Luka se hundió más en el asiento del metro, estando resignado, abatido. Sus manos estaban en los bolsillos de su chaqueta, pensando en la chica que dejo ir al encuentro con otro.

Después de la pista de patinaje que Marinette le había invitado, creyó que ella -quizás- sentía lo mismo, que anhelaba oír la canción que su corazón tocaba para ella, que estaban en la misma sintonía.

Se equivocó.

Sus oídos solo escuchaban una melodía, no había lugar en su corazón para otra.

La dejo ir. Porque sin que ella hablara, en el silencio, oía como se lo pedía a gritos.

La dejo ir. Porque quería verla feliz... a pesar de que no sea con él.

Suspiró.

Sacó una mano del bolsillo para apoyar su codo en el borde de la ventana. La palma sobre su barbilla, rozando la mejilla, pensando. En ella, en la intensa melodía que su corazón producía cuando se trataba de Adrien.

Sonrió suavemente, pero eso no significó que se encuentre bien. Basto unos segundos para romperse, para cerrar los ojos tratando de dejar de pensar.

Sin embargo eso no evito que escuchara; ese sonido amargo, ese quejido agudo y lamentable. Como las cuerdas de la guitarra, el corazón de Luka se rasgó, produciendo una triste melodía correspondiente a un amor que no iba a ser posible.

La mano que seguía en el bolsillo, se la llevó a su pecho, sintiendo como sus rítmicos latidos sonaban en una composición triste.

Durante el viaje, recostado en su cama.

Aun podía escuchar la triste canción de amor que producía su corazón.