Disclaimer: el mundo de Harry Potter le pertenece a nuestra querida Joanne, a mí, sólo el ferviente deseo de que el amor prevalezca sobre todo. Gracias por tomarte la molestia de leer.

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Era tarde, la noche estaba estrellada, la luna –en cuarto creciente- iluminaba la costa que bañaba el Atlántico con una luz pálida. La brisa marina era fresca (quizás más de la cuenta). No se veían casas u otras construcciones en kilómetros a la redonda, a excepción de una, muy bella, con amplios ventanales, una casa de techo bajo, con estilo marroquí, cuadrada con algunas alas, y un pequeño muelle que casi llegaba al mar. Dentro un grupo de jóvenes charlaba en, lo que parecía, la sala de estar.

-Ron, alcánzame una cerveza de mantequilla por favor. –dijo una joven de alborotados rizos castaños.

-Aquí tienes, Hermione.

-Gracias. Y bien, ¿cómo creen que esté?

-No lo sé, estoy preocupada, debió llegar hace una hora. –dijo una pelirroja de ojos azules ojos, que parecía al borde de la histeria.

-¿Y desde cuándo te importa tanto? –dijo Ron.

-Ronald... –lo reprendió Hermione.

-¿Qué? –preguntó el aludido como si nada-. En fin, yo creo que está bien, aunque me preocupa que se demore.

-Estoy de acuerdo con Ronald. –añadió una rubia de saltones ojos celestes.

-No sé, no sé, temo que algo le haya sucedido –dijo la pelirroja-; y de ser así... creo que no me lo... –susurró esta última parte, de modo que nadie pudo escucharla.

-Vamos Ginny, no seas pesimista.

-Pero Hermione, ¿por qué no llega entonces?

-Pues eso no lo sé, a mí la adivinación nunca se me dio –respondió encogiéndose de hombros-. Pero recuerda que no está solo.

-Y aún cuando lo estuviera, él sabe defenderse. –dijo la rubia recalcando la palabra sabe.

-Luna, está rodeado de mortífagos –comentó Ron con tono de obviedad- e incluso del Innombrable; por mucho que sepa defenderse, son más que él ¡Si lo desean lo matarán en un santiamén!

-Ronald... No contribuyes. –Hermione lo miró frunciendo el entrecejo.

-Lo siento.

En ese momento, se oyeron un par de chasquidos, leves pero audibles, y dos figuras masculinas –una más alta que la otra- aparecieron de repente frente a la apagada chimenea.

-Al fin llegaron. –dijo Ron.

-¡Hola Chicos! –agregó Luna con una alegría inusual en ella.

-¡Harry!

-¡Draco!

Hermione y Ginny corrieron a abrazar al primero y al segundo respectivamente. Aunque Ginny se puso coloradísima de inmediato al ver lo que estaba haciendo, y se separó de repente del sonriente rubio que en ese momento dirigía sus manos a la cintura de la pelirroja.

-Eh... –balbuceó Ginny mirando al piso- ¿co-co-cómo estás... tán... cómo están? –logró articular.

-Bien –dijo Malfoy aún sonriendo-. Aunque yo personalmente, te confieso, algo sorprendido por tu cálida bienvenida zanahoria.

-Pues no te emociones demasiado Malfoy, que te he abrazado por error, lo que pasa es que Hermione se me adelantó con Harry.

-Yo creo que sabías perfectamente lo que hacías, Weasley.

-¡Mejor cállate Malfoy!

-Vamos zanahoria, admite que te preocupas por mí.

-¡Por supuesto que lo hago! –dijo casi gritando Ginny, pero al parecer reflexionó casi de inmediato sus palabras, porque se puso colorada hasta las orejas- quiero decir... bueno...yo...eh...me refería a que...no insinuaba que...yo...tú...eh...el punto es que...si te descubren, nos descubren ¿entiendes? Por eso me preocupo, no por ti, hurón.

-¿Quieres saber algo zanahoria? –preguntó Malfoy con tono divertido- No te creí ni media palabra.

-Ya basta Malfoy, o pensaré que de verdad quieres que me preocupe por ti.

-Chicos... –comenzó en tono conciliador Luna, que se conocía la cantinela de memoria y sabía lo que venía a continuación; pero ya era tarde. Realmente parecía que ese par estaba a la expectativa de cualquier oportunidad para ponerse a pelear, no importaba el motivo, porque al final los dos terminaban olvidando la causa de la disputa, lo importante era hacer lo que en ese momento estaban haciendo: gritarse, insultarse, amenazarse, tirarse con algún que otro objeto de decoración, y salir hechos unas fieras camino a sus dormitorios. Harry suspiró cansinamente, y se preguntó (al igual que todos los otros en ese momento) por qué demonios esos dos se llevaban tan mal.

Draco había demostrado ser una buena persona, y ahora era una suerte de espía colado entre las filas de los Mortífagos. Hasta Ron sentía simpatía por él. Pero con Ginny, con ella no había forma; y lo cierto es que con él tampoco, ninguno aceptaba la convivencia, y ni siquiera mantenían una tregua.

Hermione sonrió brevemente y habló.

-Bien, cuéntanos Harry ¿o prefieres cenar antes?

-Primero la cena... por favor. –dijo Ron, Hermione ni lo miró.

-Les contaré mientras cenamos, si no les molesta. –contestó Harry riendo.

-Por supuesto que no. –alegó Hermione.

Usando la varita, la castaña se dirigió al comedor, y en un santiamén puso la mesa, apareció una fuente con pollo asado, una con papas fritas, y otra con tomates en ensalada, también apareció una botella de vino tinto. Encendió algunas velas (aunque con fines meramente decorativos, pues la casa era de origen muggle y contaba con electricidad); y finalmente los llamó a comer.

-Iré por Ginny. –dijo Luna.

-Y yo por Draco. –alegó Ron.

Los oyeron atravesar la sala de estar y se quedaron callados. Por fin, Harry rompió el silencio.

-Y bien, ¿estuvieron muy ocupados en nuestra ausencia?

-No mucho. Cuando se fueron, Luna, Ginny, y yo terminamos de limpiar la casa; por mi parte yo tomé un baño, luego preparé la cena y conversamos un poco, recordando viejos tiempos. ¿Qué hay de ustedes?

-Mmm... lo de siempre, Draco se reunió con algunos Mortífagos, en cuanto tuvo la oportunidad se encontró conmigo para hablar, aunque no nos descubrieron por un pelo, si Nott hubiese llegado tres segundos antes...

-¡Oh Harry! Tienen que hacer algo, esto es demasiado arriesgado, es peligroso.

-Lo sé, Hermione. Pero Draco insiste en no parar hasta sacar a Narcissa de peligro, y lo entiendo. Si mis padres viviesen, yo también haría todo lo que esté a mi alcance para protegerlos –hubo una pequeña pausa, Harry parecía perdido, y el rostro de Hermione de repente se inundó de ¿miedo?-. Y hablando de padres, ¿qué hay de los tuyos?

-No lo sé Harry –dijo Hermione angustiada-. Ha pasado más de un mes desde la última vez que tuve noticias de ellos –por su seguridad el señor y la señora Granger habían sido trasladados a Francia, sus nombres habían sido reemplazados por otros, y con ayuda de un par de varitas habían cambiado sus aspectos-. Su última carta debía llegar, cuando mucho, la semana pasada.

-Tranquila, mandaré a un grupo de Aurores encubiertos a Francia –dijo él al tiempo que se acercaba a abrazar a una sollozante Hermione-. Están bien, en serio. Aunque tal vez decidieron dejar pasar algún tiempo para no levantar sospechas.

Los padres de Hermione, ahora Monsieur y Madame Dupont, le escribían a su hija cada tres o cuatro semanas utilizando un complicado sistema de correo, ya que gracias a los contactos (tanto en el mundo mágico como en el muggle) la carta paseaba de un lado a otro, entre lechuzas y carteros, hasta llegar a destino: la casa de la playa; sin embargo éste era un sistema peligroso, pues si alguien descubría la ruta de la carta, descubría el paradero de Harry.

-Gracias Harry –murmuró ella, con dos lágrimas surcándole el rostro, mirándolo a los ojos.

-Ejem... –se oyó una voz en la abertura que daba a la sala de estar. Ron recibió un codazo por parte de Luna.

-¿Y dónde están Draco y Ginny? –preguntó Harry soltando tranquilamente a Hermione.

-No contestaron. –respondió Ron.

-¿Cómo? –dijo Harry, mientras Hermione preguntaba al mismo tiempo.

-¿A qué te refieres?

-A que tocamos y no respondieron –acotó Luna.

-¿Y si les sucedió algo? –preguntó Hermione, aunque no parecía preocupada.

-No, no lo creo –dijo Luna-. Me inclino a pensar que siguieron discutiendo camino a las habitaciones, y ahora o bien se durmieron, o no desean bajar por miedo de que el otro baje.

-Buena teoría –alegó Ron.

-Es muy posible que así sea –comentó Harry. Hermione sólo sonrió brevemente, para luego cambiar de tema.

-Bien, en ese caso, ¿cenamos?

-Excelente idea, Hermione –dijo Ron corriendo a sentarse y comenzando a servirse pollo, y comer papas.

-Con mesura, Ronald –lo reprendió Hermione.

¿Cod qué?

-Olvídalo.

-A vedes edes eztaña, y mud gduñona

-¡No hables con la boca llena, Ron!

-Do ziedto, Hedmione

-¡Ron!

-¿¡Qué?!

-Basta, ¿si? –dijo Harry riendo-. Hemos tenido de sobra con Draco y Ginny.

Pasaron los años, todo crecieron, Harry y Ron se recibieron de Aurores, Hermione y Ginny, de Medimagas, Luna de Historiadora Mágica (según ella alguien tenía que sacar a la luz las verdaderas historias y personalidades de los grandes magos y brujas de antaño) –Draco no pudo estudiar por obvias razones-, y aún así algunas cosas jamás cambiarían, como el hecho de que Hermione insistía en cambiar el comportamiento y los modales de Ron, y éste a su vez también insistía en hacer caso omiso de ello; consecuencia: discutían a menudo por tonteras, aunque en nada se parecían estas pequeñas riñas a las batallas campales que se plantaban Draco y Ginny.

Mientras cenaban, Harry les contó lo poco que Draco había podido decirle: los Mortífagos planeaban un ataque a Hogsmeade para el siguiente mes, pues el pueblo era la sede de la edición del concurso Miss Corazón de Bruja, y –como era de esperarse- se llenaría de magos y brujas de distintas partes de Inglaterra, por otro lado, era lógico pensar que durante las dos semanas que durase el concurso era probable que se les permitiera a los alumnos de Hogwarts bajar al poblado.

Harry también les contó de la imprevista llegada de Nott, y Hermione aprovechó para recalcar la importancia de encontrarle una solución al dilema de Draco con Narcissa. Luego, debatieron algunas teorías e ideas tanto para el ataque a Hogsmeade y el problema de su amigo.

Una vez concluida la cena Hermione mandó la vajilla a lavarse por sí misma a la cocina, y se despidieron hasta el nuevo día.

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La mañana se abrió ante sus ojos mostrando un cielo nublado, aunque bastante iluminado, que dejaba de vez en cuando asomar algún que otro rayo de sol. Las chicas, incluida Ginny que se había despertado de un excelente y radiante humor (Ron creía que como había pasado una semana desde la anterior pelea con Draco, la de la noche anterior le había servido para liberarse de tensiones y malas vibras), y decidieron desayunar en la playa, por lo que caminaron por el pequeño muelle hasta llegar a la arena, eligieron un lugar cerca del mar, justo frente a la casa, y Hermione convocó una hermosa tienda blanca, con cortinas de seda en el mismo color para impedir que entrasen insectos; también conjuró una mesa con mantel de encaje, sillas (todo en color blanco), e hizo aparecer frutas, pan tostado, avena, cereales, mermelada, pasteles, hot cakes, waffles, café, té, leche, y jugo de calabaza. Era una suerte que el poblado estuviese tan alejado, pues de otro modo el hechizo que había aplicado Hermione para que tanto la casa, como ellos y todo lo que realizaban en la playa no fuese visto por ninguna persona (ni magos ni muggles), hubiese sorprendido bastante a los vecinos.

Se sentaron al desayunar, cuando después de unos minutos se unieron a ellas Harry, Ron y Draco. Comieron en silencio, rodeados de los ruidos del océano, aunque dos de los presentes no dejaron nunca de sonreía, ¿o tal vez fueron tres?. Una vez que saciaron el apetito las chicas se recostaron, en bikini, en la playa. Hermione leía. Mientras tanto, Harry intentaba explicarles a Draco y a Ron el funcionamiento de una tabla de surf (había triunfado en la enseñanza del volley, aunque esa vez había contado con la ayuda de Hermione).

La mañana transcurrió tranquila (si obviamos el que Ron se hubiese ahogado dos veces tratando de surfear un par de olas), y para mediodía se había despejado un poco; la hora del almuerzo los reunió nuevamente bajo la fresca sombra de la tienda. Sin embargo lo que vino a continuación dejó a más de uno con el tenedor aún camino a la boca, no por lo que oyeron en aquel anuncio, sino por lo insólito que era escucharlo, lo que en definitiva significaba aquella oración que escucharan de boca de Draco.

-Ginevra y yo hemos llegado a un acuerdo.

-¿A qué te refieres? –preguntó un extrañado y sorprendido Ron, pues no recordaba que esos dos se hubiesen puesto de acuerdo para algo, salvo quizás para pelear; y quizás de eso se trataba ese acuerdo, a lo mejor habían decidido poner horas de pelea; y aún eso sería un gran logro.

-A que hemos tomado una decisión. –dijo Ginny en un tono ¿serio? ¿pero si hasta parecía que trataba de disimular una sonrisa?

-¿Y cuál es esa decisión? –inquirió Harry con curiosidad.

-Estamos en tregua –dijeron Draco y Ginny al unísono.

Todos a excepción de una joven y sonriente castaña, se quedaron sorprendidos y hasta con cara de no haber terminado de entender. Finalmente, una voz divertida rompió el murmullo de las olas.

-¿Y... creen ser capaces de sostenerla?

-Por supuesto que sí, Hermione. –respondió con solemnidad Ginny.

-Somos adultos ¿no?

-Bueno Draco... a veces habría que poner eso en tela de juicio.

-¿Qué insinúas Hermione?

-Pues, que a veces son tan infantiles, que no estoy segura de que puedan mantener esta tregua. De hecho ni siquiera sé si podrían compartir la mesa sin pelearse, o un juego.

-¡Por supuesto que podemos! –dijo Ginny- ¿o no Mal... Draco?

-Pues obviamente podemos.

-Pues menos charla y más acción –dijo Harry.

-¿A qué te refieres? –inquirió Draco.

-A que traten de mostrarnos que están equivocados. –aclaró Luna.

-Luna... no sé si sea buena idea –le murmuró Ron por lo bajo.

-Pues la es –dijo Luna que recién descubría la amplia sonrisa de Hermione.

-Yo coincido totalmente con Luna –dijo Harry que los había escuchado.

-Bien, en ese caso, sólo tienen que decirnos cuándo, dónde, y qué hay que hacer.

-¿Qué tal esta noche? –sugirió Hermione.

-¿¡Esta noche?! –preguntó Draco.

-Sí, esta noche –continuó Hermione ignorando la cara de susto y enfado que había puesto Draco. Ginny tampoco parecía muy feliz -. En la sala de estar, después de cenar.

-Ok, esta noche, en la sala de estar, y después de cenar –gruñó Draco –pero, ¿qué haremos?

-Con respecto a eso –continuó Hermione- creo que es injusto sólo someterlos a ustedes a jugar. Además será más divertido si jugamos todos.

-¿Y a qué jugaremos? –preguntó Harry.

-Verán, es un juego muggle, algo viejo por cierto, pero creo que servirá para que Ginny y Draco nos prueben que pueden llevarse como dos personas normales y civilizadas. Además siempre podemos darle un toque de magia, ¿no?

-¿Y cómo se llama el bendito juego? –preguntó Luna.

-Quizás Harry lo conozca, e incluso lo haya jugado –le guiñó un ojo-, en verdad es una niñería, un juego bastante tonto, pero les prometo que nos reiremos. Los muggles suelen llamarlo el juego de la botella –terminó la castaña con aire misterioso.

Harry se hecho a reír de inmediato.

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Bien, espero no haberlos aburrido, de nuevo gracias por tomarse la molestia de leer; si pudieran les agradecería un review (prometo contestarlos personalmente, si no están registrados pueden dejarme una dirección de correo electrónico, o si lo prefieren los contestaré en el próximo cap.). Y antes de dejarlos, hago una pregunta ¿quieren spoilers? Gracias de nuevo,

Besos y hasta el próximo capitulo.

Erundë