¡Holi, fans! Ésta vez le toca reedición a éste pequeño drabble.
He de mencionar que éste es de mis drabbles favoritos, lo que es algo raro, porque son pocos los trabajos míos que de verdad me gustan. Traté de no modificar mucho el texto, sólo cambié los guiones y una que otra faltita de ortografía. ¡Ah! Además que puse cositas para atar cabos sueltos. Equis, no mucho.
Aclaraciones: Adventure Time ni ninguno de sus personajes me pertenecen, todo es propiedad de Pendlenton Ward y su fabuloso equipo de trabajo. Yo sólo los tomo por mero amor al arte y sin ningún fin lucrativo. Gracias.
Reviews Please!
Y así fue cómo te conocí…
Marceline odiaba profundamente llorar en público. Llorar rompía la imagen que tenía ante los demás, sin mencionar que daba signos de cuáles eran sus debilidades. Pero justo en esos momentos cuando era ella el centro de atención, simplemente no podía seguir conteniéndose.
Estaba a nada de llegar al límite de su paciencia, una, solamente una estupidez más y se declararía oficialmente una feminista radical, igual que Bonnie. Los hombres eran una porquería en toda la expresión de la palabra, a excepción de Finn, que técnicamente no tenía la edad suficiente para ser llamado "hombre", y Simón, que la había cuidado cuando era niña.
Pero el resto era un desperdicio de "supuesta inteligencia", sobre todo su ex-novio Ash. Ése, el mismo que le estaba haciendo pasar una de las mayores vergüenzas en sus mil años de vida.
—Anda Mar-Mar —le decía el hechicero—, deja el berrinche y vámonos de aquí.
—¡No es un berrinche! —gritó ella exasperada.
—Estás así por una simple muñeca —replicó aburrido—. Supéralo nena.
Inmediatamente el cabello de Marceline comenzó a crisparse.
—¡Hambo no era una muñeca! —lo corrigió enojada—, ¡y no me digas nena!
Las personas alrededor comenzaron a retirarse a una distancia prudente, o simplemente a salir huyendo despavoridos del pequeño bar, porque si adivinaban correctamente, Marceline iba a estallar en cuestión de nada. Pero de eso no estaba enterada una persona, puesto que aún permanecía cerca, cubierto con una capucha pero a leguas muy atento a lo que pasaba. También estaba aparentemente divertido.
—¿Acaso no era un simplón? —preguntó Ash—, dime qué más hacía aparte de ser un inútil.
—¡No era un inútil! —contestó la vampira—. ¡Era importante para mí y tú lo vendiste!
—¡Y fue genial, amor! —asintió echándose a reír—, ésa ramita que me dieron a cambio de él me sirvió de mucho.
La Reina vampiro comenzó a echar chispas, muy literalmente, ante tanta idiotez derramándose sin control.
—¡Fuera de mi vista antes de que te arranque la cabeza!
—¡Mar-Mar, cuánta energía tienes! —rió burlescamente el peliblanco.
—¡QUE ME DEJES EN PAZ, TREMENDO IMBÉCIL! —rugió la morena aventándole la mesa, que él simplemente esquivo con uno de sus hechizos mientras seguía burlándose.
Marceline se llevó las manos al rostro, totalmente frustrada, mientras comenzaba a luchar de nueva cuenta con las lágrimas. El sujeto de la mesa cercana se levantó, tranquilamente, acercándose a Ash.
—Oye amigo, ya fue suficiente, ¿no? —le dijo.
—¿Y tú quién te crees para decirme eso? —respondió molesto el hechicero—. Yo decidiré cuándo es suficiente de tratar a mi chica —volvió a hablar haciendo énfasis en su propiedad.
—¡No soy tu chica, zoquete!
—Ehhh… —rió el encapuchado de manera divertida—, parece que ella no opina lo mismo que tú —añadió guiñándole un ojo.
—¡No me estés molestando, idiota! —gruñó Ash arrojándose contra él.
—¡Opp! —volvió a reír el otro.
El misterioso chico rápidamente flotó, esquivando completamente al hechicero que, en esos momentos, parecía haberse olvidado por completo de sus encantamientos y había ido a chocar directo con la barra del bar. El peliblanco volvió a incorporarse, ésta vez furioso, dispuesto a echar a patadas de Ooo al otro tipo, pero al darse la vuelta y encontrarse con que el rostro del chico estaba deformándose en el de un monstruo atemorizante decidió salir corriendo no sin antes amenazarlo desde la seguridad del marco de la puerta.
El pelinegro, que había tirado su capucha al suelo, comenzó a reír divertido mientras se acercaba flotando hacia la vampira. Marceline simplemente lo miró con sorpresa, juraría que le había visto unos inusuales colmillos puntiagudos.
—Lo siento —le dijo el moreno—, ése tipo comenzaba a ponerme de mal humor.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó ella.
—Marshall Lee.
—Conque Marshall Lee…
—¿Y el tuyo? —preguntó él.
—Marceline.
—¡Qué loco! —exclamó Marshall riendo—, suenan terroríficamente igual
Marceline comenzó a reír también al cabo de un par de segundos.
Quizá no todos los hombres eran unos idiotas como ya se estaba mentalizando, o al menos, ése no lo parecía tanto.
