Disclaimer: Thanks to LyricalKris for letting me translate this story! Solo me adjudico la traducción. ¡Disfruten!


Capítulo 1

—¡Orden lista!

Bella Swan limpió su frente con la manga de un brazo, su rostro sonrojado por el calor de la cocina. Sonrió mientras la mesera se acercaba a la ventanilla, con una nueva orden en mano.

—Espero que tengas suficiente comida allí atrás, Bella —dijo Jessica, rodando sus ojos—. Emmett McCarty acaba de ordenar la mitad del menú.

—¡Escuché eso! —sonó la ruidosa respuesta desde una cabina en la esquina de la cafetería, lo suficientemente fuerte como para que se escuchara por encima del ruido normal de otros clientes.

Jessica le dio la orden a Bella antes de cargar la comida en espera a su bandeja.

—Lo juro, debería darte a ti la propina al ordenar tanta comida.

—¡También escuché eso!

—¡Ah, calla! —respondió Jessica con una sonrisa, su cola de caballo golpeteando sobre su hombro mientras se retiraba para servirle a la mesa dos.

Bella soltó una risita mientras comenzaba a preparar la siguiente orden, y luego rio cuando notó que Jessica no había exagerado. Emmett había ordenado suficiente comida para cinco personas.

Se puso a trabajar, cambiando su postura, esperando que eso aliviase sus adoloridos pies. Había sido un día largo, y luego de la hora de ajetreo de la comida, podría irse a casa. Un buen baño caliente sonaba bien en ese momento.

Tarareando junto a la radio mientras cocinaba, sonrió al darle un vistazo a la ocupada área de comedor, llena de personas que conocía desde que era pequeña. Hubo un tiempo donde pensó que no podía salir lo suficientemente rápido de la diminuta ciudad de Forks. Había tenido sueños y metas, reflexionó mientras vertía un huevo en un bowl. Aún así, allí estaba, todavía en el mismo lugar, haciendo el mismo trabajo desde la secundaria.

Batió el huevo con un tenedor y suspiró. Por muchos años había dejado que la vida pasara por ella, pero eso estaba por terminar. Haría algo con su vida… algo que debió haber hecho años atrás.

Carcajadas llegaron desde el área de comedor, y Bella echó un vistazo por la ventaba para ver a Jessica molestando a Emmett, con su esposa Rosalie, con una muy fuerte opinión también.

Bella negó y rio mientras tocaba la campana y gritaba "¡Orden lista!". Puede que no haya sido su sueño trabajar en una cafetería de pueblo, pero al menos era entretenido, usualmente.

Bella se despidió antes de retirarse. La puerta sonó al cerrarse mientras se estiraba, y despacio subió los escalones detrás del edificio hacia su departamento encima de la cafetería. Estaba agotada por el largo turno y no podía esperar a quitarse la ropa grasosa, tomar un largo y caliente baño, y luego descansar con su cómoda pijama por el resto de la noche.

~o0o~

Entró a su apartamento, dejando sus llaves en el estante. El lugar era pequeño, pero se acomodaba a sus necesidades. La pequeña sala de estar no obtenía mucha luz, gracias a las pequeñas ventanas, pero no estaba mucho durante el día, así que estaba bien. Los únicos muebles eran el sofá que había tomado de caridad, el estante en una esquina, y una pequeña mesa con dos sillas que usaba como comedor. Había una pequeña cocina, un pequeño cuarto de baño y eso era todo. Sin habitación, ya que el sofá era sofá cama. No era mucho, pero era limpio… si nadie veía la delgada capa de grasa que parecía habitar sin importar cuánto limpiase. Era el resultado de vivir encima de una cafetería.

Bella suspiró. De acuerdo, el departamento era oscuro y lóbrego, pero cuando se mudó de la casa de Charlie, determinada a mantenerse ella sola, era todo lo que podía permitirse. Tal vez, si su ayuda monetaria llegaba, podría pagar un mejor lugar en el otoño. A su edad, preferiría un apartamento que los dormitorios universitarios, pero en ese momento, incluso un dormitorio sería mejor que el lugar actual.

La emoción se extendió por su espina dorsal mientras pensó en lo que se avecinaba en los próximos meses. Le había tomado mucho tiempo reunir el coraje para enviar su solicitud a la Universidad de Washington. Era una universidad estadal pública, así que no era una preocupación el no entrar, pero aún así era atemorizante. Era una lucha constante no pensar en la última vez que había esperado noticias de la oficina de admisión, pero logró apartar los recuerdos dolorosos. Finalmente, luego de semanas de anticipación, la carta que otorgaba aceptación a U-Dub había llegado la tarde anterior.

Su vida estaba a punto de cambiar. Y por una vez, sería para mejor.

Tal vez, pensó mientras tomaba una botella de agua del refrigerador, solo tal vez podría encarrilar su vida. Había cometido errores terribles, y su corazón todavía dolía al recordar su mayor arrepentimiento, pero todo eso estaba en el pasado. Nunca olvidaría, pero podía superarlo. Era tiempo de que avanzara y se diera una oportunidad en la vida.

Dejó la botella de agua en el mesón y caminó dos pasos hacia el baño cuando tocaron la puerta.

Bella frunció el ceño, preguntándose quién estaría en su departamento… nadie lo había hecho antes. Bueno, excepto por Charlie, y él estaba trabajando. Dudó cuando tocaron de nuevo, ahora más persistente, pero fue hacia la puerta.

—¿Quién es? —preguntó. Su papá era policía, no abriría la puerta sin saber quién estaba al otro lado de la puerta, incluso en Forks.

Hubo una pausa, y luego se congeló mientras una voz que nunca pensó escuchar de nuevo llegaba a través de la puerta.

—Es Edward. Edward Cullen.

~o0o~

Había estado sentado en el estacionamiento de la cafetería por casi dos horas, atrapando las miradas de más de una persona mientras daba golpecitos ansiosos al volante de su auto. Tenía una vista perfecta desde donde estaba, podía ver varias mesas, la larga barra. Y sin embargo, más importante, estaba el hecho de que podía ver a la pequeña mujer parada en la cocina, su cabello color caoba recogido en una cola de caballo, usando un delantal azul marino y armada con una espátula. Más de una vez había pensado en entrar al pequeño restaurante, pero esta no era una visita social; no había nada placentero acerca de la reunión que tenía planeada. Edward no le había preguntado a nadie directamente dónde podría encontrar a Bella, o qué era lo que estaba haciendo, pero desde que se había mudado a la Costa Este, desde hace una mes, había escuchado que Renée había viajado hace tres semanas para visitar a Esme y le había dado noticias de Bella.

Él había estado impresionado y molesto cuando descubrió que Bella estaba trabajando como cocinera en la cafetería de Forks. Ella había tenido la oportunidad de hacer algo por sí misma, y en lugar de eso estaba desperdiciando su vida y su potencial en este pueblo olvidado. Sí, había estado molesto cuando lo escuchó, pero ahora, sentado en su auto mientras la miraba en la cocina, sirviendo comida grasosa y riendo mientras hablaba con aquellos a su alrededor, se puso furioso.

Ella no tenía ningún derecho de ser feliz.

Poco después de las siete, la luz en la parte trasera del restaurante se encendió, y observó la puerta trasera abrirse. Se quitó su delantal y estaba vestida con una simple camiseta roja y jeans. Los nudillos de Edward se pusieron blancos mientras se aferraba al volante cuando notó que un poco de piel se hacía visible, incluso desde su punto de ventaja, mientras ella levantaba sus brazos sobre su cabeza, arqueaba su espalda y se estiraba.

Le tomó varios minutos relajarse antes de salir de su auto. Dejó que su molestia y rabia lo guiaran, aferrándose a ambos como si fueran su salvación, y subió las escaleras que ella acababa de recorrer.

Parado frente a la puerta de madera oscura, le dio un último vistazo a los papeles que tenía en su mano izquierda y los apretó fuerte. Debió haberlos llevado en un maletín. Edward Cullen siempre usaba maletín; le daba poder. La imagen lo era todo en este mundo, y sabía que el simple sonido de los broches al abrirlos, "click, click", y luego al cerrarlos, intimidarían más que las palabras que él había ensayado en su cabeza cientos de veces durante los últimos días.

Click, click.

Su mano se apretó incluso más alrededor de los documentos, arrugándolos ligeramente, mientras consideraba su propia estupidez al permitirse a sí mismo verse tan envuelto por los sentimientos, habiendo fallado al separar su mente profesional de la reprimida emocionalmente. Todavía esperaba poder controlarse alrededor de ella. Fueron seis años, y aparentemente ella todavía tenía un encanto en él que rivalizaba a cualquiera. Parecía que cuando se trataba de lidiar con Bella Swan, tenía el hábito de perder los sentidos y hacer cosas estúpidas. La pequeña pieza de metal dentro de su bolsillo siempre había sido su prueba de ello.

Dios, la odiaba.

Solo ese pensamiento avivó la furia que lentamente había menguado mientras se paraba frente a su puerta. No podía permitir que nada interfiriera en su misión.

Con un respiro más y una resolución más firme, Edward levantó su mano y golpeó su puerta.

~o0o~

Paseó de atrás hacia adelante por la pequeña sala de estar, cuatro pasos de la mesita de café hasta el estante, y de nuevo. Alternaba en pasar sus manos por su cabello y pellizcar el puente de su nariz, ambas claras señales de irritación y frustración. Parado en el medio de su sala de estar, luego de tantos años, era la última cosa que quería estar haciendo. No había querido regresar a Forks. Y por seguro no había querido presentarle esta proposición.

Bueno, al menos él lo presentaba como una proposición. Aunque no estaría sorprendido si ella se refería a ello como coerción y manipulación. Edward Cullen sabía exactamente lo que ella estaba haciendo.

El sonido del papel llevó su atención de vuelta a la mujer sentada en la mesa de la cocina. Un codo sobre la mesa, su mano en su frente, revisando las páginas, esforzándose en tratar de entender todas las legalidades… todas sus demandas. Era obvio para Edward que ella estaba preocupada de que él tratara de aprovecharse de ella.

—Tienes que estar bromeando

—¿Qué parte? —preguntó él, acercándose a la mesa. Colocó las palmas de sus manos en la superficie de madera antes de quitarlas rápidamente y luego limpiarlas, haciendo muecas.

Ella dirigió un vistazo a su dirección.

—Todo —dijo ella, su tono incrédulo—. Honestamente no piensas que alguien creerá esto, ¿cierto?

Edward la observó al mismo nivel.

—¿Por qué no? Todos te creímos antes… ¿o lo has olvidado?

Le dio mucho placer la mirada de sorpresa que cruzó por sus rasgos, pero demasiado pronto recobró su compostura y volvió la vista al documento en sus manos, sin decir nada.

Apartándose de la mesa, Edward volvió a su paseo. Sin embargo, esta vez, sus ojos vieron el departamento del tamaño de una estampilla postal. La sala de estar tenía la misma medida que su primer dormitorio en la universidad. Había dos ventanas pequeñas, cada una del tamaño de una caja de pizza, con pesadas cortinas bloqueando la mayor parte de luz. El techo que alguna vez fue blanco, ahora tenía varias manchas amarillas donde el agua se había colado desde el techo, y aunque limpio, todo el lugar olía, e incluso se sentía, a grasa por la cafetería justo abajo. Ella debería estar agradeciéndole por sacarla de este infierno. Entonces, mientras notaba su apariencia raída, que ella lucía tan terrible como su departamento.

Por un breve momento se comenzó a preguntar qué le había sucedido. Esta no era la misma chica que había conocido por años. La Bella que había conocido nunca se habría hecho esto a sí misma. Nunca habría desperdiciado su vida al esconderse en el mismo pueblo pequeño que había jurado odiar mientras crecía. No habría abandonado la universidad, el instituto, para trabajar en una cafetería. Demonios, la Bella que había conocido tenía sueños de ir a la universidad, de matrimonio y niños y…

Edward echó un vistazo a la pequeña, desolada y deprimente habitación y se estremeció… ella había tenido sueños. Cerrando sus ojos y pellizcando el puente de su nariz, Edward se recordó que no le importaba.

Más movimiento de papel desde la mesa y se volteó hacia ella. Observó mientras ella tomaba el bolígrafo mordido que estaba sobre la mesa y firmaba su nombre, con esa letra horriblemente desordenada con la que él adoraba molestarla cuando eran jóvenes.

Lo había firmado.

La satisfacción se disparó a través de él, y suspiró de alivio antes de tomar los últimos pasos, inclinándose y tomando el contrato en sus propias manos. Llevando su mano a su bolsillo, sacó la parte más importante de su plan. Edward ni siquiera podía verlo de nuevo.

El anillo hizo un ligero sonido mientras golpeaba la mesa y rebotaba frente a ella.

Ella miró la ofensiva joyería de forma reticente, ignorando completamente el verdadero simbolismo detrás de ello. Bufó mientras Bella ni siquiera podía obligarse a tomarlo para examinarlo con mayor detalle. Edward era muy consciente de que habiéndole prácticamente lanzado el anillo, sin importarle sus sentimientos, no era la típica ilusión romántica de una chica, ¿pero él no le había dicho millones de veces que ella no se parecía en nada al resto? El sentimentalismo lo enfermaba, pero le servía para convencerse de que ella no estaba obteniendo menos de lo que merecía.

—¿Qué les diremos? —preguntó en voz baja.

—En dos semanas, te llevaré a un picnic y te diré cómo, ahora que nos hemos reconectado, nunca podría dejarte ir. —Edward se vio en la necesidad de tragar bilis mientras le decía su mentira, cuidadosamente planeada.

—¿Por qué me das esto ahora?

Él se inclinó hacia adelante, sus manos de nuevo descansado sobre la pegajosa mesa, pero trató de ignorarlo. Esto era importante y quería asegurarse de que fuera muy claro. Esperó hasta que Bella levantó la vista de la pequeña banda de oro para encontrarse con su mirada.

—Porque no quiero confundir las líneas, Bella. Esto es un arreglo, un contrato, nada más. Es un pueblo pequeño y tendremos que ser vistos en público para que esto sea creíble, sin mencionar cenas familiares y demás, pero quiero que tengas claro algo… —Se inclinó incluso más y tomó su mentón con su mano derecha—. No significas nada para mí.

Apartando su mano y volviendo a su posición, caminó hacia la puerta. Con su cabeza gacha, comenzó a girar el pomo y dijo:

—Estaré aquí el domingo a las tres para llevarte a la casa.

No esperó respuesta y abrió la puerta, para luego cerrarla de un portazo detrás de él. No podía salir de allí lo suficientemente rápido.

~o0o~

Bella permaneció en la mesa de la cocina por horas, el anillo frente a ella, como si se fuera a quemar si se atrevía a tocarlo. No estaba preparada para verlo de nuevo, y nunca había esperado verlo. Ahora que él estaba de vuelta, justo cuando ella estaba comenzando a tomar control de su vida, y lo iba a arruinar todo. El optimismo que había sentido más temprano se había ido, dejándola con un sentimiento de desolación que nunca antes había tenido. De todas las veces que pudo escoger para volver a su vida, tuvo que ser ahora.

Sin compasión, apartó sus pensamientos egoístas, recordando que habían cosas más importantes que considerar cómo su vida se vería afectada. No importaba… ella no importaba. Solo había aceptado el plan de Edward por una razón: Esme. Lágrimas llenaron sus ojos mientras pensaba en la mujer que alguna vez había sido como una segunda madre, pero se rehusó a dejarlas caer. No merecía el descanso que llegaba luego de llorar.

Solo ella se había buscado esto. Él había sido tan duro, estaba tan molesto. Tan diferente al chico que alguna vez había conocido. La culpa que la acechó por ocho años volvió por venganza. Aceptando sus demandas, especialmente dadas las circunstancias, era lo menos que podía hacer. Y tal vez, solo tal vez, podía enmendar todo el dolor que había causado, de alguna forma.

Con dolorosa lentitud alcanzó el anillo, su mano moviéndose pocos centímetros por minuto. Tomándolo cuidadosamente con dedos temblorosos, admiró el diamante solitario con ojo clínico. Era una sola gema de corte diamante; si ella tenía que adivinar, diría que no era más de medio quilate. No era excesivamente grande, sino lo suficientemente grande que podía ser fácilmente visto. La banda era de oro blanco con un delicado patrón de enredadera en todo el círculo. Sus dedos se pasearon por la circunferencia, su boca curvándose en una ligera y pequeña sonrisa por el delicado detalle. Sin embargo, su aliento se contuvo mientras su pulgar se deslizaba por la banda y sintió lo que podía ser el grabado en el interior. Tragó fuerte, y sus manos temblaron mientras inclinaba el anillo para mirar adentro.

Por siempre y para siempre.

La represa que contenía sus emociones finalmente cedió y la magnitud de lo que había hecho la llenó. Esta vez fue incapaz de reprimir las lágrimas.