Capítulo 1
Intentó pronunciar alguna palabra, pero no pudo. Aquella placa metálica atravesaba sus labios y no le permitía vociferar pidiendo auxilio, sólo le era posible de derramar uno que otro hilillo de saliva proveniente de los costados de sus finos labios. Por más que estremecía su cuerpo, sus extremidades superiores no podían moverse, en tanto las inferiores se encontraban colgando hacia el vacío. Y aunque estuviese con sus ojos abiertos, sólo podía percibir y ver la oscuridad en su totalidad. Se sentía como una muñeca de trapo colgada en ése enorme y frío panel de acero.
Uno a uno, como muchos segmentos rápidos, aparecían en su mente imágenes entrecortadas de lo que antes era el lugar que ella con todo su ser debió proteger. No recordaba como, ni muy bien lo que había sucedido en ése entonces. Un momento ella se encontraba apacible en el lago, reposando sus pies y observando la magnificencia del cielo azulado, cuando el mismo se vio opacado por una nube de humo oscuro acompañado de los gritos desesperados clamando por compasión y ayuda.
Recordó también el haber corrido con su corazón ardiendo de valor, ella yacía lista para lo que viniese, pero no recordaba haber tenido una batalla tan dura en su vida. No se dio cuenta ni recordaba aquello que la había impactado. Nunca vio tanta maldad en un solo ser, nunca antes había sentido poder semejante. Ni siquiera ante aquel horrible demonio de ocho cabezas ni ante aquel maligno capaz de sumir al mundo entero en la oscuridad total. No, "aquello" había sido mucho peor. Pero rememoraba la sorpresa que sintió al captar que la intención de ése maligno engendro no era contra su amado pueblo, no. El ataque de magnitud terrorista sólo había sido una distracción para tenerla frente a él. Pero entre tanto humo y confusión le fue imposible divisar aquella figura.
No podía recordar el rostro de aquel hombre, simplemente podía recordar el dolor de sus puños golpeando su carne y la sorpresa que le causó el notar que sus ataques simplemente no surtían en él efecto alguno. Cada golpe que ella había ejercido en su contra era el equivalente como haber acariciado la piel de su oponente con una ligera y muy suave pluma.
El panorama era desolador, totalmente despreocupada de su salud propia, no pudo evitar notar con dolor como las personas que tanto adoraba estaban pereciendo ante el desconocido de oscuro corazón, que, sin discriminar, asesinaba a cuánta persona se interponia en su camino. Y ella, haciendo caso omiso a toda ley, se atrevió a romper un pacto muy importante. Desobedeció un tabú que ella nunca, en su posición, nunca debió quebrantar. Pero todo fuese por aquellas nobles y buenas personas que a lo lejos la veian y le rezaban con esperanza.
De los cielos surgieron las figuras de sus hijos dibujadas en formas de constelaciones y cada uno de ellos, con una mezcla de descepción y admiración por la decisión de la diosa del sol, cubrieron el cielo de un brillante resplandor rojizo. La estrella brillante en el cielo que iluminaba el día se agrandó con tal intensidad que todos los presentes debieron cubrir sus ojos por el intenso haz de luz que el astro mayor despedía.
No así, Amaterasu. Ella no.
Miró el símbolo que representaba su autoridad máxima entre el pueblo de Nipón, y se elevó al cielo para luego abrir sus brazos y desaparecer entre los rayos de luminocidad que cubrían todo el lugar, hasta más allá del horizonte.
Nadie sabe que fue lo que Amaterasu rompió, nadie sabe qué promesa fue la que quebrantó, pero todo el mundo vio en la mirada de los demás dioses en el cielo, el dolor que provocó en ellos la inesperada y arriesgada decisión de la loba blanca, la cual emergió de los cielos después de un instante convertida en una bella mujer de cabellos blancos como los lirios; con ojos negros como la noche y un kimono del color de la luna bordeado de seda roja contrarrestando el pálido tono.
El pincel celestial brillaba mas que nunca entre las ahora, humanas manos para acabar con aquel despreciable ser, pero ni siquiera así fue suficiente. Y aunque ésta vez a su rival le fue más difícil enfrentarse a ella, pereció en las manos del maligno para caer inconciente ante la atónita mirada de las personas que habían creído en ella.
Después, sólo recordaba la oscuridad. La maldita oscuridad.
-Ha despertado. -Escuchó una voz masculina a lo lejos. -¿Cuánto tiempo seguirás con ésto?
Oía susurros resonando por el lugar, no sabía si la acústica era pésima o si debido al cansancio de aquella fatídica batalla había causado un cansancio extremo en ella pero le fue imposible poder captar con sus afelpadas orejas aquella interesante aunque algo macabra conversación cuyo tema principal era ella. El hombre que habló al comienzo no volvió a escucharse más. Era una voz rica aunque inspiraba temor, reflejaba autoridad y soledad a la vez. Era algo dificultoso escuchar bien las palabras que éste articulaba ya que su voz no sonaba como las que había escuchado anteriormente en algún otro ser humano.
-Qué hermosura. -Dijo el dueño de aquel siniestro vozarrón. -Una criatura maravillosa traída desde el lejano país del sol naciente. -Sintió como una metálica articulación acariciaba su rostro desde su cabello hasta bajar por su mentón, el cual fue aprisionado entre los dedos de su captor.
-Mi lord... -Inquirió el otro sujeto, el cual Amaterasu tampoco pudo ver entre tanta negrura envolvente. ¿Cómo podían ellos estar ahí sin ninguna luz en ése desagradable lugar? Haría un poco más "ameno" ese diálogo entre ambos caballeros misteriosos. O al menos le sirviría para ver el rostro de aquel que sujetaba su cara entre aquella mano de un material anormal.
-Habla. -Dijo éste último.
-Las pruebas realizadas indican que el sujeto B no es ningún mutante, tampoco una alteración de la naturaleza, no es un mecanismo inventado por algún hombre, tampoco es un alienígena ni nada por el estilo. No sé ante qué estamos.
Amaterasu no entendía de qué se hablaba ahí. ¿Sujeto B? ¿Sería ella? ¡Claro que era ella! ¿Pero por qué estaba ahí? Y más importante, ¿Qué querían a sus expensas?
-Interesante. -Dijo el de voz más grave. -Entonces, lo único que sabemos es que tú, querida, me ayudarás a expander mi "evangelio". -Sujetó con rudeza el cuello de la diosa, ahora en forma humana, sacándole un ahogado quejido. -Está claro que eres especial, muy especial. Puede que no haya capturado a aquel demonio en ése entonces, pero...Te vi a ti. ¡A tí! ¡No importa sino pude hacerme con mi objetivo principal, contigo me basta y me sobra para que todo el mundo se incline ante mí! Para hacer caer a éste condenado y podrido mundo ante mis pies. Yo Víctor Von Doom seré el nuevo dios de éste universo.
Luego de eso, se oyó la pesada puerta de acero cerrarse. La diosa empezó a moverse desesperada entre sus amarras. Pero no podía liberarse. De hecho, era como si a cada minuto ella se sintiera más débil aún. Había algo en ella que no le dejaba liberar su verdadero poder, ¿Sería quizás aquel pacto que rompió? No, no creía que tuviera consecuencias tan graves en su ser. Probablemente sería...
-"Mi gente..." -Pensó Amaterasu. -Tantas vidas perdidas. Yo...Les he fallado. -Recordó con dolor las escenas de destrucción y devastación. Recordó los rostros de las madres abrazando a sus hijos mientras lloraban en un vano intento por protegerles y a los hombres de Nipón esforzándose por sobrevivir junto a sus familias. Pero muchos de ellos perecieron en el intento.
Y ella no había cumplido con su deber. Se sintió lo peor. Con tristeza bajó su cabeza y dejó escapar un par de lágrimas.
...
Habían pasado días, semanas, quizás meses. Pero nada había cambiado para ella. Día a día venían a llevársela de aquí para allá. Pero siempre en la oscuridad, nunca, desde aquel día fatídico para ella había vuelto a ver un haz de luz que iluminara tanto su vista como su vida. Y siempre se había negado a recibir cualquier tipo de alimento o bebida de parte de aquellos que venían a custodiar que ella se comportara y fuera un buen huésped del castillo del rey de Latveria.
Pero la ahora humana diosa del sol se negaba a recibir cualquier tipo de trato que tuviera que ver con Víctor. Oía pasos de aquí para allá, ir y venir, pasos aquí, pasos por acá de nuevo, sin embargo, no cruzaba palabra con nadie ni se dejaba tocar por nadie. Una vez que la placa metálica era retirada de sus labios para que se le fuese introducido alimento ella dejaba ver en su mirada un montón de odio tal que llegaba a intimidar hasta el más valiente. Hasta que un día, escuchó algo distinto de lo usual, una voz fuera de lo común, algo distinta de las otras que habían llegado hasta sus afelpadas y blancas orejas.
La voz de hombre algo ruidosa y estrepitosa. Muy particular.
-Ah, ya, entonces lo que tengo que hacer es mirarla y ¿Eso es todo? -Dijo el anteriormente descrito.
-Si, si, ya te han dicho que sólo eso. -Dijo una de las personas que Amaterasu había escuchado en otras ocasiones.
-Me alegra que pantalones de hojalata me confiara éste trabajo, debe saber que soy el indicado, jojojo.
-Sí, sólo cállate y más respeto a nuestro señor. -Diciendo ésto, el segundo hombre desapareció de escena dando un fuerte portazo.
Hubo un incómodo silencio en el lugar. Sin embargo, aquel tipo decidió dar el primer paso para hacer más llevadero ese momento entre guardia y cautiva. No porque quisiera formar un lazo ni nada, pero quería pasar un rato divertido, y quedarse observando a algo o a alguien,en éste caso, no era la mejor definición para "diversión".
-Buenas tardes, muñeca. -No optuvo respuesta. -Oh, no no no no. -Dijo meneando la cabeza de un lado a otro mirando la placa de metal que cubría los labios de la muchacha de cabellos blancos. -Así es imposible que mantengamos una diálogo interesante, ¿No crees, muñeca? -Y pese a toda orden dada, retiró el incómodo artefacto del rostro de Amaterasu. Ésta oyó caer el molesto objeto al suelo y abrió su boca una y otra vez para estirar los músculos de su cara ya entumecidos. Hace días que nadie soltaba esa parte de su cuerpo, puesto que muchos de los sirvientes y fieles seguidores de Doom habían desertado en la idea de seguir intentando alimentar a la diosa.
Pero ella no sentia hambre. Se necesitaba más que una temporada de hambruna para acabar con ella y con su inquebrantable voluntad de seguir sobreviviendo y encontrar el método de hacer renacer el poder en ella.
-No vuelvas a llamarme muñeca. -Dijo con voz seria y solemne ante su molesto acompañante.-Muestra más respeto, estás ante la Diosa del Sol, Amaterasu.
-Uy... -Soltó burlón el aludido. -La gatita tiene garras.
-Soy una loba, y la boca te queda ahí mismo. -Le hizo un gesto de desprecio, sintiendo, entonces, que las manos del individuo sujetaban sus dos orejas jugueteando con ellas. -¡DEJA ESO! -Gritó molesta y algo avergonzada.
-Una chica animal. Ahora se inventan cualquier cosa. -Siguió jugando con las orejas de la humillada diosa, la cual dio un feroz grito.
-¡¿QUIÉN TE CREES QUE ERES PARA MANOSEARME DE ESA FORMA?! -Gritó moviendo su cabeza para safarse del agarre en tanto se encontraba meneando sus pies.
-Uy, mil disculpas, muñeca. -Dejó de lado su "labor" y entonces hizo una ridícula performance que incluían pasitos de ballet mientras se presentaba. -Mi nombre es Wade Wilson, pero mis amigos (y enemigos) me conocen como Deadpool. "Masacre" para los españoles, aunque así no suena tan "cool" -Dijo ésto último sujetando su mentón en pose de pensamiento.
-Señor Wilson. ¿Antes que ésta ridícula conversación siga llevándose a cabo, podria pedirle un favor? -Pero antes de que el hombre de rojo diera respuesta, ella prosiguió llena de seguridad con su pregunta, aunque exigiendo más como una orden que como un favor. -¿Podría encender las luces? Hace días que mi persona yace en penumbras desde que he llegado. Me siento incómoda en insegura. Si me tienen aquí sin motivo aparente, quisiera mínimo hicieran ese gesto por mí.
Deadpool la miró coomo si ella fuese una idiota. Pero al ver esos ojos oscuros, pudo ver que la chica hablaba con inocente verdad.
-¿Me tomas por loco? O sea, sé que lo estoy, quizás para tí suene ésto aún más loco, pero... -Wade miró a sus alrededores. -¿De qué penumbras me hablas? Hay mucha luz aquí, digo, éste Víctor no escatima en gastos de luz...
-No te burles de mí. -Dijo Amaterasu ésta vez en un tono más severo. -Te lo pedí amablemente, enciende las luces, por favor.
-Te he dicho la verdad, maldición, me estoy asando aquí adentro por culpa de éstos focos. -Dijo Deadpool abanicándose con su propia mano.
¿Luz? Era imposible ¿Luz? Pero si ella siempre había estado envuelta en ése insoportable y hostil manto negro de penumbras desde que había abierto los ojos. Pero entonces, comprendió todo, aquel sacrificio, el precio a pagar por desobedecer el mando de todos los dioses con tal de poner a los demás a salvo. Aquello que debía entregar a cambio de más poder, no había sido su vida, su alma ni sus poderes, había sido uno de sus sentidos; La vista.
Por orden de los demás dioses, sus hijos, ella debía quedar ciega. Y muy a su pesar, debieron hacerlo, sino, las consecuencias para el mundo hubiesen sido devastadoras, todo valía con tal de aplacar la furia de la naturaleza y del poder residente en el interior de la tierra.
Y en esa oscuridad, ella pudo oírlos. Los gritos, de nuevo esos horribles gritos, los gritos de las personas cuyas vidas se apagaban en las manos de la muerte, la cual con crudeza y burla tomaba las almas de los desgraciados que ella no supo cuidar. Esos gritos resonaron una y mil veces en medio de la negrura y empezaron a acosarla cuando logró asimilar la realidad de su condición. Los gritos empezaron a materializarse tanto en su mente que por un momento sintió como si estuviese viviendo ése frío y desgarrador momento una vez más. Muerte y dolor se sentían y escuchaban por doquier.
Y luego fue ella quién comenzó a gritar para callar los demás gritos en su interior, que seguían llegando una y otra vez como ecos en sus oidos. Se sentía mal, mareada, triste, débil, sola. Sacudió su cuerpo desesperada entre las amarras mientras continuaba gritando que parasen de acosarla los espíritus caídos en desgracia. Todo eso ocurrió en un par de minutos, entonces sintió unas manos sujetando sus hombros.
-¿Qué pasa? ¡Tranquila! ¡¿Qué ocurre?! -Gritaba Deadpool sujetándola fuerte contra la placa en donde se encontraba Amaterasu. -¡Niña! ¡CALMA! ¡Si te oyen te meterás en problemas! -Dijo en vano, puesto que la chica no dejaba de gritar pidiendo que se le dejara en paz. Decidió tomar medidas drásticas, y con un brusco movimiento, inmovilizó a la diosa tomándola por el cuello con su mano izquierda y con la derecha cubrió su boca. -Ssssh... -Le susurró al oído intentando imitar aquel dulce sonido que las madres usan para apaciguar a sus bebés cuando están asustados o inquietos.
Amaterasu dejó de moverse ante aquel contacto humano, ése aura que sentía, no era maligno. Lo sentía totalmente frío, un poco cerrado, le costaba percibirlo, pero aquel hombre no era de alma malévola. Parecía tambalearse como el esíritu de un niño que aún no sabía diferenciar correctamente entre el bien o el mal, pero esa misma inocencia le dio pié a guardar silencio y oír a Wilson un poco más calmada.
-Mira, tendremos problemas los dos si sigues así. No sé qué te ocurre, pero no quieres que te hagan daño, ¿Verdad? -Preguntó obteniendo un movimiento de cabeza como respuesta afirmativa de parte de la peliblanca. -No sé qué te habrán hecho, no sé qué te habrán dicho, pero...No es normal que alguien como tú esté aquí. Lo he notado, eres distinta de los demás, no eres como Doom, tampoco eres como yo. -Deadpool dirigió sus hacia los de la muchacha, encontrándose con unos ojos negros, vacíos, pero cargados de sentimientos extraños que nunca había visto en nadie más. Sintió un escalofrío al notarlo, era inquietante pero interesante. -No te molestaré si tú no molestas. Me contrataron para cuidarte y eso haré. Por muy extraño que suene, odio cuando se meten con la gente desvalida, eso sólo lo hago yo. -Sonrió bajo su máscara con burla, pero esa sonrisa desapareció en un instante al notar la mirada vacía de Amaterasu, perdida en el espacio, sin un punto fijo que observar.
Por un momento, Deadpool pudo captar la soledad en la que ahora ella se veía sumergida. Él nunca se había preocupado mucho de eso. Siempre estaba solo, le encantaba estar solo. Su mejor compañia era él, Wade Wilson. Sin embargo, aquel sentimiento de soledad se veía tan bien dibujado en aquellos ojos color carbón que lo hizo estremecer nuevamente y percibir más en profundidad dicho sentimiento, tan odiado para unos y necesario por otros. Haciéndolo pensar por unos eternos minutos.
-¿Qué eres tú? -Preguntó Deadpool saliendo de la hipnosis en la que se vio sumergido por un momento una vez dejó de observar aquel apacible y dulce rostro.
-Ya te lo dije con anterioridad. -Susurró Amaterasu. -Soy una diosa.
