Este drabble es una precuela a mi otro drabble: Feeling Good
#PALABRAS: 416.
AVISO: Esta historia participa en "Calendario de Personajes y Parejas" del foro "The Vampire Diaries: Dangerous Liaisons".
DISCLAIMER: Ninguno de lo personajes me pertenece, son propiedad de la CW.
FEELING NORMAL
¿Quién le hubiera dicho unos años antes que su vida iba a dar un giro tan dramático como aquel? Rebekah Mikaelson era ahora una bruja de estatura bastante menor, de rizos oscuros y una tonalidad de piel oscura también. Justo lo opuesto a lo que ella siempre había sido. Ella era Rebekah Mikaelson, la hija de un vikingo y de una mujer nórdica. Y, aunque adoraba su antiguo aspecto, tenía que admitir que también le encantaba su nueva situación.
Le encantaba, por varios motivos. Para empezar, porque fisiológicamente era humana. Ahora podría cumplir su sueño de formar una familia y vivir una vida normal, alejada de sus hermanos y de sus problemas vampíricos. Y, además, tendría el poder de una bruja. Y no el poder de una bruja cualquiera, sería una bruja verdaderamente poderosa entrenada nada menos que por la actual regente de las brujas del barrio francés y por la segunda bruja más poderosa que hubiera existido jamás.
Y, sin embargo, había veces (más de las que le gustaba admitir) en las que realmente echaba de menos ser la poderosa vampiro original que una vez había sido. Echaba de menos la fuerza, el poder, la inmortalidad... Y, sobre todo, echaba de menos la vida que había creado para sí en Mystic Falls.
Echaba de menos el instituto, la vida normal de una adolescente, y sobre todo, a Matt.
A lo largo de su existencia, Rebekah se había enamorado demasiadas veces, y ninguna había terminado bien. Alexander había resultado ser un cazador, Marcel la había cambiado por la oportunidad de ser vampiro... Pero Matt siempre había estado ahí para ella. Había viajado por Europa con ella, la había cuidado como nadie y la había querido sin esperar nada a cambio. Y, lo más importante, había aceptado todas las condiciones que ella le había impuesto después del verano que habían pasado juntos. Aquello era lo que Rebekah más había apreciado de él. No su aspecto físico, ni su normalidad, sino la manera en la que siempre la había tratado.
Por eso había tomado aquella decisión, totalmente espontánea, sin pensar en las consecuencias que podía acarrear con sus hermanos y con todos los problemas que había siempre en New Orleans.
Pero ahí estaba en aquel momento, en aquel bar en Whitmore. Entró y lo vio al instante. Sonrió mientras que se sentaba frente a él en la barra. El chico le sonrió con la sonrisa que sólo dedicaba a la gente mientras que trabajaba.
—¿Qué te pongo?
