N/A: Hay algunos cambios. Para empezar, esta historia no sigue la trama del libro o la serie. Otro de los cambios es que no está prohíbido el acceso a otros secotres (Phoenix, Walden...) por habitantes del Arca que no pertenecen a dicho distrito. Sin embargo, sí está mal visto. En fin, espero que disfruteis de esta historia y que me digáis si os gusta. No soy propietaria de Los 100 ni de ninguno de sus personajes. Sólo hago esto por diversión.

Capítulo 1

La fiesta

No pudo evitar fijarse en él. Espalda y hombros anchos, y tan alto que seguramen-te le sacaría al menos una cabeza. Su cabello corto y oscuro estaba peinado hacia atrás. Y esos ojos color avellana parecían demasiado profundos para tratarse de un guardia. Y, cuando se posaron sobre ella, la chica apartó rápidamente la mirada, avergonzada de que le pillara mirándolo. Siguió bailando como si no se hubiera percatado de su presen-cia.

Sin embargo, pronto se olvidó de él. La habían llevado a aquella fiesta a rastras. Habría preferido quedarse en casa sola, sin preocupaciones y con sus libros. Pero su ma-dre la había obligado a ir, inducida por la amiga de la joven, Glass. Y lo peor era que él estaría allí. Y no podía soportarlo. No porque siguiera sintiendo algo por él.

No.

Le había hecho demasiado daño y estaba muy enfadada con él. No sabía cómo po-dría reaccionar si se atrevía siquiera a dirigirle la palabra. Lo único que sentía por él era un odio que jamás pensó que pudiera albergar en ella. Y eso la asustaba, porque ella nunca había sido así. Pero por otra parte, ella nunca había experimentado una situación semejante.

Apartó de su mente aquellos pensamientos oscuros y decidió que ya que estaba allí, se divertiría y no pensaría más en él. Y si se lo encontraba, simplemente lo ignoraría.

—¡Voy a pedir una bebida! —le dijo a su amiga Glass gritando por encima de la música. Ella apenas bebía porque odiaba el sabor del alcohol, por lo que siempre pedía bebidas simples—. ¡¿Quieres algo?!

Su amiga negó con la cabeza y siguió bailando.

Se dirigió a la barra y esperó su turno para pedir. Cuando el hombre que se encon-traba detrás de la misma se volvió hacia ella, la chica pidió una coca-cola.

—¿En serio? —escuchó una voz junto a ella, que se alzaba sobre la música.

La chica se volvió con el ceño fruncido, ya que no reconoció la voz. Cuál fue su sorpresa al encontrar al alto y joven guardia —sería tan sólo un par de años o tres mayor que ella— mirándola con una sonrisa engreída.

Levantó una ceja interrogante en su dirección.

—¿Una coca-cola? —dijo el chico a modo de respuesta a su pregunta sin formu-lar.

—Bueno, no me gusta mucho el sabor del alcohol —le sonrió ella.

—Vaya, una chica sana —rió—. No hay muchas como tú.

No contestó, aunque estaba de acuerdo con él. Y sabía que la mayoría de la gente, cuando la conocía, pensaba igual. Sin embargo, a él no parecía importarle. El guardia la sacó de sus pensamientos.

Él le cogió mirarme antes pícaramente-rio, con esa sonrisa arrogante que desapareció en el rostro de su. Parecía que la muchacha en el tenis intención de abandonar, en la que decidió que seguirle game.

—¿Yo? —dijo, sonriendo inocentemente—. Pero si el que me estaba mirando eras tú.

El chico rió y se quedó mirándola durante unos segundos.

—Tienes razón —dijo con esa media sonrisa engreída que, sorprendentemente, le empezó a gustar. Sin embargo, apartó ese pensamiento de su mente y se centró en la conversación—. Y no pareces muy contenta de estar aquí —dijo levantando una ceja.

—Eso es porque no lo estoy —le dijo sinceramente, con un suspiro.

—Vaya, no bebes y ahora me dices que tampoco estás a gusto en una fiesta —su mirada era claramente un interrogante. No obstante, su rostro seguía reflejando aquella sonrisa que la irritaba y fascinaba a la vez.

—Bueno, no me importaría ir de vez en cuando a una fiesta a divertirme; me gusta bailar —sus labios se curvaron en una preciosa sonrisa, pensó el chico—. Pero hoy pre-feriría estar en mi casa rodeada de mis libros —no sabía por qué, pero aquel chico le infundía confianza y no podía evitar ser sincera con él. Por eso no se dio cuenta cuando dijo lo siguiente hasta que lo había dicho—: Además, no quisiera toparme con cierta persona.

El guardia levantó la ceja.

—Así que se trata de un chico —fue más una afirmación que una pregunta.

—Bueno, sí —suspiró. De pronto, su rostro se volvió frío y duro—. Es un chico. Pero es más complicado de lo que crees.

Pero antes de que ninguno pudiera decir nada, otro guardia se acercó a ellos.

—Blake —se dirigió al joven guardia con quien la chica estaba hablando—. Debe-rías volver a tu puesto.

Y se alejó.

—Bueno, el deber me llama —dijo con una sonrisa, aunque no parecía muy con-tento de tener que volver a su puesto. O tal vez, de terminar la conversación con ella—. Por cierto, soy Bellamy Blake.

—Pues hasta otra, Bellamy Blake —la chica le dedicó una sonrisa e hizo ademán de volver a la pista de baile, aún con la coca-cola en la mano.

—Espera —la agarró por el brazo sin hacerle daño y la hizo volverse hacia él—. ¿Cómo has dicho que te llamas?

—No lo he dicho —sonrió pícaramente.

Y volvió a la pista.

Bellamy se quedó mirando a la chica misteriosa con una sonrisa en los labios.