Sinopsis

Las madrastras son malas. Las madrastras son malvadas.

A las madrastras solo les importan su belleza y el marido rico que se consiguieron. Las madrastras ven a sus hijastras como sirvientas. Las madrastras planean matar a sus hijastras.

Las madrastras te encierran en una torre para que no te midas el zapato que perdiste en el baile del príncipe.

Las madrastras se convierten en brujas y te dan una manzana para envenenarte.

Es lo que siempre se dice de las madrastras, ¿cierto? Las madrastras son malvadas, punto.

Eso no es verdad. Al menos, no en mi caso.

Mamá murió cuando yo tenía cuatro años y papá me crió él solo hasta que cumplí ocho años. Se enamoró de una mujer más joven que él y muy hermosa, pero sobretodo, buena y se convirtió en mi madre.

Esme Platt, mi madre, se ha casado de nuevo, con un doctor sacado de un libro o un cuento de hadas, pero tiene siete hijos. ¡SIETE! A ella no le importa, adora ser madre de ocho niños, incluyéndome.

Nos mudamos al otro lado del país, ahora tengo una nueva vida. Vivo en una mansión en Seattle, con siete chiquillos ricos y mimados, voy a una escuela preparatoria privada, tengo un auto de lujo y… por fin sentí mariposas por alguien, alguien prohibido… Nunca me he enamorado, solo crushes, pero nunca sentí mariposas, de esas de las que Esme dice sentir al ver a Carlisle y que tan coloridamente las describe como: ganas de vomitar al verlo.

Las sentí por primera vez al ver a Beau, el chico más lindo y torpemente adorable que he visto. Mi maestro de historia, el profesor Beaufort Swan.

¡Diablos!


CAPÍTULO 1

Las madrastras son malas.

Las madrastras son malvadas.

A las madrastras solo les importan su belleza y el marido rico que se consiguieron.

Las madrastras ven a sus hijastras como sirvientas.

Las madrastras planean matar a sus hijastras.

Las madrastras te encierran en una torre para que no te midas el zapato que perdiste en el baile del príncipe.

Las madrastras se convierten en brujas y te dan una manzana para envenenarte.

Es lo que siempre se dice de las madrastras, ¿cierto?

Las madrastras son malvadas, punto.

Eso no es verdad.

Al menos no en mi caso.

Mamá murió cuando yo tenía cuatro años y papá me crió él solo hasta que cumplí ocho años. Se enamoró de una mujer más joven que él y muy hermosa, pero sobretodo, buena.

Su nombre es Esme Platt y se convirtió en mi madre en el momento en que dijo: si acepto.

-¿Quién es la más hermosa? - me preguntó ese día, cuando ambas nos cambiamos juntas, ella se puso un hermoso vestido blanco y yo un vestido lila, pues era la chica de las flores. Peinó mi cabello, subió el cierre de mi vestido y caminé antes que ella hacia el altar, donde papá nos esperaba.

Papá viajaba mucho, pero ahora no tenía que quedarme con la niñera en turno, y me quedé con Esme e iba con ella a su trabajo. Me dejaba colorear en una esquina de su oficina mientras ella veía telas, tapices, pinturas y demás materiales para la remodelación de la habitación, sala o lo que el cliente le pidiera.

Cuando cumplí doce años… papá murió.

Yo no lo supe hasta que murió, pero papá era un agente de la CIA. Murió en el fuego cruzado en una misión. Ahora, una pequeña estrella plateada en su honor, pero sin nombre, descansa en el muro de la Agencia, tenemos una bandera doblada en forma de triángulo.

Ese es el legado de papá.

Una estrella y una bandera. Pero yo tenía otros planes.

.

Esme y papá me iba a dar una sorpresa en mi cumpleaños, me mostrarían los papeles de que ella se adoptó oficialmente.

Así que no quedé sola, perdida en el sistema, en casas de acogida u orfanatos.

Ahora estábamos solas, solo ella y yo.

Esme consiguió un increíble trabajo en Chicago y nos mudamos desde DC, ella se encargó de la remodelación de un hermoso hotel antiguo que estaba en las ruinas. Con cariño me enseñó a resanar las paredes y el contratista y sus trabajadores me enseñaron desde como clavar un clavo hasta como construir un cimiento y un muro. Fue divertido y raro, pues en momentos me olvidaba que mis padres murieron, pero tenía a Esme, mi hermosa madrasta.

Entré a una buena preparatoria privada, donde usaba uniforme y Esme se encargó de un nuevo proyecto, no tan grande como el hotel, pero si era muy cotizada.

Mi vida era buena, era una adolescente normal, con amigos, buenas calificaciones, una casa preciosa en un vecindario bueno. Me convertí en una atleta de tiempo completo.

En carrera de media distancia y vallas fue donde me destaqué, pero como era requerido estar en un club atlético y uno cultural, me uní al Club de Drama.

Un día, después de clases, estaba en el teatro haciendo las escenografías –mamá y su contratista me enseñaron bien-, pero la directora del programa quería que al siguiente año audicionara. Yo no quería, pero mientras pintaba el balcón de Julieta comencé a cantar perdida en mi propio pequeño espacio y cuando menos lo pensé los actores y los chicos de tras bambalinas me aplaudieron cuando terminé la canción.

Fue embarazoso, horrible y no podía esperar para audicionar para la obra de primavera.

Me gradué con honores.

En mi anuario había fotografías mías en ambos clubs.

No voy a mentir y decir que era miel sobre hojuelas. La escuela preparatoria es brutal. No tenía amigos cercanos a quienes contarles mis secretos, con quien hacer pijamadas. Tenía compañeros, iba a sus casas o ellos a la mía a hacer trabajos, me sentaba en la cafetería con los chicos del club de teatro. Eso era todo. Fui bulleada, humillada y rezagada unas cuantas veces.

Me decían La Huérfana.

Un grupito de chicos y chicas decían cosas muy crueles, decían que mis padres no me querían y prefirieron suicidarse que seguir a mi lado. No sé en donde encontraron la información de mis padres muertos, pero en la preparatoria no hay secretos. Basta con que una chica chismosa trabaje en la oficina como parte de sus horas se servicio social, para que todos sepan todo sobre todos.

Esme me decía:

-Edythe, ignóralos. Te tienen envidia porque eres la más hermosa. Solo mírate en el espejo y dime que no eres la más bonita de la escuela.

Yo solo limpiaba mi nariz y dejaba que cepillara mi largo cabello rubio fresa, pero ella lo llamaba cobre.

Entré a la Universidad Estatal de Illinois, obtuve beca en universidades de más prestigio, pero no quería alejarme de Esme, era lo único que me quedaba y estudié Justicia Penal. Los maestros me miraban raro, me preguntaban si adelanté cursos en la primaria o en la secundaria. Incluso me preguntaban si era una especie de geniecillo.

Me veía muy joven para mi edad. Sin maquillaje me veía de catorce años en lugar de verme de dieciocho.

Incluso un día una maestra me preguntó:

-¿Estás perdida? – mientras me veía con ternura y preocupación, en la puerta de su oficina.

-Um… no. Estoy en su clase. Vine a entregarle la asignación - murmuré con las mejillas encendidas, mientras dejaba mi trabajo en su buzón.

-¡Oh! Lo siento. Te ves muy joven para estar en la universidad.

Ya era mi segundo año.

Continué entrenando y estudiando hasta graduarme.

Esme aplaudió y lloró desde su asiento, como cualquier otra madre orgullosa.

Corrí a sus brazos cuando la ceremonia terminó y le entregué el diploma simbólico que me entregó el decano.

-Estoy tan orgullosa de ti, mi cielo – susurró entre lágrimas.

-Gracias. No lo hubiera hecho sin ti. Te quiero, mamá – la abracé y lloramos entre padres de familia orgullosos y recién graduados.

Seguramente estábamos haciendo un espectáculo, pero no nos importó.

Yo no le dije a mamá de mis planes después de graduarme de la universidad, ella creyó que entraría a la escuela de Leyes. Pero quería seguir con el legado de papá. Tal vez no entrar a la CIA, pero si al FBI. Pero para hacerlo, primero tenía que entrar a la Fuerza Policial.

.

Mamá se opuso rotundamente.

Es de las pocas veces que se enojó conmigo.

Dejó de hablarme durante todo el verano y en julio inicié mi entrenamiento en la Academia.

Odié que no me hablara. Odié no poder hablar con ella al final de cada agotador día y contarle sobre mis compañeros, mis maestros y entrenadores. Lo que se sintió disparar un arma por primera vez y lo que sentí ganarle a todos los hombres en uno de los entrenamientos más exhaustivos.

Amé el entrenamiento.

Lo que no amé fueron las burlas de mis compañeros e incluso de mis profesores. Me decían Princesa –no de forma cariñosa como mamá-, La Niña, y el que más odié: Snow White. Ni siquiera me parezco a Snow White. ¡No tengo el cabello negro! Pero si soy medio paliducha, de ojos color miel, largo cabello rubio fresa casi pelirrojo. Mido uno sesenta y ocho. Lo único que tenía en común con ella era que la que mis padres murieron y tenía una hermosa madrasta. Una madrasta que no aprobaba mi decisión de ser policía.

Nunca en mi vida me sentí tan sola, ni tan perdida.

Me sentía a la deriva, tenía una meta a donde llegar, pero sentía que flotaba sin rumbo con mamá en mi vida.

.

Vivía en la Academia cuando mamá me llamó. Estaba en mi habitación, tratando de ignorar a mi súper popular y zorra compañera de cuarto. Estaba hablando con una amiga suya por teléfono y comparando el tamaño de pene de los cadetes con quienes se había acostado ya.

Mamá quería verme.

Era mediados de septiembre, no nos habíamos visto o hablado desde que entré a la Academia. Solo me quedaba una semana para terminar y en dos me graduaría.

Quedamos de vernos en una cafetería cerca de la Academia y al verme me abrazó.

Con fuerza.

Se me hizo un nudo en la garganta, enterré mi nariz en su hombro, inhalando ese olor a mamá que siempre me calmaba. Su usual perfume Red Door fue como una manta sobre mis hombros, cubriéndome con amor.

Ya no me sentía sola.

-Siento haber sido tan testaruda. Cada día sin hablar contigo me mataba, Edythe – susurró abrazándome. Aun.

Ambas lloramos, pero yo traté de controlarme. Estaba a punto de convertirme en una oficial de policía de Chicago. Tenía que ser dura, ruda, pues no sabía en qué área de la ciudad me tocaría. Podría convertirme en oficial de tránsito o vigilar y resguardar el gueto.

-¿Cuándo es la graduación? – preguntó sobre su frapuchino.

-En dos semanas.

-¿Y en donde te asignaran?

-Aun no lo sé – me encogí de hombros. No estaba en mí elegir, tal vez es unos tres años.

-¿Puedo ir? – preguntó con sus grandes ojos, esperanzados.

-¿A la graduación? ¡Por supuesto! Te quiero ahí, eres lo único que tengo.

-Mi princesa hermosa –mamá acarició mi mejilla y sonrió-. Estoy tan orgullosa de ti. Eres tan valiente.

-Solo quiero seguir su legado, sus pasos… Me duele que nunca nadie sepa de él y de lo que fue.

-Solo ten mucho cuidado – susurró mamá, tomando mi mano sobre la mesa.

-Lo haré.

-No quiero perderte, no a ti, Edythe.

-No lo harás, mamá.

.

Mi pecho se hinchó de orgullo cuando el comandante presentó a mi generación. Los más de cincuenta reclutas de cien que logramos graduarnos estábamos de pie, saludando a la comunidad a la que íbamos a servir y proteger.

Mamá de nuevo me aplaudió y lloró, pero no solo porque estaba orgullosa de mí, sino porque tenía miedo de lo que me sucediera allá afuera en el servicio.

Pero pronto se dio cuenta de que no tenía nada que temer, era una maldita novata. A nadie le impresionó que fuera hija de mi padre. Sus méritos no eran míos, era la fuerza policial, no Hollywood, donde a los hijos de la Lista A se les da trabajo solo por sus padres.

Hola Jaden Smith.

Así que fui asignada con un policía con años de experiencia, veterano de guerra. El oficial Hernández, era hijo de padres mexicanos, tenía diez años en la Fuerza; solo éramos asignados disputas domésticas, vecinos ruidosos. La única vez que estuve en peligro fue cuando un pastor alemán me persiguió por la calle hasta que logré subirme a la patrulla antes de que me despedazara.

Fui el hazme reír de mi pareja.


Hola!

Tenme paciencia, es mi primer historia con Edythe y Beau como protagonistas. Confome pasen los capítulos la trama tendrá mas sentido, lo prometo.

Si es la primer historia que lees mía, bienvenida y si ya me conoces... WHAT'S UP LITTLE PERVERT!

Kisses and Love

Mother Pervert - Victoria Wittaker