Nos despedimos con un par de besos en la mejilla.

Ella era la encarga del ropero de un céntrico pub de cuyo nombre no quiero acordarme. Yo anhelaba una buena conversación. Me acerqué decidido. Se veía en su rostro lo que después confirmaría sin lugar a dudas. Y con la promesa de tratar de amenizarle la larga noche que le esperaba, afine mi labia y empecé a hablar como si la conociera de hace años.

Realicé mi salva de preguntas de las cuales me gusta conocer la respuesta. No tenía miedo al rechazo. Una más, uno menos. Su reacción fue asombrosa, tanto que incluso deseaba que acabara su turno para preguntarle si podía acompañarla hasta casa.

Sus ojos eran de color marrón cuero. Una sonría tímida y escueta que no dudaba en usar para demostrar su simpatía. Rostro fino y con unos trazos muy marcados. Morena. Una frondosa trenza le acompañaba esa noche. Tez oscura y manos de pianista. Sensual y exótica. Amante del baile y de movimientos prohibidos. Delicada pero segura. Condescendiente y educada. Piernas simétricas y delgadas custodiadas por unos botines. Un top blanco con escote ajustado a sus preciosos encantos.

Cuando estaba ocupada gestionando el almacenamiento de los abrigos me retiraba para pensar en cual sería mi siguiente pregunta. Miraba de reojo desando que se quedara sola. Ella mientras tanto pensaba la respuesta a mis intrusivas preguntas.

No se come las uñas. Su número favorito es el cinco. Su color es el rojo. Entre el 1 y el 2 escogió el 2 y le gusta la playa de arena aunque la de piedras tampoco le disgusta y ama los amaneceres. Le encanta viajar y es romántica. Sabe recogerse el pelo con un lápiz y suele llevar moños altos. Le gusta Big Fish y puede llorar con facilidad.

Pero todo lo anterior es irrelevante. No era el qué iba respondiendo si no el cómo. Pasé casi dos horas con ella. No podía ir a otra parte y me agradecía continuamente el amenizar su velada. Recuerdo que llego un desconocido a preguntarle por el precio de dejar el abrigo. Interrumpió nuestra conversación. Ella me tocó la mano para pausarme y lo atendió. Durante todo lo que duro su respuesta no apartó su mano de encima de la mía. Mientras, la observaba, veía sus ojos, su sonrisa. No llevaba maquillaje, solo la base y línea. No necesitaba más. Me confesó que no le gustaba maquillarse.

Éramos dos desconocidos que no sabían el nombre el uno del otro y no les importaba. Le hablé de mis libros y pidió tener uno. ¿He dicho que además lee? Pues gracias a esa noche ya tengo agradecimientos y entrada para mi libro titulado: 103 historias.

"Serena, gracias por hacerme creer de nuevo"

Sin lugar a duda la chica más increíble que he conocido en muchos años. Así se lo hice saber. Y con dos besos en la mejilla me despedí con un: "que todo te vaya bonito".

Gracias.

Espero que les guste esta mini historia