Disclaimer: Todos Los personajes son propiedad de la serie The 100

Advertencia: Posiblemente OOC / Universe Alternative / FemSl

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Capitulo 1

A donde sea...


—Ho Dios… no puedo creer que haya llegado el día — susurró Lexa con los nervios brotándole del interior, sintiendo como ese hormigueo le llegaba por la espalda y su pecho desbocado. Pasó sus manos por el rostro recobrando el aliento —No puedo creerlo… — resopló parada enfrente del espejo del lavamanos. «¿Quieres salir del baño, Lexa Woods?» se escuchó del otro lado de la puerta seguido ligeros golpes. Reconoció ese tono voz, se trataba de su hermana menor, Riley. Ignoró por unos segundos ese llamado para respirar hondo y procesar lo que estaba por presenciar

—Un minuto…—

—¡Date prisa, no tenemos un minuto!. ¡Le prometí a papá que llegarías a tiempo!— reclamó su hermana golpeando la puerta con su puño, escuchándose cansada ante el repentino arranque de crisis de Lexa —¡No puedo creer que a unos minutos de este día, se te ocurra encerrarte en el baño, ¡Abre la puerta, Lexa! — recriminó golpeando de nuevo la puerta

Lexa la escuchaba pero al mismo tiempo quería ignorarla, quería concentrarse para enfrentar lo que venía. Volteo la mirada al escuchar como Riley golpeaba la puerta interrumpiéndola otra vez, así que gruñó tragando sus miedos y agarró bruscamente su chaqueta formal de color gris que se encontraba colgada del perchero de la puerta.

Tenía puesto una vestimenta formal de corte ingles del mismo color, colocándose la chaqueta que tenía como adorno una rosa blanca en un costado del borde, a lado de su pañuelo que, sobresalía del pequeño bolsillo, junto con su camisa blanca que tenía suelto el primer botón del cuello. Se sentía preparada en su imagen, con un ligero toque de maquillaje en su rostro y su cabello castaño peinado quebradizo en cascada. Humedeció sus labios, y abrió la puerta del pequeño cuarto de baño dejando la luz prendida

—Solo quería un minuto… Riley— resopló mirando a su hermana parada a unos centímetros de distancia

—Llevabas más de un minuto— contestó la menor Woods cruzada de brazos. A diferencia de su hermana, ella con su cabello negro recogido en chongo, tenía puesto un vestido formal de color negro y casi ajustado a su cuerpo, con el largo llegando por sus rodillas. Se hizo un lado al dejar que su hermana saliera del cuarto del baño —Mierda Lex, si hubiera sabido que te daría una crisis, hubiera preparado el auto de papá para escapar a Laguna Beach

—No fue una crisis de arrepentimiento, imbécil— señaló Lexa acomodando el borde su camisa

—¿Entonces?— arrugó el entrecejo — Ese baño no tiene ventanas a la calle, solo se ve el vació del edificio. Acaso… ¿Pensabas suicidarte y te interrumpí?, ¿pensabas tirarte al vacío en el día más importante en tu vida? —

—Por supuesto que no, Riley. Por Dios… ver tanta basura en YouTube te está afectando el cerebro— recriminó terminando de ajustarse su vestimenta, resopló para recalcar su decisión —Estoy segura de este día, si te interesa— señaló aflojando sus hombros — Escucha… solo necesito que me apoyes este día. ¿Puedes hacerlo?... sin idioteces—

—¿Estas idiota, Lexa? — respondió con una sonrisa de lado — Soy tu única hermana, soy Riley Evan Woods. ¿Sabes cuánto tiempo esperé por este momento? — anunció sintiendo orgullosa —Es claro que estaré contigo en toda la ceremonia, confía en mí, no te decepcionaré—

—Eso espero, porque… si confió en ti— concluyó regalándole una suave sonrisa, pero al mismo tiempo rogando con fuerza para que su hermana no hiciera algo fuera de lugar.

Y es que Riley Woods, a pesar que la diferencia de edad era de cuatro años, actuaba peor que una adolecente de quince. Tenía una ligera manía de meterse en problemas y al mismo tiempo provocando que su padre perdiera el juicio, pero a pesar de todo eso, en realidad tenía un lado confidente, leal y quizá un poco maduro cuando se trataba sobre su hermana mayor.

Ahora, Lexa pasaba por uno de los momentos más importantes en su vida y había escogido a Riley como su principal compañía. Sí, estaba nerviosa, sentía como el estómago se le retorcía por cada paso que daba y aún más cuando se arregló ese traje formal.

Se encontraban en una de la suite del Hampton Place, uno de los hoteles más lujosos de la zona de Manhattan, además de ser uno de los sitios más propios y elegantes para una ceremonia como la suya.

Todo se encontraba preparado en la amplia terraza, adornado con flores blancas, luces artificiales en forma de faroles que colgaban alrededor, dándole una imagen muy fresca en medio de la gran ciudad. Para este momento, todos los invitados en su mayoría, se encontraban en espera de Lexa junto con su hermana antes de la hora indicada que diera inicio la ceremonia.

Y aunque en unos minutos de infarto, hizo su aparición Lexa Woods. Acompañada de todas las miradas del lugar, incluyendo en especial la de su padre, el señor Woods que, portaba propiamente su imagen casi inexpresiva, sentado en primera hilera de las sillas al frente de los escalones donde se llegaba al pequeño altar.

Lexa subió las tres escaleras de madera, con la garganta cerrada y sus manos temblaban de los nervios, sumando la mirada penetrante de su padre que estaba a unos metros. Bajó la mirada al suelo para ver su calzado, recobrando las fuerzas necesarias, este sería su gran día.

—Aún… puedes salir corriendo— susurró Riley parada a unos pasos detrás de ella , notando sus gestos, mientras sostenía el pequeño estuche negro de alianzas entre sus manos —Todavía puedes arrepentirte—

—Cállate— musito Lexa, carraspeo ligeramente

—Hay un bar cerca de aquí…—

—Guarda silencio—

Riley soltó una pequeña risa frunciendo sus labios, estaba divirtiéndose como Lexa quería aparentar sus nervios y jamás la había visto de esa forma, pero se calló cuando sintió como ella le dio un codazo discreto en su estomago

A unos segundos después, cuando el sacerdote portando su vestimenta para la ocasión, hizo su entrada, todos los invitados tomaron sus lugares entre las hileras y aguardaron para dar inicio la ceremonia. El cuarteto de cuerdas que se encontraba detrás de los invitados, comenzó tocar la partitura para la gran entrada. Lexa miró con ansias hacia el enfrente de ese pasillo entre los invitados, para admirar la entrada de aquella mujer con un gran vestido formal de color blanco, con un ligero velo que solo cubría sus hombros, dejando mostrar ese rostro resplandeciente.

—¿Estas segura?, porque ella no escapo y eso es más que una buena señal— susurró discretamente Riley a espaldas de su hermana

—Estoy… muy segura Riley— concluyó Lexa con una amplia sonrisa entre sus labios, sin desapartar la mirada a su prometida que subía los escalones. Tenía el pecho latiendo rápidamente y las emociones estaban al borde

Aquella mujer atractiva, con un brillo propio en sus ojos, no dejaba de mirar a Lexa con una sonrisa cálida. Había caminado en medio de ese pasillo con todas las miradas en sus hombros mientras sostenía un pequeño ramo de rosas blancas entre las manos, luciendo su vestido que caía hasta sus pies, de hombros descubiertos mostrando un corset, y su cabello castaño que complementaba el velo. No quiso cubrirse el rostro con él porque quería admirar a su prometida en todo momento, y verla ahí parada en el altar en su espera, sintió una gran satisfacción.

Cuando llegó a su lugar a lado de Lexa, soltó un suspiro aflojando sus nervios. Ambas se veían nerviosas y emocionadas.

—Amados hermanos… estamos ruidos hoy para celebrar la unión de Lexa Carey Woods… — anunció el sacerdote con ademanes propios —y… Luna Hilker Sinclair— Las dos mencionadas, se miraban de frente escuchando atentamente, sintiendo la seguridad que se proyectaban una a la otra.—Este es un día sagrado, mientras Luna y Lexa se preparan para unir sus vidas, es importante que todos los presentes que les han ayudado a conformar su vida, continuaran ayudando en su futuro. Por lo tanto no estamos aquí para presenciar sus votos, sino para darles nuestra bendición. Y ahora…. La pareja leerá sus votos— El sacerdote levantó su vista hacia la pareja

—Yo… Luna Sinclair, prometo cuidarte todos los días de mi vida, amarte hasta el último gramo de mi ser y darte una vida… — suspiró mirando los ojos verdes de su prometida mientras la tomaba de las manos — Una vida… plena—

—Todos los días… prometo darte lo mejor de mí, yo Lexa Woods, estoy por iniciar mi nueva vida a lado de la persona que escogí para mí, a lado de la persona que me demostró sinceridad y mucho cariño en el trayecto.— respondió con seguridad apretando sus manos con las de su prometida —Hoy soy responsable de alguien más que yo…, hoy soy responsable ante ti, ante a nuestro futuro.— alego con sinceridad, en interior con un ligero hilo de voz observando como los ojos de Luna anunciaban emoción y ciertas lagrimas que querían escaparse. Después de que Riley entregó los anillos a la pareja, todos los invitados estaban felices.

—Por el poder que me han concebido Dios y el estado de New York, las declaro… unidas en matrimonio— finalizó el sacerdote con una sonrisa y una seña para que pudieran finalizar con beso

Luna se acercó a Lexa y concluyeron en un beso sin soltarse de las manos en medio de ese ramo de rosas. Porque por fin habían terminado de ser prometidas y ahora estarían más unidas que nunca. Ante esa escena los invitados aplaudieron de alegría y se dispusieron celebrar el resto de la noche.

La terraza estaba iluminada por los faroles que hacían juego con las rosas, la música invadía la pista de baile que se encontraba en medio, acompañado de pláticas de los invitados, mostrando el bar libre que se encontraba unos metros, y los camareros que se paseaban con platillos y aperitivos entre las mesas adornadas alrededor de la pista.

—¿No estas feliz papá? — preguntó Riley acercándose al señor Woods, que se encontraba en una mesa de honor en un extremo, mirando su copa de champagne entre sus dedos — Sonríe, es una fiesta, es la boda de Lexa— animó parándose a un lado de él. Había observado que su padre tenía esa expresión seria, solo mostraba poca alegría y formalidad con los invitados, incluyendo a los padres de Luna.

—El día en que sonría… será el día en que por fin te gradúes y dejes de mal gastar mi dinero — recriminó seriamente, clavando su mirada verde en ella. Solo le dio un pequeño sorbo a su copa seguido de fruncir sus labios entre su barba.

Ese comentario hizo que Riley se incomodara, de cierta forma la desanimo unos gramos, carraspeo cuando dios unos pasos alejarse, a presenciar como unos invitados se acercaban a él para felicitarlo por su hija, así que decidió dejarlo solo.

A decir verdad, Riley nunca tuvo una buena relación con su progenitor, diferenciaban en varias ideas y propósitos. Años atrás después de la muerte de su madre, su padre se había vuelto un poco más frívolo, pero aunque a veces pareciera un poco desconfiada de su parte, Riley siempre sospechaba que había una cierta preferencia hacia Lexa, quizá porque tenía más parecido a su madre. Ahora todavía no terminaba la universidad, y solo le faltaba un año, o eso creía todos, porque la verdad es que había abandonado sus estudios de leyes para dedicarse al lleno al mundo de la música, en especial la EDM.

A espaldas de su padre, trataba de buscar una forma en confesarlo, pero ahora se dispuso a celebrar con el resto de los invitados y amigos de su hermana como los suyos.

Para ese entonces, Lexa junto con su ahora esposa Luna, habían dejado la fiesta después de su acto de presencia ante su padre y después de convivir con el resto de los presentes. Se despidieron brevemente y se fueron de ahí para dirigirse a su luna de miel rumbo a Amalfi, Columba de Italia.

Regalo de la familia Sinclair.

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Semanas después, Lexa cumplió con el trato de su padre, pues al establecerse como una mujer responsable y comprometida, se unió a la firma de abogados de su familia Woods. Una firma con prestigió en Manhattan con importantes clientes de por medio. Mientras que Luna ingresó al hospital New York-Presbyterian como pediatra, gracias a las influencias de sus padres que tenían conexiones.

Después de todo ella era una gran doctora y no estaba acostumbrada en dejarse vencer por la competencia.

También compraron un bonito departamento en el barrio Upper West Side, lleno de arquitectura colonial con una gran vista a la cuidad. Un buen sitio sin duda alguna, un espacio que solo era de ellas dos y nada más, con todo un estilo en conjunto que reflejaba el éxito de sus vidas.

Todo estaba en calma.

—Y… ¿Quién es… esa tal Ontari Higgs? — inquirió Riley acostada en el amplio sofá de piel situado en el despacho de su hermana, frente a su escritorio. Metió sus manos por su nuca soltando un suspiro dejando que su playera de color gris mostrara su abdomen y el borde sus boxers del borde de sus pantalones

—Es una compañera de trabajo de Luna— respondió Lexa con la mirada en sus documentos.

Se encontraba en su asiento portando un traje formal, en su escritorio de madera fina que tenía una placa al borde con una inscripción "Lexa Woods- Aattorney". Y un amplio librero a sus espaldas, mostrando el estilo tipo victoriano del despacho. Eso sin mencionar las amplias ventanas con vistas a la cuidad.

—Creo que es una… neurocirujana del hospital… algo así— añadió ordenando sus carpetas enfrente de su laptop —¿Por qué… lo preguntas?—

—Porque… la menciona mucho— respondió Riley mirando a su hermana —¿No te preocupa que… esa carnicera de cerebros… este muy cerca de Luna? — cuestionó extrañada ante esa repentina cercanía de la susodicha

—Mmm… no— musito Lexa con desinterés, tenía la vista en las carpetas y volviendo hacia la laptop para transcribirlas, Riley se confundía ante esa actitud, porque no mostraba celos o una incomodidad como se suponía que debía ser, solo se veía seria y concentrada en su trabajo —Por cierto al acabar esto, ¿quieres ir por unos tragos a Pride?, tiene tiempo que no vamos— ofreció mirando a su hermana sobre la pantalla

—Claro, ¿Por qué no? — respondió queriendo omitir esa indiferencia de su hermana, escuchándose despreocupada

—Perfecto, papá estará tranquilo que termine con este caso antes del anochecer— aseguró con una sonrisa de lado mientras seguía tecleando en su ordenador.

—Lo que digas Lex…—

Riley siguió con esa indiferencia y algo de temor que su hermana pudiera convertirse como su padre o peor. Así que trató de olvidar sus temores para disfrutar del día con su hermana mayor. Pero su parte, Lexa quería concentrarse en la firma como su padre se lo señalaba a diario, no quería decepcionarlo y a veces se recriminaba por no pasar tiempo suficiente con Luna. Pero de cierta forma, se tranquilizaba porque su esposa también tenía tiempo limitado.

Después de media hora llegaron al bar Pride, situado cerca de su barrio favorito. Era un pequeño bar estilo neoyorquino, con una bandera de colores en la entrada, tenía un buen prestigió y uno de los sitios preferidos de Lexa desde que tenía veintiuno. A Riley le graba el ambiente, tanto que influyo en su vida sin que se diera cuenta.

—Tengo algo que decirte… — soltó Lexa tras darle un sorbo a su cerveza, sentada en la barra del sitio. Queriéndose ver seria, pero sus nervios se reflejaban en sus ojos y la forma que fruncía sus labios

—¿Qué pasa? — inquirió Riley mirando a su hermana sobre su hombro, dejando su cerveza en la barra

—Luna y yo…— suspiró mirándola, aguantando una posible sonrisa

—¿Qué?... Luna y tú…. ¿Qué? —

—Queremos tener un hijo— confesó junto con una amplia sonrisa, esperando que su hermana compartiera esa felicidad

—¡¿Qué?! — Riley entre abrió la boca de sorpresa, junto con sus ojos que reflejaban lo inesperado —¿Estas de broma?, ¿es enserio? —

—No, es verdad. Queremos tener un hijo— recalcó Lexa de felicidad, y animada al ver la expresión de su hermana — Lo estamos intentando, es lo bueno que tiene exclusividad en el hospital—

—Pero… pero… ¿de verdad?, ¿seré tía muy pronto? — cuestionó con sorpresa, sintiéndose animada y borrando por fin esa pequeña desconfianza que tenía hace unos momentos

—Eso parece, lo estamos intentando, ya te lo dije. Incluso estoy pensando en cambiar de horarios con papá para tener más tiempo con Luna— anunció recargándose en la barra , sintiendo una gran satisfacción que pronto tendría una familia —Riley… en verdad quiero esto, ¿sabes? — confesó

—Lexa… yo, es… es… una gran noticia— formuló procesando la sorpresa, para después tragar sus balbuceos tras un sorbo de su cerveza —Lo que sea, yo… te apoyó, esa Doc fue la elegida después de todo ¿eh? — añadió tras una sonrisa ligera

—Sí, así es. Ahora es mi vida, es lo que quiero— finalizó Lexa sin cambiar de expresión, agradecida que su hermana fuera la primera persona en saberlo. Como su confidente de toda la vida

Riley borró enseguida las teorías erróneas que tenia de Luna desde que la conoció y que nunca se lo dijo a su hermana, salvo por comentarios y bromas sarcásticas. Al parecer estaban por formar una familia y Lexa estaba dispuesta a todo por cumplirlo. Al parecer era feliz en la nueva vida con Luna y por eso la admiraba. Quizá la imagen de la doctora estaba cambiando y la admitía que ahora formaba parte de la familia Woods.

Lexa se divirtió con su hermana el resto de las horas, porque estaba alegre que por fin había soltado un secreto de unos meses, y es que el tener un hijo era el deseo de Luna, desde que habían cumplido años de noviazgo. Ahora lo compartían, de solo imaginar que tendría un hijo con su esposa Luna, le brillaban los ojos y sentía una gran calidez en su pecho, era una etapa que siempre quiso vivirlo con la persona adecuada y al parecer ya lo había encontrado.

-x-

Unas cervezas de más, una plática con su hermana y aventuras que ahora eran recuerdos, había llegado las doce de la noche y debía regresar a casa como era debido. Quería portarse como una buena esposa, llegando a casa sin hacer esperar a Luna. Quería estar más con ella que solo unas pequeñas partes del día y noche.

Al salir de bar, tomaron un taxi con rumbo a su barrio, dejando primero a Riley a la puerta de la casa Woods, y al final llegando a su casa al otro lado del Central Park.

Lo único que pensaba era en como seria su vida con tener una familia por fin y que sería una mejor persona para ello. Al llegar a su departamento, se bajó del taxi pagándole al chofer. Después suspiró acomodándose su abrigo formal metiendo las manos en los bolsillos, con la mirada en su casa, notando que las luces de las ventanas que pertenecían a su habitación estaban encendidas, así que supuso que Luna había llegado a casa.

Subió las escaleras de piedra para llegar a la puerta principal, sacó la llave de su bolsillo del abrigo y con facilidad abrió para adentrarse a su dulce hogar familiar.

Pero al dar los primeros pasos al interior y pisar la alfombra luego de cerrar la puerta con cautela, algo en el ambiente se sentía diferente, como un silencio desesperante, como si la atmosfera cálida que siempre encontraba en su departamento había sido borrado para una más tensa, posiblemente pesada.

No lo podía describir, solo sentía esa presencia de que algo estaba fuera de lugar.

No se quitó su abrigo, solo avanzó unos pasos más cuando en el pasamos de la escalera que conectaba con la segunda planta, vio enseguida una chaqueta negra de cuero. Definitivamente no pertenecía a Luna, ni mucho menos de ella. No le gustaba mucho las chaquetas de cuero. La desconoció por completo, y se iniciaron un sinfín de preguntas acerca de esa prenda. Negó con la cabeza ligeramente para desapartar la desconfianza que nacía en su pecho a velocidad de segundos, acto seguido subió las escaleras sin hacer ningún ruido esperando encontrar a Luna en la habitación y preguntarle al respecto.

Fue ahí, cuando al caminar por el pasillo de la segunda planta , seguido de pasar por las puertas de habitaciones desocupadas y el cuarto de baño, a unos metros empezó a escuchar lo que parecían ser gemidos provenientes de la gran puerta hasta al fondo, donde era la habitación suya y el su esposa.

«¡Ahhh! …. MMmm…. Sí, !Joder!» Lo escuchaba claramente conforme avanzaba, con la vista al frente, difícilmente identificó ese tono de voz, ese tono que le habían dicho varias promesas y palabras de cariño. Se detuvo en la puerta poniendo la mano en la manilla para abrirla y comprobar lo que sucedía al otro lado. De forma humillante, escuchaba como la cabecera de la cama chocaba con la pared de varios movimientos corporales «¡Ahhh!... ¡Ontari!….» ese gemido detonó una bomba en su pecho, porque ahora sabían quienes se encontraban ahí

Solo bastó con girar la manilla de la puerta en forma sigilosa, solo entreabrió lo suficiente. Y con los ojos abiertos y las pupilas dilatadas, un hueco en estomago que corría con acidez, junto con su pecho desbocado pudo observar aquella escena que sería implantada en su cerebro

—No puede ser... — musito aun con la mano sin soltar la manilla. Petrificada mirando como en su amplia cama, se hallaba su esposa completamente desnuda junto con otra mujer que la tenía entre sus piernas y la abrazaba sin dejar de besarla, suponía entonces que esa mujer de cabellera negra debía ser la neurocirujana Ontari Higgs. Estaban moviéndose a la par con una ligera sabana encima de sus cuerpos, besándose y brotándose entre si —No…— gruñó entre dientes sintiendo como sus ojos comenzaban a empeñarse.

Sin que ninguna de ellas se diera cuenta, Lexa se desapartó de la puerta y bajó rápidamente las escaleras, sin pensar que lo más probable era que ellas la habían escuchado, y quizá pensar que las había descubierto en pleno acto. Solo en segundos salió por la puerta principal seguido de un fuerte golpe, bajando las escaleras de piedra en la entrada deteniéndose a un lado de los botes de basura situados en el pequeño callejón del edificio, con las manos al borde, y sin aguantar más, pudo soltar por fin lo que su estómago le golpeaba internamente, porque sí, vomito todo ese asco que presenció, eso sin contar la bilis que invadía el sabor salado de su boca.

Para su fortuna, caminó en la acera y se subió al primer taxi que se detuvo al momento se hacer la seña. No pensaba en nada, solo en esa escena desgarradora que había visto, en su casa, en su cama, con su esposa. Tenía los ojos humedecidos, el estómago deshecho y el pecho desbocado, solo dijo lo primero que se le vino a la mente cuando el chofer le preguntó el destino «Al… Aeropuerto JFK…». Como si supiera realmente a donde ir, no importaba.

Se dejó ir por sus impulsos.

Al llegar al aeropuerto, podría verse poco deshabitado como suponía. Todavía faltaba meses para ser navidad como para que los aeropuertos estuvieran saturados. Se dirigió hacia la recepción donde solo se veía una señorita con el uniforme del aeropuerto.

—¿Tiene vuelos disponibles? — preguntó con las manos sobre la recepción que le llegaba al altura del busto

—Buenas noches, bienvenida al Aeropuerto JFK— saludó la señorita mostrándose ese modo plástico —¿Qué desea? — ignoró la exigencia de Lexa

—¿Tiene vueltos disponibles, ahora? — recalcó seria limpiándose las lágrimas con el torso de su mano

—Por ahora tengo un vuelo disponible en veinte minutos— respondió la señorita con la mirada en el ordenador, tecleando rápidamente —Con destino a Seattle, es un vuelo comercial—

—No importa, quiero un asiento— gruñó entre dientes sacando su billetera del bolsillo del abrigo, queriendo tener ese boleto en sus manos antes que nada

—Está bien, un vuelo a las doce treinta de la noche, destino a Seattle, Washington. Vuelo comercial número R-4581— decía la señorita tecleando y con la mirada en la pantalla — ¿A nombre de quien, disculpe? —

—Lexa Woods—

—¿Equipaje? —

—Ninguno…, solo quiero el lugar—

—Todo en orden señorita Woods— señaló la recepcionista — Le confirmo, es un boleto con destino a Seattle Washington, vuelo comercial con el numero R-4581, sin equipaje a nombre de Lexa Woods, ¿cierto? —

—Si…—

—Son cuatrocientos dólares, por favor—

Lexa sacó su tarjeta de crédito sin importarle el costo, solo lo dejó en el mostrador, observando como la señorita lo cobraba y seguido unos segundos más le dio su boleto de vuelo

—Pasé a seguridad señorita Woods, el vuelo no tardara en despegar— sugirió la señorita con un porte platico como al principio

Solo aflojó de hombros para encaminarse hacia la terminal donde le indicaba su boleto de avión, pasando por el pasillo de seguridad que, solo se encontraba un oficial, al parecer de unos cincuenta años y casi adormitado, reflejado en su rostro. Pasó limpiamente seguridad y se adentró hacia la sección de pasajeros para adentrarse por fin al avión, seguido de escuchar al altavoz que anunciaba su vuelo.

Pasó su boleto al registro a la señorita que se encontraba en la entrada del pasillo que conectaba al interior del avión «Que tenga buen viaje señorita Woods» escuchó a sus espaldas, solo respingó discretamente.

Para este punto solo dejó que sus impulsos la dominaran, porque al adentrarse al avión por fin, solo buscó el número de su asiento, que para su suerte no había nadie más. A pesar el avión albergaba casi la mitad. Solo cerró los al sentir como su cuerpo se amoldaba a su asiento, ignorando la vista de su ventana, quiso aflojar el cuerpo omitiendo ese dolor interior que su pecho la golpeaba todavía. Solo resopló cuando comenzó a escuchar como las turbinas del avión empezaban prenderse y las aeromozas comenzaban dar instrucciones para el vuelo.

Después de todo, no prestaba la suficiente atención del hecho que estaba escapando y abandonando su vida en Manhattan y que se dirigía a un lugar prácticamente desconocido, un lugar al otro lado del país.

Seattle, Washington precisamente.


Hola, que tal F.F.

Subo una nueva historia de este fandom.

Espero que les guste

Saludos.