No había palabra existente para intentar describir cómo se estaba sintiendo cada uno de los presentes al ver tal acontecimiento. Nadie hallaba modo alguno de explicar lo que acababa de ocurrir. Ni el propio Michael entendía qué pasaba. Había matado a un creeper enfrente de todos gracias al estado de veneno, adjudicándoselo con una espada, con borde aserrado, olor putrefacto y brillo verdoso.
Con una maldita espada.
Los presentes asaltaron enojados con mil preguntas al pobre de Michael. Incluso Walter quería una buena explicación. Tamaño suceso sólo podía ser obra de brujería. Parecía que el dragón había estado muy ocurrente a la hora de crear a las brujas, spawnearlas y mandarlas a acabar con las personas. Una vez en el overworld, mataban aldeanos y se hacían pasar por ellos. A veces la comunidad lo notaba y eran expulsadas inmediatamente, vagando mayormente en pantanos, entre otros lugares. Los jugadores tenían la mala suerte de encontrarse con ellas en ocasiones y enfrentarlas. Los pueblos de aldeanos y gente les tenían miedo. Por eso pensaban lo peor de Michael, quien estaba siendo rodeado por ellos.
-Eh, calma todos- irrumpió Winchester, el sacerdote aldeano. Vestía una enorme sotana. A diferencia de los de sus compañeros sacerdotales, su traje era más oscuro y tenía preciosos bordados dorados. Esto le diferenciaba de ellos puesto que era el sacerdote obispo del pueblo. La gente insistía en que Michael era alguien sospechoso.
-Dejadle algo de respiro- continuó-. Mirad, que le estáis quitando el aire.
-¿Pero es que no has visto lo que ha hecho?- dijo uno de los presentes.
-¡Ha usado una espada de bruja! ¡Tiene que serlo!- dijo otro. Hablaban sin saber lo que había pasado en realidad.
-Esta espada la he hallado. No es mía, se la he arrebatado a unos hombres injustos quienes quisieron acabar conmigo. Me emboscaron en el bosque, así que me vi obligado a pelear. Creo que maté a uno o a dos.
-Es cierto- dijo Aprile saliendo en su defensa. Algunos se asustaron al verla.
-Deben creerme. Esta cosa no es mía, no la he fabricado yo, no sé cómo construir una y tampoco soy una bruja, brujo o lo que sea.
-Tiene razón- dijo aún otro-, nadie podría ser así de malo y al mismo tiempo haberle dado caza al dragón...
-Por mucho que le haya vencido, a mí no me convencerá- dijo uno de los primeros. La verdad es que se estaba armando un desorden de credibilidad. El aldeano enmudeció. No se lo podía creer.
-¿Vos habéis hecho eso... ?
-Nah, no es para tanto- sonrió Michael-. Yo solamente les animé a que lucharan. Estas entidades también ayudaron, es más, fue Euclyde quien le dio el golpe que...
-No me refiero a eso. Habladme más acerca de estos ladrones.
Michael reaccionó. Esos hombres estaban llenos de avaricia y soberbia.
-Y bien, ¿los conoces?
-Puede decirse que sí.
-Esto es muy interesante. Por favor acompañadme, me gustaría conversarlo en privado. Y todos vosotros, por favor, inmiscuiros en vuestros propios asuntos. Esto no es lo que creéis. Por mis ojos sacerdotales os digo que el joven Michael no ha hecho mal alguno. Esto no es de vuestra incumbencia.
Entonces, cada quien se fue lentamente a su casa. Aún era de noche y tenían tiempo, pero nadie siguió con el festejo. El aldeano les invitó a una reunión en su casa y les indicó que ya les explicaría todo. Iban Walter, Adelle y Michael. Una vez estuvieron allí, Aprile se quedó afuera por orden del sacerdote. Éste se sacó su sotana púrpura, entró a la casa, la colocó en el perchero y les ofreció pasar.
-Venga, sentíos como en vuestra casa.
Era una de esas casas en las que entras, y tienes poco espacio, con tantos muebles decorativos, flores y demases. Pero era hermosa.
-Hubo una vez- comenzó el aldeano-, hace no mucho tiempo, un grupo de jugadores que vivían en lo alto de una helada selva montañosa, con niebla y lluvia por todos lados. Nadie sabe cómo se conocieron, pero el caso es que vivían juntos. Se reunían con el propósito de craftear cosas, inventando a veces, malgastando materiales en otras ocasiones, pero lo hacían con determinació como un gran proyecto, una investigación. Cada uno de ellos reunía materiales y entre todos probaban diversas combinaciones en la mesa. Algunos viajaban al Nether para coleccionar recursos valiosos. Otros enfrentaban hordas y hordas de spawners sólo para tener más material usando camas como checkpoints por si algunas veces morían. Todos estos nuevos crafteos eran memorizados en sus mentes y registrados en libros una vez que aprendieron cómo hacerlos. Inventaron la ingeniería redstone. Aprendieron mucho más: alquimia, herrería, crianza y encantamientos. Sabían más que cualquiera de los que vivieron esa época. Nunca hicieron el mal, hasta que uno de ellos murió y no respawneó en su respectiva cama. Pensaron que había recolocado su cama en su cuarto, lo que supuestamente la borraría como punto de spawneo y lo haría aparecer en su punto de spawneo original. Pero cuando les llegó el rumor de que la humanidad ya no podía respawnear, entendieron que en realidad había muerto, y que ellos corrían el...
Winchester se detuvo. Tomó agua de un vaso y prosiguió.
-Intentaré daros la versión corta. Se desesperaron, codiciaban sus pertenencias entre ellos y ya nadie más volvió a confiar en la hermandad que tenían. Uno de ellos, queriendo imponerse como líder con malas intenciones propuso elocuentemente asaltar gente, saquear y robar para hacer más fácil la obtención de recursos. Entre ellos habían los que estaban de acuerdo y los que no, quienes eran una minoría de tres personas. Fueron expulsados y sus camas fueron destruidas para que no volvieran si los rumores resultaban falsos. Hoy en día este grupo de griefers viven de lo que matan. Creo que el joven Michael ya se ha encontrado con algunos de ellos.
-¿Algunos?- preguntó Michael.
-Así es, el grupo es numeroso, y parece que se dividen y emboscan a la gente, y eso no es lo peor. ¿Saben lo que han descubierto? Una manera de crear cosas nuevas. Cosas imposibles e inimaginables. Una especie de objeto especial que sólo ellos tienen y usan para el mal. Ya han creado un montón de armas peligrosas, como esa espada que tienes allí. Y lo último que quieren crear es una espada diferente, ahora que ustedes han hecho del mundo un lugar mejor matando al Gran Dragón del Fin. Una espada siniestra que asesine e impida el respawneo en la persona en la que se use, y para siempre. Ya que acabaste con algunos de ellos en esos bosques, me es seguro afirmar que eres la única persona que puede derrotarles en su totalidad. Por eso quiero pedir tu ayuda. Esto es algo que debe ser consultado con el aldeano anciano, pero estoy confiado en que dirá que vayas y pelees. Solamente faltaría tu disposición...
Michael no se explicaba cómo es que el aldeano tenía tanto conocimiento al respecto, pero eso era lo de menos. Quería ir y pelear. No, eso no. Quería hacer justicia. Quería saber cuáles eran esos crafteos imposibles. Quería enfrentarles, no importando cuántos serían. Le valía lo mismo si ninguno de sus amigos querría ir a luchar. Quería hacerles pagar. Quería...
-Iré. Si es necesario, iré solo...
Adelle le tomó ambas manos, siendo Michael sacado de sus pensamientos. Adelle podía fácilmente ver ira en la cara de su compañero y saber todo lo que pensaba.
-Ni de chiste- dijo Adelle. El aldeano le observó esperando que tuviera argumentos con base sólida. Michael estaba algo desorientado.
-¿Qué haces, Adelle?
-Michael no va a ningún lado. No solo, al menos. ¿O creen acaso que podrá derrotar a esos bribones sin nuestra ayuda? Ni hablar. Walter y yo estamos en esto.
-Es cierto- respondió Walter-, ¿cuándo hemos ido a explorar el mundo separados, sin nosotros mismos? Si vas, te acompañaremos.
Cegado por el enojo, Michael recordó que no estaba solo en el mundo. Que no tenía que ir sin sus amigos. Se sintió como si los estuviera traicionando sin saberlo.
-La verdad es que yo veo esto más como una misión personal, si vas acompañado de esta gente, vuestra sed de justicia sería saciada a medias.
-No- dijo Michael a la defensiva-, iré con mis amigos, con los mobs que están afuera, con Euclyde y con quien quiera ir.
El aldeano soltó una risa inconforme. Se levantó y les invitó a la salida.
-Es decisión vuestra. Iremos con el anciano y lo consultaremos.
Hacía nada que le habían visto el rostro a la muerte. Quién sabe qué era lo que les impulsaba a seguir luchando. Iban Aprile, Brian el esqueleto, el zombie, las arañas, los slimes, Eric el creeper grande, Winchester (quien conocía el camino), Walter, Adelle y Michael. Euclyde había desistido, pero nadie se lo reprochaba, porque era entendible.
Era de madrugada. El aldeano líder les dio la aprobación y una vez que se armaron partieron a la entrada. Michael llegó, respiró hondísimo y entusiasmado.
Estaba listo.