Todo en la vida de la joven Sarah iba bien. Los fines de semana se dedicaba a hablar con su madre por teléfono. Su madre iba a venir desde Beverly Hills, eso le decía, luego de haber probado su suerte ahí como maestra de actuación. Atrás habia quedado el carácter inmaduro de una Sarah quinceañera que atormentaba a su familia; adoraba a su hermano Toby, quién era un casi un adolescente, bastante hablador y coqueto. Sarah se preguntó a quién habría sacado esa picardía, ya que su padre era algo insulso, hasta la misma esposa de Robert sobre lo distintos que eran. Sarah evitaba pensar en ese ser que una vez la puso en aprietos, su picardía sí que se parecía.
Su hermano llevaba los amuletos que alguna vez Sarah le obsequió. Para Toby, el muñeco enano y los demás seres fueron sus mejores amigos. Los guardaba como ningún otro objeto suyo; pero Sarah le pidió que cuando ya no los necesitase porque ya habría crecido lo suficiente, se los daría a otro niño para aplacar su soledad. Sin embargo, Sarah siempre iba a recordar a esos amiguitos, aquellos que le salvaron de caer en engaños y le ayudaron a quererse a sí misma.
Sarah bajó a la primera planta de la casa, ese día sus padres habían salido a pescar, por lo que un día antes ya se había despedido de ellos debido a que esa mañana vendría Linda, su madre, a recogerla. Para comodidad de las dos, se habían ido, para evitar a Linda y a sus "cambios de humor". No tardó mucho en venir su madre y tocar el claxon, verificó por la ventana y vio un carro nuevo de color azul esperándola, corrió hacia su madre, luego de muchos años de no verla, atrás quedarían los rencores pasados, eso intentaba pensar Sarah.
—¡Mi niña!— Linda tomó a su hija del rostro, y en la mente de Linda no había una palabra como "niña" para describir a Sarah, ella estaba altísima y adulta, con sus dieciocho años cumplidos, aun así Linda se sentía culpable de no haber vivido la niñez de su hija, por eso la llamaba así.
Sarah la abrazó y lloraron. Hasta que en un rato partieron, iba a ir a la casa de los abuelos, los padres de Linda, que ya habían fallecido. Estaba no muy lejos de la casa de Robert.
La conversación en el auto pasó a ser una conversación entre amigas, mas que de una madre e hija. Sarah pensó que eso fue debido al carácter alegre de su madre. Ella le habló que no salieron las cosas tan bien en Beverly hills, que hubiese vuelto por su hija cuando su Robert le devuelva la custodia que le robó y de la reciente muerte de sus padres. Sarah ni siquiera pudo conocer a sus abuelos a fondo, sólo tenía fotos de ellos y recordaba que la criaron cuando tenía cinco años de edad.
Cuando llegaron a casa, lo primero que hicieron fue abrir las ventanas y sacar el polvo de los muebles, para sentarse. Linda miró fijamente a su hija cuando limpiaba los muebles, tenía unos pantalones como de exploradora largos y grandes, eso no ocultaba bella figura, de hecho aumentaba más la atención hacia sus largas piernas.
—Sarah desde que pequeña te gustó el ballet, ¿no?
Sarah sacaba las telas que cubrían a los sofás.
—Amh... sí, mamá
—Ahora que has salido de la preparatoria, podrías interesarte en la actuación o cualquier forma de perfomance—
Mamá empezó a tornar la conversación a un rumbo que no deseaba. Todo fue bien hasta ahora.
—La verdad es que no tengo interés— le dije como buena niña, mi interés no era el trabajo de mi madre.
Mamá se acercó a mí y me tomó de los hombros con ligereza, apresurándome a sentarme.
—Quizás... sólo tengas miedo, yo también lo padecí cuando estaba en la escuela, pero siempre me gustó ser el centro de atención
Mi timidez no era problema en eso porque no era tímida. Aunque me decían que era algo introvertida por preferir estar con mi familia que salir a fiestas tan seguido. Tampoco consideraba ser extraña por eso, mis padres era mi mayor soporte, nunca los iba a preferir por encima de fiestas o salidas con extraños que sólo estén interesados en salir conmigo.
—Entonces ¿Cómo superaste tu timidez?— me levanté y apuré en sacar mis cosas de una maleta pequeña que traje
—Bueno... fue con técnicas, por supuesto, hacer ridículo al principio y luego hacer cosas que te sean más difíciles
Mentiría si dijera que no disfrutaba de esa conversación, aunque sé que no iba a ninguna parte. Pero estar cada minuto con mi madre, me hacía enormemente feliz. Sabía todo este tiempo que ella se victimizaba y le echaba la culpa a mi padre por el hecho de que le hayan denegada mi custodia, pero eso no importaba, estábamos juntas ahora, dejaría las cosas del pasado por tener su compañía.
Mamá y yo estuvimos viajando por todo el mundo antes de los cinco años, cuando mi padre aun vivía con ella, también viajaba, todo se debió al carácter benévolo de mis abuelos, que participaban en proyectos caritativos en el oriente. Pero papá dejó a mamá por estudiar en la universidad y mamá siempre lo odió por eso. A pesar de que mamá alguna vez intentó volver a salir con mi padre, para impedir que me llevasen, mis otros abuelos la rechazaron pero ella regresó a Estados Unidos a comenzar su carrera artística. Siempre me visitaba, hasta que mi padre se casó con Irene, y ella empezó a ser más invasiva con mi custodia, ya casi no venía a verme y por último se mudó a Japón. Cuando era pequeña, pensaba que Irene tenía la culpa de todo, porque mi madre mediante sus cartas me trasladaba su odio hacia ella. Pero sabía que toda la culpa de mi desdicha la tenía mi propia madre. La odié por un largo tiempo hasta que cumplí 18, ella me rogó por teléfono que me quedara con ella y admití necesitarla.
Luego de salir del baño, no vi a mamá por ninguna parte, supuse que había salido de compras. Así que sólo me quedó ver la televisión, me eché en el sofá como si fuese la ejecutiva más cansada del mundo. La prendí y únicamente daban canales de señal abierta, caí en un espectáculo de preguntas y respuestas, te pagaban por las respuestas más sinceras y chocantes que puedas dar, una chica de mi edad le tocó responder a varias, le preguntaron cuál fue el día más feliz de su vida, era un chica linda y genial, y sólo hablo algo así como: "El día más feliz de mi vida fue en una puesta de sol en la playa, acampando, con mis compañeros de la escuela. Mi primer viaje sin mis padres, con mi pareja, eso fue hace cuatro años y seguimos juntos" sonrió y señaló a su pareja cuando la comentarista le dijo algo al oído. Esa chica sólo se estaba pavoneando de salir con su pareja por mucho tiempo, ni siquiera dijo algo especial sobre la respuesta.
Me estaba comenzando a exasperar el qué hacer antes de que mamá trajera la comida, o que cocinemos. Había cambiado los canales varias veces, pero regresaba al mismo tonto talk show porque no había más variedad de canales. Entonces fue cuando empecé a pensar sobre mi día más feliz, en mi mente surgía esa que conocí a los goblins y reté a su rey, pero prefería ignorar eso, no quería contar que alguna vez un aparente brujo me intentó quitar a mi hermano. Iba a mantener la promesa de no hablar del origen de Hoggle ni de los otros con nadie. Siempre estuvieron en mi vida, me acompañaban a la escuela, entonces fue cuando junté el valor de hablar y buscar amigos, por supuesto, también fueron mi paño de lágrimas cuando recordaba a mi madre.
Miré la ventana, como buscando la llegada de Linda, así es como quería que la llamase, por su nombre de pila, mi mamá quería ser por siempre joven. Pero este año que iba a quedarme con mamá, tenía la seguridad de tenerlo todo. Ahora estaba completa. Había ganado a un detestable rey, al rey goblin, no me sentía una chica tonta a la cual podrían engañar sólo por sentirse abandonada. Había llegado a esa conclusión hace unos años cuando en la escuela se presentó la tarea de estudiar a Silvia Plath y su feminismo.
Ya comprendía que la relación que tuve con el rey goblin fue sólo el capto de una ingenua damisela que no busca otra cosa en la vida mas que un principe azul.
—Rey goblin, si te viera ahora, te sacaría la cabeza— dije intentando estrangular a la almohada más cercana a mí
Ahora que lo pienso, hubiese sido divertido traer a Ludo aquí, quizás también al amargado de Hoggle. Pero mamá se hubiese dado cuenta que llevo peluches y quizás se hubiera burlado de mí.
Sólo pensando en esas cosas, Sarah quedó dormida, quizás hasta la noche. No quería dormirse, pero dentro de su mente pensó que estaba despierta, en un salón de bailes, repleto de bellos manteles, altas ventanas victorianas y un matiz plata que abundaba allí, daba tanta elegancia al ambiente. Ella se dirigió al centro del gran salón, para ver que estaba pasando, pero no había ni una sola persona. Después de dar vueltas, rememoró que este salón se parecía mucho al del baile donde el rey goblin intentó seducirla. Entro el furia, antes de gritar y matar al cretino ser, vio que lo que llevaba puesto era la ropa de la mañana, donde se encontró con su madre, ahora sabía que estaba soñando. A comparación de ambiente etéreo que vivió en sus 15 años, esta vez percibía el ambiente de manera tranquila.
