En la oscuridad de la noche, Gaara se encontraba apoyado de brazos cruzados contra la pared de un callejón solitario de Konoha. La noche era clara, cuajada de estrellas, y la luna llena iluminaba aquella solitaria calle.

El ninja estaba sumido en sus pensamientos, era una noche más, una noche de insomnio absoluto, una noche que muy pronto se vería alterada.

De repente escuchó pasos que se acercaban apresuradamente, luego más despacio, y otra vez deprisa, se acercaban, dirigiéndose hacia él, no cabía la menor duda. Se puso en guardia, ¿quien corría así a esas horas?

Al final de la calle distinguió una sombra, alguien corría y parecía que lloraba, la persona en cuestión no se debió de percatar de su presencia…

Por fin vio a una chica corriendo, ésta se tapaba la cara con el brazo y gimoteaba, ya estaba a escasos metros de él… al parecer no había visto que estaba ahí, pero justo cuando llegó ante él la chica paró, dejó de sollozar y bajó su brazo.

Gaara contempló unos ojos transparentes que le devolvían la mirada, ambos se quedaron mirándose sin saber qué decir.

- ¿Qué… qué haces aquí? - preguntó tímidamente una kunoichi de pelo azul mientras daba un paso hacia atrás, topándose contra la pared.

Gaara avanzó hacia ella y puso su mano en la pared, al lado del rostro de la muchacha.

- ¿Por qué corrías? – preguntó bruscamente.

Hinata Hyuga temblaba de pies a cabeza, adoptó su postura de pies torcidos, juntó los dedos de sus manos y bajó la cabeza.

- Yo… yo… es que… yo… he descubierto a Naruto con otra y yo…

- ¿Uzumaki Naruto? – preguntó Gaara muy despacio, mientras escrutaba a la ninja de arriba abajo, como si quisiera comérsela con la mirada – Mírame, Hinata…

Al oír su nombre, Hinata se echó aún más a temblar y levantó poco a poco la vista encontrándose con unos ojos verdes que la miraban sin pestañear.

- Ese Naruto, no es más que un niño… y yo… soy un hombre – dijo Gaara mientras se acercaba aún más a la tímida Hinata.

Ésta se ruborizó al instante y pudo apreciar el olor que desprendía Gaara, un olor que recordaba a flores y amaneceres en el desierto. Al decir esto apoyó el otro brazo en la pared, de forma que Hinata estaba acorralada.

- Yo… yo… ¿qué… quieres de mi?

- ¿Acaso no es obvio? No quiero estar solo esta noche, eso es todo.

Hinata volvió a agachar la cabeza, no pudo sostener aquella mirada, toda su sangre se agolpaba contra su pecho y sintió unos fuertes latidos. Ella misma se sorprendió de ver como relajaba de pronto sus brazos y estos se aferraban al cuello de Gaara. Este, sorprendido, quitó las manos de la pared y la rodeó por la cintura.

Ambos podían notar los latidos del otro, su aliento…

Cuando se miraron de nuevo, Hinata cerró los ojos, Gaara no podía creer lo que estaba a punto de hacer, se acercó más aún, notaba el aliento de la kunoichi en su rostro y miró sus labios, tenía que hacerlo, sólo acercarse un poco más y…

- ¡Hey, Gaara! ¡Temari, le encontré está aquí! – grito de pronto Kankuro a escasos metros de distancia.

Como si tuvieran un resorte, Gaara y Hinata se separaron al instante, y Kankuro se percató que Gaara estaba tan colorado como el color de su pelo, al igual que Hinata.

Ninguno de los dos pudo decir nada y cuando Gaara ya se marchaba detrás de su hermano, se dio ligeramente la vuelta. Hinata sólo pudo leer el movimiento de sus labios.

- "Eres mi presa"