FERIA MEDIEVAL

Este fic pertenece a la primera actividad de los festejos celebrados por el

primer aniversario del foro I'm Sherlocked.

Cap. I Caricia

Como todo núcleo de población concienciado con su historia, Londres tenía, como cada año, su feria medieval. Toda la ciudad se vistió de gala, simulando una época diferente en apariencia pero exactamente igual en los placeres de la carne.

El 221B emanaba calor en contraste con la neblina helada de la acera porque, como siempre que podían, dejaban al amor vía libre.

— No creí que aprenderías tan rápido —jadeó el doctor —ni que le cogieras tanto el gusto—. El detective esperó a nutrirse de aire antes de hablar.

— Me infravaloras. No lo hagas —rio, saliendo del doctor, que se tumbó de espaldas sobre las sábanas. — ¿Te duele? —le preguntó colocándose el pantalón. Él negó con la cabeza.

— Pero me gusta sentir el frío en la tela —y queriéndole sentir de nuevo, el moreno se tumbó a su lado.

...

Demasiado agotados para madrugar y disponiendo el doctor del día libre, ninguno se levantaba de la cama. No fingían ni remoloneaban, simplemente dormían sin interrupciones. Aunque tanto silencio en una gran ciudad es poco menos que extraño y se hizo notar.

¡Ya llegó a su ciudad la feria medieval! ¡Espectáculo, caracterizaciones, gastronomía e historia! ¡No la dejen escapar!... —y así reiteradamente hasta que Sherlock se despertó, no de muy buen humor.

— Sherlock, ¿a dónde vas? —preguntó levantándose a toda prisa, aún sin vestir.

— A Sussex. Me he cansado de tanto incordio —sentenció, sacando del armario camisa tras camisa. John le paró, sabiendo de sus "prontos" y de la poca duración de éstos, desbaratando su intento con un beso profundo, de ésos que disolvían cualquier plan de Sherlock.

— Sólo será una semana. Vamos a estar tranquilos, ¿vale? —le susurró colocándole un mechón tras la oreja. Sherlock movió la cabeza para despeinarse de nuevo y John sonrió. — Tal vez deberíamos ir —dijo el doctor. El detective torció el gesto y le dio la espalda. — Habrá armas antiguas —y esa frase que para muchos no significaría nada, en el moreno activó un mecanismo que se transcribió en un salto de frenética alegría como si fuera el caso más jugoso.

John se pasó la mano por la cara; aquello no pintaba nada bien desde ya. Tal vez, aún podría convencerle para jugar al Cluedo. No, eso sería todavía peor, le advirtió ávido su cerebro.

— John... —exclamó Sherlock girándose fugazmente sobre él mismo, acercándose al doctor con pasos sospechosos y ojos deseosos.

John conocía ese comportamiento y sabía muy bien adónde le llevaría. A la cama, exactamente.

Y aunque deseaba volver a sentirse rodeado por ese calor, protegido por ese hombre que a la vez necesitaba tanta protección, pensar en la posibilidad de ser descubiertos por Mrs. Hudson no le hacía ninguna gracia y dio un paso atrás.

— Sherlock, no. Mrs. Hudson está por subir—. Pero de nada le sirvió. El detective le tapó la boca suavemente y atacó su oreja.

— No me importa —y, para qué mentir, al doctor dejó de importarle al poco rato.

En el piso de abajo, sin embargo, el pensamiento era bien distinto.