A THOUSAND YEARS
PROLOGO
I still love you I still want you
A thousand times the mysteries unfold themselves
like galaxies in my head
JESSE OUT OF THE BLUE
Volver a ver el cielo tras estos años me recuerda los ojos de April cuando la conocí, tan radiantemente grises y claros. Es muy extraño volver a ser libre de pasear, con algunas precauciones para no ser conocido: me teñí el pelo de negro, y me puse un sweater suelto y jeans que me siento muy raro llevando.
Nadie parece reconocerme en las calles de Yuma: y noto con sorpresa que las chicas que me miran lo hacen porque aún soy bien parecido, no porque les recuerde a Jesse Azul, el aterrador, loco genocida: seguro que me imaginaban con tentáculos y colmillos. Muy pocos me conocían, y menos aún sabían la verdadera historia: que yo no tenía veinte años cuando me uní a los renegados, que fui el más laureado estudiante del comando de caballería, y que fui no por el ridículo, no por la vergüenza, ni siquiera por venganza.
Que me fui con ellos porque amaba a April, y sabía que la única forma de acercarme a ella sería por el otro lado del mostrador. Nunca sería ni Colt, ni Fireball, ni mucho menos Sable: pero como su enemigo, me miraba. Pensaba en mí.
Pensaba en mí tanto como yo en ella. Me enamoré de ella cuando aún era un niño, me enamoré de ella como se cae al vacío, no cuando la vi, tan hermosa con ese mar de cabello de oro y esa sonrisa suave y lejana, ni cuando la vi en clase de judo, tan serena y profesional, ni siquiera cuando nos aferramos cada uno al otro y empatamos.
Pero fue entonces que la miré a los ojos, y algo resonó en mí como una campana. Dijo mi nombre, y fui suyo.
Fui un imbécil, es cierto. No sé porqué pensé que correspondería mis sentimientos: cuando me le fui encima en la fiesta estaba obnubilado, obnubilado de hambre, de amor, de deseo, de rabia al verla junto a Sable, que era el modelo que nos ponían en la academia, al que todos debíamos aspirar y que ninguna jamás podría ser. Yo nunca quise ser él, tan correcto y tieso, tan masculino y dominante. Nunca fui así, esperaba ser mejor, no encerrarme en esos rígidos esquemas.
Nunca quise ser él, hasta que ví que el tenía lo que yo ansiaba, lo tenía y no parecía importarle. Él no significaba nada para mí, ninguno de ellos, hasta que lo vi poner sus manos en la cintura de mi April, la vi reír con su mejilla contra la suya, vi las manos de ella en sus hombros, su forma de hablarle, de secretearse con él y reír juntos, que hubiera vendido mi alma por ser él, y lo odié. Acaso él tenía su amor? Sus besos, sus abrazos, sus risas, la suavidad de su cuerpo, sabía qué tan dulce era por dentro? Lo odié, porque pensé que él era su novio. Se veían tan juntos, tan lejanos y perfectos, tan inalcanzables.
Estaba loco de celos cuando intenté declararme, y por eso cuando se negó usé mi fuerza. Debo de haber estado descontrolado porque por muy Comisario Estrella y experta en combate sin armas la dominé un momento, y aspiré su pelo, aferré su cintura y sus nalgas en mis manos, me presioné contra ella, poseí su boca con la mía, apreté sus senos contra mí, respiré su aroma enloquecedoramente dulce.
... y perdí todo en un segundo. Cuando todos se rieron al verme despatarrado a sus pies, cuando me afearon mi conducta supe que bajo esas reglas nunca sería mía. Renuncié, y me fui para buscar mis propias reglas. Porque la tendría aunque tuviera que quemar la Nueva Frontera.
Me siguió esa noche: estoy segurísimo que ninguno de ellos lo supo. Me esperó junto a la verja, dolorida por haber sido la causa de lo que pensaba una tontería, un infatuamiento sin sentido. Me suplicó que volviera.
Le pregunté si me recibiría en sus brazos.
Me dijo que al amor no se le ordenaba, que la perdonase, que no arruinara mi vida. Alargó una mano hacia mí, y yo la aferré, la tiré hacia mí, la devoré para que ese recuerdo me durase hasta que volviera a verla: bebí su saliva como un hombre agonizante, me llené las manos de sus curvas, presioné mi miembro erguido en su regazo cálido, en el nido que se me negaba aún, pero que un día sería mío. Se soltó, roja de ira, y sé que también de reacción.- No, Jesse! - me gritó.
Y huí, huí solo, su aroma aún en mis manos, su sabor en mi boca. Esa memoria me mantuvo cuerdo tres años, hasta que volví a verla.
Aún hoy, esa memoria es todo para mí. A pesar de los años transcurridos, y de que mi amor, mi deseo por ella se han vuelto una enfermedad crónica que me carcome. Ese amor puro y apasionado se agrió, envejeció, se mezcló con odio y destrucción: pero aquí sigue, ardiente y salvaje, aleteando contra mi pecho como el primer día.
Si les di la tecnología de la teleportación, es porque tenía que salir de la cárcel para poder verla. Porque esta vez no seré denegado: iré, y mataré a quien esté con ella si es necesario, y cuando la encuentre, la amaré al menos una vez aunque luego me mate. Si me dejaras, te haría la más feliz de las mujeres. Es que no comprendes? Te amo como nunca pudo amarte el bobalicón de Fireball, el tarado de Colt, el frígido de Sable. Cómo podían vivir a tu lado, luchar y comer y dormir a tu lado sin enamorarse, sin tocarte, sin reclamarte? Los odié a todos por turno pensando que era con ése con el que estabas: me equivoqué, ninguno era hombre suficiente para ti. Estabas sola, y cada vez que te veía más delgada, más triste, más fría.
Si me hubieras dejado. Si me hubiera hecho caso en el primer armisticio, y te hubieras ido conmigo, la guerra hubiera terminado, y hubieras dejado ese espacio frío por mis brazos, amor mío. Me hubiera ido adonde quisieras, hubiera luchado del lado que tú quisieras, sólo si me lo hubieras pedido. Hubiera sido tu esclavo, tu espada, te hubiera dado todo de mí: pero no lo querías.
Hoy lo tendrás, quieras o no. He esperado diez años por otro beso, y no creas que no lo reclamaré. Acaso no recuerdas? Parte de mí está convencido de que nunca pensaste en mí, que nunca tuve una sola oportunidad. Pero una parte de mí, que quiere soñar, que no soporta darse por vencido, sueña. Estos años en la cárcel me sostuvo una sola memoria: tus ojos cuando me entregaron a los agentes planetarios y me llevaron a la celda. Me mirabas.
Recuerdo cómo me mirabas e intentabas ocultarlo cuando nos enfrentamos en la última batalla. Había algo nuevo en tus ojos, aunque puede haber sido la desesperación, la angustia, el horror de esa batalla: recuerdo a ambos, a ti y a mí, luchando a ciegas, el espanto de todo ello, la traición de Némesis. Recuerdo haber visto esas pantallas y darme cuenta en un segundo de espanto lo que planeaban hacer: volar a Némesis, el Nth grade, el planeta entero, con ustedes adentro. No podrían escapar: y supe que con sus locos sentidos del honor y la responsabilidad, estaban dispuestos a morir juntos.
Supe que no podía dejarte morir. Todo mi ser se rebeló como una fiera: todo mi instinto se alzó como se alzó el primer día, cuando le puse una bomba a Ramrod y me humillé ante Sable para que te salvara. Te amaba, y no podía dejarte morir.
Fui hasta ustedes, sabiendo que sería mi muerte: no había tribunal marcial que le diera cuartel o perdón a un traidor. Pero fui. Te amé y te odié cuando los vi junto al Nth Grade, Ramrod cerca. Estaban abrazados, listos para morir. Habían hecho un brindis, y estaban allí simplemente, las armaduras aflojadas, charlando. Tenías la cabeza en el pecho de Colt, y él te besaba y te acariciaba el pelo: Fireball estaba abrazado a Saber, y los cuatro parecían tan serenos... cómo podían dejarte morir así?
Recuerdo cómo me miraron cuando me acerqué. Colt sacó su pistola, y dijo con la misma entonación con que pediría la sal que iba a darse el gusto de matarme antes de morir.
Levanté las manos, pero miré a Sable: y les dije que no tenían porqué morir: que había una forma de escapar de la explosión si confiaban en mí cuando volaran al Nth grade.
Tú hablaste, sin mirarme. Dijiste que la explosión cubriría al menos cuarenta parsecs, y que no había forma de bloquear un disparo del cañón Cobalto a distancia: que ni siquiera Ramrod los dejaría escapar a tiempo. Dijiste que estabas lista para morir, que no había una muerte mejor que morir llevándote a Némesis.
Se me partió el corazón. Eras tan joven y tan valiente, y tan triste. - Jessie, si aún la amas...- sé lo que Sable iba a decir. Iba a suplicar por tu vida. Iba a pedirme que si había alguna forma de salvarme, te llevara conmigo, sólo a ti. Pero sabía también que tendría que haberte llevado atada e inconsciente para que los hubieras dejado morir solos, y que jamás nos hubieras perdonado.
Fue entonces que les dije lo de la tecnología de vapor, los agujeros de gusano que nos permitirían llegar mucho más allá de los cuarenta parsecs en un tercio de segundo, justo lo que tendríamos para escapar... si me dejaban ser el navegante de Ramrod esa vez. Los rostros de Colt y de Fireball eran un poema de rabia y desconfianza; pero Sable por una vez no dudó. No confiaba en mí ni con una bolsa de leche, pero Sable sabía que yo no mentía: sabía que si había una posibilidad, yo te salvaría, y no dudó. Él sabía cuánto te amaba, cuánto te amo todavía.
Y por unos momentos, fui un comisario estrella: por un momento conocí el vértigo, los ví trabajar juntos, conmigo como uno de ustedes. Y fue maravilloso. Vi cómo encajaban juntos- los cuatro y Ramrod- como una solo: y me sentí uno de ustedes, parte de un equipo, no el eterno solitario, por una vez.
Podría haber sido uno de ustedes? Si hubiera terminado la academia con las mejores marcas, si hubiera postulado, luchado, si me hubiera convertido en un héroe, hubiera sido mía una de esas terminales, hubiera escuchado siempre la voz de Sable diciendo " April, Fireball, Colt, Jesse, fuerza plena, zero?
Me gustó serlo. Me hubiera gustado serlo. Compartí contigo el puesto de navegación, y cuando nuestras manos volaban juntas por el teclado, las tuyas en los módulos de supervivencia, las mías en las tablas de coordenadas, gritándole órdenes a Fireball para que nos mantuviera en un curso fijo, me sentí como debe sentirse uno al llegar a casa, tu costado contra el mío apretado y tibio, tu corazón golpeando acelerado.
No tuvimos tiempo de ensayar ni planear: nos lanzamos, y es un testimonio de lo increíble que Ramrod era que hubiera aguantado: nunca pensé que pudiera hacerse con algo tan grande. Pero tú lo mantuviste entero aunque las presiones casi nos destrozan: ese loco piloto tuyo logró ese curso imposible: y cuando la preenrgía de explosión nos alcanzó, tu vaquero soltó toda la energía que le quedaba a tu nave, y en la zona de electroestática creada giramos como una peonza y saltamos entre la materia para atravesar el vaporespacio. Te sentí contener el aliento, y te tomé la mano y la apreté cuando la nave dio el tirón y las estrella parecieron desaparecer, dejando todo a oscuras, Ramrod en absoluto silencio tras vaciarse de energía.
Oí a Colt preguntar: " estamos muertos, verdad"
Y entonces, todas tus computadoras volvieron a la vida, y observamos la explosión desde la segura distancia de ochenta parsecs. Parecía un gran sol rojo. Saltaste de la terminal y te arrojaste en los brazos de Sable, que te alzó, te besó en los labios, te apretó, y luego Fireball te besó también, te hizo girar, y Colt te tomó en sus brazos y parecía que no iba a soltarte jamás. Se abrazaron, los vi besarse temblando y llorando, y entonces Sable me miró, los ojos húmedos, abrazando a Colt, y me dijo " Gracias.
Yo bajé la vista. Me dolía el corazón de celos, de rabia, pena, alivio. Se volvieron a mí, y vi el conflicto en el rostro de Fireball y Colt: los deseos de matarme y su gratitud mezclada. Fue finalmente Sable quien le ordenó a Colt me metiera en la celda de Ramrod, me diera comida y me mantuviera cómodo hasta llegar a Yuma. Dijo que hablaría en mi favor para que no me ejecutaran. Cumplió su palabra, como siempre.
Pero tú, mi April, callaste. Ni siquiera me miraste, aunque tenías los ojos llenos de lágrimas.
Y desde entonces me pregunto porqué no podías mirarme. Todos estos años en la cárcel me lo he preguntado, cada noche, porqué? Porqué no podías soportar mirarme? Era porque te asqueaba tanto, o por?
Tengo que saberlo. Y lo sabré hoy.
Encuentro sin dificultad tu cuarto en el hotel, en donde esperas a un contacto para que te de los nombres de esos jueces a los que antiguos renegados han comprado. No tienes la menor idea de que el contacto soy yo, verdad? Quien más podría saber los nombres de todos los renegados?
No golpeo la puerta: sólo entro. Avanzo en lo que parece un cuarto vacío, pero tu esencia alerta mis sentidos, como nada más en mundo: jazmín y rosa salvaje, junto con tu propio aroma. Me quedo quieto cuando siento una pistola apuntada a mi sien.
Estabas tras la puerta, esperándome. La pistola baja a mis omóplatos y oigo tu voz, clara y cortante.
- da la cara.- ordenas, y giro obediente. Estás muy delgada, las ropas oscuras que llevas haciéndote ver aún más delgada. Tu rostro sigue siendo el mismo, aunque más afilado y fino, tus ojos fríos, sin maquillaje, tu pelo teñido de un castaño que no puede ocultar los reflejos de oro, apretado y sujeto en un elástico. Te miro a mi placer mientras veo el shock en tus ojos, veo tu mano temblar y luego, por un parpadeo, me doy cuenta que vas a dispararme.
Te desarmo con la mano izquierda, te obligo a girar y te aferro contra mí en un movimiento, mi otro brazo rodeándote, inmovilizándote por las caderas, aferrando tu otro brazo para dejarte indefensa. Te retuerces y luchas: intenta el truco del tendón, el truco del hombro, intentas aferrarme una rodilla: pero conozco esos trucos, y te obligo a quedarte quieta hasta que tu aliento en jadeos se aquieta y dejas de luchar. Tu pistola cae al piso: y tu cuerpo se afloja de pronto, un temblor en tu nuca. Respiro hondo, sintiendo tu cuerpo, y entonces me susurras:
- Viniste a matarme-
- No.- respondo, mi aliento agitando el fino cabello de tu nuca, un deseo insoportable de besarte allí, esa carne tibia y sedosa.- No. Nunca te haría daño-
Emites una risa, una risa áspera, y te sueltas de mí, ignorando la pistola, ignorando todo, para ir hacia la ventana. Te apoyas allí, y cuando te vuelves a mirarme, y enfrento tu mirada, veo tanta soledad en ella que una vez más me rompes el corazón.
- Libre al fin, verdad? Genocidio, alta traición, sabotaje, y te dan el perdón sólo por una tecnología que los va a hacer ganar mucho dinero. Típico-
- Fueron cinco años largos.- digo, las manos en los bolsillos, apoyándome en la pared. April me mira con esa nueva frialdad, y se sienta en una silla junto a lo que debe ser una mesa de desayuno para amantes. Avanzo, y me siento frente a ella, los dos solos, mientras afuera llueve sobre esa ciudad nueva y pujante que casi ha olvidado ya la guerra.
- Supe que vas a retirarte.- pregunto al fin, observando sus manos blancas sobre la mesa oscura, las uñas redondeadas y escrupulosamente cortas. No hay ningún anillo, ni de matrimonio ni de compromiso. Yay.
- Suerte que trabajo en el Servicio Secreto.- veo su sonrisa irritada y no puedo menos que sonreírle.
- Tengo mis contactos-
- No lo dudo-
- Supe que Sable es High Lord, estará feliz-
- Sólo lo hizo porque era lo que se esperaba: Sable detesta la política-
- Se ha casado-
- No-
- Te está esperando a ti, entonces-
- Sable y yo jamás hemos tenido una relación, Jesse-
- Una pena que no me hayas dicho antes. Le hubieras ahorrado muchas balas.- bromeo. Pero ella mueve la cabeza.
- Lo tuyo era una pose, Jesse. Apenas me conocías: no finjas que era yo lo que te mantuvo al lado de Némesis. Ni siquiera puedo creerte que haya sido despecho lo que te mandó allá en primer lugar: toma bastante más una desilusión amorosa que alguien traicione a su raza-
- Eso te dijeron para que no te sintieras culpable?- la miro con una sonrisa.- Pues tus psicólogos estaban equivocados. Me fui, y me quedé, y luché, exclusivamente por amor a ti-
Tantos años enfrentándonos, y aún puedo hacerte sonrojar.- Estás loco-
- Sigo loco. Si les di la tecnología e hice que me soltaran, fue exclusivamente para poder volver a verte.- Hay un silencio. Y entonces hay cólera en tus ojos, y cuando te levantas, me doy cuenta de súbito que no estás bien. Esperaba que el fin de la guerra te hiciera feliz, porque parecías feliz cuando- lo vi en televisión- Yuma los recibió con una lluvia de confeti, cuando los condecoraron, cuando hablaron de paz. Pero ahora hay dolor en tus ojos, angustia, una amargura que nunca te vi ni siquiera en plena guerra. Y cuando me gritas, tus ojos están húmedos de pronto.
- Cuándo...- siseas.- Cuándo me vas a dejar en PAZ? Cuándo vas a dejar de hacerme responsable de tu vida! Cuándo va a terminar esto, qué tengo que hacer para que me dejes TRANQUILA...!- - Va a terminar cuando uno de los dos se muera.- digo con suavidad, levantándome, conmovido por el dolor en su voz.- O cuando me des una oportunidad, April-
Se queda quieta. Y entonces, rápida como el rayo, recoge la pistola y me apunta al pecho.
No me muevo. No tengo miedo. Si no va a darme su amor, puede matarme y no me quejaré: no me importa morir a sus manos. Sólo sentiré dejarla sola.
Y entonces veo que sus ojos se inundan, y se lleva la pistola a la sien.
Nadie parece reconocerme en las calles de Yuma: y noto con sorpresa que las chicas que me miran lo hacen porque aún soy bien parecido, no porque les recuerde a Jesse Azul, el aterrador, loco genocida: seguro que me imaginaban con tentáculos y colmillos. Muy pocos me conocían, y menos aún sabían la verdadera historia: que yo no tenía veinte años cuando me uní a los renegados, que fui el más laureado estudiante del comando de caballería, y que fui no por el ridículo, no por la vergüenza, ni siquiera por venganza.
Que me fui con ellos porque amaba a April, y sabía que la única forma de acercarme a ella sería por el otro lado del mostrador. Nunca sería ni Colt, ni Fireball, ni mucho menos Sable: pero como su enemigo, me miraba. Pensaba en mí.
Pensaba en mí tanto como yo en ella. Me enamoré de ella cuando aún era un niño, me enamoré de ella como se cae al vacío, no cuando la vi, tan hermosa con ese mar de cabello de oro y esa sonrisa suave y lejana, ni cuando la vi en clase de judo, tan serena y profesional, ni siquiera cuando nos aferramos cada uno al otro y empatamos.
Pero fue entonces que la miré a los ojos, y algo resonó en mí como una campana. Dijo mi nombre, y fui suyo.
Fui un imbécil, es cierto. No sé porqué pensé que correspondería mis sentimientos: cuando me le fui encima en la fiesta estaba obnubilado, obnubilado de hambre, de amor, de deseo, de rabia al verla junto a Sable, que era el modelo que nos ponían en la academia, al que todos debíamos aspirar y que ninguna jamás podría ser. Yo nunca quise ser él, tan correcto y tieso, tan masculino y dominante. Nunca fui así, esperaba ser mejor, no encerrarme en esos rígidos esquemas.
Nunca quise ser él, hasta que ví que el tenía lo que yo ansiaba, lo tenía y no parecía importarle. Él no significaba nada para mí, ninguno de ellos, hasta que lo vi poner sus manos en la cintura de mi April, la vi reír con su mejilla contra la suya, vi las manos de ella en sus hombros, su forma de hablarle, de secretearse con él y reír juntos, que hubiera vendido mi alma por ser él, y lo odié. Acaso él tenía su amor? Sus besos, sus abrazos, sus risas, la suavidad de su cuerpo, sabía qué tan dulce era por dentro? Lo odié, porque pensé que él era su novio. Se veían tan juntos, tan lejanos y perfectos, tan inalcanzables.
Estaba loco de celos cuando intenté declararme, y por eso cuando se negó usé mi fuerza. Debo de haber estado descontrolado porque por muy Comisario Estrella y experta en combate sin armas la dominé un momento, y aspiré su pelo, aferré su cintura y sus nalgas en mis manos, me presioné contra ella, poseí su boca con la mía, apreté sus senos contra mí, respiré su aroma enloquecedoramente dulce.
... y perdí todo en un segundo. Cuando todos se rieron al verme despatarrado a sus pies, cuando me afearon mi conducta supe que bajo esas reglas nunca sería mía. Renuncié, y me fui para buscar mis propias reglas. Porque la tendría aunque tuviera que quemar la Nueva Frontera.
Me siguió esa noche: estoy segurísimo que ninguno de ellos lo supo. Me esperó junto a la verja, dolorida por haber sido la causa de lo que pensaba una tontería, un infatuamiento sin sentido. Me suplicó que volviera.
Le pregunté si me recibiría en sus brazos.
Me dijo que al amor no se le ordenaba, que la perdonase, que no arruinara mi vida. Alargó una mano hacia mí, y yo la aferré, la tiré hacia mí, la devoré para que ese recuerdo me durase hasta que volviera a verla: bebí su saliva como un hombre agonizante, me llené las manos de sus curvas, presioné mi miembro erguido en su regazo cálido, en el nido que se me negaba aún, pero que un día sería mío. Se soltó, roja de ira, y sé que también de reacción.- No, Jesse! - me gritó.
Y huí, huí solo, su aroma aún en mis manos, su sabor en mi boca. Esa memoria me mantuvo cuerdo tres años, hasta que volví a verla.
Aún hoy, esa memoria es todo para mí. A pesar de los años transcurridos, y de que mi amor, mi deseo por ella se han vuelto una enfermedad crónica que me carcome. Ese amor puro y apasionado se agrió, envejeció, se mezcló con odio y destrucción: pero aquí sigue, ardiente y salvaje, aleteando contra mi pecho como el primer día.
Si les di la tecnología de la teleportación, es porque tenía que salir de la cárcel para poder verla. Porque esta vez no seré denegado: iré, y mataré a quien esté con ella si es necesario, y cuando la encuentre, la amaré al menos una vez aunque luego me mate. Si me dejaras, te haría la más feliz de las mujeres. Es que no comprendes? Te amo como nunca pudo amarte el bobalicón de Fireball, el tarado de Colt, el frígido de Sable. Cómo podían vivir a tu lado, luchar y comer y dormir a tu lado sin enamorarse, sin tocarte, sin reclamarte? Los odié a todos por turno pensando que era con ése con el que estabas: me equivoqué, ninguno era hombre suficiente para ti. Estabas sola, y cada vez que te veía más delgada, más triste, más fría.
Si me hubieras dejado. Si me hubiera hecho caso en el primer armisticio, y te hubieras ido conmigo, la guerra hubiera terminado, y hubieras dejado ese espacio frío por mis brazos, amor mío. Me hubiera ido adonde quisieras, hubiera luchado del lado que tú quisieras, sólo si me lo hubieras pedido. Hubiera sido tu esclavo, tu espada, te hubiera dado todo de mí: pero no lo querías.
Hoy lo tendrás, quieras o no. He esperado diez años por otro beso, y no creas que no lo reclamaré. Acaso no recuerdas? Parte de mí está convencido de que nunca pensaste en mí, que nunca tuve una sola oportunidad. Pero una parte de mí, que quiere soñar, que no soporta darse por vencido, sueña. Estos años en la cárcel me sostuvo una sola memoria: tus ojos cuando me entregaron a los agentes planetarios y me llevaron a la celda. Me mirabas.
Recuerdo cómo me mirabas e intentabas ocultarlo cuando nos enfrentamos en la última batalla. Había algo nuevo en tus ojos, aunque puede haber sido la desesperación, la angustia, el horror de esa batalla: recuerdo a ambos, a ti y a mí, luchando a ciegas, el espanto de todo ello, la traición de Némesis. Recuerdo haber visto esas pantallas y darme cuenta en un segundo de espanto lo que planeaban hacer: volar a Némesis, el Nth grade, el planeta entero, con ustedes adentro. No podrían escapar: y supe que con sus locos sentidos del honor y la responsabilidad, estaban dispuestos a morir juntos.
Supe que no podía dejarte morir. Todo mi ser se rebeló como una fiera: todo mi instinto se alzó como se alzó el primer día, cuando le puse una bomba a Ramrod y me humillé ante Sable para que te salvara. Te amaba, y no podía dejarte morir.
Fui hasta ustedes, sabiendo que sería mi muerte: no había tribunal marcial que le diera cuartel o perdón a un traidor. Pero fui. Te amé y te odié cuando los vi junto al Nth Grade, Ramrod cerca. Estaban abrazados, listos para morir. Habían hecho un brindis, y estaban allí simplemente, las armaduras aflojadas, charlando. Tenías la cabeza en el pecho de Colt, y él te besaba y te acariciaba el pelo: Fireball estaba abrazado a Saber, y los cuatro parecían tan serenos... cómo podían dejarte morir así?
Recuerdo cómo me miraron cuando me acerqué. Colt sacó su pistola, y dijo con la misma entonación con que pediría la sal que iba a darse el gusto de matarme antes de morir.
Levanté las manos, pero miré a Sable: y les dije que no tenían porqué morir: que había una forma de escapar de la explosión si confiaban en mí cuando volaran al Nth grade.
Tú hablaste, sin mirarme. Dijiste que la explosión cubriría al menos cuarenta parsecs, y que no había forma de bloquear un disparo del cañón Cobalto a distancia: que ni siquiera Ramrod los dejaría escapar a tiempo. Dijiste que estabas lista para morir, que no había una muerte mejor que morir llevándote a Némesis.
Se me partió el corazón. Eras tan joven y tan valiente, y tan triste. - Jessie, si aún la amas...- sé lo que Sable iba a decir. Iba a suplicar por tu vida. Iba a pedirme que si había alguna forma de salvarme, te llevara conmigo, sólo a ti. Pero sabía también que tendría que haberte llevado atada e inconsciente para que los hubieras dejado morir solos, y que jamás nos hubieras perdonado.
Fue entonces que les dije lo de la tecnología de vapor, los agujeros de gusano que nos permitirían llegar mucho más allá de los cuarenta parsecs en un tercio de segundo, justo lo que tendríamos para escapar... si me dejaban ser el navegante de Ramrod esa vez. Los rostros de Colt y de Fireball eran un poema de rabia y desconfianza; pero Sable por una vez no dudó. No confiaba en mí ni con una bolsa de leche, pero Sable sabía que yo no mentía: sabía que si había una posibilidad, yo te salvaría, y no dudó. Él sabía cuánto te amaba, cuánto te amo todavía.
Y por unos momentos, fui un comisario estrella: por un momento conocí el vértigo, los ví trabajar juntos, conmigo como uno de ustedes. Y fue maravilloso. Vi cómo encajaban juntos- los cuatro y Ramrod- como una solo: y me sentí uno de ustedes, parte de un equipo, no el eterno solitario, por una vez.
Podría haber sido uno de ustedes? Si hubiera terminado la academia con las mejores marcas, si hubiera postulado, luchado, si me hubiera convertido en un héroe, hubiera sido mía una de esas terminales, hubiera escuchado siempre la voz de Sable diciendo " April, Fireball, Colt, Jesse, fuerza plena, zero?
Me gustó serlo. Me hubiera gustado serlo. Compartí contigo el puesto de navegación, y cuando nuestras manos volaban juntas por el teclado, las tuyas en los módulos de supervivencia, las mías en las tablas de coordenadas, gritándole órdenes a Fireball para que nos mantuviera en un curso fijo, me sentí como debe sentirse uno al llegar a casa, tu costado contra el mío apretado y tibio, tu corazón golpeando acelerado.
No tuvimos tiempo de ensayar ni planear: nos lanzamos, y es un testimonio de lo increíble que Ramrod era que hubiera aguantado: nunca pensé que pudiera hacerse con algo tan grande. Pero tú lo mantuviste entero aunque las presiones casi nos destrozan: ese loco piloto tuyo logró ese curso imposible: y cuando la preenrgía de explosión nos alcanzó, tu vaquero soltó toda la energía que le quedaba a tu nave, y en la zona de electroestática creada giramos como una peonza y saltamos entre la materia para atravesar el vaporespacio. Te sentí contener el aliento, y te tomé la mano y la apreté cuando la nave dio el tirón y las estrella parecieron desaparecer, dejando todo a oscuras, Ramrod en absoluto silencio tras vaciarse de energía.
Oí a Colt preguntar: " estamos muertos, verdad"
Y entonces, todas tus computadoras volvieron a la vida, y observamos la explosión desde la segura distancia de ochenta parsecs. Parecía un gran sol rojo. Saltaste de la terminal y te arrojaste en los brazos de Sable, que te alzó, te besó en los labios, te apretó, y luego Fireball te besó también, te hizo girar, y Colt te tomó en sus brazos y parecía que no iba a soltarte jamás. Se abrazaron, los vi besarse temblando y llorando, y entonces Sable me miró, los ojos húmedos, abrazando a Colt, y me dijo " Gracias.
Yo bajé la vista. Me dolía el corazón de celos, de rabia, pena, alivio. Se volvieron a mí, y vi el conflicto en el rostro de Fireball y Colt: los deseos de matarme y su gratitud mezclada. Fue finalmente Sable quien le ordenó a Colt me metiera en la celda de Ramrod, me diera comida y me mantuviera cómodo hasta llegar a Yuma. Dijo que hablaría en mi favor para que no me ejecutaran. Cumplió su palabra, como siempre.
Pero tú, mi April, callaste. Ni siquiera me miraste, aunque tenías los ojos llenos de lágrimas.
Y desde entonces me pregunto porqué no podías mirarme. Todos estos años en la cárcel me lo he preguntado, cada noche, porqué? Porqué no podías soportar mirarme? Era porque te asqueaba tanto, o por?
Tengo que saberlo. Y lo sabré hoy.
Encuentro sin dificultad tu cuarto en el hotel, en donde esperas a un contacto para que te de los nombres de esos jueces a los que antiguos renegados han comprado. No tienes la menor idea de que el contacto soy yo, verdad? Quien más podría saber los nombres de todos los renegados?
No golpeo la puerta: sólo entro. Avanzo en lo que parece un cuarto vacío, pero tu esencia alerta mis sentidos, como nada más en mundo: jazmín y rosa salvaje, junto con tu propio aroma. Me quedo quieto cuando siento una pistola apuntada a mi sien.
Estabas tras la puerta, esperándome. La pistola baja a mis omóplatos y oigo tu voz, clara y cortante.
- da la cara.- ordenas, y giro obediente. Estás muy delgada, las ropas oscuras que llevas haciéndote ver aún más delgada. Tu rostro sigue siendo el mismo, aunque más afilado y fino, tus ojos fríos, sin maquillaje, tu pelo teñido de un castaño que no puede ocultar los reflejos de oro, apretado y sujeto en un elástico. Te miro a mi placer mientras veo el shock en tus ojos, veo tu mano temblar y luego, por un parpadeo, me doy cuenta que vas a dispararme.
Te desarmo con la mano izquierda, te obligo a girar y te aferro contra mí en un movimiento, mi otro brazo rodeándote, inmovilizándote por las caderas, aferrando tu otro brazo para dejarte indefensa. Te retuerces y luchas: intenta el truco del tendón, el truco del hombro, intentas aferrarme una rodilla: pero conozco esos trucos, y te obligo a quedarte quieta hasta que tu aliento en jadeos se aquieta y dejas de luchar. Tu pistola cae al piso: y tu cuerpo se afloja de pronto, un temblor en tu nuca. Respiro hondo, sintiendo tu cuerpo, y entonces me susurras:
- Viniste a matarme-
- No.- respondo, mi aliento agitando el fino cabello de tu nuca, un deseo insoportable de besarte allí, esa carne tibia y sedosa.- No. Nunca te haría daño-
Emites una risa, una risa áspera, y te sueltas de mí, ignorando la pistola, ignorando todo, para ir hacia la ventana. Te apoyas allí, y cuando te vuelves a mirarme, y enfrento tu mirada, veo tanta soledad en ella que una vez más me rompes el corazón.
- Libre al fin, verdad? Genocidio, alta traición, sabotaje, y te dan el perdón sólo por una tecnología que los va a hacer ganar mucho dinero. Típico-
- Fueron cinco años largos.- digo, las manos en los bolsillos, apoyándome en la pared. April me mira con esa nueva frialdad, y se sienta en una silla junto a lo que debe ser una mesa de desayuno para amantes. Avanzo, y me siento frente a ella, los dos solos, mientras afuera llueve sobre esa ciudad nueva y pujante que casi ha olvidado ya la guerra.
- Supe que vas a retirarte.- pregunto al fin, observando sus manos blancas sobre la mesa oscura, las uñas redondeadas y escrupulosamente cortas. No hay ningún anillo, ni de matrimonio ni de compromiso. Yay.
- Suerte que trabajo en el Servicio Secreto.- veo su sonrisa irritada y no puedo menos que sonreírle.
- Tengo mis contactos-
- No lo dudo-
- Supe que Sable es High Lord, estará feliz-
- Sólo lo hizo porque era lo que se esperaba: Sable detesta la política-
- Se ha casado-
- No-
- Te está esperando a ti, entonces-
- Sable y yo jamás hemos tenido una relación, Jesse-
- Una pena que no me hayas dicho antes. Le hubieras ahorrado muchas balas.- bromeo. Pero ella mueve la cabeza.
- Lo tuyo era una pose, Jesse. Apenas me conocías: no finjas que era yo lo que te mantuvo al lado de Némesis. Ni siquiera puedo creerte que haya sido despecho lo que te mandó allá en primer lugar: toma bastante más una desilusión amorosa que alguien traicione a su raza-
- Eso te dijeron para que no te sintieras culpable?- la miro con una sonrisa.- Pues tus psicólogos estaban equivocados. Me fui, y me quedé, y luché, exclusivamente por amor a ti-
Tantos años enfrentándonos, y aún puedo hacerte sonrojar.- Estás loco-
- Sigo loco. Si les di la tecnología e hice que me soltaran, fue exclusivamente para poder volver a verte.- Hay un silencio. Y entonces hay cólera en tus ojos, y cuando te levantas, me doy cuenta de súbito que no estás bien. Esperaba que el fin de la guerra te hiciera feliz, porque parecías feliz cuando- lo vi en televisión- Yuma los recibió con una lluvia de confeti, cuando los condecoraron, cuando hablaron de paz. Pero ahora hay dolor en tus ojos, angustia, una amargura que nunca te vi ni siquiera en plena guerra. Y cuando me gritas, tus ojos están húmedos de pronto.
- Cuándo...- siseas.- Cuándo me vas a dejar en PAZ? Cuándo vas a dejar de hacerme responsable de tu vida! Cuándo va a terminar esto, qué tengo que hacer para que me dejes TRANQUILA...!- - Va a terminar cuando uno de los dos se muera.- digo con suavidad, levantándome, conmovido por el dolor en su voz.- O cuando me des una oportunidad, April-
Se queda quieta. Y entonces, rápida como el rayo, recoge la pistola y me apunta al pecho.
No me muevo. No tengo miedo. Si no va a darme su amor, puede matarme y no me quejaré: no me importa morir a sus manos. Sólo sentiré dejarla sola.
Y entonces veo que sus ojos se inundan, y se lleva la pistola a la sien.
