La Magia de una Familia

Los personajes de esta historia son de la brillante Stephenie Meyer, nosotras solo jugamos con ellos. No somos Stephenie.

Prefacio

Nuestros nombres son Niki y Lucy. Siempre tuvimos algo, pero antes no lo sabíamos. Éramos dos chicas solas en el mundo, hasta que un día, gracias a la magia, se cumple nuestro mayor deseo, conocer a los Cullen.

Capítulo 1

Lucy (P.O.V)

Éramos como hermanas. Nuestras familias nunca se llevaron muy bien que digamos, pero nada detenía que pasemos horas, días juntas. Nos conocimos un día de escuela, a Niki le gustaba leer y pasaba los ratos libres en la biblioteca, en eso ya teníamos algo en común, amábamos la lectura.

Un día vi que Niki estaba llorando con un libro roto, al verla tan desolada me acerque a preguntarle si estaba bien y ella me contó que Marga, la bravucona del colegio, se había burlado de ella por pasar mucho tiempo leyendo y le había arrancado las hojas de su cuento favorito. A pesar de tener ocho años, tenía un carácter bastante fuerte, y me enfureció ver a Niki llorar. Era una niña de mi misma edad, pero su pelo rubio, ojos verde, su estatura media baja y sus anteojos, la hacían parecer más pequeña, más frágil alguien que necesitaba aprender a defenderse. Desde ese día, pasamos casi todas las horas juntas. Yo le enseñaba a defenderse y ella me traía material para leer.

Éramos inseparables, y así pasaron los años, para ser más exactos siete años. Pasamos toda la niñez juntas, y ahora estábamos viviendo la "rebeldía" de la adolescencia, aunque la rebelde era yo y Niki siempre me ayudaba a hacer alguna travesura.

Pero había un problema, nuestras familias no eran muy compinches que digamos. Mi familia me había enseñado a ser fuerte y pensaban que juntarme con Niki me "debilitaba" y los padres de Niki pensaban que yo era una "mala influencia". Nuestras familias vivían al límite, solo se soportaban, y con el tiempo, los padres de Niki dejaron de darle importancia, ya no era su hija. Si, vivía bajo su techo y si la alimentaban, pero era como una inquilina. Y yo fui recibiendo menos atención y de vez en cuando, luego de una travesura unas cachetadas de mi madre y palabras fuertes de mi padre.

Un día, nos cansamos de no ser importantes, para nuestras ¡propias familias! Y decidimos huir.