Disclaimer: Las bases de mundo (Razas, clases, habilidades, monstruos, etc…) no me pertenecen, son propiedad de Wizards of The Coast y tomados para poder armar una historia. La trama, personajes, mundo y mínimas variantes sobre algunos datos si son de creación mía.
Una ligera duda que tengo es si esto debería de ser publicado aquí o en FictionPress. Lo referente a D&D es un tema complicado, porque si bien estoy utilizando los datos que se usan para generar personajes y las bases de juego, no estoy usando ninguno de los módulos de campañas o novelas. Si alguno que lea esto tiene una idea real, por favor avísenme para moverlo a donde deberá de ir.
Sunhild
Con no más de diez años desde su formación, Kebell era un pequeño pueblo tranquilo. Las personas que vivían en el, habían decidido probar suerte cuando escucharon que el señor de esas tierras estaba brindando apoyo económico a quienes desearan aventurarse a establecer nuevos asentamientos en las zonas que tenía casi inhabitadas. El territorio no era más peligroso de lo usual; un valle a la base de una cadena de montañas y un río que lo recorría hasta perderse en un bosque. Por esto, muchos lo vieron como una buena opción para salir de la miseria o mejorar las oportunidades que veían truncadas en ciudades ya bien establecidas y con casi todas las puertas cerradas.
En el área, Kebell había florecido rápidamente pese a su tamaño. Sus tierras eran muy fértiles, incluso en comparación de alguno de los otros pueblos cercanos que se instalaron por las mismas razones que ellos.
Pero una sombra oscura había decidido posarse sobre el pueblo.
Durante unas semanas las zonas de cultivo más cercanas a las montañas comenzaron a podrirse sin razón aparente. Los animales que usualmente rondaban libremente por el valle o las orillas del río desaparecieron y en ocasiones un desagradable olor a muerte era arrastrado desde lo alto de las montañas traído por el viento.
Los pobladores buscaron consejo en la iglesia local. El joven clérigo de Pelor, que los había acompañado desde un inicio, sugirió que lo mejor era pedir algo de apoyo externo, a la vez que él trataba de buscar pistas sobre lo que estaba ocurriendo para poder tomar las medidas adecuadas. Junto con un pequeño grupo de jóvenes que conformaban la milicia partió al amanecer, bajo la mirada y protección de su dios.
Pero al anochecer de ese día, ninguno regresó.
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Claire, la hermana menor de uno de los muchachos de la milicia, observaba a sus padres sin comprender muy bien lo que ocurría o en dónde se encontraba su hermano. La pareja estaba peleando; el hombre gritaba y movía fuertemente las manos, la mujer lloraba mientras trataba, en vano a causa de un notorio nerviosismo, de llenar una pequeña cesta con algo de comida.
Cuando notaron a la niña de cabellos rubios revueltos observándolos, ambos quedaron en silencio por unos segundos.
—¿Crees que vamos a llegar a algún lugar? —susurró el hombre, dándole la espalda a su hija y mirando a su esposa—. Lo que sea que esté ahí no va a dejarnos salir.
—¿Quieres quedarte a morir aquí entonces? ¡Quieres que Claire siga el mismo destino que Jolan! —cuestionó ella, olvidando que había una pequeña escuchándola y dejando que su juicio se nublara al pronunciar el nombre de su hijo.
La discusión entre sus padres continuó, pero solo luego de que él la enviara a su recámara a que durmiera.
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Un horrendo grito se coló por la ventana de su habitación despertándola de inmediato. Claire se aferró fuertemente a sus sábanas, quieta, mientras escuchaba como lo que parecía ser la voz de una mujer gemía sin cesar. Luego de lo que parecieron horas, sintió como la puerta de su habitación se abrió abruptamente, y al ver la figura de su madre de pie ahí, corrió hacía ella.
Al instante en que la mujer la levantó del suelo comenzó a escuchar más gritos, ya no se trataba solo del sonido que la despertó, podía escuchar hombres, niños, incluso un sonido similar a lo que parecían ser lamentos roncos. En la parte baja de su casa pudo ver como su padre salía de la puerta que llevaba al depósito y cargaba con él una de sus espadas.
Sin siquiera meditarlo, el hombre abrió la puerta de la casa y salió. Al notar que su esposo avanzó la madre de Claire, con ella aún en sus brazos, decidió seguirlo.
En las calles del pueblo la gente corría, siendo perseguida por unas personas de andar errático que despedían un olor a podrido y balbuceaban frases inentendibles. Desde otra área del pueblo, avanzaban a mayor velocidad un grupo de esqueletos completamente limpios de carne, reflejando la luz tenue de la luna, erguidos, blandiendo armas oxidadas contra los pobladores.
—Deja que camine, no vas a poder moverte con ella encima —ordenó el hombre, al ver como su esposa se aferraba cada vez más fuerte a su hija de siete años.
La familia avanzó con dirección al río, quizás ahí encontrarían algún bote o las criaturas que atacaban no serían capaces de perseguirlos a nado. Pero cuando la ruta de escape recién había sido trazada, una de esas criaturas de andar lento y composición descompuesta arremetió contra ellos, golpeando a la mujer y haciéndola caer al suelo.
—¡Claire, Corre! —gritó su padre sin siquiera mirarla mientras trataba de acertar un golpe al cuerpo putrefacto que estaba sobre su esposa.
Por unos instantes Claire se quedó inmóvil, asustada, temblando y queriendo acercarse a los brazos de cualquiera de sus progenitores en busca de protección. Estaba observando a su madre en el suelo casi sin moverse y a su padre tratando de pelear. Fue ahí cuando vio como dos más de esas criaturas se acercaban a paso lento y su padre volvió a gritarle que se fuera. Y lo hizo.
Corrió, no se detuvo a ver a la gente muerta a su alrededor, ni a atender algún pedido de ayuda de una de las tantas personas que había visto alguna vez en el pueblo. Simplemente avanzó sin mirar atrás con las manos puestas sobre los oídos para tratar de dejar de escuchar los gritos.
Llegó al borde del pueblo y se detuvo. En frente de ella estaba la basta oscuridad de la noche sobre el descampado, donde la luna a duras penas era capaz de iluminar algunas superficies. Retrocedió unos pasos y giró, volviendo a tener en frente de ella el pueblo y las siluetas lejanas en movimiento.
Nuevamente corrió, pero ahora en dirección a un establo cercano. Dentro ya no había ningún animal, probablemente habían escapado, concientes de que encerrarse no los salvaría. Pero ella no sabía a donde más ir, no sabía que hacer, simplemente buscó una esquina y se acurrucó ahí, esperando a que en algún momento sus padres aparecerían y la recogerían.
Temblando y con los ojos fuertemente cerrados sintió como algo se movía dentro del edificio que había escogido como escondite. Soltó un pequeño sollozo y comenzó a temblar aún más fuerte.
Sin entender por qué, luego de unos instantes en que nada ocurría, abrió lo ojos, quizás pensando que estaba a salvo. A unos metros en frente de ella estaba una figura humana que arrastraba una pierna sobre el suelo como si la tuviera herida. Parecía vestir una armadura de cuero y llevar un cinto para colgar una espada. Pero no fue hasta que notó un trozo de tela alrededor de su cuello que Claire abrió la boca para hablar.
—¿Hermano? —preguntó.
Quien estaba en frente de ella llevaba el uniforme de la milicia y algo similar a una bufanda enroscado en su cuello. Su hermano siempre se había quejado de las innumerables veces que su madre lo obligaba a llevar puesta la prenda, incluso cuando salía del pueblo, según ella sino la tenía podía resfriarse.
Claire se puso de pie, comenzando a llorar, con la intención de correr para abrazarlo. Pero en el instante en que se levantó, sintió como de la dirección a la que pensaba avanzar venían unos balbuceos que no era capaz de comprender y como el cuerpo con la pierna lastimada se acercaba hacia ella, balanceándose ligeramente, con la cabeza inclinada hacía un costado.
En esta ocasión no pudo retroceder, el miedo sólo le permitió caer al suelo y quedarse mirando hacía arriba. Ahora que se encontraba más cerca podía reconocer que no se trataba de su hermano, se parecía a uno de los otros muchachos de la milicia y lo que llevaba en el cuello era simplemente un trozo de tela que había quedado colgando. Pero la mirada del muchacho estaba completamente vacía, su boca permanecía abierta emitiendo sonidos sin sentido y una de sus manos se acercaba lentamente para sujetarla. Fue ahí cuando Claire gritó.
Gritó con todas sus fuerzas, como no lo había hecho hasta ese momento.
El sonido de la madera del establo rompiéndose interrumpió la macabra melodía que salía de la boca de la criatura. Casi en ese mismo instante una brillante luz, incluso más fuerte que la que iluminaba los días, comenzó a colarse alrededor de la silueta del cuerpo y luego la carne sin vida simplemente se volvió polvo, dejando en su lugar una gran calidez proveniente de la luz.
Lo primero que pudo notar fue un amuleto de sol dorado, el símbolo representante de Pelor, emitiendo la luz. Luego escuchó un sonido metálico acercarse a ella y sintió un brazo sujetarla por la cintura, levantándola del suelo y sacándola del establo.
Afuera la oscuridad aún reinaba y su grito había atraído a los muertos.
Quien la sujetaba era un hombre adulto de unos ojos azul intenso como los de ella. Estaba vestido con una gran armadura que reflejaba la poca luz nocturna otorgada por la luna.
Pudo ver a un gran número de cuerpos acercarse, pero en esa ocasión, aunque aún estaba asustada, se sentía a salvo. El hombre que la sujetaba emanaba una extraña aura de confianza y seguridad.
—¡Silevran! —llamó, haciendo que Claire notara que su salvador no se encontraba solo—. Quédate con ella —agregó, dejándola en el suelo al costado de una figura delgada cubierta por una capa con capucha de color verde oscuro.
—No estarás planeando entrar al pueblo, ¿o sí? —respondió el aludido, tenía una voz masculina, calmada y en cierto aspecto hechizante.
—Voy a entrar al pueblo, al menos llévala contigo si planeas retirarte —insistió el hombre de la armadura, desenvainando una gran espada y colocando un escudo con el emblema de Pelor sobre su otro brazo.
—No escucho nada más que los gemidos de los muertos —agregó Silevran—. No tiene caso que gastemos tiempo aquí. Podemos aprovechar y tratar de darle el alcance al causante de todo esto —añadió, pero sus palabras no fueron escuchadas—. O puedes quedarte a jugar con los esqueletos y zombies… —continuó, con obvio sarcasmo, al ver al hombre adentrarse velozmente en el pueblo—. Humano impulsivo, no importa la edad que tenga —murmuró, mientras en su mano aparecía un arco de madera blanca delicadamente tallada—. Vamos a un lugar con mejor vista—dijo, dirigiéndose a la niña antes de levantarla.
Silevran era un hombre ágil, mucho más de lo que Claire jamás hubiera visto. Ella se sentía como si estuviera flotando, los movimientos de quien la llevaba no eran bruscos pese a la velocidad. Al llegar frente a una casa de dos pisos, Silevran saltó sobre un gran barril colocado frente a la entrada y se impulsó lo suficiente para llegar hasta el techo de la vivienda.
—Con algo de suerte podemos acabar con esto rápido —comentó Silevran tras hacer un conteo rápido de los muertos desde su nueva posición—. Quédate quieta —indicó, despojándose de su capa y cubriendo por completo a la niña que tenía bajo su cuidado.
Sin poder ver nada, e incapaz de atreverse a quitarse la prenda que la cubría, Claire se acurrucó sobre su sitio. En ese momento estaba mucho más a salvo que en los brazos del otro hombre, pero ya no se sentía tan segura. Fue en medio de esa sensación de inseguridad que comenzó a escuchar el choque del metal a lo lejos y algo similar a un silbido emanar por periodos desde una posición cercana a ella.
La batalla no duró mucho, cuando la pequeña ola de cuerpos sin vida rodeó al hombre de la armadura, éste emanó nuevamente una luz desde el símbolo de su dios, provocando que todos los cuerpos cercanos a él se transformaran en polvo. Silevran por su parte se mantuvo atacando con su arco a los cuerpos que habían quedado rezagados hasta que dejó de haber movimiento, y luego simplemente todo quedó en silencio.
El sonido de los pasos de quien vestía la pesada armadura era lo único que podía escucharse por periodos, parecía estar moviéndose un poco, pero era sólo eso, nada que delatara que el combate seguía en curso.
—¿Dónde está la niña?
Claire escuchó al hombre que la había salvado preguntar por ella. Habían pasado varios minutos desde que el combate terminó, pero a pesar de eso no se atrevía moverse, ni siquiera estaba segura de que el otro hombre siguiera con ella.
—Aquí —respondió Silevran, aunque había permanecido en silencio tras la batalla aún se encontraba junto a Claire—. Quizás hubieras preferido que la dejara al costado de algún árbol, Gadwin
—En realidad no esperaba que me apoyaras —comentó el hombre, Gadwin, con un tono más calmado y amable antes de volver a encaminarse a las casas cercanas y hacia los cuerpos de los pobladores que yacían sobre el suelo, buscando alguno que aún estuviera con vida.
—¿Y qué se supone que haría? —cuestionó Silevran tomando su capa y dejando a descubierto a Claire—. ¿Rastrearlo y quedarme a esperar refuerzos?
La pequeña alzó la mirada y vio que el arquero no era humano.
Sus facciones eran delicadas, su rostro no parecía denotar muchas emociones, pero sus ojos verdes eran brillantes y de forma almendrada, más grandes que los de un humano. Cuando posó la vista sobre el ondulante cabello largo y negro notó que las orejas de aquél hombre eran alargadas y puntiagudas. Su hermano alguna vez le había contado sobre los elfos, estaba segura que era uno pese a que en su pequeño pueblo nunca había posado pie alguno.
—Gadwin —llamó el elfo luego de observar por unos instantes a Claire—. Termina eso y ven a ver a la niña —agregó, viendo que la pequeña no estaba llorando, gritando o siquiera hablando. Ya había viajado mucho por los caminos y lo que usualmente más veía era humanos y sus inusuales comportamientos, pero estaba más que seguro que luego de sobrevivir un ataque no era lo más normal estar tan inmóvil—. Aunque estoy seguro que el grito fue tuyo…
Primer capítulo de la historia de mi personaje de D&D, con el cual espero poder jugar… claro que hacer que varias personas coincidan en un día para reunirse a veces es complicado, así que quien sabe si realmente llegue a ver la luz. Presumo que serán en total dos o tres capítulos, esto sólo será lo previo antes de que se inicie la campaña.
Sobre el título, el cuál aún ando en dudas sobre si dárselo de apellido a Claire, Sunhild significa batalla del sol. Cuando realmente pienso un personaje tiendo a tratar de que tanto el nombre como el apellido sirvan en cierto aspecto como una descripción de este (Yo si le dedico algo de tiempo a pensar en mi PC fuera de simplemente llenar los datos numéricos)
Villa atacada por undeads, un clásico; y dentro de lo "común" del mundo fantasy en el que está ubicado, es una historia bastante usual. Paladín salvador y elfo Ranger con arco, otra cosa bastante común. Clérigo inexperto que arrastra a la milicia a la muerte… otra cosa usual en estos casos, pobladores sin mayor conocimiento militar corriendo sin saber a donde ir y terminando muertos… más de lo mismo.
¿Comentarios? Siempre son bien recibidos ^o^
