Memories
Ni bleach ni sus personajes me pertenecen. Son creaciones de Tite Kubo.
Imposible dejar de recordarlo. Los hechos de aquel día se grabaron a fuego en mi mente. Por mucho que trate de no hacerlo, vuelven a mí una y otra vez. Y siempre tienen un final diferente.
Quizás sea porque paso mucho tiempo sola, pero no puedo dejar de pensar en que hubiera sucedido, como sería la historia ahora si yo hubiera actuado de forma diferente. Sé que no debo hacerlo, a fin de cuentas el pasado no puede ser cambiado. Lo que ha sucedido… no puede alterarse. Pero luego recuerdo que yo tengo un poder que, en cierto modo; pone esta afirmación en duda. Rechazo de eventos. Parecía más fácil cuando Aizen lo dijo…Pero ahora tengo que admitir que ni yo misma comprendo mi propio poder. ¿Acaso podría rechazar el momento en el que apareció ante mí y me hizo la "oferta" de mudarme a Las Noches? Todo tiene un límite, y supongo que mis propios poderes no van a ser menos.
No sé por qué le doy tantas vueltas. La soledad nunca fue buena consejera y yo me paso en mi propia compañía muchas horas al día. Bueno, excepto cuando Ulquiorra se pasa por aquí, dice uno de sus brillantes comentarios y así como vino, se va. Y se pasan mis días. Sin nada que hacer….solo pensando, dando vueltas por esta habitación para que no se me entumezcan las piernas o escribiendo. Eso, desde que se lo pedí a Ulquiorra con la excusa de no volverme loca. Lo cual, es verdad. Cuando escribo de alguna manera me siento libre. Por qué es en lo único que no tengo al señor Ulquiorra pegado a mi nuca dándome órdenes por el bien del señor Aizen. Y que me permite poner mis pensamientos en orden. Al plasmarlos en el papel, para mí; adquieren otro cariz.
Quién me lo iba a decir cuando corría hacia la puerta seikamon… esperanzada, pensando que estaba lista para sorprender a Kurosaki...Y mira dónde acabé. Sentada en una silla blanca, escribiendo encima de una mesa blanca, con una pluma blanca y llevando un vestido blanco. Hasta el sofá es blanco….vale que sus uniformes de espada sean blancos ¿pero es que todo aquí tiene que ser blanco? Hasta la piel de Ulquiorra es blanca.
Siempre destilando arrogancia por todos y cada uno de los poros de su cuerpo. Esa forma tan suya de llevar las manos en los bolsillos mientras se dirige a ti con su voz monocorde. Nunca sonríe, su expresión se mantiene impertérrita por los siglos de los siglos. Siempre como un autómata. Incluso el día en el que arruinó mi existencia. En el pasillo que separa el mundo humano de la sociedad de almas. Apareció ante mí y los shinigamis que me escoltaban con un prólogo nada desdeñable. Una presentación aludiendo a las faltas de los demás y dejando clara su superioridad, en todos los ámbitos muy ulquiorresca. Aprendí que esa es su forma habitual de expresarse. Pero a veces tengo la sensación de que lo hace por hacer, porque es lo que ha hecho a lo largo de su existencia y no conoce otra forma. O tampoco le interesa salir más allá de su máscara. Tampoco es que tenga mucho interés en comprenderlo. Él es mi carcelero, eso es algo que no debo perder de vista.¿ Y cuál es mi posición? que bailo en una cuerda floja. Cualquier gesto, palabra o mirada que él interprete como una rebelión puede traer consecuencias funestas. No me refiero a mí misma, lo que me pasé a mí no me preocupa. Estoy preparada para lo venga. Incluso si es mi muerte. Pero temo por ellos. No soportaría que por mi causa, mis amigos sufrieran…o que matasen a kurosaki. Mientras yo estoy aquí, sé que él está bien. Y eso, de alguna manera, me tranquiliza.
El chirrido seco de la puerta hizo que pegara un bote en su silla. Había perdido la noción del tiempo completamente. No sabía cuántas horas habían pasado desde que se había sentado a escribir. Inconscientemente miró hacia la ventana. Viejas costumbres del mundo humano porque allí, por mucho que mirase, siempre era de noche. La eterna media luna reinaba silenciosa en el cielo de Hueco Mundo.
Ulquiorra se asomó por la puerta con las manos en los bolsillos. Entró como siempre, con aire indiferente y sin pronunciar una palabra más de lo necesario. En esta ocasión, no apareció el sirviente con la bandeja de comida detrás de él; por lo que supuso que no había llegado la hora de la cena.
Ignorándola por completo avanzó hacia el sofá y se sentó en él. Cruzo las piernas y entrecerró los ojos. Ella decidió seguir escribiendo incómoda con la situación. El tenerlo ahí, aunque se comportase como parte del mobiliario le molestaba. No era lo mismo escribir en soledad que en presencia de ese alguien. Tenía la vaga sensación de que estaba adentrándose en su intimidad de forma pasiva. Finalmente, decidió dejar la pluma en la mesa, cerrar el cuaderno y cruzarse de brazos dando un largo suspiro por el camino.
- Sigo sin entender porque lo haces, mujer- Dijo finalmente Ulquiorra.
- No trates de entenderlo. Es sólo una costumbre, algo que me gusta hacer- Respondió ella con su dulce voz.
- Realmente lo que hagas o dejes de hacer, mientras no perjudique al señor Aizen; no es que me importe.
- Entonces ¿Por qué preguntas? – dijo ella clavándole sus ojos grises.
- No considero necesario responder a esa pregunta
Orihime resopló con un deje de resignación como se estaba haciendo habitual en ella. Se levantó de la silla y caminó hasta la ventana para observar el brillo plateado de aquella media luna que tanto la hipnotizaba.
- Ni tampoco sé porque miras tanto por la ventana- volvió a decir él.
Ella decidió no responder. Volvió a tomar asiento en la mesa, abrió el cuaderno y cogió la pluma mientras respiraba profundamente.
Si continua cuestionando todo lo que hago va a conseguir volverme loca. Seguro que es lo que quiere conseguir. Pues… ya se verá. Lo que tengo claro es que tengo que aguantar.
