¡Buenas noches!

Aparezco nuevamente por aquí con una nueva historia. Debo decir que este fic, no es absolutamente nada parecido a los que he escrito antes.

Bien espero que le den una oportunidad.

Perdonen los miles de errores!

Disfruten de su lectura!


Haruka salió corriendo de su casa sin siquiera cortar la línea telefónica, su corazón latía a niveles eufóricos, tenía que llegar lo antes posible; no entendía nada, lo único que sabía era que, la espeluznante y extraña llamada que había recibido de Makoto, fue suficiente para desesperarlo y helarle la sangre. Absolutamente algo no estaba bien.

Era un día como cualquiera en Iwatobi, Makoto desayunaba felizmente junto a su familia, esta era la rutina de todas las mañanas. Los mellizos peleaban sin enfado verdadero por su porción de comida, el padre de la familia leía el periódico poniéndole más interés a la eterna pelea de sus hijos que a las palabras que ensuciaban aquel papel, la dulce madre sonreía radiante mientras que con sus manos de diosa, preparaba los almuerzos que se irían junto a sus respectivos dueños, y por último; el hijo mayor quién nunca se cansaba de esta, tal vez simple, gran vida.

Se sentó en uno de los escalones esperando por su amigo, un pequeño felino de pelaje blanco apareció ante sus orbes esmeraldas con intenciones de jugar, el precioso chico concedió sus deseos de inmediato y así, la expectación de la llegada del adolescente, no sería tan aburrida. Había perdido la noción del tiempo, pero la encontró en cuanto se topó con unos tormentosos mares profundos, que simplemente lo ahogaban, no supo cuánto tiempo estuvo naufragando en ellos, magnetizado, atrapado en aquellas profundidades, incapaz de salir.

—Makoto —Habló en voz baja, no era necesario elevarla para ser escuchado por el adolescente.

—Buenos días —Sonrió como siempre, sin importar qué pasase, él jamás dejaría de sonreírle a su preciado compañero— ¿Vamos? —No esperó una respuesta, sabría que no la tendría de todas maneras.

Caminaron como siempre lo hacían, el chico de cabello oliva hablada de las travesuras de sus pequeños hermanos y a pesar de que el más bajo no hacía sonido alguno, Makoto sabía que lo estaba escuchando. La orca estaba preocupado por su amigo, Haruka aún no tenía definido su futuro, y cada vez que abordaba el tema, éste lo evitaba. Bueno, él no podía pedir mucho, ya que tampoco lo tenía definido, hace sólo unos días estaba pensando en la posibilidad de estudiar en una universidad de Tokio, pero no era nada concreto, la verdad es que quería asegurarse del futuro de su mejor amigo primero.

El día en la escuela transcurrió tranquilamente, hoy al club de natación le tocaba la práctica en conjunto con los de Samezuka, al igual que todas las veces que los dos clubes se unían, los protagonistas eran Rin y Haruka, siempre eran los que se destacaban. El hermoso adolescente de hebras olivas se había dado cuenta hace poco tiempo, la forma en que Sousuke miraba al pelinegro, no podía saber lo que decía con su mirada, pero parecía que Haruka no era del todo de su agrado, bueno, nunca lo había sido. Cuando iban en secundaria, los dos pelinegros tuvieron una gran discusión, en la que tuvo que intervenir para que no siguieran, ¿El motivo de ésta? Tal vez el único tema que podían tener en común, Rin. Parecía que esa vez, era la primera en que intercambiaban alguna palabra, pero no tenía idea si después de eso se cruzaron otra vez.

Ayudó al de orbes oceánicos a salir de la piscina, ya era la hora de volver, había intercambiado algunas palabras con el pelirrojo para planear la siguiente práctica, debía admitir que se llevó una gran sorpresa al enterarse que el tiburón se había vuelto el capitán de ese gran equipo, y la verdad es que lo hacía bastante bien. Rin había cambiado mucho, estaba volviendo a ser el chico que conoció antes que se fuera a Australia, estaba feliz por eso, por un momento pensó que había perdido a su amigo, pero ahora sólo era un mal recuerdo. Ya al estar todos listos, se despidieron del nuevo capitán y tomaron su camino a casa; se separaron de Rei y Nagisa a mitad del monótono recorrido, esta vez Haruka quiso pasar un rato en la playa, simplemente observando el mar en silencio, Makoto se sentía algo incómodo con sólo escuchar el ruido de las olas, así que decidió iniciar un conversación en la que participaban los dos, pero sólo uno hablaba, tocó diversos temas, pero tuvo esencial cuidado en no tocar el del futuro, porque sabía que el otro muchacho no quería hablar ni escuchar de ese aterrorizante tema. No se dio cuenta de la hora, hasta que el cielo se había vuelto nocturno y las estrellas empezaron a alumbrar la oscuridad.

—Deberíamos irnos —Esta vez, fue Haruka quien habló— Tus padres te deben estar esperando.

—Tienes razón —Makoto se levantó con algo de pereza, disfrutaba mucho de sus momentos a solas con su amigo, cada vez que estaba con él, sentía una tranquilidad única, que sólo él le brindaba.

No caminaron con prisa, no la tenían, sus brazos a veces se rozaban evidenciando lo cerca que estaban del otro, pero no hacían nada para remediarlo, porque simplemente no les molestaba, estaban acostumbrados a esa cálida cercanía, era una comodidad mutua que sentían hace años, y que ninguno de los dos se atrevería a deshacer.

— ¿No te quieres quedar a cenar? —Preguntó el menor al llegar al punto donde se separaban.

—Tal vez en otra ocasión —Contestó simplemente encogiéndose de hombros.

—Está bien —Le dio una dulce sonrisa— Nos vemos mañana, que descanses Haru-chan.

—Deja el chan —Suspiró volteándose para subir las escaleras— Buenas noches —Makoto sólo rio y se quedó mirando la espalda de su mejor amigo, definitivamente habían cosas que nunca cambiarían.

Haruka entró a la solitaria casa, miró su celular que había dejado olvidado sobre la mesa, esperaba una llamada de sus padres informándole que en unos cuantos meses más viajarían para verlo, esta no era una noticia que lo entusiasmaba, no le gustaba estar cerca de sus padres, tenían una relación muy distante y mientras más lejos estaba de ellos, era mejor. Se dirigió a la cocina para cocinar la cena, por un instante pensó en que debería haber aceptado la invitación de Makoto, pero ya se había negado, y no iría ahora como si nada, aunque sabía que en la casa de su amigo, siempre era bienvenido. Había preparado una sopa de miso, reconocía que no podía vivir comiendo todo el tiempo caballa, ya que no era muy saludable; se sentó frente el televisor encendiéndolo, pero no le puso atención, su mirada estaba concentrada en el papel donde le preguntaban sobre su futuro, uno que no quería saber aún. De repente la trasmisión de una noticia le llamó la atención, se trataba sobre un hombre que era un prófugo de la ley y existían los rumores de que se estaba refugiando en Iwatobi, no pudo saber más ya que su celular comenzó a sonar, no quiso verificar quien lo llamaba, ya que sabía que se trataba de sus padres, lo dejó sonar esperando a que se cansaran y cortaran, pero no ocurría, sin ánimo lo tomó para enviar el buzón de voz, sin embargo se detuvo al ver que la persona que lo estaba llamando era Makoto.

— ¿Qué pasa? —Contestó de forma usual, pero no recibió respuesta— ¿Makoto? —Haruka frunció el ceño, el adolescente no le hablaba, pero sabía que estaba ahí, lo sentía— Oye di algo —Y lo que el pelinegro escuchó, lo dejó atónito.

Salió corriendo de su casa sin siquiera cortar la línea telefónica, su corazón latía a niveles eufóricos, tenía que llegar lo antes posible; no entendía nada, lo único que sabía era que, la espeluznante y extraña llamada que había recibido de Makoto, fue suficiente para desesperarlo y helarle la sangre. Bajó las escalares lo más rápido que pudo sin dar un paso en falso, se detuvo frente a la casa del menor, que estaba hundida en una oscuridad amenazante, se dio cuenta de que la puerta estaba entreabierta y sigiloso, entró. No podía ver absolutamente nada, deslizó su mano por la pared para hallarse con el interruptor y así pudo notar que la electricidad había sido cortada. El silencio que había en esa casa era abismal, que consumía la poca tranquilidad del chico de orbes oceánicos.

— ¿Makoto? —Usó la poca luz que emitía su celular para guiarse en descomunal penumbra, llegó a la sala de estar, un olor que no sabía reconocer invadía toda la habitación, la luz que alumbraba el piso se topó con la espalda del más alto que se encontraba arrodillado— Makoto… —Dejando su celular de lado, se acercó a su amigo agachándose para estar a su altura, pero en el instante en que su mano tocó el suelo, se congeló. Volvió a tomar su celular sin saber por qué temblaba y con esa pequeña luz, se encontró con la realidad.

Sangre, sangre por todas partes, en el piso, en los muebles y en las paredes; ese era el asqueroso olor que aromatizaba el lugar, pero lo peor de todo no era eso, si no lo que había tirado como basura en el suelo. En la sala de estar, de la casa de Makoto, yacían tendidos en el piso, los cuerpos brutalmente asesinados, de los padres y hermanos de aquel adolescente.

De repente, Haruka se dio cuenta de una presencia extra que estaba acechando el lugar, y supo de inmediato, que tenían que salir de ahí cuanto antes.


¿Qué tal? ¿Me odian?

Amo tanto a Makoto, pero tenía muchas ganas de escribir algo así, por lo que mi pobre bebé va a sufrir.

No tengo mucha experiencia en este genero así que estoy experimentando con esta historia.

La verdad me estoy arriesgando a publicar este fic cuando tengo otro en curso, ya que el tiempo no me sobra, pero era un capricho que he querido cumplir hace mucho tiempo.

Si es posible, actualizaré el fin de semana, este fue un capitulo cortito, pero tratare de hacerlos más largos.

Esos es todo!

Hasta entonces, se despide su servidora.

Airi

¡Muchos kissus llenos de amor virtual!