—Señor, ¿Puedo hacerle una pregunta? —exclamé después de salir del aparcamiento, mientras entrábamos en las instalaciones.

—Dispara por esa boquita —respondió chulescamente, con una expresión graciosa en el rostro. No me gustaba esos aires de familiaridad que se daba conmigo, y yo reaccionaba como siempre que me sentía incomoda. Mostrándome lo más cautelosa posible, y estando alerta.

—¿Y si no puedes tener el apoyo de tu compañero? —pregunté disimuladamente—. Quiero decir, si estás sólo y sin refuerzos.

—Segunda Lección: A falta de un compañero, tu mejor baza eres tú misma —respondió volviéndose unos pasos sobre sí mismo, antes de continuar andando.

«Eso es un alivio» pensé. Al menos tenía una baza mejor que la mayoría de la gente. Observando las instalaciones acompañados de un "guía" turístico de la planta, a medida que íbamos accediendo a la zonas de mayor seguridad.

—Disfruten de la visita —exclamó el guía, dejándonos en el centro de vigilancia de la planta. Bilger no perdía el tiempo con esas tonterías y se dirigía al único operario que trabajaba en el puesto informático.

Un tipo delgado con el pelo castaño rizado, desgreñado y una barbilla mal afeitada salpicada de migas de croissant.

—Dime, ¿Qué tenemos acerca de ella? —le preguntó cogiéndole prestado un bollo que había encima del escritorio sin cortarse. Éste no se molestó al ver la falta de cortesía de mi compañero, y empezó a manipular las cintas de seguridad para mostrarnos lo que tenía.

—Se coló en las instalaciones fingiendo ser una inspectora de sanidad —exclamó echándome un breve vistazo a mi por el rabillo del ojo—. Y una vez dentro manipuló las cámaras de seguridad para andar a sus anchas. Pero hizo un intento de acceder al Subsotano 3, aunque sólo lo intentó.

—¿Cómo sabes que lo hizo si no hay grabaciones? —pregunté sin darme cuenta de que había cortado la pregunta que iba a realizar Bilger.

—¿Y tú eres…? —preguntó, dirigiendo una mirada impertinente a Bilger.

—Ethan, esta es Tracy. Tracy, este… bueno, ya sabes el resto —respondió de mala manera Bilger.

—Por suerte nuestra seguridad sigue siendo un poco anticuada —exclamó Ethan volviéndose del todo hacia mí—. Las cámaras de los sótanos graban en VHS. No pudo manipularlas.

—¿Qué es lo que buscaba? —preguntó Bilger, después de pedirme silencio con la mirada, al ver que volvía a abrir la boca de manera inoportuna.

—Buscaba información sobre las "vitaminas" que le administramos en Alaska —respondió Ethan, accediendo a un listado de archivos en el ordenador—. Pero al final se llevo un premio y todo. De hecho, no nos habríamos dado cuenta de lo que se llevó si no hubiera realizado el inventario a mano…

—¿Qué se llevó? —preguntó Bilger sorprendido, mirando el esquema que le estaba enseñando—. La madre que me…

—…Sí, se llevó una de las pistolas neumáticas, una copia de los diagramas y el listado de ventas de las agujas del año pasado, sin retocar —añadió mientras giraba la pantalla para mostrarme el diagrama de lo que había sido sustraído.

—¿Cómo se escapó? —pregunté, callándome las preguntas que tenía sobre lo que estaba viendo.

—Eso es lo más humillante, por la puerta principal. Ante los ojos de todos los guardias —exclamó dándose por vencido al ver que Bilger le robaba el último croissant de la caja—. Llevo desde la tarde de ayer intentando reconstruir todos sus pasos desde que entró en las instalaciones. Es una crack —dijo echando un vistazo a la grabación de Hana Gitelman delante de un panel de acceso—. ¡Dios, creo que me he enamorado! —añadió después de soltar un leve suspiro de resignación. Bilger y yo le dirigimos una mirada de reproche que le sacó de su ensimismamiento.

—Romeo, deja de babear y dinos si pudo acceder a algo más aparte de lo que se llevó —le amonestó Bilger, después de terminarse el croissant. Ethan le negó con la cabeza seguidamente mientras yo continuaba examinando los diagramas de la pistola.

POV: Agente Bilger

11 de Octubre de 2006; 20:05 Horas; Industrias Pharmatech, Billings, Montana

Quince minutos después salíamos de las instalaciones de Pharmatech, con más preguntas que cuando habíamos entrado. Hana había demostrado con su pequeña incursión sus aptitudes para el espionaje. Las mismas aptitudes que nosotros habíamos querido explotar para nuestra organización.

—Supongo que tienes muchas preguntas. Pero ahora no es el momento de que te las responda —dije tras sentarme en el asiento del conductor del vehículo. Chobham parecía un poco aturdida por lo que había leído en los informes de la planta. Mientras, tomábamos la salida a la autopista para encaminarnos a una ciudad llamada Missoula.

—¿Para qué demonios era esa pistola? —inquirió después de media hora en silencio, sin poder aguantarse las ganas de hablar.

—Como sabrás la Compañía hace un seguimiento de la gente con habilidades. Fotografías de vigilancia, noticias relacionadas con sus actuaciones, historiales médicos y otras tantas cosas —empecé a explicarle la situación a grandes rasgos—. Para saber exactamente dónde están todos los sujetos les implantamos un marcador radioactivo, y les seguimos por satélite. Utilizamos esa pistola para ese propósito —añadí monótonamente.

—¿Marcador radioactivo? ¿Estás de guasa? —preguntó Chobham mirándome con los ojos abiertos como platos.

—Verás, esos marcadores tienen una vida media de veinticuatro meses. Por lo que tenemos que reempaquetar y reetiquetar a todos los sujetos investigados, cada dos años.

—¿Qué era lo que le inyectasteis en Alaska a Gitelman? —preguntó mirando al frente, absorta por lo que le acababa de revelar—. ¿Lo que ella estaba buscando? —aclaró, dirigiéndome una mirada cargada de incertidumbre.

—Eso era un simple placebo. Una sustancia inocua, nada más —respondí observando atentamente la reacción de Chobham al darse cuenta de dónde se había metido. La mayoría de los novatos les pasaba lo mismo, sentían escrúpulos por el modus operandi de la Compañía.

—Y ahora, ¿a dónde vamos? —preguntó después un rato digiriendo el trago.

—Nos dirigimos a Missoula, en busca de una tal Samantha Meisner —le expliqué mientras encendía las luces para conducir de noche.

—¿Samantha Meisner?

—Es el pseudónimo de Hana aquí en Montana. Lleva un mes oculta —exclamé observando el rostro de Chobham que cada vez mostraba mayor perplejidad—. Hana fue etiquetada en Alaska cuando su don se manifestó, siguiendo el protocolo habitual en estos casos.

—¿Oculta? ¿Protocolo habitual? ¿Sabíais que estaba aquí todo este tiempo y no la habéis capturado?

—Te estás haciendo mal las preguntas, Chobham —le corregí—. Tercera Lección: Hay que controlar lo que realmente importa.

—¿Qué quieres decir? No te entiendo.

—Nuestro trabajo consiste en mantener vigilados a esas personas, sólo vigilados. Evitar que sean un peligro, para sí mismos, para los demás o para nuestra organización. Y hacer lo que sea necesario para ese objetivo —dictaminé, dirigiéndole una fugaz mirada mientras ella examinaba el mapa de carreteras—. La pregunta no es "¿Por qué ha entrado ella en las instalaciones de Pharmatech?", sino "¿Quién leches le dijo dónde debía mirar?".

«…y si ese alguien también está relacionado con la enfermedad de Molly» pensé para mí mismo. En esta profesión se aprende que las coincidencias no existen. Y era muy sospechoso que los dos sistemas de seguimiento de nuestra agencia estuviesen siendo expuestos de manera sistemática. Primero, eliminando el don de la hija de los Walker. Y segundo, aquella filtración de información. Pero, por supuesto, no le iba a revelar a Chobham la existencia una conspiración oculta dentro de la Compañía.

POV: Agente Chobham

11 de Octubre de 2006; 21:54 Horas; Montana

—Para en la siguiente gasolinera, por favor —le pedí a Bilger al ver la entrada de servicio.

—¿Qué ocurre? ¿Te encuentras mal? —preguntó sorprendido, pero el color de mi cara ya debía de ser suficiente respuesta porque enseguida dio al intermitente. En cuanto el coche dejó de moverse salí despedida hacia los servicios.

«Tranquilízate, Tracy» me decía a mí misma, después de vomitar en la taza del váter, y me refrescaba a continuación la cara con el agua del lavabo. No me había esperado nada de lo que me estaba contando Bilger. Pensaba que las insinuaciones de mi padre y de Bob sólo eran un intento de disuadirme. Pero no, no lo eran. Y lo peor es que mi compañero hablaba de ese tema con absoluta naturalidad, cómo si fuera lo más corriente del mundo.

«Tal vez para él lo sea» pensé concentrándome en la misión que tenía por delante, en mi verdadera misión. Y seguidamente me observé atentamente en el espejo, procurando mostrarme lo más serena posible y asintiendo a la figura reflejada antes de salir de los inodoros femeninos.

—Perdón, pero es que los viajes largos en coche siempre me provocan náuseas —me disculpé ante Bilger, el cual estaba sentado de refilón en el capó, junto a la hilera de motocicletas estacionadas—. Se me pasará un poco si bebo algo para calmarme —añadí señalándole la cafetería. Bilger asintió seguidamente y torció el gesto al decirle que no tenía dinero en metálico, sólo tarjetas de crédito que podría rastrear Gitelman. Por el bien de la misión le tocaría pagar la cuenta a él.

POV: ¿?

11 de Octubre de 2006; 23:06 Horas; Missoula, Montana

No tenía muchos minutos antes de que llegaran, tan sólo un breve lapso de tiempo. Pero el trayecto a toda pastilla en moto se había hecho muy corto, y ya estaba enfrente de la choza de Wireless cuando mis nervios estaban a punto de estallar. No entendía cómo se le había ocurrido cometer la estupidez de entrar en las instalaciones de Pharmatech. El plan era que le suministraría toda la información que pudiera desde dentro de la Compañía, mientras ella permanecía fuera del radar. Sin levantar sospechas. Y ella me proporcionaría la información que tenía en su posesión, el expediente de la paciente Willis, a cambio. Pero Wireless tenía un carácter impulsivo que estaba avocado a la autodestrucción.

Estacioné la moto robada en la parte trasera de la casucha junto a la suya, implorando porque no se encontrara allí y que la hubiera dejado abandonada. Pero al cruzar la puerta vi el monitor del ordenador portátil encendido y un programa en marcha.

«¡Va a estropearlo todo!» pensé, soltando un bufido de irritación.

—¡ALTO AHÍ! —Oí una voz detrás de mí y noté el cañón de un arma apretado fuertemente en mi espalda—. ¡LEVANTA LAS MANOS! ¡DÓNDE PUEDA VERLAS! —continuó vociferando Wireless con su acento israelí.

—¡Por todos tus muertos! —exclamé dándome la vuelta y contemplando fijamente los ojos castaños de Wireless—. ¡Soy yo!

—¿Qué haces aquí? —preguntó encrespada, bajando la pistola neumática con la que había fingido apuntarme—. Se supone que no deben saber que tú me estás ayudando.

—Escucha, hay dos agentes de la Compañía que van a por ti en estos momentos. Acaban de salir de Pharmatech y estarán aquí de un momento a otro —le expliqué lo más rápidamente posible—. ¿Cómo se te ocurre amenazarme con eso? —exclamé asombradamente, señalándole la herramienta.

—Es lo único que tenía a mano. ¿Quiénes son esos agentes? ¿Bennet es uno de ellos? —inquirió Wireless inquieta mientras se dirigía a la pantalla del ordenador.

—¿Qué más da? Vienen a por ti. ¡Tienes que largarte ya! —respondí frenéticamente.

—Tranqui, necesito un poco más de tiempo —exclamó situándose delante de la pantalla, y observando el programa de búsqueda en funcionamiento—. Estoy siguiendo una pista de Texas. Una papelera bastante curiosa.

Y yo mientras me moría de los nervios, viendo la serenidad de Wireless. Tenía mucha seguridad en sus aptitudes, pero aquello rayaba mi desesperación. No sabía qué demonios hacer una vez apareciesen en escena.

—¡Ya está! —exclamó Wireless, al dar con lo que estaba buscando—. Ahora sí voy a tener un arma a mi favor para amenazarles —añadió sonriente mientras acercaba la cara a la pantalla del ordenador.

—¡No hay tiempo para tonterías! —protesté pasándole la chaqueta vaquera, y dirigiéndonos hacia las motos para tomar caminos opuestos. Yo de vuelta en dirección a Billings y ella rumbo a Nevada.

POV: Agente Chobham

11 de Octubre de 2006; 23:06 Horas; Helena, Montana

Ya me estaba tranquilizando un poco, gracias a ese breve descanso en la cafetería. Seguía notando el estómago vacío y revuelto, aunque la infusión me había calmado el malestar. Y Bilger mientras tanto tomaba tranquilamente una taza de café humeante, para mantenerse despierto.

—¿Qué es lo que le espera a Gitelman? —pregunté vacilantemente, temiendo la franqueza tan aplastante de mi compañero—. ¿Qué le va a ocurrir una vez la atrapemos?

«¡Y me pide que confíe en él mi vida!» pensaba alucinada. Intentaba mostrar más aplomo del que podía reunir, pero era bastante difícil fingir coraje cuando te tiembla el cuerpo entero. En ese momento la persona que menos confianza me inspiraba era ese tipo, y por la manera en que me miraba parecía que estaba oliendo mi miedo. Igual que un animal al acecho de su presa.

—La meteremos en una cárcel, en Texas. Una expresamente diseñada para ella —respondió este después de un trago—. Recuerda que seguimos órdenes, cazarla viva.

«Me he metido en la cueva del lobo» pensé inmediatamente. Algo me decía que si las órdenes no fueran tan estrictas el destino de Gitelman podría ser muy diferente, un destino mucho más oscuro.

—Aunque no lo creas, esto es lo mejor —añadió Bilger después de que se terminara el café—. Esto es lo más humano que podemos hacer —aclaró observándome fijamente.

—Lo comprendo. Es lo mejor… —le repliqué asintiendo con la cabeza, intentando mostrarme conforme.

—No, no lo comprendes. Y tampoco lo aceptas —exclamó Bilger incisivamente, dejándome aturullada—. No te estoy pidiendo que lo hagas. Sólo te estoy explicando qué está ocurriendo en realidad —añadió, mirándome a los ojos, con un tono paternal. Y por un segundo me dio la impresión de que acababa de insinuar más de lo que querían decir sus palabras. Rompiendo la aparente coraza de insensibilidad, para demostrarme que podía confiar en él. Que pensase lo que pensara, me cubriría la espalda y no me dejaría a un lado.

Aunque ese momento de debilidad se esfumó, en el instante que la camarera vino a cobrar las bebidas, para volver a mostrar un carácter adusto y aparentemente superficial.

«¡Puede ser un trampa!» pensé involuntariamente, mientras Bilger dejaba una propina a la camarera y nos poníamos en marcha otra vez con el vehículo. Podía tratarse de un engaño, para que bajase la guardia y me descubriera. Me estaba empezando a volver paranoica y sólo llevaba un día en este trabajo. Tal vez la paranoia era un efecto secundario de dejar la medicación.

—¿Tienes novio…? —preguntó de improviso Bilger cuando ya estábamos a pocos minutos de nuestro objetivo—. ¿…o algún tipo de pareja? —añadió al ver mi estupefacto rostro.

«¿¡Me está tirando los tejos!?» pensé sorprendida e irritada negándole con la cabeza, mientras él estacionaba el coche lejos de la casa de Samantha Meisner.

POV: Agente Bilger

11 de Octubre de 2006; 23:53 Horas; Missoula, Montana

—No, no tengo ninguna pareja —exclamó reticentemente Chobham, mientras salíamos del vehículo.

—Mejor, mucho mejor —susurré para mí mismo. La parte más difícil de este trabajo era mentir a las personas que más te importan. Al menos Chobham no tendría que preocuparse por ello, por ahora. No me gustaba trabajar con novatos, precisamente porque me recordaban a cómo era yo en mis comienzos. Cuando dejé mi trabajo y la carrera con la que había soñado, para perseguir un espejismo. Y contemplando a Chobham me daba la impresión de verme en un espejo, con el miedo de que mi reflejo se diera cuenta de que acabaría como yo.

—¿Sabes manejar una de estas? —le pregunté a Chobham pasándole una pistola TASER, que examinó con cautela. Ella soltó un suspiro de alivio, al darse cuenta de que no se trataba de un arma de fuego, al verla con la escasa luz de la luna de esa gélida noche. No iba a desilusionarla diciéndole que también aprendería a usar pistolas de verdad. Cada mal trago de uno en uno.

—No debe ser difícil —exclamó cogiéndola con ambas manos y haciendo un amago de disparo.

—Sí es difícil —le corregí agudamente—. Apunta, asegura el blanco y dispara. Pero procura no disparar sin antes asegurarte a quién apuntas.

«No quiero acabar con 1000 voltios en el trasero» pensé molesto, mientras nos acercábamos a través de la nieve a la cabaña de Hana Gitelman. Las luces de la cabaña estaban encendidas, aunque no se observaba ningún movimiento en el interior. Tendríamos que actuar con rapidez, cortándole las salidas y dejándola inconsciente antes de que pudiese contraatacar.

—Yo daré un rodeo a la cabaña y entraré por la parte trasera —le expliqué a Chobham en susurros cuando estábamos a pocos metros del porche—. Tú entras cuando me oigas gritar, pillándola por la espalda. ¿Entendido?

—Espera, yo entraré por la parte trasera —dijo ella, agarrándome del hombro cuando ya me estaba poniendo en movimiento—. Puedo hacerlo mejor que tú, sin que me vea —añadió desapareciendo en un pestañeo.

«No ha podido aguantar ni veinticuatro horas» pensé meneando la cabeza de lado a lado. Hacía mucho tiempo que había dejado de sorprenderme al ver las demostraciones de los poderes de mis compañeros. Y aunque no había visto a muchos que pudieran teletransportarse, siempre me sorprendía la impaciencia que demostraban todos ellos. No se daban cuenta de que en nuestro trabajo primaba la discreción.

—¡MANOS ARRIBA, HANA! —vociferé pegando un patada en la puerta, derribándola. La pinza era una técnica bastante sencilla de caza. Consistía en someter al objetivo a dos amenazas provenientes de dos puntos distintos. Pero en vez de galgos y una liebre, éramos Chobham y yo frente a Gitelman. No me encontré a Gitelman en el recibidor, ni en la siguiente sala que aseguré. Y Chobham ya estaba entrando por el otro lado de la cabaña dispuesta a electrocutarla, mientras iba entrando en las diferentes habitaciones—. ¿Asegurado? —pregunté a Chobham tras reunirnos en el salón.

—No hay nadie. Parece como si acabara de irse —respondió bajando el TASER.

—Unos veinte minutos —exclamé fijándome en el pitillo a medio fumar que se había dejado abandonado Gitelman en el cenicero. Y examinando la pantalla del portátil en funcionamiento.

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Los siento chico/as
Nos veremos en otra ocasión
Wireless :P

«Alguien le ha avisado» pensé agriamente, mientras contemplaba la mancha de carmín que la ex-agente israelí había dejado impresa en la pantalla. No había mucho que hacer, el pájaro había volado. Y nuestra única posibilidad de cazarla se había esfumado.

—Habrá que llamar a las oficinas de Primatech para que nos traigan un equipo… —comencé a explicarle a Chobham mientras observaba las cosas que se había dejado Gitelman en la escena. Pero no pude terminar la frase cuando notamos la presencia de más gente entrando furtivamente.

—¡POLICÍA! ¡MANOS ARRIBA! —oímos gritar a dos agentes al entrar en la cabaña. Rodeándonos en unos segundos, en una perfecta demostración de una pinza.

Continuará…


NOTA DEL AUTOR:

Ya, ya sé. ¿Bishop convirtiendo el vino en agua? Sé que en la mayoría de fuentes oficiales de información de la serie dice que su poder de Alquimia consiste en transmutar la materia en Oro, sólo en Oro. Pero, ¿así funcionaría hipotéticamente la evolución? ¿No sería más lógico que su habilidad consista en cambiar la materia de cualquier manera y que simplemente escoja preferentemente el Oro por… codicia?

Tracy Chobham no es un personaje inventado. Aparecía en la lista de Chandra Suresh la cual indicaba su ubicación en Frostburg, Maryland y en el mapa interactivo con una anotación que rezaba así: 4 Pear Lane – Teleportation U/AUU + GUG/CCU = UGA/GCA (Son abreviaturas de tripletes de bases nitrogenadas de ARN)

Jacob Bilger SÍ es un personaje inventado, aunque lo defino como el fumigador que intentó ponerle micrófonos a la oficina de Suresh, ¿recordáis la primera vez que aparece Edén McCain? En uno de los topic del foro de HerosSpain saltó la pregunta de cómo había acabado Molly Walker en el Edificio Kirby si estaba bajo custodia Federal y muchos opinaban que los del FBI habían sido haitinizados. Pero aquí demuestro que una solución más sencilla, que alguno de la Compañía fuera el tutor legal de la pequeña Molly y que los padres estuviesen relacionados de alguna manera con Linderman y el resto, ¿no sería posible?

Por cierto, si accedéis al expediente de Primatech Paper indicado con la contraseña descubriréis una ficha personal de uno de los personajes de la primera temporada.