¡Hola gente! Este es mi primer fic y intentaré que quede lo mejor posible.

Antes de empezar, deberían saber que aquí Sakura ya tiene las cartas, pero no conoce ni a Eriol ni a Syaoran.

Summary: Syaoran siempre pensó que la magia era una cosa de hombres. Pero nunca pensó que se tendría que enfrentar a una joven maga que le hará cambiar de opinión.


Cambiando de opinión

Capítulo 1: ¡No puede ser ella!


El sabio maestro los conducía hacia la sala de reuniones. Los siete jóvenes le seguían sin rechistar y sin preguntar nada. Cuando llegaron al centro de la sala, el maestro se paró en seco.

-Poneos ahí. - ordenó, con voz autoritaria.

Los siete chicos se colocaron en el exacto lugar que el maestro les había dicho.

-Bien, como todos sabéis, estáis aquí para entrenar para el día de mañana. La comunidad mágica ha sufrido muchas bajas y los magos del mañana tienen que estar preparados para protegerla. - todos asintieron. - Ahora quiero que os presentéis uno a uno, para que os conozcáis mejor.

El primero dio un paso al frente.

-Soy Eriol Hiiraguizawa y soy de Londres, Inglaterra. Tengo 20 años. Encantado.

El chico era alto, de facciones maduras. El cabello negro con algunos reflejos azulados caía cuidadamente sobre la cara del joven, y era recogido atrás en una coleta baja. Los ojos azules oscuros eran cubiertos por unas gafas de montura plateada.

Eriol retrocedió y el chico que estaba a su lado se posicionó un paso adelante.

-Soy Carlos Hernández, vengo de Madrid, España. Tengo 18 años. Mucho gusto.

Éste era alto y más fornido que Eriol. Era el más joven de todos, pues su cara más aniñada lo revelaba. Su cabello castaño muy claro caía por su frente en un corte a lo tazón, pero revuelto. Sus ojos eran de un color pardo felino.

Entonces dio un paso atrás y el siguiente ocupó su lugar.

-Soy Albert Müller. Soy de Bremen, Alemania. Tengo 19. Encantado de estar aquí.

Albert tenía el cabello rubio y rizado. Los ojos azules le brillaban mientras sonreía al presentarse. Era muy alto, quizás alcanzaba el 1, 95. Era fornido, pero no tanto como Carlos.

Cuando acabó, retrocedió, dando paso al siguiente.

-Soy Ricardo Silva, de Rio de Janeiro, en Brasil. Tengo 20 años. Mucho gusto.

Este chico era fornido, más incluso que Carlos, pero algo más bajito. El pelo negro corto llacía sobre el inicio de la frente del joven. Sus ojos negros eran muy potentes; su piel, de una tonalidad olivácea uniforme.

Dio un paso atrás para darle paso al siguiente.

-Yo soy Syaoran Li. Vengo de Hong Kong, China. Tengo 19. Un honor.

El último chico era alto y musculoso, de facciones angulosas y masculinas. Los cabellos castaños chocolate estaban desordenados, parecía que luchaban unos contra otros. Sus ojos eran de una tonalidad ámbar extraña, pero muy llamativa.

Retrocedió, cruzándose de brazos levemente, esperando que la estúpida - a sus ojos - presentación se acabara de una Santa vez.

El siguiente ocupó su lugar, en un paso que dejaba ver todo su carisma.

-Soy Alessandro De Luca, de Venecia, Italia y tengo 19 años. Un placer.

Éste chico era todo carisma: sonrisa Profident, cabello castaño caoba, ojos grises... Una mezcla extraña llena de la gracia típica de los italianos.

Dio el mismo paso hacia atrás, sonriendo levemente. El último mago adelantó un paso.

-Yo soy Diègue Brun, francés, de Orléans. Tengo 20 años. - hizo una leve reverencia al acabar, antes de girarse para volver a su sitio.

-Bien, ahora sólo queda encontrar al Señor de las Cartas.


-¡Adiós, chicas! - se despidió Sakura de sus amigas, Tomoyo Daidoji, Chiharu Mihara, Rika Sasaki y Naoko Yanaguiizawa.

-¡Adiós, Sakura! - le contestaron todas a la vez.

Sakura Kinomoto había salido del Bachillerato y ahora se dirigía a su casa, pensando en el muy estúpido examen de filosofía que tendría mañana.

Ugh, filosofía...

Siguió andando, cartera del Seijo en mano, hacia su humilde morada. Caminaba distraídamente por las callejuelas de Tomoeda. El pelo castaño claro largo y ondulado se agitaba con el viento; los ojos verdes esmeralda observaban sin prestar mucha atención lo que le rodeaba.

Iba tan en su mundo que no se dio cuenta de nada hasta que chocó con una valla de esas que se usan para anunciar obras.

Bien, ¿y ahora que más? Lo único que me falta es que empiece a llover.

Por desgracia, el camino que siempre tomaba estaba cortado y tendría que tomar un atajo.

Paso el famoso Parque Pingüino, observando sonriente a los niños que acababan de salir del colegio y ahora jugaban entre ellos en los columpios.

Esbozó una sonrisa nostálgica. No hacia tanto tiempo desde que jugaba allí con sus amigas.

De pronto, fue tironeada hacia un rincón.

-Hola bonita, ¿no quieres pasar un buen rato con nosotros? - le dijo un hombre, muy alto y fuerte.

-Te lo pasarás muy bien. - dijo otro, poniendo una sonrisa cínica.

-¡No! ¡Suéltame! - gritó Sakura, con todo el aire que tenía en sus pulmones.

Sakura negó y forcejeó, en vano, para soltarse. La levantaron y la empujaron contra una pared. Ella se resistió, y cuando uno de los hombres le puso una mano en el cuello, mordió.

Gracias a las clases de judo y autodefensa – que su hermano le había obligado a cursar – tumbó a los hombres a base de patadas y de puñetazos.

Cuando había comprobado que estaban inconscientes, se apoyó en la pared, y resbaló por ella hasta quedar sentada en el suelo. No pudo evitar que le cayeran por las mejillas algunas lágrimas de los nervios.

Pero tampoco pudo evitar la sorpresa cuando una mano tocó su hombro, ni cuando vio a siete chicos y un hombre algo más mayor acercarse a ella.


Habían viajado ese mismo día hacia Tomoeda, el pueblo que marcó el oráculo como lugar de residencia del Señor de las Cartas.

Buscaban por las calles algún tipo de presencia mágica, pero no encontraron ninguna. Estuvieron a milímetros de rendirse. De repente, se sintió una presencia muy fuerte.

-¡No! ¡Suéltame! - se oyó a una voz femenina gritar.

Corrieron hacia el lugar del que provenía el grito – a riesgo de perder al Señor de las Cartas - y justo cuando se iban a abalanzar sobre los tipos que intentaban violar a la chica, el combate se tornó algo injusto. Injusto... para los dos tipos.

La joven se movía con mucha rapidez, y, en un cerrar y abrir de ojos, dejó inconscientes a los dos gorilas. Si sus mandíbulas no hubieran estado pegadas a su cráneo, probablemente hubieran tocado el suelo.

Ella se sentó – no sin antes haberle dado un par de pataditas más a la pareja de canallas - , acomodó la cabeza sobre las rodillas y comenzó a llorar.

Carlos no pudo evitar acercarse a consolarla, y le puso una mano en su hombro. Ella abrió los ojos, un poco desconcertada ante tal acto.

La presencia se hizo muy fuerte y el maestro sonrió. Con que esta chica es el tan famoso Señor de las Cartas.

Syaoran y Eriol, que también se habían dado cuenta, exclamaron:

-¡No puede ser ella!


N/A : Bueno, pues hasta aquí el primer capítulo de mi primer fic (que por cierto, se me ocurrió después de despertar de un sueño). Gracias por leerlo y que sepan que apreciaría mucho - mucho mucho – que me dejaran reviews, con todo lo que se les ocurra. Como pueden ver, a Sakura no le gusta la filosofía... Algo mío tenía que tener la niña, ¿no? Respeto a quien le guste, pero yo me quedo con las lenguas y esas cosas, que se me dan mejor xD.

¡Nos leemos!