2º Parte de Marie...La Reencarnación.
Marie…
Capítulo I:
Una tarde lluviosa de invierno, en algún lugar de Nueva York, hubo un accidente de tráfico. Dos coches habían chocado. En uno iban dos adultos y una niña, en el otro un hombre mayor y un niño. Solo el anciano sufrió heridas graves los demás apenas tenían rasguños, aun así, se los llevaron a todos al hospital. Los padres de la niña esperaron a que llegaran los familiares del señor y de su nieto para disculparse. Mientras tanto, los médicos hacían todo lo posible por mantener estable al anciano, que se debatía entre la vida y la muerte.
- ¡Todo es culpa vuestra!- gritaba, sin cesar, el niño con los ojos llenos de lágrimas.-¡Os habéis saltado el stop!, ¡y por vuestra culpa mi abuelo...!- se le quebró la voz y calló un momento para coger más energía y poder seguir gritando pero, no fue capaz- mi abuelo... se muere por vuestra culpa... mi abuelo se.. -sintió que alguien lo abrazaba con fuerza.
Era la niña de la otra familia que estaba llorando a su vez y no podía soportar seguir oyendo sus gritos.
- Lo siento mucho... fue culpa mía, mi papá se volvió para mirar mi dibujo- explicaba la niña entre sollozos.
- Tranquilizaos, por favor-pidió la enfermera-. Seguro que no pasa nada, tu abuelo se pondrá bien ya lo veras. Y no ha sido tu culpa pequeña. A sí que, secaos las caras y sentaos.
Los niños obedecieron y mientras esperaban empezaron a hablar sobre todo lo que acababa de pasar.
-Tú... ¿crees que tengo la culpa?.
El chico la miró detenidamente. No tendría más de doce años, era rubia y tenía los ojos verdes, aunque no la veía muy bien puesto que el flequillo y sus delicadas manos le tapaban la cara.
-No ha sido culpa de nadie...- la animó- además, una niña tan pequeña y fea no podría ser la culpable de algo así -concluyó con tono burlón.
Ella le dedico una sonrisa mellada en agradecimiento por sus palabras, pero en seguida le dijo unos cuantos insultos sobre su delgaducho cuerpo y sus ojos color miel.
Pasaron horas y los niños se divertían hablando sobre sus defectos y gustos.
Por fin llegaron unos señores que decían ser los padres del niño y su abuelo seguía inconsciente aunque estable.
Una vez hablaron los adultos llegó la hora de irse.
-¡Espera! Ni siquiera nos hemos presentado ... - le recordó él.
-Tienes razón. Me llamo Laura y me lo he pasado muy bien contigo.
-Yo me llamo Rodrigo y ojala nos...- no pudo acabar porque una voz se sobrepuso a la de los niños.
- ¿Los conocidos de Luis Morales?.
Él niño se volvió como si hubiera visto un fantasma.
-Siento tener que deciros que ha fallecido. Tenía una herida muy grave y, aunque conseguimos parar la hemorragia y estabilizarlo, había perdido mucha sangre. Lo siento mucho y sé que no es el mejor momento pero, deben rellenar algunos papeles.-El doctor se fue hablando con los padres de Rodrigo, mientras este se quedó inmóvil mirándolos con los ojos húmedos.
-Tú... -murmuro- Tú has hecho que mi abuelo muera.
-Rodrigo lo siento mucho. No sabes cuánto...
-¿Cómo te atreves a dirigirme la palabra?-Le grito él volviéndose para mirarla - ¡No te acerques! ¿A qué esperas?, ¡Lárgate! no quiero verte.
Laura y sus padres abandonaron el hospital momentos después.
-Papá... Mamá... Rodrigo me odia ¿verdad?- preguntó desconsolada y sin dejar de mirar al hospital que cada vez se veía más diminuto en el horizonte.
- No digas tonterías, esta triste y confuso. -Le contesto su madre- Ahora mismo está enfadado con todo el planeta. Pero no te preocupes por eso.
La niña no paraba de pensar si algún día volvería a ver a Rodrigo y si él la perdonaría por lo que paso esa tarde.
Pasaron días y meses y ella no era capaz de quitarse de la cabeza los gritos desesperados de él echándole la culpa pero también recordaba la divertida charla que tuvieron durante horas pero, pasó más tiempo y Rodrigo fue desapareciendo poco a poco de su mente y de sus recuerdos...
Después de varios años el accidente de aquel invierno no era más que un vago recuerdo de su infancia, apenas recordaba lo que paso.
Laura se había convertido en una bella muchacha de delicados rasgos y perfecta figura. Algo normal en una joven de 19 años.
Todavía seguía viviendo en Nueva York, pero ya no dependía de sus padres. Trabajaba de camarera en un restaurante y estudiaba un curso de bellas artes.
Un día salió tarde de trabajar y fue leyendo hasta su piso. De pronto chocó con algo y se cayó al suelo, cuando se volvió para ver que era se topó con unos ojos de miel que la miraban con preocupación.
-¿Estas bien?- Dijo el muchacho nervioso mientras la ayudaba a levantarse.-Discúlpame ha sido culpa mía...
-Estoy bien- Le respondió con voz aterciopelada-. Pero tú, no tienes la culpa iba despistada.
Algo se agitó en el interior de él. La brisa nocturna le hizo llegar la embriagadora fragancia de la joven. El timbre de su voz aun resonaba en sus oídos como el canto de una sirena. Sintió el urgente deseo de verla con más detenimiento; sin poder evitarlo se quedó callado contemplándola a una cierta distancia.
Laura sonrió con dulzura, dejándole ver su luminosa sonrisa y le dedicó un par de coquetos parpadeos. Vestía, como de costumbre, con ropas ligeras. En esta ocasión llevaba los hombros al descubierto, y su cabello dorado los acariciaba con suavidad y resbalaba por su espalda hasta más allá de su esbelta cintura.
El muchacho sintió la garganta seca. Se esforzó por controlarse. No era ningún jovenzuelo; había conocido a varias mujeres pero, ella parecía un hada, tenue y delicada, con aquellos extraños ojos tan profundos que le daban una cálida sensación. Había algo que la hacía irresistible.
Intento quitarse esos pensamientos de la cabeza.
-¿Qué haces sola por aquí?
-Acabo de salir de trabajar y me dirigía a casa- respondió ella- como no tengo coche, me toca andar...
-Entonces si no tienes nada que hacer - dijo con una sugerente sonrisa- podríamos tomar algo.
-No sé... mañana tengo que madrugar- hizo una pausa y lo miro pensativa -además, no es aconsejable que me vaya con un desconocido a estas horas- terminó con tono burlón.
El joven inspiró hondo, pero solo consiguió quedar aún más atrapado en el delicioso aroma de ella. Volvió a mirarla. Era una belleza, tenía la piel blanca con un ligerísimo tono oscuro. Y parecía tan frágil... que daba la sensación de que iba a romperse en cualquier momento.
Tragó saliva. Nunca había visto una mujer como aquella. Quería conocerla más. Descubrir ese misterio que la envolvía.
-¿Nada te hará cambiar de opinión?-pregunto indeciso; no podía dejar de mirarla-. Solo será una copa o un refresco, donde tú quieras. Así la próxima vez no seré un desconocido y no habrá excusa que te libre de mí.
-¿la próxima vez?- pregunto ella riendo-, está bien... así aclararemos eso de ''la próxima vez''-cedió sonriendo-.Sígueme.
Paso junto a él, sus cuerpos se rozaron un leve instante, pero ese roce basto para que le vinieran infinitas imágenes a su mente, imágenes que desconocía y sin embargo le resultaron tan familiares...
Él y una chiquilla en un porche, besándose y riendo, entrando en una casa, paseando en una moto, susurrándose cosas mientras estaban tumbados en algún lugar...
Sacudió la cabeza y se apresuró a seguir a Laura.
Más tarde llegaron a un bar donde tomaron unos refrescos y picaron algo mientras hablaban de ellos, de sus aficiones, sus gustos...
Se hizo tarde y Laura se apresuró a despedirse e irse cuando oyó algo muy familiar para ella.
-¡Espera! Ni siquiera nos hemos presentado...
Millones de cosas inundaron la mente de Laura. Interminables charlas y un repentino sentimiento de culpa.
Se volvió despacio hacia el joven con el que había compartido la comida y la compañía, por no decir con el que había estado tonteando toda la noche.
-Tienes razón... -empezó, pero no supo como continuar. Se había quedado muy callada intentando recordar los detalles del niño que conoció aquel día y comparándolos con los de aquel muchacho que se acercaba a ella cada vez más esperando que de sus labios saliera un nombre que hiciera justicia a su belleza. Para sorpresa de él no fue el nombre de ella lo que salió de sus labios...
- ¿Rodrigo?-susurro casi sin mover su fina boca.
El rostro de él palideció un momento. Estaba confuso al ver que ella sabía su nombre. Sin embargo, no lograba recordarla, por más que la buscaba en sus recuerdos, no la encontraba.
-¿Quién eres?-Logro decir sin todavía creer lo que le estaba pasando.
Ella no contestó, se quedó mirándolo. Su forma de actuar al oírla confirmo las sospechas de Laura.
-Créeme si te conociera de algo me acordaría de ti - intentaba explicarle él-. Nunca olvidaría una cara tan bonita - dijo riendo-.
-Es mejor que me marche es muy tarde y mañana tengo clase ya ... ya lo sabes el curso y todo eso.
-Espera, aun no me has dicho como sabes mi nombre, ni tampoco se yo el tuyo- Rodrigo aun demostraba en su rostro lo sorprendido que estaba e intentaba ocultarlo con alguna que otra frase graciosa a la vez que ligona y coqueta-. Estoy en clara desventaja ¿no?
Laura no sabía si decirle que la chica con la que había estado hablando era la culpable de que, años atrás, su abuelo muriera en el trágico accidente de invierno. Se sentía acorralada, él no la dejaría marchar tan fácilmente, por otra parte sabia donde encontrarla si se iba. No le quedaba otra salida, tenía que contarle quien era aunque eso significara tener que aguantar gritos como los de cuando eran niños.
- Yo ... soy Laura ...-titubeó antes de seguir. No estaba segura de como reaccionaria así que se sentó de nuevo en la mesa antes de continuar- Nos conocimos hace muchos años. Yo tenía como once años y tu trece como mucho. ¿Recuerdas lo que te paso en invierno cuando tenías trece años? -preguntó cautelosa.
- Más o menos... -respondió inseguro- creo que te conozco de cuando tenía diecinueve, no sé.
- ¿19?-preguntó sorprendida-. Que va... eras pequeño para tener quince años. ¿Cómo ibas a tener diecinueve?, ¿Cuántos años tienes ahora?, ¿20?, ¿21?.
- 21-respondió es que cuando veníamos hacia aquí me vinieron una especie de recuerdos y me veía en un cuarto que no conozco con una chica que no se parecía a ti en nada... pero las peluquerías hacen milagros y unas lentillas engañan muy bien- la acusó disimuladamente-.
- He sido rubia desde que nací y no llevo lentillas- se defendió ella-.
-Eso no puedo saberlo...
- ¡Te hablo del accidente de invierno! -Levanto la voz estresada.
En los ojos miel de Rodrigo salto una chispa de añoranza que le hizo bajar la cabeza. Ella se dio cuenta de lo que le había hecho recordar.
-Rodrigo intento decirte que yo soy...
-Esa chiquilla a la que culpe de lo que paso ¿no? - termino él.
-Sí, y con razón lo hiciste -admitió ella-. Si no fuera por mí ahora...
-Ahora simplemente te hubiera acompañado a tu casa, en vez de tener esta charla tan dramática-le sonrió-.
- ¿Cómo dices? -pregunto ella confusa.
- Te eche la culpa sin razones, solo quería echarle la culpa a alguien porque no era capaz de entender que los accidentes son accidentes porque pasan sin que nadie lo pueda evitar y la gran mayoría de veces sin culpables-le explicó-. Ahora con más razón he de invitarte a comer para disculparme por lo de aquella vez.
Ella suspiro y sonrió al ver que no había sido tan malo como había imaginado.
-No hace falta que me invites a nada-le disculpó ella-. Hoy pagas tú ¿no? con eso es suficiente.
-¡No me digas eso! -le respondió- que así habrá próxima vez, así que no hay más que hablar mañana almuerzas con migo.
Laura se sonrojo y asintió avergonzada. Luego, Rodrigo la acompaño hasta su piso e intercambiaron teléfonos.
-Entonces... ¿mañana a la una en nuestro bar?
-Claro, aunque entró a trabajar a las tres-le recordó ella-. Así que no me podré quedar tanto tiempo como hoy.
-Yo también tendré que irme pronto.
-¿A la oficina? -quiso saber con curiosidad.
-No, al aeropuerto. Mañana te contare. Que descanses.
-Buenas noches...
La intriga no la dejó dormir tanto como quiso.¿a dónde irá? se preguntaba una y otra vez o ... a lo mejor va a recoger a alguien... a lo mejor a su novia... ese último pensamiento la dejó aun más intrigada de lo que estaba. De pronto recibió un sms en su móvil. Era de él.
-Buenas noches mi pequeña hada. Espero que me eches de menos...-
Laura sonrió, y pensó en contestarle pero prefirió dejar las cosas así. Mañana lo veria y podría preguntarle más cosas y seguir sucumbiendo a esa atracción que surgía cuando estaban juntos...
¿Qué estoy haciendo? pensó de repente No lo conozco de nada. A lo mejor solo busca una noche divertida y ya... pero es tan mono y tan atento, y estar con él es lo más agradable del mundo... poco a poco se quedo dormida, pensando en lo que podría suceder mañana.
Al día siguiente, Laura salió de clase lo más rápido que pudo y fue directa al bar donde habían quedado. Entró y lo buscó con la mirada. aún no ha llegado pensó y fue al baño a maquillarse y arreglarse el pelo. Cuando salió Rodrigo ya había llegado y estaba en una mesa mirando el menú. Se apresuró y se sentó frente a él.
-Hola.¿Qué tal has dormido?
-Pues, bien. ¿Sabes? he soñado con un ángel, de pelo dorado como el sol y ojos hechos con las más hermosas esmeraldas. Aunque creo que no era un ángel.-Le sonrió él.
-A lo mejor era un hada- le rió ella-.
-¿Cómo lo sabes? Ah... claro. Te has metido en mis sueños ¿verdad?.
- Me has descubierto. Y ahora dime, ¿Qué vamos a comer?- cogió la carta y empezó a mirarla.
- Yo tomare... unos calamares fritos y una coca cola ¿y tú?
- Pues, yo tomare...-dudó antes de escoger- un muslo de pollo en salsa con patatas fritas y gambas al ajillo y de beber un aguarius de naranja.
Rodrigo se quedo mirándola sorprendido. Laura se dio cuenta y le mantuvo la mirada.
-Tú sabes que estamos en crisis ¿no?
Laura se hecho a reír, pero Rodrigo seguía serio
- No, no. No te rías, que te estas aprovechando de mi pobre generosidad- dijo con tono burlón-.
Llegaron los platos y empezaron a comer.
-Y ... ¿para qué vas al aeropuerto?
-Tengo que hacer algunas cosas ¿Por qué quieres saberlo?
-Por curiosidad, ¿Qué cosas?
-No insistas, no te lo diré.
-¿Por qué? ¿Qué me oculta, señor Rodrigo Morales?
-Ya lo sabrás.
Se hicieron las dos y media y ya habían pedido la cuenta.
-Entonces ahora yo me iré a trabajar y tú al aeropuerto...
-Sí. Me voy antes de que te enamores de mi.
-¿Perdona? Eso debería decirlo yo.
Los chicos rieron, pagaron y salieron.
-¿Te llevó al trabajo?
-¿En brazos? No, gracias prefiero andar.
-En mi coche, obviamente.
-Como quieras.
Después de un rato llegaron al restaurante.
-Gracias por la comida y por traerme.
-Gracias a ti por dejarme invitarte. Ha sido un placer verte después de tanto tiempo.
-Parece como si te estuvieras despidiendo-Lo miró preocupada.
-Sí, es que yo tengo que irme. Ya he hecho lo que venia a hacer.
-¿Y qué era?
-Invitar a una vieja amiga a comer y disculparme. Ahora me toca descubrir quien es esa chica de mis recuerdos.
-¿Cómo es?- pregunto ella con un tono de voz más triste.
-Tiene el pelo negro, con unos ojos grandes, oscuros y brillantes.
-No la conozco, aunque seguro que os divertisteis mucho.
-¿Estás celosa?
-¡No! Estoy triste, porque te vas a buscar a una chica a la que ni recuerdas -agachó la cabeza pensativa y él la agarró suavemente de la barbilla y la obligó a que le mirara.
-¿Prefieres que me quede aquí y sigamos quedando?-Le preguntó con dulzura.
-Pues, si puedo elegir... si.
-Puedes elegir- le susurró mientras se acercaba despacio a ella-.
Laura lo miró, esperando a que de un momento a otro rozase sus labios con los suyos. Se dejó llevar por el momento cerró los ojos y dejó la mente en blanco.
Él apoyo su frente en la de ella y le volvió a susurrar.
-¿Quieres que te bese?
-¿Acaso hay que pedir permiso para dar un beso?
-Mírame.-Laura obedeció y abrió los ojos. Lo tenia tan cerca; sus ojos de miel endulzaban el momento. Sintió el corazón latiéndole con fuerza.-¿Crees que te estoy pidiendo permiso para besarte?
-No lo sé-contestó nerviosa sin saber que quería decir-.
-No, estoy preguntándote si quieres que te bese.
-Y si digo que no, ¿Qué pasara?
-¿Vas a decirme que no?-Preguntó el riendo.
-Puede. ¿Quien sabe?
-Tienes que irte a trabajar y yo al aeropuerto. Dime, ¿Quieres qué te bese?
-Si...
Él sonrió y se acercó a Laura besándola en la frente con ternura.
-Deberías irte.-le aconsejo Rodrigo.
Laura aun no entendía lo que acababa de pasar. Se esperaba un beso apasionado y que los dos deseaban, o eso pensaba.
Salió del coche y entró en el restaurante. Hecho un último vistazo por la ventana, pero ya se había ido. Dijo que iba al aeropuerto así que se va a ir después de todo...¿Por qué no me a besado como dios manda? Suspiró sin entender sus propios pensamientos Por lo menos sé que no quería aprovecharse de mi... por que ha tenido oportunidades y no las a aprovechado... o acaso... ¿Está jugando conmigo? Sus pensamientos se interrumpieron por culpa de otras camareras que la llamaban para que se apresurase.
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