DISCLAIMER: Los personajes no me corresponden, sino a sus respectivos dueños. En este caso son de Rumiko Takahashi.


Mi nombre es Fireeflower y soy originaria de Fanfiction. Nunca publico mis historias en páginas externas, solo en Fanfiction. Si alguien ve una de mis historia en otras páginas que han plagiado a Fanfiction, favor de denunciar.


La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar.

Thomas Chalmers

―Lo es, Sango. Estás…

La mujer dejó de escuchar por un segundo. Sintió como un calor se extendía en su pecho y recorría su estómago, sus piernas y sus brazos, hasta llegar a su cabeza. Su corazón latió tan fuerte que creyó que saldría de su pecho, mientras sus ojos se cubrían de un bello velo de rocío. ¿Cuándo fue la última vez que lloró de felicidad? ¿Cuándo se sitió completamente dichosa? No podía creerlo, era tan perfecto que parecía irreal, ella iba a ser…

—Señorita Sango, ¿Se encuentra bien?—Una voz se escuchó a lo lejos. La mujer volteó a su derecha encontrándose a una niña con un kimono azul. Vio la preocupación de sus ojos y tocó sus mejillas ahora mojadas, ¿Cuándo comenzó a llorar?

—Lo estoy, Rin—Se levantó de súbito, mostrando una sonrisa a la pequeña. La anciana, por su parte asintió satisfecha, su estofado de verduras ya estaría listo ―. Gracias, anciana Kaede.

La sacerdotisa movió levemente su cabeza, regalando una sonrisa, algo no tan común en ella. Aun así Sango salió de la cabaña completamente feliz y dichosa. Sinceramente quería gritar de felicidad, rosar por el pasto, correr y subir a un árbol y reír a carcajadas, y llorar…Como nunca lo había hecho. Sin embargo, lo único que hizo fue soltar una risilla nerviosa y tocar su vientre, ahora completamente plano.

—Seré madre. —Sus manos cubrieron su boca mientras echaba un vistazo al cielo. De pronto recordó un rostro cálido y puro —. ¡Oh, Kagome! Como quisiera que estuvieras aquí. ―exclamó, sus bellos ojos se cerraron, esperando que sus oraciones llegaran a 500 años al futuro. Realmente la extrañaba tanto, pero bien sabía que volvería…Tal vez, en algún lugar, en otra vida.

Comenzó a caminar despacio, contemplando los campos de cultivo que se extendían a lo largo de la zona. De pronto, sintió que su corazón se aceleraba abriendo camino a una fatiga que fue necesario detenerse, ¿Cómo se lo diría a él? Sus manos se entrelazaron. Respiró y con lentitud avanzó a su cabaña, era extraño pensar que su hogar se encontraba un poco lejos de la cabaña de Kaede. Cuando se casó, ambos decidieron tener su intimidad, así que decidieron apartarse un poco. Después de algún tiempo resultó ser favorable, su cabaña quedó en un punto medio, así que no podía sentirse tan alejada (a pesar de que sus pies se movieran tan lento).

Se detuvo un segundo y miró al cielo otra vez, nunca se hubiese imaginado que viviría en un lugar tan alejado de su aldea…Aunque sabía que no había ya nada ahí. No se sentía sola, de hecho creía que su casa siempre estaría llena de ruidos. Su hermano la visitaba a menudo, Shippô estaba alguna temporada e Inuyasha siempre comía con ellos (siempre y cuando no cocinaba aquella comida picante) Dio una larga exhalación cuando deslizo la puerta para entrar a su hogar. Una cálida sensación invadió su corazón al pensar que pronto vería a un niño o niña jugando en los corredores de la cabaña. Entro con sigilo mientras hacia un pequeño repaso de lo que iba decir, sería sencillo, sin rodeos y lleno de emoción:

Yo…Estoy embarazada

Tal fue su sorpresa que no se encontró con nadie, ¿Dónde estaba él? Salió por la parte trasera de la casa, enseguida notó una sombra que apareció tras suyo. Una bola rosada descendía del cielo, enseguida explotó formando una nube de humo y entre el polvo apareció un zorro.

—¡Sango!—gritó el niño, saltando en su hombro para depositar un beso en la fina mejilla de ella—. ¡He vuelto!

—¿Qué tal tu entrenamiento?―correspondió su abrazo, mientras acariciaba la pequeña cabeza del zorro. Éste se separó de ella y con una radiante sonrisa mostró un pergamino.

—¡He subido un rango más!—Lo agitó, feliz. La muchacha guiñó un ojo.

—¿Visitarás a la anciana Kaede?

―Sí, primero quise hacer una parada aquí, pero ya es hora de irme―respondió, volviéndose a convertir en aquella esfera—. Por cierto, vi a Miroku en la aldea.

Agradecida, lo despidió y se dirigió al pueblo. Bien podría esperar a que él regresara, sin embargo quería decírselo de una buena vez; una noticia como esta no podía ser guardada por mucho tiempo. Buscó entre las calles, cerca de las cosechas y entre los mercaderes, mas no había rastro de su conyugue. Estaba a punto de irse a casa cuando escuchó una voz cerca de ahí; grande fue su sorpresa al ver a su marido rodeado de mujeres, algunas eran jóvenes, otras ancianas. Se ocultó, tratando de no llamar mucho la atención.

—Pero excelencia, ¡Que fuerte es usted!—Una mujer con cuerpo poco agraciado llegó al lado del monje tocando sus antebrazos. Miroku carraspeó un poco y sonrió ante el comentario.

—¿Usted cree?—Su cara de inocente hizo que las más jóvenes suspiraran.

—¡Claro que sí, su excelencia! Debe entrenar muy fuerte para tener unos brazos tan…fornidos—Sango frunció el ceño al ver la escena, enseguida miró a su esposo, el aludido sonrió mientras su mano rascaba la parte trasera de su cabeza.

—Debo admitir que últimamente los exorcismos me han fortalecido y yo…

Sangro respiró hondo y asintió con la cabeza. No quiso seguir escuchando, ya tenía suficiente con esto. Apretó sus labios, reanudó su andar sin mirar al parloteo que provocaba su marido. No era una traición, sin embargo le dolía que él no hiciese nada por apartarlas, ¿Acaso olvidaba que él estaba casado? Cerró sus ojos y contuvo las lágrimas. Oh, no, no iba a llorar, sobre todo ahora que iba a ser madre.

¿Por qué pensé que él sería diferente?

Triste era su verdad: él seguiría así, libertino, coqueto… ¿Ella sería capaz de soportar una vida llena de infidelidad? Apretó su vientre y negó con la cabeza.

―Si él decide irse está bien. Yo siempre te cuidaré―susurró despacio, mirando su vientre. Su voz se apagó, apretó los puños y se fue.

Mientras tanto, una sombra observaba a lo lejos al monje. Estaba recostada en las ramas de un árbol, sus brazos apoyaban su cabeza y frunció el ceño al ver a la exterminadora marcharse. Tenso la mandíbula al escuchar las risas de las mujeres y apretó sus puños al percatarse de un olor salino. Chasqueó su lengua, estaba a punto de dar un salto cuando algo lo detuvo.

—Es muy guapo su excelencia. — Una aldeana se acercaba, era joven, hermosa, con un contoneo tentador en sus caderas. Se acercó lo suficiente para tocar el hombro del hombre ¿Y decían que todas las mujeres eran recatadas? El individuo que estaba trepado en el árbol miró con atención, entrecerrando sus ojos, tratando de contenerse; por su parte, el monje respingó un poco y ante esa reacción, la muchacha aprovechó para acariciar sutilmente el pecho varonil. El espía miró hacia atrás, asegurándose que la exterminadora se hubiese apartado lo suficiente para no ver esa escena—. Vaya, está muy tenso, Excelencia ¿Por qué no viene conmigo? La pasara muy bien, le puedo quitar el estrés que lleva consigo—La voz de la mujer era seductora, sin embargo su expresión fue vulgar…Completamente barata.

El espía frunció el ceño enseguida, esperando la reacción del hombre. Miroku simplemente cerró sus ojos y tomando las muñecas de la joven las apartó de él.

—Lamento decirle joven doncella, que una hermosa mujer me espera en casa y no quiero perderla por provocaciones—Aquellas palabras estaban llenas de seriedad. Su tacto no era severo, pero si lo suficientemente firme para alejar a la mujer. La muchacha, por su parte se sonrojó, uno no sabría con exactitud si fue por vergüenza o ira—. Tal vez haya más hombres interesados en sus atenciones.

El joven que estaba en el árbol sonrió, aunque su sonrisa parecía más una línea recta. Saltó de la rama y aterrizó en otra, comenzó a correr, perdiéndose entre los frondosos árboles de su bosque.


Muchos decían que era fuerte, que soportaba arduas batallas y grandes heridas, que era una exterminadora ejemplar...Sí, pero a veces no podía aguantar el dolor de una desilusión. Sango apretó con más fuerza sus piernas y se abrazó más a sí misma. Sus lágrimas habían parado pero el rastro salado quedó tatuado en su rostro. En su interior había una tempestad de emociones: decepción, enojo, tristeza y amor.

Apretó sus puños y sollozó. Realmente quería disfrutar hoy su día, quería decirle tantas cosas…Ahora su mundo estaba de cabeza, las dudas le atravesaban como flechas, sus temores la perseguían y su dolor se burlaba de ella.

—No pienses mal—El tono que el hibrido utilizó fue cortante y áspero. Sango alzó su vista, encontrando a un medio demonio con brazos cruzados y un ceño fruncido. Las facciones de él se contrajeron al ver a la mujer con rastros de agua salada, perfecto, lo que más detestaba: ver a mujeres llorar—. Ya deja de llorar—musitó ladeando la cabeza hacia otro lugar.

—¿Qué haces aquí, Inuyasha?

—Eso pregunto yo, ¿Qué haces en las afueras de la aldea?—cuestionó mirándola con severidad; la mujer lo ignoro desviando su cabeza.

—Eso no es de tu incumbencia—La brusquedad de su respuesta la sorprendió ¿Por qué se desquitaba con él? Dio un suspiro cargado de frustración—. Iré…

—No pienses mal—Su rostro seguía sin voltear, Sango entrecerró sus ojos tratando de hacer contacto visual mas Inuyasha no despegaba de su vista al cielo—. Miroku sigue siendo un idiota, pero sabe lo que está en juego, sabe lo que hace…—La chica abrió desmesuradamente sus ojos—…Sabe cuál importante eres para él.

Sango se preguntó quién era él y dónde había dejado a Inuyasha. Su amigo era rudo con sus palabras aunque a veces, había instantes como ahora en donde su inmadurez era reemplazada por grandes palabras.

Aun así, Sango desvió su mirar. No era tan fácil cuando tenías tantas dudas.

—Deberías confiar más en él—dijo Inuyasha, rascándose la cabeza , daba claras intenciones que era difícil decir las palabras adecuadas y no decírselas con dureza―. Además… ¿Crees que le dejaría hacer algo así? ¡Feh! ¡Qué poca fe me tienes! ―Sango suavizó su mirar y una sonrisa salió. Inuyasha tenía su propio dolor, la soledad. Sin embargo siempre estaba ahí cuando uno más lo necesitaba y valoró eso.

—Gracias— ¿Cómo unas simples palabras podían mejorar tu gran torbellino de dudas y temores? El joven demonio bufó exclamando algo incomprensible, no era muy dado recibir agradecimientos por consuelos y apoyos. La chica se dispuso a marcharse cuando la voz del medio demonio la detuvo:

—Deberías controlarte, tu cachorro podría sufrir consecuencias—Ella volteó a verlo rápidamente, él se encogió de hombros.

—¿Cómo lo sabes?—hasta ahora Kaede y Rin era la única que lo sabían.

—¡Feh! Recuerda que poseo mejores sentidos que el de un humano cualquiera—señaló su nariz—. Eso, y que te escuché hace rato―Sango bufó. Inuyasha sonrió lleno de arrogancia―. No se lo diré, eso te corresponde a ti—Al finalizar, saltó perdiéndose en un abrir y cerrar de ojos dejando a una exterminadora de demonios perpleja.

Regresó a su vivienda, entró por la parte trasera y con elegancia quitó sus sandalias. A decir verdad ya no sabía qué hacer, posiblemente comenzaría a cocinar, eso siempre mejoraba su humor. Antes de que pudiera llegar a la cocina divisó a su marido quien estaba sentado en la entrada principal de la cabaña. Una taza de té humeante estaba a su lado. Le estaba esperando.

—Su excelencia—musitó despacio Sango, el monje le sonrió haciendo un además para que se sentara a su lado. Ella obedeció no sin antes de percatarse que había otra taza de té. El hombre depositó un beso en su frente y le entregó la taza.

—Pensé que estabas con Kaede—Ella asintió y miró el té caliente, las hojas bailaban en el líquido caliente.

Hubo un breve silencio, no era incomodo sino tranquilo. La mujer bebió de su té, deleitándose de su sabor dulce, podía sentir como bañaba su garganta y viajaba a su esófago provocando un efecto tranquilizador.

—Hoy una mujer me coqueteó—Fue un comentario repentino. Los ojos azules observaron a los castaños, ella parpadeó varias veces ¿Estaba escuchando bien?—. Descuida Sango, no pasó nada—Miroku la observó tensarse y suspiro, ella asintió levemente—. ¿Sabes?—miró el techo de la cabaña creyendo lo más interesante del mundo—. Nunca tuve una figura paterna, mi padre siempre se iba seguido y el maestro solo se embriagaba con mujeres; me criaron de una manera que tal vez no era la correcta, pero Sango―tomó su mano. La exterminadora pudo sentir la calidez que desprendía, ella apretó el agarre―. A pesar de que fui un tonto, cuando te conocí…Yo quiero que sepas que te amo y que siempre te respetaré… yo…

—No diga nada más, su excelencia—La exterminadora de demonios se limpió las lágrimas, él la ama ¿Cómo podía desconfiar de él? Le tomó las manos y sonrió, Miroku creyó que esa sonrisa estremecía la más mínima fibra de su ser—. Yo debo disculparme, su excelencia—musitó la mujer con sus ojos brillantes.

El monje le tomo del mentón y la besó con dulzura: fue un beso pequeño, casi simple pero lleno de sentimientos, esa caricia que solo los amantes podían desprender.

Sango suspiró tomándole las manos con fuerza.

Si buscabas el momento oportuno... era ese.

—Su excelencia…—mordió su labio y respiró hondo. Todo el día buscándolo y decirle la noticia, ahora era tan difícil—. Usted… yo…—tragó duro, la expresión de él era serena, esperaba que ella pudiese decir lo que tenía que decir— ¿No quiere tener un hijo conmigo?

—¿Sa…Sango?

—Bueno… de hecho—desvió su vista, sus mejillas se colorearon —. Lo estamos esperando…

Silencio.

La exterminadora de demonios levantó el rostro y se encontró con un Miroku totalmente pálido para luego enrojecer al instante y al final con una inmensa sonrisa la tomó de los hombros.

—¿En verdad? ¿Seremos…?

—Padres—concluyó ella, con una hermosa sonrisa y una lagrima de felicidad escurrió en su sonrosada mejilla. Miroku simplemente la abrazó, para luego besarla una y otra vez.

Sango lloró por décima vez, lágrimas de inseguridad, emoción, enojo y amor desprendieron de sus ojos todo el día, pero de algo estaba segura. Se recostó en el pecho de su marido y este le acariciaba el cabello con ternura.

Una nueva vida empezaba para ella y también para él.

-.-.-.-.

¡Bien este es mi maravilloso bebé! Claro que la musa aun seguía dormida durante un tiempo, me exprimí el cerebro :D Quise colocarla idea de que Sango pudiera decirle a Miroku sobre su embarazo, así que espero con ansias sus comentarios :D voten por mi

Seré feliz :D

Editado el 26/01/2016

Han pasado tres años que escribí este fic y me pareció tan dulce que casi me da diabetes. Debo admitirlo, había muchos errores pero me siento muy feliz de arreglar este fic y dejarlo más decente para la lectura.

¡Cómo han pasado los años!