Adadsads –nervios- bueno, este es el primer fic que escribo, y más aun el que publico xD. Lo puse inicialmente solo en el LJ, pero una amiga me recomendó –cofobligocof- subirlo aquí, a ver que tal se ve xD.

La pair principal es rara y poco conocida, lo sé, peor no por eso deja de ser hermosa ;_; XD. Y well, primero, detalles técnicos~:

Personajes:prácticamente todo el East Asia; centrado en China y Hong Kong. Aparición de Japón, Taiwán y Macau. Menciones de las dos Coreas, España y Portugal (leve aparición de éste último). Aparición de UK y Francia más adelante, menciones de Rusia y USA. Originales: Portugal y Macau. En los casos de Hong Kong y Macau utilicé dos nombres inventados para ellos:

Hong Kong: Xian -Wang- (la razón principal, es que 'Hong Kong' en chino es 'Xianggang', y como fangirlmente se le llama de por sí 'Hong' pues xD, Xian es casi lo mismo, con la diferencia de que es un nombre xD).
Macau: Liang -Wang- (Ninguna razón en particular xD; en chino Macau se dice Macau o Macao, así que solo busqué un nombre que rimase xD). Con Taiwán usé el nombre que le dan los fans, que es Mei.

Advertencias: Ninguna en esta primera parte xD. Está en 3era persona; por ahora desde el punto de vista de China. ¡Oh! Y sobre el '-aru' de Yao; yo suelo imaginarme la voz del pj cuando escribo sus diálogos, y en el diálogo del chino se incluye el aru xD... por eso no lo escribo, pues me pone nerviosa hacerlo xD (temo usarlo excesivamente xD). Lamento ese capricho ^^U, pero una vez que uno se acostumbra, se hace cómodo xD.
Será igual con el '-aru' de chibi Hong Kong, y el posterior '-gyaru' del Xian adolescente.

Parejas: Ídem del punto anterior xD. A futuro será de HKxChina, y habrá comentarios o insinuaciones de UKxJap, pero en toda esta parte hay solo relaciones fraternales entre Yao y los demás ya nombrados.

Toooodo el fic está basado en situaciones o hechos históricos (para más información, Wikipedia tiene las historias de Macau, HK, Taiwán, las Dinastías Chinas, etc xD), o hetalieros (como la relación de China-Taiwán, que contrasta tanto -inicialmente- con la de China-Japón, y en base a ello hice la de China-HK y China-Macau).

Disclaimer: bueno, Hetalia Axis Powers no me pertenece y...todo eso xD. Yo solo utilizo sus personajes y los yaoizo a mi gusto (?) XD


Nunca porque sí

"Los que son como nosotros nunca aparecen 'porque sí'… Lo sabe ya, ¿verdad, China-san?"

Repentinamente se encontraba en la Dinastía Qing, ¿cómo podía pasar todo tan rápido? Demasiadas dinastías que duraban o muy poco tiempo, o demasiado, y le dejaban agotado, cansado de la continua sucesión del poder. Aunque no sería tan problemático si esas sucesiones se diesen por cuestiones sanguíneas o hereditarias, en vez de siempre terminar ocurriendo por alguna muy complicada rebelión interna que terminaba enfrentando a un lado contra el otro. "Emperadores fastidiosos… ¿Por qué siempre están peleándose por el poder…?" Claro, él se lo preguntaba aunque… no había muchas maneras de responder eso, ni siquiera para alguien que lo había experimentado por cientos y miles de años.

La última y más reciente era la Qing que, y haciendo honor a todas esas sucesiones bruscas que sumían a China en caos y desorden social, había tomado por la fuerza la capital del 'gigante' asiático, que ya por eso entonces era Pekín, Beijing en sus dialectos. Eso había ocurrido ya hacía un siglo, en 1644, y no había pasado mucho de ello cuando por orden del segundo Emperador en la línea sucesoria habían expandido las fronteras chinas e incorporado a la pequeña Taiwán al territorio.

Claro, eso no había sido problema; Taiwán de por sí estaba entonces asediada por esos extranjeros... extranjeros que a Yao Wang siempre le habían molestado. ¿No podían quedarse en sus lugares sin venir a molestar al otro continente? No entendía qué pretendían España y Holanda al querer establecerse en un territorio tan lejano, pero fuese cual fuese la razón, ya se las había arruinado al echarlos. Y había alguien más que era… ¿un caso especial?

"¡Un ladrón mas bien!"

Todo comenzó en la segunda mitad del siglo XVI. España, Portugal y Holanda comenzaban a hacer hincapié en sus exploraciones asiáticas, y habían elegido el territorio de Yao como comienzo. Portugal fue el primero en conocer a la pequeña Taiwán, e incluso la nombró antes de que el mismo chino pudiese hacerlo. China solo no esperaba que ella fuese tan…pequeña.

"¿Qué clase de nombre es 'Ilha Formosa'? ¡Qué horrible!"

Afortunada… o desafortunadamente, Portugal se alejó rápidamente de la pequeña china y fue entonces que el problema empezó. Su actual Dinastía prohibía cualquier contacto con el exterior, pero debido a la crisis comercial del país se habían visto obligados a aceptar el comercio externo, comenzando por el portugués, que de forma insolente y como si alguien le hubiese dado permiso se instaló en Macau; una pequeña ciudad al sur de China con salida al mar y que actuaba de puerto. Era solo un niño, que estaba a su cuidado como otros.

- ¡Oye! ¡¿Quién te dio permiso para adueñarte de Macau como si fuera tuyo?! –Yao se acercó al alto portugués mientras le señalaba con el dedo, bastante alterado, especialmente porque aquel sujeto de piel más oscura se había hecho del menor sin tener resistencia alguna por parte de éste. ¿Acaso no debería decir 'quiero quedarme con China'?

- ¿Mh? Ohh, ¡disculpa, disculpa! Bueno, este pequeño es muy simpático –el sujeto sonreía con una alegría y jovialidad que él no comprendía, y mientras hablaban, el pequeño Macau comía muy interesado los dulces y cosas que el otro, luego de visitarlo varias veces le había llevado.- Y bueno, ¿qué te parece un trato? Estoy seguro que tu Emperador estará conforme al igual que mi Rey por esto, mira…-y sacó una bolsa del bolsillo de la casaca verde y brillante, abriendo la cinta y mostrándole alegre al chino la cantidad que podía pagarle por 'arrendar' el territorio.

Eso había sido suficiente para que los Qing aceptasen y el chino, entendiendo muy poco la forma en que había pasado, permitió que el otro se estableciese en el puerto, supuestamente, manteniendo él aún la soberanía. Lo que sin duda comprendía, por la alegría y poca oposición del niño, es que era tan ingrato como Kiku lo era al prácticamente rechazarlo como hermano después de haberlo criado…

Al menos a España y a Holanda había podido echarlos. En conclusión, había ganado a Taiwán (con quien no tenía relación y a quien mantenía por mantenerla), pero perdido a Macau (un niño desagradecido que había aceptado feliz el irse con un sujeto que le daba dulces extraños)… Las cosas eran muy diferentes hacía 3000 años.

- No es la primera vez que se lo digo, ¿verdad…? ¿Taiwán-chan y Macau-kun no nacieron casi por la misma época? Y… usted sabe que los que son como 'nosotros' nunca aparecen porque sí – Eso era lo que un ya bien crecido Japón le repetía cada vez que escuchaba sus protestas. Claro, aunque Japón lo negase, China seguía viéndolo como a su pequeño hermano.

- ¡Eso ya lo sé…! Pero, Liang resultó ser un malagradecido… ¡me vendió por unos dulces! –protestó el mayor, obviando que Japón pensase que seguramente Yao sería capaz de hacer lo mismo.

- ¿Y qué hay de la pequeña Taiwán? No hablas casi de ella – preguntó, prefiriendo dejar el asunto de Macau de lado mientras alzaba una taza de té en sus manos y notando enseguida el nerviosismo que sobrellevó al de cabello largo. Ahora se encontraban en su casa, pues un molesto y algo depresivo Yao le había visitado.

- Ah, uhm, bueno…jeh…-se le escapó una risita nerviosa, mientras sus manos semi cubiertas con las mangas tomaban el recipiente con té y bebían de él, pensando en cómo esquivar el tema.- Bueno, es que… no la veo muy seguido – susurró, aunque no era precisamente esa la verdadera respuesta… Solo digamos que no con todos era tan 'buen hermano' como lo era con Japón, a quien por cierto no convenció. Especialmente si consideramos la forma en que Macau se fue sin problemas, y la relación tan nula que existió con Taiwán.

¡…Pero no era su culpa! Es decir, ¿quién podía culparlo? Él no sabía tratar con niñas TAN pequeñas. Aunque Macau era niño… pero si prefería los dulces portugueses a los chinos, su problema… y más para él.

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"Fue a mediados del Siglo XVIII; allí te encontré"

- Ahh… aparentemente Kiku tenía razón…-suspiró, deteniendo su caminata por aquel bosque de bambú al que solía ir para tranquilizarse y no estar tan pendiente de su Emperador y sus deseos; claro, cuando éste le permitía irse o en cuyo caso, cuando lograba escapar. Miró alrededor con cansancio y se pasó el puño por los ojos, somnoliento; el régimen tan conservador de los Qing y sus reglas de utilizar incluso el mismo corte de pelo que ellos utilizaban llenaba cada vez de más protestas y problemas al pueblo, que se quejaba constantemente del autoritarismo y… así les iba. Eso le agotaba tanto física como psicológicamente.

- Después de todo… ellos dos eran China junto conmigo –bufó, arreglándose un tanto la coleta del cabello y poniendo una mueca mientras miraba hacia un lado. Bueno, todos los que eran como ellos lo sabían; si alguno de los 'suyos' aparecía, debía de ser un país; y si aparecía dentro de un país como eran los casos de Macau y Taiwán… bueno, por algo tenía que ser. Costaba pensar que un niño dulce e inocente, en su mayoría, podría llegar a independizarse de allí en unos años, aunque suponía que las 'razones' del nacimiento de esos dos ya se habían dado, ¿o no? Macau –aun bajo su soberanía- estaba habitada por Portugal y gracias a eso, se había convertido en el puerto de encaje comercial entre Portugal y el Sur de Asia más importante de todos, mientras que Taiwán ya había sido, técnicamente, propiedad de otro y ahora recuperada… No podría pasar nada más. Al menos, la situación comercial de Macau siendo o no un niño era increíblemente privilegiada, lo que para su fortuna, se traducía en ingresos para él.

- ¡Ahhh! De todos modos, será mejor que deje de pensar en cosas tan complicadas…-estiró sus brazos, y cuando abrió sus ojos algo al frente llamó su atención; su pequeño panda correteaba hacia él, provocándole una sonrisa alegre e instantánea, agachándose para cargarlo.- ¡Panda! ¿Dónde te habías metido? Estaba buscándote… ¿ah? ¿Qué sucede? –lo miró confundido, notando que el pequeño oso volvía a bajarse de sus brazos y caminaba mirándole de reojo, indicándole que lo siga. Y fue a sólo unos pasos que ocurrió; allí lo encontró:

A pocos metros y entre varias varas de bambú dispuestas muy pegadas entre sí, un pequeño niño del mismo color de cabello castaño que el suyo pero corto, peinado hacia un costado y con un par de grandes ojos idénticos a los suyos también; aquella mezcla de marrón claro que le daba tonalidades amarillenta. Y la ropa, idéntica igual, aunque Yao en ese momento traía una túnica un tanto más ornamentada que la que se conocería en un futuro, mientras que la del niño era mucho más simple, lógica ante su tamaño. Estaba rodeado de otros pandas, que al lado suyo se veían gigantes.

- ¡Un niño…! ¿Por qué aquí…? –se acercó hasta el chico que recién entonces notó su presencia; él se agachó y lo miró semi arrodillado, sonriente. Le llamaba la atención el parecido físico que tenían; porque Taiwán tenía ojos negros, y Macau marrones oscuros, igual que Kiku. En cambio él…- Whoa, eres muy pequeño... ¿Cómo te llamas? Qué curioso que hayas nacido aquí…-miró alrededor; eso era un bosque de bambú pero unos metros más allá estaba la zona pesquera y la salida al mar, justo en frente de Macau y Portugal.

- …Mi nombre es Hong Kong, y usted… debe ser China –el chico bajó la cabecita como si estuviese reverenciándolo; bien sabía que ese hombre era su dueño y que era parte de él. Volvió a mirarlo luego, directo a los ojos y con profundidad, permitiendo que Yao observase mejor aquellos ojos, que eran sí de su color, pero tan nublados y vacíos como los de Japón.

- Ah, así que eres el representante de esta zona…-susurró, imaginando que aquel niño también debía de ser el puerto, la isla de Hong Kong en sí y seguramente los territorios de Kowloon. China sonrió, sin pensar en ese momento en las palabras que Japón le repitió cada vez que un niño apareció dentro de sus territorios; porque a Kiku él lo había encontrado, pero nunca fue parte de China. Y olvidando tener en cuenta esas cosas que a él le parecían demasiado complicadas (por las que Japón siempre se preocupaba), acarició los cabellos del niño, sonriente.- Así es, yo soy China; soy el mayor por esta zona… uhm, supongo que tú eres mi hermanito, ¿verdad? Cualquier cosa que necesites te ayudaré – Aquello lo dijo casi por costumbre; a Yao le gustaban los niños y cuidar de ellos, quizás por gusto, o quizás por la costumbre de siempre encontrar niños y nunca serlo. Ventajas o desgracias de ser el mayor. Aunque, claramente, no todos los niños le gustaban; ese no era el caso.

- Yo viviré con usted, ¿verdad? Porque yo soy parte de China…- el pequeño se movió de donde estaba y dio unos cuantos pasos para acercarse al más alto.- Yo no comprendo mucho de esto porque acabo de nacer pero… como soy su ciudad, usted me cuidará, ¿no es así? –preguntaba, mirándole con una pizca de curiosidad y confusión en el rostro; a distancia se notaba que no era más que un bebe, físicamente de 1 año o 2 como mucho, aunque si había una ventaja que ellos tenían es que, desde su nacimiento, podían hablar y en general, caminar.

Pero aquella pregunta descolocó un tanto al chino, no por la pregunta en sí sino por la inocencia y sinceridad con que el niño lo decía; él había conocido a Kiku cuando tenía aproximadamente la misma edad pero… el pequeño nipón nunca le había precisamente pedido que lo cuidase, a pesar de que así lo hizo. Con Macau había tenido relación casi nula y con Taiwán… bueno, eso no venía en cuestión. Se quedó mirando sorprendido al niño, y al final le sonrió con amabilidad y dulzura, más alegre.- ¡Por supuesto! Te enseñaré muchas cosas, Hong Kong… ¡Oh! Y mi 'otro' nombre es Wang Yao –

- Hum… –el pequeño asintió, señalándose.- El mío es Wang… Xian – tal y como Macau, Wang Liang, y Taiwán, Wang Mei.

Esa coincidencia, que no era tal, Yao casi la esperaba.

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"Desde ese encuentro han pasado, como mucho, 50 años… ese panda, es importante."

Hong Kong era un niño saludable, había crecido ya un poco y su pequeño cuerpo había pasado de tener la apariencia de un bebé a tener la de un niño de no más de 4 o 5 años. Con una personalidad bastante curiosa para su edad, ya había demostrado tener habilidad para las artes marciales que Yao le enseñaba, y aunque era callado y tranquilo, hablaba cuando tenía que hacerlo o cuando realmente quería decir algo. La sinceridad aplastante era una virtud (o defecto dependiendo de cómo se lo viese) que compartía con el gigante asiático e incluso con la joven china, que a diferencia de Xian tenía una apariencia algo más grande, de unos 8 o 9 años.

Eran bastante diferentes entre ellos pero aún así, Yao juraba que eran mellizos, aunque a la chica la veía en una gran menor medida. Y cuando lo hacía solía ser porque por ser parte de su territorio, al chino no le quedaba otra opción más que ir de vez en cuando, y vigilar la zona. A Macau por otro lado, hacía tiempo que no lo hacía; cualquiera diría que se había olvidado.

- Muy bien, Xian. Has hecho un buen trabajo –en uno de los patios de la gran casa china, su dueño y el pequeño acababan de terminar la práctica diaria; empezaban bastante temprano, intentando usar al máximo las mañanas debía al trabajo constante y casi masivo que Yao tenía el resto del día. A medida que el pequeño había comenzado a crecer le entrenó en las diferentes artes originarias, y éste mostraba tener grandes habilidades a pesar de su tan corta edad. Ahora mismo tenían un armazón de madera de roble entre ellos, con varios picos giratorios que utilizaban para el entrenamiento básico; era la primera vez que Xian lo usaba, y a razón de ello estaba bastante cansado.

- Sí, ah…-se pasaba la manga del ropaje por el rostro, teniendo el rostro con restos de polvo por haberse caído tantas veces; era demasiado pequeño para esquivar aquel armazón cada vez que éste contrarrestaba hacia él luego de un golpe. Se le veía una pequeña mueca en el rostro, a pesar de que prácticamente el niño jamás lloraba.

- Ah, ¿te lastimaste mucho? Déjame ver…-no pudo hacer más que preocuparse al ver esa carita, pero cuando se acercó y arrodilló para observar al menor éste se negó, confundiéndolo.- ¿Xian…? –

- Nh…tengo hambre, China –finalmente la protesta brotó del puchero del niño, descolocando al chino que se quedó mirándolo con un pestañeo bastante chistoso y por igual curioso, obviamente sin esperarse aquello, hasta lograr sonreírle y llevarse la mano a su propio estómago, asintiendo.

- ¡Tienes razón! No había notado que ya era tan tarde, también me ha dado hambre. Bien, almorzaremos algo ahora – sonrió al más pequeño, tomándole de la manito y llevándolo al interior de la casa, aunque antes volvió al patio para entrar el armazón de madera y guardarlo.

- ¡Sí! Ahm… ¿te irás luego a ver al Emperador? –se quedó a esperarlo en el pasillo de madera, comenzando a caminar hacia la cocina.

Yao sonrió entre apenado y cansado al verle, acomodándose el atado cabello.- Bueno, sabes que hay mucho trabajo… pero no te preocupes, no tardaré. Estoy seguro que volveré para la cena –sonriente, siguieron camino hacia la cocina, aunque ambos antes se lavaron las manos y tuvieron que cambiarse la ropa de entrenamiento. Realmente prefería no hacer a Xian partícipe de las aumentadas protestas civiles y constantes que ahora traspasaban; no es que no fuese normal pero… bueno, simplemente a veces le daban malos presentimientos sobre todo aquello…

Demasiada oposición al Emperador.

De cualquier forma, prefería no pensar en eso demasiado; aquellos temas siempre le confundían, y le daban bastante sueño. Así que luego de terminar de cocinar y de comer, él se fue, despidiéndose de Xian que aún comía los mantou de los que era casi vicioso; los dulces, que tradicionalmente rellenaban de mermeladas, dulces o jaleas. El chino se enorgullecía del buen gusto del menor.

- Bien, me voy ya Xian; ¡pórtate bien! –le saludó con una mano, afirmando bien la especie de cesto en forma de bolso de mimbre que llevaba a cuestas, dentro del cual se encontraba su siempre fiel y pequeño panda.

El menor por tener la boca ocupada simplemente asintió, y callado como estaba movió su mano para responder el saludo al verlo alejarse, mirando hasta el último momento posible al panda en la espalda de Yao. Por supuesto, él también los adoraba, quizás porque habían sido la primer criatura viviente que vio al nacer en aquel bosque; incluso antes de conocer a China. – Mhh… ¿dónde estarán…? – Su gran dilema era, claro, cuál sería el lugar en que el chino tendría sus peluches, pues por alguna razón siempre le decía que se los dejaría tocar 'otro día', pero nunca 'ese'.

Por eso su tarea diaria, desde hacía un tiempo ya, era que cada vez que Yao se iba él comenzaba a buscar, revolviendo una habitación o dos de la casa por día; debía poner todo en su perfecto lugar para que el mayor no lo notase, y por ello se tardaba más. Pero desde que había comenzado, había recorrido ya todos los dormitorios de la enorme residencia, y ese día estaba seguro de terminar, solo quedándole una habitación; la de Yao mismo. Si los pandas de felpa no estaban allí, no estarían en ningún lado.

- Veamos…-puso un puchero infantil antes de entrar, tomándoselo tan en serio como sólo un niño se lo podría tomar. Se acercó hasta las puertas de la habitación del gran país, entreabriéndolas con sigilo y primero mirando por una rendija para luego recién entrar. No es que no conociera la habitación de Yao, pero no solía entrar sin su permiso; esa debía de ser la primera vez que hacía algo como eso sin pedírselo.

Pero en vano fue la meticulosidad con la que buscó porque, evidentemente, esos muñecos no estaban a simple vista. Siguió por comenzar a abrir las puertas de los diferentes muebles y armarios (todos antiguos) que reinaban en ese espacio, sin éxito, hasta quedarle solo una puerta por abrir; la de la parte superior del armario, un lugar al que con suerte, llegaría subiéndose a una silla.

- N-no cabe duda que es allí…-miró alrededor pero nada encontró, y en un leve arrebato de valentía retrocedió varios pasos, sin quitarle la vista de encima a la manija de la puerta. El Kung Fu no servía únicamente para defenderse o golpear, ¿verdad? Por eso intentó saltar, emitiendo una especie de grito gutural muy tradicional y logrando abrir la puerta aunque quedando, por desgracia, literalmente colgando de la manija. - ¡W-wah…! Ugh… ¿ah? –aún colgando y mostrándose sorprendido y algo asustado como pocas veces, reflejándolo en su rostro, miró extrañado hacia delante, encontrándose con varios pandas de felpa de diferente tamaño pero todos grandes; se quedó maravillado por ello y comenzó a balancearse con la intención de caer dentro del armario y sacarlos. Pero en vez de quedar dentro terminó pateándolo y, acto seguido, todos los peluches se le fueron encima, tirándolo de la manija donde colgaba y aplastándolo uno tras otro.- ¡Waaah! –

Definitivamente, no esperaba esa cantidad.

- Ahh… al fin pude volver, el Emperador está cada vez más… pesado…-suspiró cansado al llegar, cargando al panda entre brazos esta vez y bajándolo para que fuese al jardín que más parecía bosque trasero del fondo, donde tenía el bambú. Había ya anochecido por lo que además de cansado, estaba hambriento.

Entró en la casa y fue directo a su habitación para dejar algunas cosas, llamándole la atención que las puertas estuvieran entreabiertas y mirando hacia adentro.- ¿Mh? Qué raro… ¡A-ah! ¡¿Qué es eso?! –Asustado, miró la pila de osos panda de peluche que se amontonaban en una esquina, apresurándose hacia allí.- ¿Se abrió el armario? ¿Pero cómo…? ¿Uh? –si antes estaba confundido, ahora lo estaba más; ¿por qué cuando tomó en brazos uno de los peluches vio una manito? A menos que…- I-imposible…-le tembló un ojo al agacharse nuevamente, sacando algunos peluches y encontrándose con un Xian boca abajo, chillando del susto.

- ¡¡Ahh!! ¡¿Co-cómo terminaste así, Xian?! ¿E-Estás bien? ¡Hey!- casi sacudió al niño de arriba abajo para que le diese alguna respuesta y éste, mareado (en parte por la sacudida y en parte por pasar toda la tarde sepultado bajo pandas que superaban su tamaño en tres veces), se sacudió y entreabrió sus ojos, mirando al mayor entorpecido.

- Y-Yao… ugh… m-me siento mareado…-le hablaba, aunque con aspecto de enfermo y algo pálido, dejando de ser sacudido ni bien respondió.

- Pero… ¿cómo se te ocurrió hacer eso? ¡Es peligroso! ¿Hace cuánto estás aquí…? –

- Después de que te fuiste… -frunció un poco el ceño, aún siendo cargado y teniendo los bracitos estirados.- Pero, es que quería uno…-miró a los pandas que estaban alrededor, avergonzado y poniéndose rojo, aunque en mejor estado. Yao le miró, algo sorprendido, y al final sonrió un tanto divertido, pero enternecido por la ternura de su hermano menor.

- ¿Eso era…? Pues me hubieses dicho antes que meterte aquí, aunque…-miró hacia aquél armario, sonriendo.- Ese es un lugar muy alto; es increíble que hayas llegado tú solo, veamos…-bajando al pequeño que se sacudió, Yao comenzó a ver sus osos, acomodándolos y volviendo a subir todos menos uno, que era bastante grande, pero que por sí solo no tendría porqué aplastar al pequeño puerto.- Aquí tienes; mira, éste será tuyo, ¿te gusta? –le entregó el peluche al agacharse, que por alguna razón tenía un kanji en la frente.

Hong Kong se quedó mirando el muñeco de frente y pestañeando sorprendido, atontado; al final se le abrazó, colgando los brazos del muñeco por sobre él ante su estatura mientras él asentía, mirando como podía a Yao, y esbozando lo que probablemente debía ser su primera y más dulce sonrisa desde que había probado el mantou por primera vez.- ¡Xìe xìe, Yao! -

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"Dos mellizos muy diferentes"

- Oei, Xian, debo ir hoy a ver a Taiwán, ¿por qué no vienes? – Rondaba el año 1820, 20 años después de que Hong Kong hubiese obtenido su nuevo panda; y aunque veinte años era bastante poco en relación a la edad y apariencia de los que eran como ellos, Xian crecía de forma bastante apresurada. Del infantil cuerpo de cuatro años ahora parecía haber pasado a los seis, lo que era un gran avance si se consideraba no sólo la raza sino cómo eran. Después de todo, China tenía más de 4000 años y a veces parecía ser más joven que Kiku.

Era el momento del mes en que debía hacer algunos recorridos por el interior de su país, por ello visitaría esta vez a Taiwán, aunque podía imaginar cómo terminaría… la niña, aunque muy pequeña aún, jamás escuchaba lo que Yao le decía y él no entendía el porqué. ¿Cómo es que era tan maleducada, si él incluso la había salvado de esos salvajes de la Península Ibérica? Al menos no había corrido la misma suerte de Macau, y el chino no comprendía su actitud tan indiferente (y a veces molesta) hacia él. ¿Sería acaso porque no vivía con él en Beijing?

- ¿A Mei? –levantó la vista del tablero de Májiàng que tenían en el centro de la mesa, sentado cada uno a un extremo y desconcentrándose por un momento, asintiendo entre automática y robóticamente.- ¿Y vendrá aquí a dormir? –sus ojos volvieron a bajar hacia el juego que más adelante sería conocido en Occidente como Mahjong, y movió una de las fichas de forma algo distraído, esperando el movimiento del otro que estaba igual de serio y tranquilo que él.

- Si ella quiere…-Yao frunció algo una ceja y encogió sus hombros, para luego sonreír victorioso y terminar el juego el último movimiento.- Que mal, Xian, te distrajiste al final –con un tono de canturreo y observando divertido la mueca del niño, finalmente se levantó para prepararse, alistando al menor y saliendo al rato. Lo primero que obtuvo de Mei cuando llegaron a la zona territorial fue que le sacase la lengua y le llamase tonto.

- ¿Por qué viniste ahora, tonto China? –lógicamente estando a la defensiva, la chica les permitió entrar en su casa pero se mantuvo con un puchero e ignorando a Yao todo el tiempo que pudo, mirando hacia el lado contrario y hablando sólo con Xian; éste último, había crecido lo suficiente como para tener una altura similar, a pesar de los 2 siglos de diferencia de edad.

- Sigues siendo una niña…-protestaba el mayor de los tres, sin poder hacer mucha otra cosa que mirar feo a la chica; y luego le preguntaban porqué vivía con Hong y no con ella. Por supuesto, él no podía entender que esa actitud arisca era producto de la forma en que prefería esquivarla.- Bueno, niños, quédense aquí mientras el enviado del Emperador me da algunas cosas –llevaba las manos afirmando las tiras de la cesta que cargaba en la espalda, ordenándoles más que pedirles como favor a aquellos dos que le esperasen. El pedir y menor el rogar, a él no se le daban. Y dicho y hecho debió ir a encargarse del trabajo que, con los extranjeros dominando cada vez más, no hacía más que aumentar.

-… Hey, Mei… ¿por qué tú y Yao se llevan tan mal? –los pequeños se habían quedado en el patio, cerca de una bonita fuente de agua y debajo de un árbol lleno de capullos por abrir, ambos sentados a su sombra, y apoyando su espalda contra él.

- ¡Tú lo dices como si fuese bueno! Pero ese tonto siempre me ha ignorado; prefiero mil veces a Japón, él sí me presta atención. ¿No crees que él sea mejor? –esbozó una sonrisa, pues aunque tenían cierta relación familiar entre los tres chinos, los dos coreas como parte de China y Japón, ella y Kiku siempre se habían llevado mejor entre ellos.

- Mh, no estoy seguro… yo he visto a Kiku menos que tú y, yo no creo que Yao sea tonto o malo… Bueno, a veces trabaja demasiado pero…-miró hacia un lado, cerrando sus ojos unos momentos y volviendo a mirarlo.- Quizás se llevarían mejor si se tratasen mejor… recuerdo que después de todo, tú y yo no somos parte de Japón –

- Eso sí…-suspiró; era de esperarse que, niños sin experiencia como ellos, no podían imaginarse las cosas de una manera más allá de cómo en verdad era. Hong Kong estuvo a punto de sonreírle con cierto alivio; él deseaba que esos dos se llevasen bien, así quizás podrían vivir los tres permanentemente con China y no sólo de a momentos, cuando Mei iba a Beijing por alguna cuestión especial…

- ¡Pero él tendrá que empezar primero! – Mei prosiguió y Xian suspiró.

El orgullo y la terquedad también parecían ser marcas muy chinas.

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