¡Anda, mira! ¡Porno con trama!

Parejas: RomaEspa/Spamano y menciones de GerIta.

Atención: Sexo (más adelante), boquita de Romano (aunque con menos palabrotas que de costumbre), Romano siendo un seme sexy y España siendo un uke nada uke, porque yo no creo en la relación seme-uke (¿debería esto estar en las advertencias?), cuerpos NO extremadamente sexys y perfectos (OH NO QUÉ TIPO DE YAOI ES ÉSTE).

Para los que leáis Ballando Con Il Diavolo: Esto es una historia corta que escribo cuando me quedo atascada en alguna escena de mi otro fic. No se parecen en nada; esta es mucho más suave, sencilla y centrada en los sentimientos, sin acción ninguna. Como una especie de "alivio" tras liarme la cabeza con la complicada trama de mi otro fic. Pero si os gusta Mature!Romano os gustará este fic (o eso espero).

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¿Cómo empezar?

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¿Cómo empezar?

Es difícil cuando no sabes exactamente cuándo comenzó a cambiar todo.

Cuándo cambió él.

Cuándo cambié yo.

Pero supongo que lo que sí puedo contaros es cómo empecé a darme cuenta de que ya nada era como antes.

Creo recordar que la revelación me llegó un día de abril, ni especialmente cálido, ni especialmente soleado.

Me gustaría decir que cuando me levanté esa mañana tuve el presentimiento de que algo iba a cambiar en mi vida. Pero mentiría; lo cierto es que era un día normal, como cualquier otro.

Salvo, claro está, que tenía aquél almuerzo en la casa de Alemania.

"Alemania". Je.

Ya no recuerdo cuándo dejé de llamarle "macho-patatas".

Quizás cuando empecé a participar activamente en las reuniones mundiales. Quizás cuando me acostumbré a verlo en mi casa casi todos los días. Quizás cuando comenzó a salir con mi hermano.

Con mi hermano Veneciano, ni más ni menos. Bueno, no puedo decir que no lo veía venir desde el principio. Pero aún así… Mi hermano, que podría cortejar a cualquier mujer con su encanto italiano… …Ahora que lo pienso, no me extraña nada que haya acabado con el alemán. Cuando lo piensas detenidamente, están hechos el uno para el otro: son un par de bobalicones pastelosos. Ambos. Deberíais haberlos visto cuando se mudaron para vivir juntos; parecían una pareja de recién casados. Qué asco. Lo bueno es que ahora tenía la casa para mí sólo; ¡libertad y tranquilidad al fin!

Pero me estoy yendo por las ramas.

El caso es que, mientras me daba una ducha, sonó el teléfono. Suerte que, previendo el sentido de la oportunidad de mi hermano, me había llevado el inalámbrico al baño. Refunfuñando – porque, aunque me lo esperaba, privarme de gruñir era como dejarme sin comer –, cerré el grifo, aparté la cortina de la ducha y cogí el teléfono.

"¡Ya lo sé, ya lo sé! ¡No se me ha olvidado el maldito almuerzo, Veneciano!"

"Ah… ¿Romano?"

Espera. Esa no era la voz de mi hermano, estaba claro. ¿Qué imbécil llamaba a las nueve de la mañana a casa ajena?

"¿Eh? Sí. ¿Quién es?"

"¡Romano! ¿No reconoces mi voz?"

Hice una pausa impaciente, intentando aguantar mis ganas de gritar al enojante interlocutor.

"Si la reconociera, ¿crees que preguntaría?"

Mio Dio, había que ser cortito. Desde el otro lado del teléfono, la voz sonó de nuevo, desilusionada.

"Oh… ¿ya te olvidaste de mí, Romanito? ¡Con lo que te cuidé cuando eras niño!"

Ah.

¡Ah!

"¿E… España?"

"¡Al fin! Sé que ha pasado algo de tiempo desde la última vez que nos vimos, pero no pensé que te fueras a olvidar de mí tan rápido…"

Ha pasado algo de tiempo. Algo de tiempo.

Veinte años.

Veinte malditos años sin saber nada de él.

Vale; puede que veinte años para la vida de un país fuera algo así como un mes para un humano, puede que menos. Pero aún así… veinte años eran veinte años, con sus 7305 días.

"Romano, ¿sigues ahí?"

Un nudo en la garganta me impedía hablar. Estaba demasiado sorprendido por su llamada, y verdaderamente no sabía qué decirle. Hola, España. Siento ser un desagradecido hijo de puta y no haberte llamado en estos veinte últimos años. Es que, verás, mi vida ha estado girando en torno a Veneciano, Alemania y Japón últimamente, y tus amigos me caen como el culo, así que no me apetecía salir con vosotros. Además, nunca supe qué decirte por teléfono, así que no te llamé. Y estaba tan ocupado con la crisis y tal últimamente que ni siquiera me dio por pensar en ti una sola vez. De todas formas, no es que tú me hayas llamado a mí tampoco, ¿no?

El sonido de algo golpeando el auricular insistentemente me sacó de mis pensamientos.

"¡Eh, eh! ¡Para de una maldita vez! Me cago en—"

"¡Bien! ¡Ya pensé que le pasaba algo al teléfono!" interrumpió alegremente el español. "Sólo llamaba para saber si venías al almuerzo de esta tarde, el que ha organizado Alemania. Verás, es que Vene me ha invitado… y bueno, me gustaría verte de nuevo, para charlar un poco y tal."

"Sí… Sí. Voy a ir."

"Bien, pues supongo que nos veremos allí, ¿no?"

"Claro."

"Hasta luego."

"Sí."

El pitido de la línea atravesó mi oído, y acto seguido colgué y dejé el teléfono sobre el lavabo. Con la mente en blanco, cogí una toalla y me sequé poco a poco. Puse especial énfasis en la cara, presionando la tela contra ella hasta el punto de quedarme sin aire. Luego la aparté de golpe, cogiendo una bocanada de aire, y me miré al espejo.

Y el que me devolvió la mirada no fue el Romano de hacía veinte años, no señor. Era un Romano más adulto, más maduro. Formaba parte de un país más desarrollado, más autosuficiente; ya no era la parte Sur de Italia, ahora me encargaba del país en su totalidad. Mi hermano Veneciano había dejado el país en mis manos para poder irse a vivir con Alemania, y aunque aún lo representaba, ya no se preocupaba por su cuidado como antes. Toda la responsabilidad recaía ahora sobre mis hombros, y todo país sabe que, conforme va evolucionando su territorio, su cuerpo va cambiando hasta alcanzar la madurez completa.

Lo quedaba de mis facciones infantiles se había endurecido, aunque aún había cierto aire de juventud en mi rostro. Mi mandíbula era más fuerte, mis ojos algo más duros, mis cejas un poco más gruesas, mis pómulos más altos y finos. Y no sólo mi cara había cambiado; también mi cuerpo había sufrido una transformación. Había crecido unos centímetros, y mi espalda era más ancha. Además, mis brazos y torso estaban un poco más definidos debido al ejercicio continuo y el trabajo en las cosechas – ahora que el peso de mi país estaba en mis manos debía estar en forma, ¿no?

Aunque tenía que admitir que me había pasado un poco con las siestas, el vino y la pasta con tomate. Algo de grasa se había acumulado en partes incómodas y embarazosas de mi cuerpo – y, por cierto, aún sigue ahí; me gusta el buen comer, qué le voy a hacer.

Por primera vez era verdaderamente consciente de que había cambiado.

Y eso me hacía sentir extraño.

Casi… casi me atemorizaba, sin saber exactamente el por qué.

Salí del baño, cogí mi ropa y comencé a arreglarme.

Por mi mente sólo vagaba ahora una simple pregunta.

¿Era yo lo único que había cambiado en esos veinte años?

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Pues ahí os lo dejo : ) Estaría bien saber vuestra opinión, pero tampoco voy a rabiarme si hacéis un "read and run".

En fin, ¿qué os parece este Romano? Jiji, a mí me gusta que tenga un par de kilitos de más, me parece adorable (?) Y siempre me ha gustado un Romanito maduro, pero esta vez he ido a por uno mucho más maduro que de costumbre.

¡OH! Encontré una imagen perfecta para ilustrar a esta versión de Romano justo cuando iba a postear el episodio~ Aquí os la dejo: 28. media. tumblr. com / tumblr_llzxp0JVpy1qetxs7o1_500. png (quitad los espacios).

¡Nos vemos!