Tú…
Volvió a su casa, fatigado, exhausto. Había tenido que cambiar de piso. No podía volver al podía. "Demasiados recuerdos", decía él. Todavía estaba muy afectado, apenas comía y sólo salía de casa para ir a trabajar. Desde que había perdido a su mejor amigo en aquel trágico caso, nada había vuelto a ser lo mismo para el Dr. John Watson. Su vida era monótona, aburrida. Ya nada le parecía divertido o meramente interesante. La Sra. Hudson le había pedido que por favor mirara en los objetos personales del fallecido, por si quería conservar algo, dado que pensaba donarlo todo a una escuela.
Él, incapaz de mirar nada que le recordara a su amigo -cosa imposible, dado que todo le recordaba a él- , se negó.
Volvió a ir a ver a su psicóloga. Ésta última, bastante impresionada, le preguntó que porqué acudía a ella, después de 18 meses desde el incidente. El Dr. Watson contestó que era lo único que podía hacer.
Fue una sesión muy larga y muy dura para él. El tener que expresar sus sentimientos se le estaba dando fatal, tal vez influenciado por la actitud que tuvo que tomar cuando estuvo en Afganistán.
Después de esa interminable hora decidió dar un paseo para aclarar sus ideas. Mientras caminaba, empezó a recriminarse su actitud. "¿Por qué no puedo pensar en otra cosa más que en él?", pensaba. Absorto como estaba, no se dio cuenta de que alguien se aproximaba a él a toda velocidad.
Cuando vio que una silueta -algo borrosa, dado que había niebla- se paraba ante él, el Dr. Watson alzó la mirada.
-¡Inspector Lestrade!, exclamó-
Lejos de animarse, el ver a uno de los viejos amigos del difunto no hizo más que hundirlo en la tristeza.
-¡Cuánto tiempo, Dr. Watson!, dijo el inspector aparentando cierta jovialidad en su tono-
Eso no hizo nada más que asquear a John. Esa actitud, tan feliz y despreocupada que tenía el inspector, tuvo un efecto muy negativo en su moral.
-"¿Cómo puede estar tan feliz después de lo ocurrido?", pensó John-
Habían pasado 18 meses, sí. Pero él lo recordaba como si fuese ayer. El cuerpo ensangrentado de su amigo tirado en el suelo...Esa imagen realmente le aterrorizaba. Incluso le perseguía por las noches .El pobre John tenía la angustiosa sensación de estar teniendo una horrible pesadilla, y quería despertar cuanto antes.
-¿Cómo estás?, dijo el inspector-
-Bien..., contestó totalmente desganado-
-¿Quieres tomar algo? Yo invito, ofreció-
Una parte de John inmediatamente pensó en rechazar la oferta, pero la otra parte pensó que quizá sería bueno hablar con una persona distinta a su psicóloga. Aceptó.
John seguía al inspector mientras éste le llevaba por un sinfín de calles. Andaba totalmente autómata, replicándose el haber aceptado a acompañar al inspector. El pobre no hacía más que contradecirse a sí mismo, y eso le ponía de los nervios.
El inspector le llevó a un garito que le pareció bastante...aceptable. Se sentaron en una mesa algo alejada, lejos de curiosos y de miradas indiscretas.
Lestrade pidió una ronda para él y para su amigo a pesar de las negativas de John. Ambos bebieron, aunque John apenas le dio un sorbo a su vaso. Estaba realmente cansado. El día en la clínica había resultado agotador, y apenas podía mantenerse en pie.
Lestrade empezó a hablar sobre temas sin importancia, a los cuales John contestaba con simples evasivas, dando a entender que la conversación no le interesaba para nada.
-John-, dijo el inspector con cierto tono de seriedad en su voz.
-¿Mmm…?-, dijo John, sin ni siquiera mirarle
-Sé que lo has pasado mal, pero él no lo era todo. Lo sabes, ¿verdad?
-…-, no contestó
-¡Vamos, John! ¡Abre los ojos! Sí, era un buen amigo, aunque algo engreído. Pero se fue. ¡Se fue, John! Y no volverá
El pobre John estaba a punto de derrumbarse. Dos lágrimas empezaban a asomar por sus ojos. Se levantó a toda prisa y se marchó a casa, mientras el inspector se cruzó de brazos y suspiró
John abrió la puerta de su casa, entró y la cerró de un portazo, corriendo a tirarse al sofá. Se tapó la cara con un cojín. No podía llorar, su hombría no se lo permitía. Sin embargo, las palabras del inspector sí habían hecho mella en él.
-Ese maldito inspector…-, dijo entre suspiros.
Se pasó casi toda la tarde en esa postura, cavilando la mayor parte del tiempo, aunque se levantó una o dos veces para comer algo. Ya bien entrada la noche, decidió ir a su dormitorio a descansar un poco. Se tiró sobre la cama como si fuera un peso muerto, sin molestarse siquiera en quitarse la ropa. Se durmió al instante.
-John, soy un farsante. Un pirado al que todos creían ser un genio. Yo…Te mentí. Yo creé a Jimm Moriarty. Adiós…John.
-¡Nooo!-, John se incorporó, sudando, jadeando y con los ojos desorbitados. Se llevó una mano a la cara y suspiró. Se dejó caer hacia atrás.
-Otra vez la misma pesadilla…-, volvió a suspirar, alicaído
Eran las cuatro de la mañana. Estaba agotado, no había dormido nada y a las seis tenía que empezar a prepararse para ir a la clínica. Pero no quería volver a dormir, por miedo.
Así que se levantó, se preparó el desayuno y se sentó en el sofá a ver uno de esos programas basura que ponen durante la madrugada. Terminó de desayunar sin apenas atender a la televisión, se desnudó y se metió en la ducha, donde permaneció absorto en sus pensamientos durante largo rato. Su despertador sonó, arrancándole de aquel agradable estado de ensoñación en el que se encontraba. Se salió, lo apagó y se vistió para ir a trabajar.
-Allá vamos…Otro día más-, se dijo a sí mismo con la vana intención de animarse
La mañana en la clínica fue de lo más aburrida para el doctor. Justo cuando iba a salir a tomar un café, una enfermera irrumpió en la habitación, diciendo que una tal "Molly Hooper" deseaba verle. Y que era muy urgente
El Dr. Watson se aclaró la garganta, y le dijo que la hiciera pasar. La primera impresión que tuvo el Dr. Watson sobre la joven Molly fue la misma que la de la primera vez que la vio. Una joven bastante linda, aunque ciertamente nerviosa.
Molly se sentó en la silla que estaba frente a la de John y cruzó las piernas
-Dígame… ¿Qué le ocurre?-, intentó parecer lo más profesional posible, aunque el estar en compañía de alguien conocido le tentó a ser un poco más flexible con su forma de actuar
-Dr. Watson, sé que usted y yo no hemos hablado demasiado, pero…*Dudó un momento, reflexionando qué palabras elegir* ¿Se acuerda usted de…Sherlock Holmes…?
¿Acordarse? ¿¡Acordarse! ¡No había ni un maldito día en el que no hubiera pensado en él!
Esa pregunta le pilló desprevenido
-Sinceramente, no creo que hablar de ello me vaya a ayudar a averiguar qué le…
-Simplemente conteste-, le cortó Molly con su típica voz dulce
Primero suspiró, después se recuestó en su silla y miró a su "paciente" a los ojos
-Sí, claro que le recuerdo-, fue lo único que acertó a decir
-Antes de que muriera…Él…Él me dio esto para usted
Molly cogió su bolso y sacó un pequeño objeto rosa que deslizó suavemente por la mesa hasta llegar a las manos del doctor
-Un… ¿Móvil…?-, dijo mientras lo cogía
Molly tan sólo asintió
¿Qué demonios significaba todo eso? Aún después de muerto, su querido Sherlock parecía querer seguir jugando con él
-Oh, creo recordar…que también me dijo algo…respecto a una cara
Molly intentó recordar qué le dijo exactamente
-¿Una cara…?-, al parecer, eso también intrigó al Dr. Watson
-Algo así como "la cara marca el lugar"…,-Molly no pudo evitar reír con nostalgia. –Siempre dijo que quería haber sido pirata
John no pudo evitar sonreír, sin apartar la mirada del móvil. –Típico de él…-
De pronto, Molly se levantó. –Bu-bueno, Dr…T-tengo que irme-, se fue hacia la puerta
-Pero, ¡espere! ¡Yo no…!
(Ruido de puerta al cerrarse)
Suspiró y volvió a mirar de nuevo hacia "esa cosa rosa horrorosa", según pensaba él. No pudo evitar sonreír, e incluso pensó que el haber hablado de nuevo de Sherlock le había sentado bien. Volvía a ser él mismo. O, al menos, una parte de lo que en su día fue
El resto del día en la clínica se le pasó volando. Estaba… ¿Feliz? Seguramente ni él mismo sabría describir cómo se sentía. Cuando acabó su turno, volvió a casa, se quitó la cazadora y fue a prepararse una sustanciosa cena mientras tarareaba la canción que había escuchado en el taxi en el trayecto de vuelta. No podía evitar sonreír. Cenó animadamente en el salón mientras veía un canal de comedia en la tele. Le resultó increíble el recordar cómo reír. Se fue pronto a la cama, después de un agotador día de trabajo y de sentimientos encontrados, y se sumergió en un mundo de plácidos sueños, libre de pesadillas.
