Prefacio
La luna iluminaba la oscura noche en el Valle de Godric, todo estaba muy tranquilo el único sonido era el de los grillos. Un estruendo rompió la calma, una luz verde inundo el pequeño pueblo por unos segundos. Una de las pequeñas casas ahora se encontraba casi destruida.
Los ojos azules de la joven estaban llenos de lágrimas que luego corrían por sus mejillas. Había pasado toda la noche fuera de la casa en ruinas, contemplándola. Cuando ella había llegado los cadáveres de sus mejores amigos ya no estaban entre los vestigios de la casa. Por la calle ya habían pasado cientos de personas, celebrando la caída del señor tenebroso, pero ella no conseguía moverse, estaba estática en el suelo, no se movía, no pensaba. Era un objeto inerte, un elemento más del paisaje. El cabello castaño se movía levemente con el frio viento de octubre hacinado que se le pusiera la piel de gallina. El había matado a dos de las personas que más quería en el mundo y ahora se había desvanecido. Unos pasos a sus espaldas detuvieron sus cavilaciones, luego un par de brazos la levantaron del suelo. Un pesado abrigo cayó sobre sus hombros y el frio físico que se desvaneció, pero no puedo hacer nada por el frio que sentían en su interior. Alzo la cabeza y se concentro en los ojos miel que la miraban con lastima y ternura. Su amigo estaba allí para consolarla, sus palabras siempre habían conseguido calmarla y hacerla sentir mejor. Pero esta vez no hablo, basto con un firme abrazo del ojimiel. Sin embargo la momentánea paz que sentía en el momento desapareció cuando Remus le dijo lo siguiente:
-El quiere que lo captures tú, son órdenes directas, Ky, lo siento-
La castaña sabía exactamente lo que esas palabras significaban, sabia lo tenía que hacer por órdenes de su jefe. Maldito el día en que decidió ser un auror.
El callejón despedía un olor completamente desagradable, al tiempo que cientos de cuerpos mutilados se encontraban esparcidos por el suelo. Ríos de sangre cubrían la calle y un gigante agujero de dos metros de diámetro dejaban ver las alcantarillas. Había personas llorando, gimiendo aterradas, así como varios heridos entre los cadáveres hechos pedazos. Pero de entre todo el funesto espectáculo sobresalían dos figuras. Ambas levantaban sus varitas amenazadoramente, retando al otro a lanzar el primer ataque. Los ojos grises se encontraban con los azules, ambos se miraban directamente.
-¿Por qué?...- dijo Kyra débilmente, sus ojos amenazaban con llenarse de lagrimas nuevamente.
Pero el pelinegro se limito a cerrar los ojos y a negar con la cabeza. Algo dentro de la castaña exploto, no soportaba la cobardía. Sirius Black no quería aceptar lo que acababa de hacer, entonces merecía el castigo que iba a recibir. Ya era suficiente con asesinar a sus mejores amigos, pero ahora también había acabado con el pequeño Peter Petigrew. Kyra levanto su varita aun indecisa, ninguno de los dos quería lanzar el primer hechizo y comenzar con una batalla que podría terminar con otra muerte, con la muerte de otro más de los cinco amigos inseparables. Su vida se veía resumida en una frase, "Hasta que la muerte nos separe"; una frase que había esperado oír hacia algún tiempo, un frase que compartiría con el joven de los ojos grises cuando ambos estuvieran pisando el altar.
Kyra nunca había estado tan confundida en su vida, tantos años de convencerse que el amor era sentimiento más fuerte y que el que ella sentía podrá superar cualquier obstáculo, la había hecho muy fuerte pero ahora ese pensamiento se hacía mas y mas débil con cada segundo que pasaba quitándole esa fuerza y esa seguridad que la habían apoyado tantos años, sabía que el amor que sentía por Sirius era el mismo de siempre y era eso lo que hacía más dolorosa esa situación. No sabía si tendría la fuerza para terminar con todo eso, no sabría si tenía la fuerza para dejar su amor aparte y hacer lo que tenía que hacer, lo que era correcto. Levanto la varita una vez más, levanto la varita con el corazón en pedazos. Los ojos del pelinegro se ensombrecieron y poco a poco bajo la varita. Esto confundió a la castaña, pero ya no había más que pensar, era lo que tenía que hacer…
