¡Hola! Aquí estoy de nuevo, reportándome con esta historia que tenía muchas ganas de publicar. En vista del éxito de mi anterior historia, "El primer Aniversario", es imposible que esté mas contenta, es decir TODOS LOS REVIEWS FUERON POSITIVOS, ¡ni una critica mala! (por ahora…). Sigo aceptando reviews malos, siempre y cuando sean escritos con ánimo de mejorar mi escritura.

Así que gracias a Bjlauri, Dama del destino, Chica cuervo, FénixCeleste, Speisla Cartoon Cartoon y LaLaLandie. Y claro, a cualquiera que comente después de haber publicado esto.

Bien, esta es la historia de Raven antes de partir a la Tierra, como yo me la imagino. Es un tema del que me encanta pensar e imaginar, porque en la serie nunca se habló mucho de eso. En los comics sí, por lo que he leído "algo" en Internet y sacado una que otra información. No mucha. Caaasi nada...

Y antes de que empiecen a leer, quiero avisarles que esta historia no está terminada. Apenas terminé hoy el segundo capitulo. Lo más probable es que, como ya casi empiezan las clases (Buaaaaaaa!) me tarde en actualizar. Pero, si les gusta, la espera lo vale ¿no? Suponiendo que les guste…


Los teen titans no me pertenecen, sólo esta historia.


Ángela se levantó de su cama, con todo el peso que la certeza cargaba sobre sus hombros. Era medianoche. Su siesta se había alargado… no más de lo normal. Así eran las cosas desde que volviera a la Tierra, apenas una semana atrás.

Un golpe sonó en la puerta, seguido de la campana que su padre había colgado años atrás, la cual servía como timbre. Se puso un short negro y se peinó un poco. También tenía puesta una musculosa gris muy gastada e iba descalza. No se detuvo a mirar su habitación, con las persianas abiertas pero las cortinas echadas, con las paredes pintadas de turquesa oscuro; todo tirado por el piso (ropa, comida, cosméticos...), ofreciendo un panorama no de abandono total, sino de una hiperactividad casi peligrosa.

Peligrosa porque, al pisar la cáscara de una banana tirada en el suelo, resbaló y casi se dio contra el piso en plena frente.

Dios bendiga a mis brazos, pensó con amargura.

Se levantó y salió del cuarto. Se detuvo y antes de bajar por la escalera miró por entre el pasamanos, hacia la puerta de entrada. Entre el vidrio verde se veía una figura pequeña, pero con cuernos raros en la cabeza, y algo gorda en su contextura.

Se sobresaltó al instante.

Retrocedió asustada, y corrió de vuelta a su habitación. Cerró la puerta de un portazo y se echó a llorar. Entre las lágrimas, vió el almanaque colgado en la puerta blanca y se acercó a él. No estaba segura de la cuenta de los días, pero podía afirmar que era posible que…

Salió de su habitación. A la derecha estaba el baño, a la izquierda, la habitación de sus padres. Entró a la segunda y prendió el televisor. Vió la fecha en la parte superior de la pantalla.

31 de octubre.

Bajó a toda prisa las escaleras, al tiempo que se pasaba las manos por la cara, provocando que el maquillaje de sus ojos se le corriera. Buscó entre las alacenas de la cocina y se apresuró a abrir la puerta con un tazón lleno de caramelos en un brazo. Con el otro, buscó la llave y abrió. La figura ya no se veía.

Salió y dio unos pasos fuera de la casa, con los pies tocando las baldosas sucias. Divisó al niño ya entrando en el sendero de entrada de sus vecinos.

-¡Jud! – gritó - ¡ven aquí Jud, no escuché la puerta! – el niño se volvió y sonrió ampliamente al verla. Corrió hacia ella, el disfraz de diablo le dificultaba algo el movimiento.

-¡Ángela!

-Sí, pequeño, lamento no haberte abierto, estaba arriba y no te escuché golpear – dijo, poniéndose en cuclillas y ofreciéndole los caramelos. Jud tomó un puñado con alegría y se los guardó en un gran bolsillo que abarcaba su barriga y parte de los muslos.

-Perdona que te lo diga Jud, pero pareces un canguro – comentó Ángela, sin poder evitar sonreír. El chico puso cara de resignación.

-Ya sé… a mi mamá se le ocurrió que sería mas cómodo así. Pero puedo llevar más caramelos de esta forma.

-Sí, es cierto – dijo ella, para poner más cantidad en el bolsillo de Jud, a quien se le iluminó el rostro.

-¡GRACIAS! – gritó él, y le dio un beso en la mejilla -. ¡Que pases un feliz Halloween, Angelita! – un niño tan dulce pensó ella. Era su apodo oficial en el barrio, desde los cinco años -. Que lindo disfraz.

-Gracias, Jud. Que pases un lindo Halloween también – se puso en pie y él se alejó, saludándola con la mano. Ángela le tiró un beso imaginario y lo sopló.

Vió como Jud se alejaba, caminando por la vereda. Y antes de que entrara en el sendero de al lado, le gritó:

-¡Jud! ¿A ver si adivinas mi disfraz?

-¡Es fácil! – gritó él, sonriendo - ¡eres un zombie! – y tocó el timbre de la casa.


Ángela observó el cajón. Lo venía haciendo desde hacía media hora. Simplemente parada frente a la mesada de la cocina, observando el cajón que guardaba los cubiertos. Lo que ella pensaba sacar, específicamente, era el cuchillo mas grande de su padre, guardado en un estuche de cuero y usado solamente para aniversarios y navidades. Un cuchillo que justo ella le había regalado a los quince años para el cumpleaños de él, ayudada por meses de ahorrar de su trabajo como lavaplatos en el restaurante de un tío.

Su padre amaba ese cuchillo, siempre lo mantenía afilado y limpio. Suerte que no se lo había llevado a sus vacaciones en Virginia.

Ángela no había esperado que a él le gustara. Lo que esperaba y quería era que él la matara con ese cuchillo, porque no era capaz de hacerlo por si misma.

Ahora las cosas habían cambiado un poco, se sentía fuerte y débil al mismo tiempo. Porque había tomado una decisión y, por primera vez, no tenía dudas sobre si lo que iba a hacer estaba bien o mal.

Sólo iba a hacerlo, y ya todo estaría bien.

Se había visto en el espejo del baño justo después de que Jud le dijera que se veía como un zombie, y no le había sorprendido comprobar que el niño tenía razón. Ojeras violetas; el rostro delgado a pesar de que comía todo el día, los huesos se le marcaban; el maquillaje negro corrido por las lagrimas y sus propias manos; los labios secos.

Y sus ojos negros… no tenían vida.

Se había largado a llorar otra vez.

Y si exteriormente no parecía estar viva, pensó, no tenía sentido seguir viva por dentro.

Dios…

Tres días sin pensar en ello, y toda su vida volvía a pesarle por medio de las palabras de su único amigo, Jud McCullogh.

Su padre azotándola con el cinturón y amenazándola con el cuchillo. Su madre dándole cachetazos y chillándole insultos crueles. Compañeros de la Academia mirándola raro por su moretón o corte nuevo. Algunos con lastima y otros con burla. La mayoría la evitaban, teniéndole miedo.

Ella, caminando en la noche cálida, escapando y encontrando un nuevo lugar donde quedarse. Antes lo había llamado hogar, ahora le resultaba imposible incluso pensar en ese lugar y describirlo así.

Y….

Trigon.

Trigontrigontrigontrigontrig ontrigon….trigontrigontrigon…

Trigon que se aparecía en sueños y pesadillas. Sueños eran lo que tenía al dormir, pesadilla lo que vivía al despertar.

No había ninguna diferencia.

Estoy mas viva por fuera que por dentro, no importa si me veo como zombie. Los zombies resucitan.

Yo estoy muerta para siempre.

Por siempre y para siempre.

Acepto.

Su mano, con los tendones marcados y la piel seca, abrió el cajón y tomó el cuchillo por la hoja.

Y lo sacó del cajón.


¿Y bien? ¿Qué les pareció? Hay más, mucho más para contar.

También les aviso que no va a haber finales felices ni cosas parecidas, ya que la "segunda parte" de esta historia vendría a ser la primera temporada de los Jóvenes Titanes, y allí Raven no tenía pareja ni se conectaba con su pasado.

¡AH! Va a aparecer Rorek, el hechicero (el que era bueno, no el dragón). Si no les gusta, en verdad lo lamento.

Déjenme un review, si lo leyeron. Para saber que pasa por sus lindas cabecitas. Es importante, me sirve muchisimo. Gracias por leer.

Besos!

BB.