Reía y mientras lo hacía todo parecía estar bien. Su risa era como un bálsamo, poco importaban las diferencias entre ellos entonces.

Muchas veces los motivos para reír eran estúpidos y Merlín se sentía muy raro mientras subía las escaleras hacia sus aposentos para verla. Pero verla sonreír le hacía perder tanto el norte como la preocupación. ¿Cómo podían pensar El Dragón y Gaius que resultaba peligroso tratar con una mujer con una sonrisa así?

Entonces todo resultaba más simple, más cercano y si Merlín no tuviera la paranoia de que Uther y Arthur andaban demasiado cerca y tenía que estar preparado para salvarles el cuello, muy posiblemente se lo había contado. De hecho, siempre que subía a verla pensaba como decírselo y luchaba contra su parte más racional, la que rara vez se equivocaba. ¿Y por qué sin embargo tenía el presentimiento de que nada podía salir mal de todo aquello?

De todos los magos y brujas que Merlín hasta la fecha había conocido, Morgana sin duda era la más especial. Ella siempre parecía muy segura en todo lo que hacía y a Merlín le hacia gracia, en parte, que aquello la descolocara y le diera miedo. Morgana nunca tenía miedo o al menos nunca dejaba que los demás lo intuyeran. Así que el hecho de que hubiera confiado en él para una cosa así le enorgullecía, pero sobretodo le daba aun más responsabilidad. Y aquella responsabilidad no era como el resto, aquella estaba bien, le gustaba.

Era la tercera vez que veía a Morgana aquel día y la tercera vez que se debatía entre sincerarse por completo o irle preparando para que la impresión no fuera tan fuerte. Morgana le recibió en su cuarto con su sonrisa, alegre de confiarle lo bien que había dormido aquella noche y lo mucho que eso podía alegrarle el día. Merlín le escuchaba atentamente y sonreía en cada pausa deduciendo que aquella vez tampoco sería el momento correcto, no cuando estaba tan feliz y despreocupada por todo. No estaría bien privarle de tanta felicidad.

Entre ambos se había instalado el acuerdo tácito de no preguntar por el futuro, por los peligros ni por las impresiones ajenas a todo eso. Morgana valoraba especialmente que un chico que podía pasar como el simple criado del bobo de Arthur tuviera el don de escuchar y comprender.

Cuando Morgana despidió ya al anochecer a Merlín, el muchacho bajó los escalones mucho más animado que ningún otro día. ¿Era posible que hubiera encontrado a su hermana gemela? Después de Freya, Morgana era la única persona más cercana que tenía y que podría entenderle. Así que no entendía muy bien porqué hasta ahora se había dedicado a perder el tiempo pero estaba seguro de que mañana sería el día indicado para contarle a la chica todo. ¡Ya estaba decidido!

La muchacha también había disfrutado la velada, contenta de encontrar a la persona con quien no era necesario fingir.

Sin embargo, no toda felicidad podía durar; menos aun tratándose de brujos en Camelot. No se puede escapar al destino, menos cuando este tiene forma de mujer y planea cuidadosamente su plan para derrocar a Uther e influenciar a Arthur y a la propia Morgana. El futuro tenía nombre de Morgause y Merlín por fin podría comprobar si alguna vez el dragón estuvo equivocado o no.