Un paso...
Dos pasos...
Tres pasos...
Esa era la cantidad que Juleka daba en puntita de pie para acercase a su hermano, dos años mayor que ella, quien estaba durmiendo desparramado sobre el sillón.
La pequeña Juleka de cinco años de edad, había tomado el esmalte de uñas de su madre y tenía pensado pintarle sus uñas de negro a Luka, ya que estaba aburrida de pintársela a ella misma. Y vio la oportunidad perfecta al encontrarlo en esa posición y mucho más si una mano se encontraba casi rozando el suelo y la otra atrás del respaldo del sillón.
Cuando llegó cerca de él, destapo el frasquito y comenzó a pintarle las uñas, al terminar de ponerle color a todas sus uñas de su mano. Pensó en retirarse, pero dos pares de ojos la sorprenden infraganti, lo que provoco que se quedara inmóvil en el lugar mientras traga saliva, tratando de esconder el esmalte detrás de su espalda.
— ¿Que ibas a hacer? —Preguntó Luka— Muéstrame lo que escondes detrás de tu espalda.
Juleka negó con la cabeza, aun silenciosa. Luka sin esperar cooperación de su parte se levantó del sillón y le quito a la fuerza lo que escondía... ¿Esmalte de uñas?
Y cuando vio sus uñas se quedó atónito, al ver todas sus uñas de color negro. Juleka dio pasos para atrás, apretó sus labios.
— ¿Qué hiciste? —cuestionó sin apartar la vista de sus uñas. A pesar de que sabía la respuesta no pudo preguntar por la conmoción— ¡Ven aqui! —exigió cuando su hermana huyó.
Estuvo un rato persiguiéndola, que en algún momento, los dos salieron a la calle. Luka estaba tan empecinado por atraparla que no se dio cuando choco con una niña, quien de inmediato soltó la mano de su madre y cayó al suelo.
Era una niña, de unos ojos azules enormes y pecas alrededor de su nariz. Se podía notar que tenía orígenes asiáticos como su madre.
—Perdón —se disculpó con los modales que hace corta edad ya poseía. Ofreciendo una mano para ayudarla a levantarse.
Ella la aceptó y a pesar de que estaba levantada en el suelo, no soltó la mano del desconocido al quedarse sorprendida al ver esas uñas pintadas de negro. Luka al percatarse del estado de sus uñas, la aparto, sintiendo que sus mejillas se sonrojaban levemente, motivo por el cual desvió la mirada.
—¡Te queda muy bien el color negro! —dijo con una amable sonrisa, mirándolo a los ojos— Deberías pintártelas más seguido —repuso honestamente sin ningún rastro de burla.
Luego de eso que dejo al niño petrificado, la niña, miró a su madre y le preguntó si ya se iban.
—Sí, vamos Marinette —le dijo tomando nuevamente la mano a la niña.
—Hasta luego —se despidió, alzando una mano y moviéndola.
Luka sólo se quedó parado en donde estaba, atónito, quien pudo contener la pequeña sonrisa que se asomó por su rostro mientras sus mejillas se ruborizaban. Bajó la mirada para observar sus uñas, pintadas de negro.
Pero en medio de sus pensamientos, una voz lo saca de su ensoñación.
—¿Luka?
Era su hermana que caminaba a pasos lentos hacia él.
—Perdón —Su voz sonaba apenada— ¿Aun seguís enojado por pintarte las uñas? —Luka negó con la cabeza.
— Volvamos a casa —repuso— Eso sí, ahora por compensación ese helado de chocolate que está en la heladera es mío.
—¿Qué? ¡Pero es mío! —Refutó.
Luka rió cubriendo su boca con sus dedos.
—Ya no.
...
Muchos años después...
...
Luka estaba en su cama, observando sus uñas que tenían el esmalte de color negro aún fresco, al habérsela pintado hace poco.
Sonrió.
Aun seguía pintándosela por esa niña de aquella vez. Marinette.
