Marcaban las 7:00 pm en el reloj de París. El sol entraba por la pequeña ventana de la habitación de la gran heroína Ladybug, bajo la forma civil de Marinette. Como todos los lunes, miércoles y viernes; esta chica blandía con fervor una reluciente, pero imaginaria, espada. A estas horas ella lo sabía perfectamente, su más amado Adrien estaba practicando la esgrima. La azabache lo imaginaba en su mente cuan principe rescata su princesa de un dragón con su excalibur.
- ¡Oh Tikki! Adrien tiene que verse tan maravilloso mientras practica la esgrima, me gustaría verlo alguna vez -admitía la pequeña ojiazul mientras envainaba una espada que nunca existió y miraba al techo intentando imaginar a su ser más preciado.
- Marinette, ¿no tienes pensado decírselo? -preguntaba el diminuto kwami a su dueña, que estaba metida en sus sueños.
- ¿Decir qué? -no le tomó mucha importancia a la cuestión.
- Que lo amas y que quieres ser su novia -la heroína de París se estremeció por sus palabras y miró al ser con unos ojos como platos- algún día tendrás que decírselo, ¿no?
- Estas completamente loca, el nunca me correspondería. Además, yo soy muy feliz viéndole de lejos y siendo una amiga sin importancia para él.
Tikki realmente no sabía qué decir. No estaba segura de si eran ciertas esas palabras,pero este problema era de dos y ella tampoco podía hacer mucho. Aún así, se sentía algo triste por aquel amor tan puro que podría no ser mutuo. Entonces se dispuso a hacer los deberes con la ayuda de la kwami y terminaron el día jugando videojuegos y otros quehaceres.
Así, la mañana siguiente llegó con una Marinette muy risueña y llena de energía para ver a su amor platónico en la escuela. Cuando esta llegó allí vio a su querida amiga Alya en la puerta. La azabache alzó la mano para captar su atención con éxito. Las dos juntas caminaron hasta el salón y se colocaron en sus debidos asientos, justo detrás de los que serían de Adrien y su mejor amigo, Nino.
- Oye Alya mira esto -su amiga la miró con interrogación mientras ella se disponía a sacar algo de su mochila que parecía ser un pañuelo- ¿has visto? ¡Lo he bordado yo! He cosido las iniciales A.A. de Adrien Agreste. ¿Ves el símbolo tan bonito con la forma de gatito? Lo he diseñado yo. Me gustaría regalarle esto por su éxito en la última sesión de fotos que ha tenido, las revistas no paran de hablar de él -se sentía algo incómoda al haberse inspirado en su compañero de batallas, pero realmente le gustaba aquel diseño.
- Madre mía Marinette, realmente está muy bien hecho -confesaba la morena cogiendo aquel pañuelo con cuidado- ¡esto le va a encantar! ¿Cuándo se lo darás? -Alya estaba muy emocionada al ver que su amiga hacía un esfuerzo por avanzar en su relación con la persona de la que ha estado enamorada tanto tiempo.
- La verdad es que no tengo ni idea y me da mucho miedo. A lo mejor debería regalárselo anónimamente.
Antes de que Alya pudiera decir nada la profesora entró a la clase y pidió silencio. A ella no le gustaba la idea de que Marinette perdiera los méritos de su gran trabajo. Tenía que dárselo en persona y si hubiera una confesión de su parte, mejor. Ambas vieron como Nino entraba a clase, iba un poco tarde y la maestra, Caline Bustier, estaba preparada para pasar la lista de la clase. Para la sorpresa dela ojiazul, el rubio no había dado señales de vida y terminaron de tomar nota de los presentes sin él.
- ¿Dónde está Adrien? -susurraba Marinette a su amiga mirando a todos lados, con la falsa esperanza de poder encontrarle. Ella le contestó subiendo sus hombros a modo de no saber dónde podía estar.
Las clases acabaron y, como es normal, las dos se apresuraron hacia Nino. Alya le tocó el hombro y el chico pegó un respingo.
- Oye Nino, ¿por qué no ha venido Adrien? -soltó la morena mientras la otra escuchaba atentamente.
- Ah, era eso. La verdad es que he venido tarde porque no le veía aparecer y lo llamé. No me contestó pero me mandó un mensaje diciéndome que estaba enfermo y que hoy no vendría -respondió el chaval sin vacilación- Voy a ir a pedirle a Kim que se pase por su casa en bici para darle los apuntes, porque yo hoy no puedo.
- ¡Oh ya veo! Justamente Marinette y yo habíamos quedado hoy para tomar un helado en el parque -la azabache abrió los ojos en señal de sorpresa, sin entender cuándo habían quedado salir hoy- nos pasaremos por la casa de Adrien para darle los apuntes, no te preocupes. Además, las notas de una chica son mucho mas legibles -señaló la libreta de Nino con varios garabatos y cosas sin sentido. Nino rápidamente cerró su cuaderno y suspiró en tono de resignación.
- Bien gracias por el favor... Le mandaré un mensaje a Adrien de que vais.
- Muy bien. Hasta luego Nino.
- Adiós -musitó Marinette en un pequeño estado de shock.
La heroína de París no podía imaginar estar en la casa de Adrien, ¡en su habitación! Aunque solo fuera unos segundos para darle unos apuntes, parecía como un sueño. Se montó una película en su mente. Su querido rubio intentaba coger sus apuntes, pero caían al suelo. Los dos se agachan y pegan sus cabezas sin querer, rozan sus dedos, se miran a sus cristalinos ojos, sus labios se acercan y... Alya cerró la boca de su amiga, que ya estaba empezando a babear.
- ¿Qué estás imaginando? ¡Reacciona! -le dió un codazo para intentarla sacar de sus sueños- Vas a ir tú sola. Es tu oportunidad, no la desaproveches. Y le darás ese pañuelo.
- ¿Eh? ¿¡Qué!? ¿No vendrás conmigo? Pe-pero yo... Me voy a poner muy nerviosa y no voy a saber hablar y yo, yo...
- No seas tan miedica, es lo que haría cualquier amigo. Si no quieres avanzar en esta relación no lo hagas, pero será culpa tuya, yo ya te he dado las posibilidades.
Marinette se disculpó con ella y quedó muy pensativa. Realmente esta era una oportunidad que no podía dejar escapar. Llegó a su casa y ahí su querida kwami le dio ánimos para intentarlo. No lo pensó dos veces, tomó esos apuntes y fue camino hasta la casa de él muy decidida.
En la mansión Agreste un chico estaba tumbado en su cama. Aún no podía creer lo que había pasado. Su kwami, Plagg, estaba dormido en una esquina abrazado a un queso como si de un peluche se tratara. Se había burlado tanto de su dueño que le entró el sueño, y no es para menos. Adrien se había levantado aquella mañana muy sudoroso, intentado recordar lo que había visto en sus sueños, hasta que la voz de su pequeño amigo lo sacó del trance y le señaló sus partes íntimas. "A lo mejor deberías de ir al baño y ocuparte de tu problema" fue lo que musitó entre carcajadas. Adrien, extrañado, miró sus partes bajas y encontró el gran "problema". Apresurado entró al baño mientras maldecía a ese kwami bastardo.
Mientras se daba una ducha de agua fría comenzó a recordar ese sueño húmedo con Ladybug. Esa mariquita lo estaba empezando a volver loco y sabía que si no paraba de pensar en ella este tipo de situaciones se iban a repetir. Una canción comenzó a sonar en su habitación, ya preparado salió del baño y miró la llamada perdida de su amigo Nino. Lo que más le sorprendió no fue la llamada, sino... ¡La hora! "Oh no, oh no, oh no, ¡oh no!" fue lo único que no paraba de pensar. Ya no le daba tiempo a llegar a la primera hora. Le mandó un mensaje a Nino y se preguntó dónde podría estar Nathalie en esos momentos. Un mayordomo de la mansión tocó a la puerta para avisar de que la asistente no estaba en condiciones para trabajar hoy y que su padre se encontraba en un viaje de negocios. Él estaría solo en casa. Adrien agradeció el gesto y, entre varios estornudos fingidos, consiguió hacerle creer que el tampoco estaba en condiciones para ir a la escuela hoy.
Así, llegamos al fin de la curiosa escena que sucedió horas atrás. El ojiverde se sentía avergonzado, humillado por ser tan débil hacia sus sentimientos. Seguía recordando su sueño, admirándolo. Recordando esas caderas, recordando esas curvas, recordando esos pechos y glúteos firmes, recordando esos labios que le hacían estremecerse, solo recordando...
- ¡Agh, Ladybug! -profesó Adrien mientras su mano se acercaba cada vez más a su miembro, que estaba despertando ante tales recuerdos.
- ¿Ladybug?
Adrien se quedó paralizado. Estaba absorto en sus propios pensamientos debajo de la gruesa manta de su cama que no se dio cuenta de que alguien entró a su habitación. Se incorporó, mientras seguía escondiendo lo que él llamaba su "problema" bajo la dicha manta.
- Perdona, es que toqué varias veces pero no contestabas... -Marinette no podía creer que el nombre de su alterego se escapara de los labios de su amor platónico. ¿Por qué haría algo así?
- ¿Cómo has entrado? Mi asistente es la que suele avisarme de las visitas y... ah claro ella no está.
- Fue un mayordomo el que me abrió la puerta de la mansión y me enseñó el camino hasta tu habitación -claro que ella ya conocía el camino pues muchas veces le gustaba transformarse cuando no podía dormir para mirar por la ventana a su amado Adrien mientras dormía- Lo siento, yo...
- No, no te preocupes, ¿por qué has venido?
Adrien no quería que su compañera de clases se diera cuenta de su amiguito, que poco apoco comenzaba a bajar. Aún así, la excitación no se había ido y, sin quererlo, comenzó a mirarla con otros ojos, casi intentado desnudarla. Rápidamente se dio pequeñas palmadas en las mejillas para sacar la imagen de su cabeza. Él estaba enamorado de Ladybug y solo de ella, ¿en qué estaba pensando?
- Esto... ¿No te lo dijo Nino? -el rubio la miró extrañado. Revisó su móvil y efectivamente vio el mensaje de su amigo- Veníamos Alya y yo a darte los apuntes, pero a ella le surgió una emergencia.
- Emergencia... ¿está bien?
- ¡Sí! Su hermana, olvidó que tenía que llevarla al dentista, una faena -sus risas nerviosas delataban un comportamiento extraño. Sin embargo el chico ya estaba acostumbrado a la particular forma de hablar de Marinette- Te los dejo en tu escritorio...
La azabache no entendía por qué Adrien seguía estando en la cama. Seguramente estaba muy enfermo y débil para siquiera levantarse, pensaba. Sus planes para rozar sus dedos se habían ido al garete pero aún tenía un as en la manga, el pañuelo. El rubio no se sentía preparado para levantarse, el miedo a que ella descubriera su lindo problema lo invadía.
- Tengo algo para ti, para celebrar tu éxito en la última sesión de fotos que tuviste, es solo un pequeño detalle -soltó ella mientras se acercaba al gatito en forma de civil sacando algo de su bolsillo.
Él la miraba curioso de saber qué era. Extendió su mano viendo cómo poco a poco ella se estaba acercando. El corazón de la ojiazul latía a mil por hora.
- Es un pañuelo que yo misma he borda... ¡Wuaah!
La pobre chica se tropezó estrepitosamente con algo que yacía en el suelo, haciendo volar su pañuelo, y su mala suerte la llevó a parar en la cama de Adrien, aún con los pies en el suelo. Su mano izquierda se encontraba apoyada como podía en la almohada, mientras la otra no sabía muy bien donde estaba puesta, pero podía sentir que estaba tocando un pequeño bulto que no sabía bien qué era. Adrien la sujetaba de la cintura con la mano que había extendido. La azabache abrió los ojos y se encontró delante de ella una llama verde que la miraba boquiabierto. Estaban a unos pocos centímetros el uno del otro. Por unos segundos mantuvieron la posición,mirándose con asombro, como si ninguno de los dos quisiera separarse.
- Lo que estás tocando... Podrías... -el héroe de París señaló la mano derecha de la protagonista.
Ella se dió cuenta de lo que estaba tocando y muy alarmada intentó incorporarse, cayendo hacia atrás en el suelo. Fue entonces cuando divisó lo que la había hecho caer. Un... ¿queso?
- ¡Lo-lo-lo siento mucho! Yo no quería... -espetó muy sonrojada- Yo te-tengo que irme. ¡Nos vemos en la escuela! ¡Adiós!
Con eso dicho la pobre mujer salió de la habitación dando un portazo hecha un tomate. El rubio sentía una extraña sensación. Recordaba cuando ella estaba tan cerca de su rostro. Su esencia, su olor, le recordaba tanto a su más preciada Ladybug... Al otro lado de la cama fue cuando divisó el pequeño pañuelo.
- Es increíble... ¿Lo ha hecho ella? -miró el símbolo del gato y sus iniciales A.A.
- Solo me faltaban las palomitas para ver esta película -el protagonista no se dió cuenta hasta ahora de la presencia de su pequeño amigo Plagg- Y por cierto, deberías ir otra vez al baño -sus carcajadas sacaron a Adrien de sus casillas.
- Cállate maldito renacuajo. Y no dejes tu asqueroso queso tirado por ahí.
