Hola a todos! Aquí os presento mi nuevo fic. Esta vez es un Universo Alterno. Es la primera vez que me atrevo con una historia completamente ajena a la trama de Saint Seiya, pero utilizando sus magníficos personajes, que de paso sea dicho, pertenecen todos a Masami Kurumada.

Escribiendo Caminando entre espinas se me ocurrió utilizar de nuevo a Kanon y Marin, ya que no sé porqué me acabó gustando esta pareja. Pero esta vez los uno en una aventura totalmente distinta, y no por mucho tiempo.

Bueno, no sé qué resultado saldrá de todo el lío mental que tengo en la cabeza, pero ahí va el intento. Gracias por adelantado a todos los que os atreváis a leer este nuevo fic. Espero de corazón que os guste :).

Saludos!


Muros de papel

Muro 1. Despreocupación

La puerta del apartamento de Kanon se había abierto de golpe, dejando paso a esos dos cuerpos que estaban presos dentro del torbellino de la pasión. Esa misma que no tuvo la suficiente paciencia de esperar a encontrarse arropada por la intimidad de un hogar. Esa misma que se había desatado en el ascensor que los conducía a su correspondiente piso. Las llaves cayeron al suelo después de la imposibilidad de Kanon de dejarlas descansar sobre el mueble del recibidor. Sus manos estaban demasiado dedicadas a recorrer ese joven cuerpo femenino que últimamente reclamaba su atención con hambre desmedida.

Sus labios se devoraban sin descanso al tiempo que sus manos luchaban para desabrochar los botones de esa ropa que se interpornía entre sus pieles. Los pies de Kanon iban retrocediendo, imposibles de frenar el ímpetu de Marin, hasta que sus piernas se toparon contra el sofá y no tuvo más remedio que dejarse caer sobre él. Sin darse tiempo siquiera de respirar, Marin se posicionó a horcajadas sobre Kanon, sintiendo como una poderosa erección latía bajo sus pantalones. Las manos de Kanon acariciaron con avidez los muslos de esa muchacha que se entregaba a él sin reservas, arrastrando hacia arriba su falda hasta alcanzar su terso trasero. Mordisqueando su cuello mientras ella curvaba deliciosamente su espalda, apretándose más contra su excitación. La situación se estaba desbordando por momentos, la ropa les sobraba, pero saciar su ardor era una prioridad. Así que se olvidaron de esas molestas telas, apartando de su camino lo mínimo necesario, y uniéndose, por fin, en una danza íntima que era Marin la que la dominaba. El éxtasis los alcanzó antes de lo que se esperaban, y Marin dejó descansar su sudada frente sobre el hombro de Kanon, intentando recobrar una respiración que se había descontrolado totalmente. Kanon también estaba tratando de calmar su respiración mientras sus manos acariciaban suavemente la espalda de Marin, esperando que ella se moviera un poco para poderse incorporar levemente en ese sofá que parecía habérselo tragado. Viendo que Marin no tenía ninguna intención de moverse, le propinó unos delicados golpecitos para darle a entender que el aprisionamiento al que le tenía sometido le estaba torturando su propia espalda. Por fin Marin reaccionó, y apoyándose sobre los hombros de Kanon, se incorporó con rapidez, alejándose de él para dirigirse al baño sin decir una sola palabra.

No hubo un tierno beso de reafirmación del momento que acababan de vivir. Menos aún palabras de afecto. Ésa era una situación que llevaba repitiéndose hacía unas semanas. Una situación que no molestaba a Kanon en absoluto, pero que sabía que para Marin no podría acabar bien. Con naturalidad se recolocó sus calzoncillos, y se levantó del sofá, dejando sus pantalones desabrochados, mostrando ese firme vientre adornado con una fina línea de vello azul. Agarró el paquete de cigarrillos que siempre tenía de reserva en el primer cajón del mueble del comedor, y salió al balcón para prender uno de ellos y fumárselo con tranquilidad. Con desgana apoyó los brazos sobre la barandilla mientras exhalaba una larga bocanada de humo que se difuminó sobre la noche ateniense.

Marin no tardó en aparecer a su lado, con el castaño cabello completamente mojado y desprendiendo un agradable olor a gel de ducha masculino. Su cuerpo estaba cubierto únicamente por una camisa que pertenecía a Kanon, y que le llegaba hasta la mitad de los muslos. Con parsimonia se posó a su lado, imitando su posición. Dejando que su mirada se paseara por las cálidas luces que relucían por todo Atenas. Ninguno de los dos dijo nada, y Kanon siguió apurando su cigarrillo con calma. Mientras vaciaba por enésima vez sus pulmones de humo, miró de reojo a Marin, pudiendo ver que su rostro reflejaba una mezcolanza de satisfacción y rabia contenida. Y decidió no demorar más una conversación que hacía días que debería haberse producido.

- Marin...- dijo suavemente, esperando encontrar su mirada. Ella ladeó un poco la cabeza, mirándole con una sonrisa sobre sus labios. Esperando que dijera algo más. - Deberías hablar con Aioria.

El semblante de Marin se ensombreció de golpe, volviendo su mirada al frente. Balanceando nerviosamente la pierna sobre los dedos del pie con el que no sostenía su peso.

- No tengo nada que hablar con él.- respondió con sequedad.

- Yo creo que sí.

Marin se estaba enfadando por momentos, y no pudo evitar encararse a Kanon, apoyando una mano sobre su cintura, sujetándose a la barandilla con la otra.

- Tú no lo entiendes...¡Aioria me ha estado engañando!

- Venga Marin...no lo sabes del cierto ésto. Sólo son suposiciones que te has hecho tú sola.- continuó Kanon sin variar su posición.

- ¡¿Que no lo sé del cierto?! ¡¿Y todos los mensajes y llamadas que encontré en su móvil de una tal Lyfia..qué? ¿qué son?! ¡¿Imaginaciones mías?!

- Bueno...por eso creo que deberías hablar con él. Escuchar sus explicaciones...- contestó Kanon con tono despreocupado.

Marin volvió a apoyarse con ambos brazos sobre la barandilla del balcón, dejando que la brisa fuera secando sus cabellos.

- Además...desde que empezó con la ruta de los países nórdicos...ha cambiado. Noto como...que se ha distanciado de mí...- ahora su voz habia perdido todo tinte de rabia y sólo destilaba una ahogada tristeza.

Kanon movió su posición dejando descansar su espalda contra la barandilla, al tiempo que cruzaba los brazos sobre su pecho medio descubierto, tapado únicamente por su camisa completamente desabrochada. Con comprensión observó a Marin, que parecía haberse perdido entre las enredaderas de sus celos.

- Escúchame, Marin. Follar conmigo por despecho no te solucionará nada. Es más, creo que te empeorará el embrollo que se ha formado en tu cabeza.- La forma de expresarse de Kanon sonó dura, y Marin escondió su rostro tras su flequillo para ocultar la vergüenza que la embargó en ese momento. Al ver la reacción de Marin, Kanon se sintió un poco mal por haber sido tan directo, pero a fin de cuentas eso era lo que pensaba.- Oye, no te estoy juzgando, no debes sentirte dolida por mí...- dijo, apoyando su mano sobre el delicado hombro de Marin, ejerciendo una leve presión conciliadora.- Tú me gustas, y no me importa que los momentos que compartamos sean así. No soy hombre de compromiso, ya lo sabes. Para mí está bien...pero pienso que tú te estás haciendo más daño del que crees.

Marin permaneció en su silencio, sumida en la vergüenza que le producía mantener esa conversación. Kanon volvió a cruzarse de brazos, con su aire despreocupado que tanto le caracterizaba, e intentó de nuevo hacer entrar en razón a aquella muchacha que se estaba perdiendo entre unos caminos laberínticos de pasión y celos mal digeridos.

- Aioria me preguntó por tí el otro día...

Marin alzó su mirada llena de sorpresa e interrogación.

- ¿Cuándo le viste?

- En una cena que organizó el departamento. Estaba visiblemente preocupado. Sobretodo por tu negación a responderle las llamadas.

- ¿Y por qué narices tuvo que preguntarte nada a tí?- replicó Marin, volviendo a recuperar parte de su enfado.

- ¿Porqué tú y yo trabajamos juntos, quizás?

- Tienes razón...lo siento...- Marin se quedó pensativa un instante, y de repente, miró a Kanon con temor, preguntándole lo inevitable.- Y tú...¿le dijiste algo?...de lo nuestro...quiero decir...

El terror que en ese momento sentía Marin esperando la respuesta arrancó una suave sonrisa a Kanon, que la miró con ternura.

- Claro que no. Yo no soy nadie para meterme en vuestros asuntos.

La joven suspiró aliviada al escuchar la respuesta, y volvió a fijar su vista al frente.

- ¿Ves a lo que me refiero? Si realmente no sintieras nada por Aioria no te importaría que supiera que hace semanas que pasamos buenos ratos juntos.

El rubor había invadido por completo a Marin, que ya no sabía qué hacer para escapar de las garras dialécticas de Kanon. Y él, viendo su estado y la hora que estaba avanzando en el reloj, decidió no torturarla más.

- Deberíamos dormir. Mañana tenemos el vuelo a primera hora.

Con calma, Kanon se disponía a adentrarse a su apartamento, cuando la casi infantil voz de Marin le detuvo.

- Kanon...¿puedo quedarme a dormir aquí? Creo que la última vez me dejé un uniforme limpio...

- Ya sabes que no hay problema.- respondió Kanon sonriendo levemente, antes de internarse en el salón dejando a Marin en el balcón, lidiando con los remordimientos de sus actos resultantes de sus celos.

Kanon y Marin llegaron al aeropuerto de Atenas a primera hora de la mañana, enfundados en su pulcro uniforme de trabajo, llevando con ellos las pequeñas maletas que contenían lo necesario para las horas que pasaban entre vuelo y vuelo en diversas ciudades de Europa. Esa mañana el avión les llevaría a Barcelona, y el vuelo no duraría mucho más que tres horas. Hacía tiempo que Kanon había empezado a trabajar en una compañía aérea de bajo coste. Hacía tiempo que había olvidado sus estúpidas ambiciones y ansias de competir. Sencillamente, se había cansado de hacer de su vida una competición inútil. Había agotado sus fuerzas en mantener una batalla inacabable con su hermano gemelo Saga. Una batalla en la que él nunca salía ganador. Una batalla que ya hacía tiempo que había dejado de tener sentido. En esa compañía aérea había conocido buenos compañeros de trabajo, e incluso había llegado a trabar amistad con algunos de ellos. Y esa sensación de tranquilidad era lo único que ahora deseaba.

A los pies del acceso al avión les estaba esperando Mu, con su largo cabello lila recogido en su nuca, vestido también con su impoluta camisa blanca y la corbata bien ajustada, contrastando con los pantalones negros y los relucientes zapatos que siempre parecían recién estrenados.

- Buenos días comandante. Buenos días Marin.- dijo Mu, con una tímida sonrisa al ver cómo se acercaban él.

- Mu...por favor...¡deja de llamarme comandante!- fue el peculiar saludo de Kanon.- ¡Que ya hace meses que trabajamos juntos, por dios!

Mu enmudeció de golpe y un cierto rubor tiñó sus pálidas mejillas. Era un chico tímido, de eso no había duda, pero la exagerada corrección en sus modales era algo que sacaba a Kanon de quicio. Marin, que también lucía una camisa blanca, con un pañuelo graciosamente adornando su cuello y una minifalda que resaltaba las delícias de sus curvas, no pudo reprimir una risilla frente a la situación que se repetía sin remedio a cada vuelo que compartían.

Los tres subieron al avión. Marin se reunió con el resto del equipo de azaftas y dirigió sus tareas tal y como demandaba su deber como jefa de cabina. Kanon y Mu tomaron asiento en los lugares destinados al piloto y copiloto, y empezaron a verificar cada uno de los aspectos necesarios para poder llevar a cabo un vuelo satisfactorio y sin incidentes. Lo primero que hizo Kanon una vez todo estuvo bajo control fue aflojarse la corbata y desabrocharse un par de botones de la camisa, dejando parte de su pecho al descubierto, y arremangarse las mangas hasta la mitad del brazo. Ahora sólo tenían que esperar que el pasaje embarcara y que les dieran la señal para emprender el vuelo.

Marin se adentró a la cabina de pilotos para informar que todo ya estaba en orden, el pasaje acomodado, y las medidas de seguridad más que verificadas.

- Bueno, pues vamos a dar el saludo a la gente antes que Mu nos lleve a destino, ¿no?- dijo Kanon, observando tremendamente divertido la reacción que sus palabras habían despertado en Mu.

El muchacho le miró con los ojos aterrados, insinuando una ligera negación con el movimiento de su cabeza. Palideciendo aún más de lo que por naturaleza era.

- ¿Yo...yo tengo que hacer el despegue...?- preguntó con voz temblorosa, sintiendo como un repentino sudor frío invadía todo su ser.

- ¡Pues claro!- exclamó Kanon.- Y el aterrizaje también. ¿Cuándo te piensas estrenar, Mu?. Ya va siendo hora que te decidas...y como tú no lo haces, me he tomado esta libertad por tí.

- Yo...es que...yo no...no sé si...

- A ver...- dijo Kanon, apoyando su brazo sobre el panel de controles, mirando inquisitivamente a Mu.- El día está sereno. No hay previsión de viento. Mucho menos de lluvias. Y hoy, el tiempo en Barcelona es exactamente el mismo que aquí. ¿Cuántas horas llevas de vuelo?

Mu se secaba el repentino sudor de sus manos contra sus pantalones al momento que sus labios intentaban pronunciar una respuesta exacta a la pregunta que le había hecho Kanon.

- Bueno...pues...contando las del último mes...

- ¡Suficientes!- le cortó Kanon.- Hoy nos llevas tú mientras yo leo el periódico. No se hable más.- La respiración de Mu se había acelerado, y parecía que el corazón le saldría del pecho.- Si no lo haces tú...hoy no salimos de aquí. Así que ya sabes...- concluyó Kanon, terriblemente divertido frente al esperado ataque de miedo de Mu y la mirada de incomprensión de Marin ante tal decisión.- Bueno vamos a dar la bienvenida a los pasajeros y a informarles que hoy será mi copiloto el encargado de llevarles a destino.- dijo Kanon, tragándose las ganas de reír mientras agarraba el micrófono y observaba el rostro descompuesto de Mu rogándole misericordia.- Buenos días señores pasajeros. Les habla el comandante. En breve iniciaremos las maniobras de despegue, pero antes, nuestras hermosas azafatas les indicarán qué hacer en caso de problemas, cosa bastante improbable.- dicho ésto, miró a Marin, ordenándole con la mirada que fuera a ocupar su puesto.- Parece que el tiempo en nuestro destino es muy similar al mismo que tenemos aquí, así que si alguien deseaba vivir un fuerte cambio de clima, sentimos defraudarle. Deseamos que tengan un feliz vuelo y que sigan confiando en nosotros.

Una vez cortada la comunicación, Kanon observó cómo Mu respiraba aliviado por no haber dicho nada sobre que no sería el comandante, sino su segundo a bordo, el que se encargaría de pilotar el avión.

- Tranquilo, muchacho. Verás como te saldrá bien...Además, ya lo has hecho centenares de veces.

El temido momento llegó, y Kanon se olvidó por completo de los mandos, cediéndolos todos a Mu, que se aferró a ellos como si su vida dependiera de su contacto. Inició las maniobras como tantas otras veces lo había hecho en los simuladores, en las prácticas y asistiendo a Kanon. Aunque la diferencia radicaba en que Kanon se había ocultado la mirada tras unas gafas de sol y que hojeaba indolente la prensa del día. Mu decidió olvidarse de él y focalizarse únicamente en la pista y el cielo. No olvidó ningún detalle. Fue disciplinado y exageradamente minucioso en todos sus movimientos. Y por fin, el avión entró en vuelo seguro, sin ningún incidente remarcable, a parte de la gran sudada que le había dejado como si hubiera salido de la ducha.

- ¡Ya está! ¿Lo ves como no era tan difícil? Lo has hecho perfecto.- dijo Kanon, dejando a un lado el periódico, golpeando amigablemente el tenso hombro de Mu en señal de reconocimiento.- Ahora ya puedes relajarte un poco. ¿Quieres que le diga a Marin que te traiga algo para beber? Yo me voy a pedir un café...pero mejor a ti que te sirva algo tranquilizante - añadió, sonriendo alegremente.- Todavía te queda lo peor. El aterrizaje...- al final Kanon se soltó y rió abiertamente, deleitándose en la mezcla de emociones que transmitía el rostro de Mu.

El vuelo fue plácido. El temido aterrizaje, también. Kanon y Marin se posicionaron a las puertas de la cabina para despedir de manera protocolaria al pasaje. Mu se quedó sentado frente a los mandos, con la camisa completamente adherida a su cuerpo debido a los nervios que habían escapado por los poros de su piel.

- ¿Vamos los tres a comer algo antes del vuelo de regreso?- Preguntó Marin en un susurro, acercándose al oído de Kanon.

- Creo que Mu lo necesita imperiosamente, pero yo no os voy a acompañar. Tengo algo que hacer en Barcelona.

- ¿Nos encontramos aquí a la hora de salir, entonces?

- Me temo que no. Me debían unos días libres y me voy a quedar aquí. - contestó Kanon a la vez que se hacía con su maleta y se disponía a abandonar el avión ya vacío. La cara de sospresa de Marin era tremenda.

- ¡No nos puedes hacer ésto!- ahogando su exclamación agarró la aflojada corbata de Kanon y tiró de ella, obligando que acercara su rostro para mirarle con evidente enfado dentro de sus ojos.- Mu no puede pilotar como titular. ¡Necesitamos un piloto!

- Y lo tendréis. Ya está arreglado. No debes preocuparte por eso.- Contestó Kanon, besando rápidamente los labios de Marin antes de empezar a descender las escaleras del avión. - ¡Nos vemos en unos días!- exclamó al alcanzar la pista, despidiéndose de Marin.

- ¡Oye! ¡Espera! ¡¿Pero quién es el piloto que nos llevará de vuelta?! - Gritó Marin desde lo alto de la escalera.

- ¡Creo que le conoces...me han dicho que se llama Aioria...o algo así! - respondió Kanon, observando con una enorme sonrisa el rostro de furia que apareció en Marin.

El día acababa de empezar y quedaban muchas horas por delante. Unas horas que Kanon aprovecharía para ir a visitar a un hombre que no había visto nunca, que no conocía de nada, pero que merecía ser conocedor del trágico hecho que había levantado otro de los muros que Kanon acostumbraba a erigir a su alrededor.

Continuará