Advertencia: Los personajes se encuentran en un AU (universo alternativo) por lo que su personalidad puede cambiar ligeramente, ni sus historias ni pasados tienen que ver con la obra original, hecha por Hirohiko Araki.

CAPÍTULO 1

A pesar de no gustarle, Gyro se tragaba el noticiero cada maldita mañana ya que por la tele no echaban otra cosa a esa hora, lo hacía junto a un café y una tostada con mantequilla y mermelada, su favorita era la de melocotón, por cierto.

Gyro Zeppeli era un hombre de veinticuatro años, no tenía pareja ni mascotas, vivía totalmente solo en un piso cerca del centro de la ciudad y era dueño de una pequeña cafetería que había estado llevando por casi dos años. Se había independizado justo al cumplir la mayoría de edad, sabiendo que quedarse con su padre solo le traería problemas y él ya había tenido suficientes. Sus padres tenían un hospital en Italia, para ser más exactos en Nápoles, pero a él nunca le interesó ser médico, ni cirujano ni ningún rollo de esos por mucho que su padre le hubiese comido la cabeza una y otra vez desde que era un crío, así que, al cumplir los dieciocho, simplemente cogió sus maletas y se fue de casa, además de que ya no soportaba la idea de seguir viviendo con su padre.

Al acabar de desayunar dejó el plato y la taza en el fregadero, cogió su abrigo, las llaves del coche y salió de casa haciendo la misma rutina de cada día. Se levantaba siempre a las seis de la mañana, menos los lunes ya que cerraba la cafetería, se aseaba, desayunaba y se iba de casa abriendo el local siempre a las siete en punto. Trabajaba solo, él preparaba los desayunos, servía y limpiaba, no necesitaba ayuda de nadie ya que solo se bastaba. No servía comidas pero siempre se quedaba hasta las siete de la tarde, que es cuando cerraba.

Desde que Gyro se independizó había logrado encontrar diferentes trabajos, el dinero nunca le había faltado y no había vivido mal ya que la influencia de su padre en aquella ciudad era importante y gracias a él conocía a bastantes personas para las que había podido trabajar. Pero cansado de trabajar para otra gente, decidió abrir su propio negocio. Se fue de Italia rumbo a Inglaterra, ahí se instaló rápido, el idioma ya lo dominaba y no es que le hubiese ido mal, si no al contrario, desde que abrió la cafetería cada día tenía mucha clientela aunque la mayoría de sus clientes venían a diario. Gyro estaba feliz, hacía lo que quería, no se estresaba mucho y llevaba una vida tranquila, era una persona bastante simple que no necesitaba mucho, y respecto a las mujeres… Había tenido sus rollos, sí, pero aun no había encontrado a nadie para mantener una relación seria y estable.

Gyro le había estado dando vueltas a la cabeza todo el camino en como debía hablarle a una chica que había conocido el otro día en la discoteca, que resultaba ser amiga de una amiga suya. Aquella chica le parecía mona y atractiva, pero nada más, aunque se había quedado con las ganas de seguir hablando con ella. Pero todos esos pensamientos se desvanecieron en cuanto aparcó el coche y abrió el local para comenzar a trabajar.

Gyro llevaba puesto un uniforme con pantalones negros y una camiseta blanca, con un par de botones desabrochados y de manga larga. La verdad es que tenía un buen cuerpo, era delgado pero estaba fuerte, su pelo era rubio y largo, usualmente recogido en una coleta cuando trabajaba, aunque lo más característico que tenía era su barba, recortada en cuatro cuadrados en cada lado de la barbilla.

La cafetería por dentro no es que fuese muy grande pero era bonita, tenía un rollo vintage con mesas redondas de madera, en las cuales en medio de estas había puestos unos jarroncitos con flores púrpuras, la barra y el suelo también eran de madera y había unos pocos taburetes para quienes no quisiesen estar sentados en una mesa. Algunos cuadros y plantas colgaban de las paredes además de un reloj grande y redondo que indicaba la hora, y también, había unos ventanales que te permitían ver todo lo que pasaba fuera, junto a algunas mesas. Se notaba que dentro había un ambiente cálido y tranquilo. Gyro siempre ponía una cadena de radio con música country, su favorita, la cual se escuchaba por toda la estancia a todas horas. Eso era uno de los pequeños detalles que a Gyro le gustaba disfrutar en su trabajo.

Al poner todo en orden simplemente se quedó tras la barra, tarareando la canción que estaban echando por la radio mientras secaba algunos cubiertos y los guardaba. Cada mañana, tras los ventanales, veía pasar a chavales jóvenes que iban al instituto, aunque pensó que cerca de ahí también había una universidad. Gyro nunca se había planteado ir a ninguna y tampoco lo iba a hacer con su edad, los estudios nunca habían sido lo suyo a pesar de que sacara buenas notas en el instituto (por obligación de su padre) así que simplemente trabajaría, sabía hacer muchas cosas y no es que fuese un idiota por no tener una carrera universitaria.

Entonces Gyro escuchó la campanita que sonaba cada vez que alguien entraba dentro del local, miró a la chica que entró junto a dos compañeras, era joven, de pelo rubio, delgada y con ropa de color rosa.

-Buenos días… -saludó la chica mientras se sentaban en una de las mesas.

Fuera el tiempo no es que fuese muy bueno, el cielo estaba nublado y amenazaba con llover en cualquier momento, hacía viento y era imposible andar por las calles sin un abrigo. Estaban en mitad de noviembre.

Las tres chicas, que parecían ir al instituto, dejaron sus mochilas a los pies de la silla, Gyro enseguida salió de detrás de la barra y se acercó a ellas.

-¿Así que nuevas clientas? Nunca os había visto por aquí, ¿no vais a llegar tarde al instituto? No quiero que el profesor me eche una bronca después… ¿sabéis? -bromeó.

-Eso no va a ocurrir… -dijo la rubia riendo levemente-. Teníamos que venir antes porque tenemos examen y no hemos desayunado, y mi madre me ha dicho que pasemos por aquí.

-Oh, ya veo… Bueno, ¿qué queréis?

-¿Pueden ser tres tés y tres tostadas de… jamón? -la chica miró a sus compañeras dudando por si ellas querían algo distinto, pero asintieron con la cabeza a lo que había pedido.

-Perfecto.

Gyro se retiró para comenzar a preparar lo que le habían pedido, escuchaba de fondo lo que las chicas hablaban y descubrió que la rubia se llamaba Lucy e iban tan solo a tercero de secundaria, por lo que eran bastante jóvenes y no tendrían más de quince años. Entraron un par de chicos más mayores pidiendo dos zumos que Gyro sirvió enseguida y continuó preparando las tostadas de las tres chicas. Al acabar se las sirvió junto a tres tazas y una pequeña tetera de metal que contenía té negro. Aquel ambiente juvenil le agradaba, había veces que echaba de menos esa época aunque él con quince o dieciséis años no es que fuese muy inocente. Recordó una vez que su padre le pilló con una chica en la habitación y la bronca que se llevó no fue ni normal.

A lo largo de aquel día no pasó nada realmente interesante, fue lo mismo de siempre, gente que venía a desayunar, almorzar o simplemente tomar algo, la misma rutina, y alguna que otra cara nueva. Al mediodía el local se quedaba prácticamente vacío y por las tardes, sobre las cinco, venían personas para merendar y beber algo después del trabajo. A las seis y media Gyro comenzaba a limpiar y recoger además de comprobar lo que había hecho de caja, recordando que mañana debía pagar las facturas de luz y de agua. Antes de cerrar completamente, la campanita de la puerta sonó indicando que alguien entraba, las persianas ya estaban bajadas y las luces al mínimo.

-Lo siento pero ya voy a cerrar… -aquello último lo pronunció en una voz más baja al ver que un chico rubio algo pálido entraba dentro de la cafetería, un gorro azul cubría su cabeza y lo que más llamó la atención de Gyro fue que iba en silla de ruedas.

-Pero el horario es de siete a siete… Y aún quedan diez minutos -respondió el chico y Gyro frunció levemente el ceño ante aquella contestación-. Si vas a cerrar antes entonces no pongas ese horario…

-Ya… lo que sea… -gruñó por lo bajo-. ¿Entonces qué quieres?

Al mirar de reojo a aquel chico pudo ver que llevaba una mochila de escuela encima de sus piernas, ¿quién salía de un instituto o universidad a esa hora? Pensó Gyro. "Este estúpido..." Gyro se quedó un poco molesto, odiaba ser interrumpido y mucho más cuando ya se hacía la idea de que iba a hacer algo, como ahora por ejemplo, tan solo pensaba en cerrar e irse a casa, darse una ducha cenar y ver alguna película, pero el niño ese había llegado y lo había estropeado todo, además de que no entendía porque tenía que entrar en un local viendo que estaba a punto de cerrar.

-Quiero un café, no muy fuerte -el chico avanzó con la silla de ruedas hacia una de las mesas y apoyó los brazos en ella, soltando un leve suspiro mientras miraba el local de reojo, de fondo aún se podía escuchar la música country que Gyro tenía puesta todo el día.

-Un café no muy fuerte… Comprendido, señorito, ¿algo más? -cuando Gyro estaba molesto o enfadado con algo o alguien se le notaba y mucho, sin importar que fuese o no su cliente actuaba de manera terca y obstinada.

-¿Es que tratas así a todos tus clientes? -el chico le miró algo desafiante, clavando sus ojos azules en los verdes de Gyro que estaban tras la barra-. Mira déjalo… Solo quiero mi café, no he venido a discutir contigo -giró entonces la mirada hacia otro lado, Gyro tampoco respondió.

Ese chico era una persona que Gyro jamás había visto, nunca había venido a su local, ¿de dónde había salido ese niñato tan maleducado? Estaba tan irritado en aquel momento que simplemente le serviría su café, dejaría que se lo tomase y se fuese de su local y entonces se olvidaría de aquellos minutos que tanto le estaban fastidiando, total, seguramente no volvería a verle.

Mientras Gyro preparaba el café no pudo evitar estar mirándole de reojo, aquel niño rubio parecía ser joven, de unos dieciocho o diecinueve años, era delgadito y parecía ser una persona seria y molesta a primera vista. Al acabar de hacer el café se lo sirvió en una taza, junto a un sobrecito de azúcar. Fue a apagar la radio cuando la voz de aquel chico volvió a interrumpirle.

-¿Vas a apagarla ya? -preguntó.

-En principio ya debería estar llegando a mi casa, pero claro…

-¿Puedes dejarla…? Me gusta esa canción -dijo el rubio pegando un sorbo a su café y pasando completamente del comentario de Gyro-. Este tipo de música es mi favorito, y oye, ¿cómo es que haces un café tan bueno? -preguntó curioso mientras miraba la taza volteándola un poco para mirar como el líquido del café se mecía.

Gyro que tenía la mano puesta en la radio dudó unos segundos en si debía o no de hacerle caso, y finalmente bajó su mano dejando que la canción sonase por el local.

-Práctica, supongo, aunque yo prefiero algo más fuerte de lo que te he hecho a ti, ¿pero no eres como muy joven para estar bebiendo café? Yo a tu edad café y agua era de lo que menos bebía.

-¿Acaso hay una edad para comenzar a tomar café? -le preguntó el rubio mirándole mientras volvía a beber otro sorbo, aún estaba algo caliente.

-¿Acaso vas a estar cuestionando todas mis preguntas? -le soltó Gyro de vuelta, frunciendo levemente el ceño.

-Puede -dijo el chico mientras alzaba los hombros.

-Eres un niño muy molesto, ¿te lo han dicho alguna vez? -era la primera vez que Gyro lidiaba con una persona así-. ¿Y qué haces solo en una cafetería un viernes? Los chavales no os vais de fiesta ya ¿o qué pasa?

-¿Me ves como para irme a alguna fiesta? -alzó una ceja refiriéndose a que iba en silla de ruedas-. Y no soy ningún niño, tengo diecinueve años, aunque gracias, de ti no puedo decir lo mismo, lo de que pareces un niño, ¿qué tienes, cincuenta años?

Gyro se le quedó mirando ya que no se esperaba para nada aquel comentario, hasta le sorprendió. Era la primera vez que un cliente suyo le seguía el juego de aquella manera, en parte le hacía gracia pero por otra estaba deseando echar a aquel chaval a patadas de su local.

Gyro era una persona normalmente alegre, tranquila y a veces le gustaba pinchar para molestar un poco; le gustaba gastar bromas y hacerse el tonto algunas veces, aunque en otras situaciones podía llegar a ser una persona bastante seria, responsable y ordenada.

-¿Perdona? -Gyro soltó una leve risa de incredulidad-. Tengo veinticuatro años, ¿de dónde sacas que tengo esa edad? Estoy perfecto.

-Ya… -el rubio terminó su café dejando la taza en la mesa-. Sigue creyendo eso, yo me voy -sacó su cartera dejando un par de monedas encima de la mesa-. No hace falta que me devuelvas el cambio aunque solo te dejo propina porque me ha gustado la música y el café.

-Por fin, ya te iba a echar de aquí, ¿sabes?

Gyro salió de detrás de la barra para acercarse al chico, cogiendo de su silla de ruedas para ayudarle a salir, sin embargo la reacción del rubio no fue del todo buena.

-No me hace falta ayuda, y no toques -le dijo en un tono enfadado-. Puedo salir por mi cuenta.

-Vale, vale, perdona -Gyro soltó enseguida y pasó a recoger el dinero y la taza, viendo como aquel chico ya iba a salir del local.

Al abrir la puerta entró un viento helado, hacía bastante frío y ya era de noche, las calles estaban iluminadas por farolas de luz blanca y se escuchaba el sonido de los coches atravesar la carretera.

-Ten cuidado con los coches, ¿eh? -le dijo Gyro antes de que el chico saliese.

No le contestó y el local volvió a quedar en silencio, un silencio que se rompía con la música de la radio que Gyro no tardó en apagar.

Salió diez minutos más tarde de lo esperado, de vuelta a su casa. Vivía en un piso de alquiler que tenía una habitación, un baño, una cocina y un salón con balcón, no era muy grande pero el piso era bastante nuevo y moderno, de paredes blancas y suelo de parquét.

Durante el camino de vuelta estaba pensando en quien sería aquel chico rubio, creía que una vez se fuese se olvidaría de aquel momento, sin embargo, aunque de primeras no le hubiese caído del todo bien le pareció alguien interesante y curioso, ¿le volvería a ver? Gyro no lo sabía, y decidió despejar su cabeza pegándose una buena ducha con agua casi ardiendo, después preparó algo de cena y se tumbó en el sofá para mirar una película durmiéndose casi al final.

Bueno, este es el primer capítulo, siento si ha sido corto pero intentaré hacer los demás más largos.

Solo quiero aclarar que no soy escritora profesional y ya sé que tengo muchos fallos, pero igualmente espero que os guste. Actualizaré cada una o dos semanas, depende de lo ocupada que esté.

Nos leemos.