Para quien gusta buscar la verdad, pero vive en la mentira.

Capítulo 1. Primera verdad.

Siempre quiso ser detective, por lo menos así le gusta pensarlo. Sus primeros recuerdos se remontan a una época en que su padre gustaba leerle historias de acción y misterio y lo divertía los fines de semana con juegos del escondite. Juegos donde él debía emular a los personajes acerca de los cuales su padre le encantaba contar. Recordaba con cierto cariño – aunque eso nunca fuera a asumirlo delante de su madre – cuando a la edad de 4 años, ella le confecciono un disfraz de detective y entonces los juegos del escondite y la búsqueda del tesoro con adivanzas y sortilegios se hizo más divertida. ¿Cómo no lo era sí él realmente se creía Sherlock Holmes e iba en la búsqueda del asesino para salvar a la princesa de su destino fatal? ¿O tras el bandido de turno para recuperar las joyas que había robado desde una importante compañía?.

Su casa se trasformaba en un lugar de ensueños y fantasías, un mundo donde la magia era posible y los finales felices llegaban a existir cuando la verdad surgía de entre las sombras. La lógica del misterio, la persecución del villano y el rescate de la danicella en peligro hacían que él esperase con ansías que llegase el fin de semana y sus padres pudieran jugar con él.

Odia cuando su padre se ensimismaba escribiendo sus novelas y no tenía tiempo para él. Lo prefería contándole historias y llenando su cabeza de locas fantasías más que escribiendo acerca de ellas para otros niños, otra gente. ¿Acaso él no era suficiente?. Pero claro!. En esas ocasiones ahí estaba su madre para volverlo loco, disfrazarlo y narrarle historias que su padre no estaba disponible para contar. Nunca se lo dijo hasta más grande, pero él prefería la forma en que su padre se las contaba. Él sí tenía una gran imaginación y era capaz de enredar cada una de sus neuronas en la búsqueda de una respuesta y una solución, en búsqueda de la verdad.

Sólo más tarde comprendería bien que cosas hacía su padre cuando se encerraba en la biblioteca y pasaba horas (y días!) concentrado escribiendo. Contando en detalle las novelas que antes le habían servido a él como historias para dormir. Sí, su padre con regularidad creaba sus cuentos primero con él, describía el bosquejo y los detalles cada noche … historias que él luego leería en sus libros. "Y pensar que se ha hecho millonario y yo he sido su primer editor eh?".

Pero qué va!. Realmente agradecía esos momentos en su infancia. No muy inocente en realidad, pues desde pequeño estuvo cercano a un mundo en el que existía el robo, la maldad, traiciones, despechos y mentiras… asesinatos. Sin embargo, ese cercanía también le permitió comprender, a muy temprana edad, que el bien también existe en el mundo y que éste prevalece sobre el mal. ¿Así debe ser no?. La verdad siempre sale a la luz, los malos son castigados bajo el peso de la justicia y los buenos salen victoriosos de todo el enrollo.

Criado en este mundo, suministrado por un padre novelista y una madre actriz, Shinichi Kudo creció queriendo ser algún día como los personajes de las novelas de su padre. Es más, desde pequeño supo que su destino era, al igual que Sherlock Holmes, dedicarse a la búsqueda de la verdad.

Así que si alguien le preguntase que quería ser cuando creciera, él ya tenía su respuesta. Mientras los otros chicos de su edad esperaban ser como sus padres o bomberos y carabineros, él quería ser detective y hacer de cada una de las historias y novelas, un cuento hecho realidad.

Tanto juego y enseñanza, le fueron haciendo su fama en la escuela. Lo prepararon desde el kinder para salir en la busca de objetos desaparecidos y robados, de esa forma, ahí estaba él para proteger a los chicos que había perdidos sus loncheras con su almuerzo, su polerón o sus lápices. Con la imaginación que lo caracterizaba era capaz de desenmarañar los hilos que tejían cada uno de los encuentros que dieron pie a la pérdida de cada objeto y su memoria fotográfica le permitía recordar cada detalle como su estuviese mirando la escena en una fotografía.

Pero si muchos chicos lo empezaban a idolatrar y muchas chicas a querer ser sus novias (esas chicas! Jeje) por sus logros, también era cierto que difícil se le hacía hacerse de amigos. No es que fuese un absoluto antisocial a tan corta edad, él gustaba de un mundo que sus compañeros no siempre entendían. ¿Qué iban a saber ellos de Sherlock?, ¿asesinatos?, ¿secuestros?, ¿persecuciones?. ¿Qué iban a querer convertirse en perseguidores de la verdad como él?.

Es cierto, muchas veces jugaban con ellos a buscar tesoros, objetos perdidos y salvar princesas, sin embargo, no se sentía completamente a gusto con ellos. Tampoco con muchos adultos. Algo no terminaba de encajar y él se sentía como un extranjero entre sus compatriotas.

Las cosas cambiarían al poco. O eso esperaba él. Y así fue como sucedió.

Recordaba el día de su ingreso a la nueva escuela. Realmente le desagradaba estar metido en ese tipo de circunstancias. El trabajo de su madre les hacía estar continuamente mudándose de sitio, según dónde le tocase grabar el nuevo cortometraje, la nueva película o su aparición como invitada a alguna serie. Su padre no ponía mayores "peros" y claro, no tenía cómo, su profesión de escritor no requería lugar o espacio fijo de trabajo. Podía ponerse a escribir desde la luna si se le antojaba y enviar por correo los documentos para que su editor los revisase. Los cambios de morada incluso le hacían bien, ya que lo ayudaban a ambientar sus historias en otros lugares del planeta. No es que él no tuviese una muy buena imaginación (Shinichi creía que él había heredado gran parte de ese don que tenía de su padre), pero cada cambio de ambiente le sentaba de maravillas.

Él, en cambio, estaba jodido y nada podía alegar. Era un enano que no superaba el metro de altura y tenía el cabello revuelto. ¿Quién le haría caso acerca de dónde vivir o en qué colegio estudiar?. Con suerte lo dejaban escoger el cereal de su desayuno y la ropa que vestía (si fuese por su madre él iría de disfrazes todo el año a la escuela)… y de lo último estaba especialmente agradecido.

Así que… ahí estaba él. Yendo por cuarta vez en el año a su primer día de clases. Su cuarto primer día de primero de primaria. ¿Suena bonito no?. Supongo que pensarán que él ya se había acostumbrado (iban por el décimo traslado en 3 años… el resto no los recordaba porque era una guagua entonces), pero a ese punto estaba empezando a darle exactamente "lo mismo". Si no puedes contra ellos ¿úneteles?.

Todavía recordaba ese día con cierta ternura, quién diría y quién lo viera ahora. Sí pudieses mirarlo con atención, sin despegar la vista de sus rostro en ningún segundo (siquiera para pestañar) podrían ver la verdad que se escapa por sus poros. Ese recuerdo siempre lo ha hecho sonrojar, levemente y por un par de segundos. No podría mentirlo ni ocultarlo aunque quisiera, pero vaya que lo ha intentado. Quién lo conoce realmente, sabe.

Ese día era de los inicios de la primavera. Había un rico olor de perfumes a flores en el ambiente, provenientes de los árboles de cerezos que bordeaban la escuela. Florecían todos al mismo tiempo como suele suceder en Japón y ya pronto se imaginaba a los transeúntes deteniendo sus pasos y comenzando los festejos bajo la sombra de los árboles. Algún día él estaría entre medio de ellos, disfrutando también. Aunque eso se le volvía, muchas veces, un recuerdo de alguna película que había visto hace mucho tiempo atrás.

De fondo escuchaba a su madre conversando aún con su agente. Una nueva serial acaso?. ¿Otro cambio de casa?. No llevaban ni dos días en este nuevo distrito y ya se imaginaba yendo a otra escuela. Y si es así, ¿para que venir a presentarse a ésta?. Por lo menos aún no habían desempacado las cajas y su cuarto todavía era un completo enredo; de ese modo, el cambio sería más fácil. Menos cajas que volver a embalar con sus libros, juguetes y ropa. En ese momento, su madre corto el teléfono.

¿Un nuevo cambio, mamá?. Porque si es así, podemos devolvernos a la casa ahora mismo. No es necesario que me presente….

No, hijo. Nada de eso. Sólo conversaba con mi agente. Ahora vamos, no se nos puede hacer tarde para que entres a clases.

Con cierto desasosiego, subió la ventanilla del auto y bajo de él. "Allá vamos de nuevo". Su madre se posicionó a su lado y trato en vano de tomarle la mano para cruzar la calle. Se consideraba a sí mismo un jovencito ya bastante grande para aceptar que su madre le tomará la mano para cruzar una calle de una sola vía, ubicada frente a un colegio en una zona residencial y con tantas chicas cerca.

Entraron al colegio al tiempo que su madre le criticaba su falta de cariño por ella. Alrededor de él iban muchos chicos de su edad junto a sus padres y/o hermanos. No les hizo mucho caso y continúo su camino junto a su madre, quien en ese momento se preguntaba en voz alta en que minuto su hijo había crecido de golpe para no permitirle que ella le tomara la mano.

1,2,3…

Había leído historias que contaban experiencias como aquella, pero nunca a su corta edad había creído alguna y menos le habían gustado. Ya saben… él prefería la acción y el misterio a esas "patéticas" historias de amor, esas eran para chicas y no chicos como él. Pero así fue como paso. Si tuviese que describir una de esas historias, podríamos decir que, en ese momento, él se sintió metido en alguna de ellas. Tal como le pasaba cuando leía Conan Doyle, el asunto fue que todo se le hizo realidad, aunque no quisiese admitirlo en ese instante.

Ahí iba él y, un poco más allá, estaba ella.

Cuando recuerda ese momento, ha llegado a pensar que fue cosa del destino o el resultado del experimento de un ser bizarro. Él iba tranquilo por la vida, escuchando a su madre pavonear mientras entraban al colegio hacia la oficina del Director y de pronto tuvo la extraña sensación de que debía mirar a su lado derecho. No antes ni después, sino en ese preciso instante.

Así vio a su lado, pero unos metros a la distancia, una chica, probablemente de su misma edad y bien bonita. Estaba junto a su madre, quien en ese momento estaba arreglándole la chaqueta y comentándole algo. La chica la miraba y asentía concentrada y sonriente. Se le paso por la mente entonces que esa chica siempre estaba con una sonrisa en su rostro y así era como más bonita se veía. Entonces la chica volteo sus ojos hacía donde él se encontraba, probablemente por sentir el peso de su mirada observándola. En un solo segundo los ojos de ambos se encontraron y él vio en ellos el reflejo claro de ella, un reflejo que le recordaba las aguas tranquilas del mar. Unos hermosos ojos azules y profundos lo vieron a la distancia y él los miró como si fueran una de las cosas más maravillosas que nunca, a su corta edad, hubiese presenciado.

La chica sonrió poco antes de volverse a mirar a su madre, olvidándose del chico que había mirado sólo por un segundo y concentrándose en las indicaciones que su madre le estaba dando. Ese día volvería por primera vez sola a su casa, pues su madre no podría pasar a buscarla.

Al otro lado, Shinichi terminaba de entrar al colegio esperando que la chica sí tuviese su edad y fueran al mismo curso. Como daba vueltas el mundo!. Ahora se encontraba esperando, por lo menos, no tener que cambiarse tan pronto de casa. No aún y menos ahora. ¿Era él el mismo chico que gustaba solo del misterio y ahora estaba pensando en una chica?. Qué va, seguro que algo le habían echado a su desayuno!

Sin embargo, las cosas parecían más ciertas de lo que él quisiera admitir. Recordaba con cierta neblina el día en que su padre le comento algo parecido. Lo había creído un poco loco (tal como su padre solía ser) y realmente no era capaz de imaginarse como algo así podría pasar. ¿Amor a primera vista?. Si pudiesen verlo ahora, más de diez años después, pensando y sintiendo cosas como las que estaba sintiendo… diría que estaban loco. Sí, completamente lunáticos y las vacas pronto saldrían volando. En el mundo hay una sola verdad y está no tiene por donde aproximarse a la que él estaba sintiendo cada segundo. ¿O sí?.

Pues bien, lo cierto es que él paso los próximos minutos ese día en la oficina del Director y se le volvieron eternos. Nunca había sido un niño ansioso o inquieto, pero ahí estaba él esperando que la conversación que su madre tenía con el Director terminará más pronto que tarde. No sentía gran apuro, pero si tuviera que elegir… pues preferiría que los minutos pasaran antes que él explotara, aunque por fuera mantuviese la misma postura de siempre. La de un chico calmado, controlado y sereno. Un pequeño adulto.

Por fin su madre dio por finalizada la charla, agradecía que tenía una casting al cual asistir en una hora más. Se despidió del Director y pronto se vio acompañado por él en dirección a la sala de clases que le correspondía por su edad. ¿Qué haría si la chica estaba en la misma sala que él?. O peor: qué haría si ella no estaba en la misma sala. Él siempre había sido un chico que pensaba las cosas antes de hacerlas o decirlas, era muy cuidadoso con las palabras que usaba pues conocía el peso que están podrían tener. Como podrían crear realidad y como podían destruirlas. Y así estaba ahora, sin saber qué hacer ante ninguna de esas dos opciones.

El Director tocó la puerta de la sala "I-A" y espero unos segundos antes que el profesor se acercará a abrir. Podía asegurar que ésta era la primera vez que se encontraba relativamente nervioso por lo que iba a suceder en los siguientes instantes. Dudaba (aunque tampoco lo admitía) que se debiera a la chica. No, más bien era causa de estar nuevamente en la posición del chico nuevo y la necesidad de tener que empezar otra vez a hacer amigos. No es que a él le sentase fatal hacerlo y fuese un completo fiasco cuando de niños se trataba. Su pequeña sabiduría lo estaba capacitando para poder llegar a conocer muy bien a las personas y, gracias a ello, sabía como comportarse frente a una u otra. Él no haría el ridículo, no tenía cómo, y sabía que pronto tendría nuevos amigos. Ya elegiría a los más inteligentes que fuesen capaces de seguirle el ritmo a su aventuras y su imaginación.

La puerta se abrió y la luz que entraba por la ventana lo encegueció por unos segundos. El profesor lo hizo entrar dentro de la sala para presentarlo apropiadamente a la clase. Él sintió el peso de las miradas de los chicos en él y una en particular. ¿Se estaba poniendo realmente nervioso?.

Y sí, lo estaba. Levemente sí (ya con los años sucedería más de una vez en que él se encontraría en una situación así), pero lo suficiente para hacer el ridículo. El gran Shinichi Kudo de sólo 6 años entro alborotadamente en el salón. Al girarse para ver la cara de sus compañeros, choco con una repisa que guardaba los textos de estudio. Uno y otro cayeron al suelo estrepitosamente mientras él se estrellaba contra el suelo. Sí, por estar concentrado en otras cosas había perdido la coordinación psicomotriz y había metido el pie en el basurero luego de ir contra la repisa. Por intentar zafarse, resbalo al ritmo de los libros que caían. Ahora sabía lo que sentían los payasos al hacer sus payasadas, sólo que no se sentía tan orgulloso por haberse encontrado en esa situación. La sala entera entro a reír, a carcajadas. Incluso el profesor esbozo una risita antes de intentar hacer callar al resto de los niños y niñas del salón.

Orgullo como sólo él podía ser, intento disimular su descuido y pararse como si nada pasará, como si de repente se hubiese vuelto sordo y no fuese capaz de escuchar las risas de sus compañeros, risas cada vez más tenues. Levanto el rostro aparentando toda la tranquilidad que podía como un pequeño adulto, ordeno su ropa y la limpio aunque no estuviese cochina.

Sintió luego que alguien venía a ayudarlo y poner un poco de orden en el caos en que toda la situación se había convertido. "Genial, había hecho el ridículo como nunca en su vida. Él un niño que podía ser llamado muchas cosas, menos torpe y payaso". Cuando estaba por pedirle a la persona que trataba de ayudarlo que no lo hiciera, que él podía solo, la noto junto a su lado. La chica que él había estado mirando cuando llegó al colegio estaba junto a él tratando de serle útil. Todavía guardaba una risa en su cara y él creía que ésta, en esos momentos, era también el efecto del espectáculo que acababa de dar, pero no le importo. Ahora sí era capaz de hacer oídos sordos ante la risa de sus compañeros y del profesor tratando de imponer orden.

El quedo quieto y se dejo hacer, realmente no podía pensar en otra cosa que hacer o algo que decir. La chica no hizo caso a su mutismo y ordeno rápidamente el caos de libros y su ropa. Al terminar, lo miro y volvió a reír: "mucho gusto, Kudo. Soy Mouri, Ran".

Mi primera historia acerca de mis dos personajes favoritos!.

Realmente llevaba tiempo con esta historia metida en la cabeza, pero nunca me decidía a escribirla y a ratos se me olvidaba (entre exámenes en la Universidad, el trabajo, las ayudantía y los amigos). Al fin… luego de 2 años sale a la luz! Jejeje.

Quise desarrollar un dramon!. Sí, tengo ideas bien locas metidas en mi cabeza. Creo que dos años madurando mi historia han marcado el paso hacía grandes proyectos respecto a lo que quisiera desarrollar para uds, también fans de esta parejita. Espero sorprenderlos y que esta historia les guste mucho.

Como dato sí… es un fanfict que algunas veces recurrirá a imágenes del anime, las películas, ovas y, claro, mi propia imaginación. Al menos (yo asidua lectora de fanfict), nunca me he topado con la trama que pienso descubrirles. Espero que se animen y sigan leyendo. Hay grandes sorpresas por venir.

Por mientras… les gusto este primer capitulo?. Se imaginaban un primer encuentro entre ambos de este tipo?. Adivinaron a qué verdad me refiero?

Hasta una próxima entrega! (sí todo sale bien, espero subir un capítulo semanal)

Kiiza ^.^