-¡Date prisa!...-Grité bajo el umbral de la habitación - ¡Dios, siempre lo mismo contigo! – Salí enojado mientras me anudaba la corbata.
Cada mañana era lo mismo con mi esposa…
En silencio se subió al auto mientras le presionaba tocando la bocina y el motor encendido -Te traje café – Me sonrió
-No puedo creerlo… ni siquiera estás maquillada… te estás descuidando mucho –Pisé el acelerador hasta el fondo; sabía perfectamente que le daba temor que condujera tan aprisa y enfadado, así que sin importarme, intentaba provocar otra discusión como cada día, como cada mañana…
-Sabes que me da temor que conduzcas así… ¿podrías disminuir la…?
-Si te levantaras más temprano no pasaría esto…
La miré por el rabillo agachar la cabeza y apretar los ojos.
La luz roja del semáforo detuvo mi endiablada forma de conducir y ella soltó el aire que contenía en los pulmones – Recuerda que hoy tendré una reunión a las 3:00 así que no pases por mí, tomaré un taxi de regreso a casa.
-Bien
-La reunión es por el proyecto que …
-Candy, te he dicho que no me comentes nada de tus proyectos ni nada que tenga que ver con tu trabajo
-Terry, antes disfrutabas cuando te contaba todo lo que pasaba en la oficina y ahora…
-Candy, por favor, te lo ruego – Le miré enfurecido – tengo suficientes problemas con la empresa como para escuchar más tonterías… - Cerró la boca y comenzó su rutina de maquillarse…
Todo el recorrido fue en silencio fondeado con música instrumental que salía del estéreo.
Aparqué en la entrada del corporativo en el que se desempeñaba como Diseñadora. Esta vez, ni siquiera me miró para despedirse.
Conduje por diez minutos más esquivando todo lo que estaba a mi paso, poniendo a prueba el sistema de frenado de mi camioneta…
-Buen día, Dennise – Le dije a la recepcionista de mi padre – ¿Está?
-Sí, señor Terrence, su padre ha preguntado un par de veces por usted.
-Gracias – Mentalmente culpé a mi esposa por hacerme llegar con demora a una reunión con una firma importante
El día pasó lleno de actividades, de retos y de desafíos empresariales.
-Lo solucionarías si le pides que deje su empleo – Mencionó mi hermano Archie al sentarse junto a mí en la sala ejecutiva
-No puedo pedirle tal cosa, Candy sufrió mucho al saber que nunca podrá ser madre y se ha refugiado en su profesión
-Cómprale un auto –Mencionó Stear, nuestro hermano mayor acercándome una taza de café humeante. –Así no tendrás que desviarte hasta la glorieta… no volverás a llegar tarde.
-Creo que esa es buena idea, le compraré un auto.
Charlamos temas de la familia Grandchester y del próximo aniversario de bodas de nuestros padres; quienes han sido de ejemplo en virtud y amor, concluyendo con mi deseo de haber consolidado un matrimonio tan fuerte como el de Richard y Eleonor…
-Tu esposa es hermosa y extrovertida
-No tengo la menor duda que Candy sea hermosa pero últimamente pasa algo entre nosotros, todo el tiempo me hace enfadar
Noté la mirada que se cruzó entre los ojos de Archie con Stear -¿A qué te refieres?
-Me refiero a que todo el tiempo hace cosas que me hacen enfurecer; me propongo no enojarme pero es imposible; para ejemplo, esta mañana. Ella sabía que tenía que estar aquí antes de lo acostumbrado y no le importó…
-Deberían tomarse unas vacaciones, tal vez…
-Creo que no es un buen momento, ya escuchaste a papá, tengo que trabajar en la firma porque de eso depende la expansión de la empresa.
-¿Por qué no le pides a Candy que trabaje aquí? Creo que a papá le agradará la idea, sabes cuánto le aprecia
Miré a mi hermano con enojo -¡No digas estupideces, Archie! ¿Cómo puedes proponer tal cosa? Suficiente tengo con estar con ella toda la tarde y la noche.
-Entonces… busquen ayuda profesional – Determinó Stear poniéndose de pie y tomando de mi escritorio el archivo de la reunión –Pero hazlo pronto antes que se lastimen con o sin intensión de hacerlo.
Tomé mi saco y las llaves; el reloj indicaba las tres menos quince… Candy llegaría tarde a casa así que opté por conducir lentamente por el centro de la ciudad… deseo que se esfumó en el momento que me introduje en la camioneta - ¡Maldita sea, Candice Andry! – Una brocha de su kit de maquillaje permanecía con las puntas coloradas sobre la alfombra.
Con gran esfuerzo la alcancé y la arrojé en el portaguantes. Golpeé fuertemente el centro del volante y descansé la nuca en mi asiento. Apreté los ojos y respiré profundo.
El ambiente era frío… eché a andar el motor, cuando pulsé el botón de la calefacción mi brazo rozó el termo que mi esposa había depositado en el portavasos, no pude evitar sentirme mal.
Candy se esforzaba cada día por hacerme sentir feliz en casa; intentaba consentirme en todo… ¿Por qué, diablos, estaba actuando así con ella?
¿Por qué cada mañana discutía con ella?
¡Dios! ¡Cuánta paciencia me ha tenido!
Sonreí recordando su bella sonrisa y el brillo de sus ojos cuando me miraba.
Recordaba el momento en que le miré la primera vez y quedé cautivo con su belleza, sus hermosos rizos ondeantes sobre sus hombros descubiertos… ninguna mujer me había hecho sentir lo que ella con tan sólo mirarla… Me acordé de las palabras de mis compañeros del equipo de futbol cuando supieron que ella aceptó ir conmigo al baile de graduación "Eres un afortunado, Grendchester"
Fortuna que comenzaba a disiparse por el aire…
Los neumáticos rechinaron sobre el asfalto cuando el pedal se hundió hasta el fondo… no podía creer lo que estaba mirando.
La puerta sonó secamente cuando la aventé y corrí en dirección de mi esposa -¡Se supone que estarías en una reunión! – Le sujeté del brazo con fuerza
-Terry – me miró suplicante al tiempo que su rostro se enrojecía – Me haces daño
-No querida, el daño me lo estás haciendo tú
-Suéltela – Alguien intentó ayudarla solicitándome deshacer el agarre –Candy viene conmigo y no permito que le trate de esa manera
-Es mi esposa, no se meta – Dije enfurecido… mi mano se empuñó en su solapa y con la otra sostenía fuertemente el brazo de mi esposa quien luchaba por librarse de él.
Le empujé y tiré de mi esposa hasta la camioneta.
La puerta del copilotó se estrelló abanicando los mechones sueltos de su peinado.
Tal como en la mañana, conduje como alma penitente.
Lloró todo el camino a casa y aunque intentó justificarse me encontraba fuera de mí como para comprender razón alguna.
Mi corazón latía con fuerza al llegar a casa y mi mente suponía verdades que tal vez no existían – Una reunión… - Le grité en el rostro sujetándola por los brazos, obligándola a mirarme
Sus ojos se llenaron de lágrimas y su voz no podía salir de su boca
-Jamás me imaginé que me hicieras esto – La solté
-Por la mañana intenté decirte los pormenores de la reunión, pero no quisiste escucharme – Dijo entre sollozos
Todo el calor que sentía por la ira se bajó hasta mis pies haciéndome sentir un pulso sanguíneo helado – Thom, a quien agrediste, es el editor, se ofreció a llevarme a la sede… nunca te he fallado
En mi interior batallaba el sentimiento de arrepentimiento y del orgullo. Me había sobresaltado pero temía perderla.
Sin más palabras me dejó en la cochera y caminó hasta la habitación.
Cuando contrajimos matrimonio, ella se negó a contratar servicio doméstico que le ayudara; siempre quiso ser la única mujer que atendiera mis necesidades; quería ser la dueña de su hogar…
Me tumbé en el sofá repasando toda la escena vivida. ¿De qué servía arrepentirme?
Esperé un tiempo prudente para darle alcance en la alcoba.
La habitación estaba en penumbras, ella se había acostado y cubierto con las mantas desde la punta de la cabeza hasta la punta de los pies
Pensé en algo para romper el silencio pero no me atrevía a reconocer mi error contra ella – Voy a cenar… ¿Quieres que te prepare algo?
No respondió.
-Candy… ¿Estás despierta?
Silencio.
Me acerqué, queriendo remediar las cosas –Linda, lo siento – Dije con verdadero arrepentimiento. –Te amo que tengo miedo de perderte.
Se descubrió.
Sus cabellos enmarañados sobre su rostro que revelaba su llanto.
Una gran sonrisa iluminó su rostro, respiré tranquilo.
Mis manos, grandes, con las que le había agredido ahora le acariciaban el rostro quitando los mechones rubios y ondulantes – También te amo, perdóname por el mal…
Con mi dedo índice silencié su disculpa; era yo quien tenía la obligación de buscar su perdón. – Cielo, ardí en rabia al mirarte sonreír a alguien que no soy yo… no soporto la idea de alguien más … - No permitió que terminara la frase; ahora ella callaba mis labios pero con un tierno beso en los labios, seguido de un fuerte abrazo…
La besé y la hice mía… me entregué como mucho tiempo no lo hacía.
Acaricié cada centímetro de su piel, pasé mis labios por todo su cuerpo y al sentirme en su interior me sentí pleno.
Sus piernas a un lado de mis caderas, meciéndose provocando con cada movimiento un mayor éxtasis.
Abrí los ojos para contemplarla ante la luz tenue que se filtraba a la habitación. Su entrega apasionada le permitía disfrutarme y disfrutar… Candy me seguía amando como al inicio…
Prometí amarla y recuperar el tiempo perdido; ser paciente… tal como en nuestros votos matrimoniales.
Su cabeza reposaba en mi brazo –Vamos a cenar
-No quiero ir a ningún lado; hacía mucho que no estábamos así – Apretó su cuerpo al mío.
La abracé – Te prometo ser el mismo de antes.
Me abrazó más fuerte –No te daré ninguna razón para hacerte enfadar; prometo ser prudente con el tiempo…
-Candy – Dije en un susurro
No importaba cuánto se quejara mi estómago, nada era más importante que mi esposa y yo en ese momento… momento que no duró más que un par de días y de nuevo a la rutina de las prisas y los gritos acompañados de las lágrimas de mi esposa.
-En verdad no sé en qué desperdicias el tiempo… si no sales en dos minutos te irás en un taxi…
Salió corriendo acomodándose los zarcillos…
Ni siquiera tuve el tiempo de ser un caballero con ella.
