Nota: Ninguno de los personajes de Candy me pertenecen ... este fic solo es para entretenerlos y entretenerme yo tambien =)
EL DUELO
Por Scarleth
El día del nacimiento de William Albert Andrey fué de gran alegría para toda Escocia, por fin había llegado en ansiado heredero al trono después de varios años de incertidumbre.
Cuando Albert contaba con 5 años, la dama de compañía más hermosa de su madre dió a luz a una niña bellísima, a la que pusieron por nombre Candy.
El día que la conoció estaba parado sobre la punta de sus piecesitos frente a la cuna y le dijo muy emocionado a su madre:
-Mamá, cuando yo sea grande, me voy a casar con ella.
Su madre sonrió ante la ocurrencia de su pequeño, pero quiso el destino que no viviera lo suficiente ya que cuando su hijo festejaba su octavo cumpleaños ella fallecía.
La tristeza volvió taciturno al joven príncipe, que sólo sonreía cuando lo dejaban estar al lado de la pequeña Candy. Él era su guardián, la llevaba a todos lados de la mano, procuraba que nada le pasara y siempre estaba al pendiente de ella.
Con el pasar de los años Candy se convertía en una linda niña y Albert en un apuesto adolescente. Se habían vuelto inseparables y era notorio para todos el inmenso cariño que se profesaban uno al otro aunque probablemente ellos no fueran conscientes aún de ese sentimiento.
Candy contaba 10 años de edad y Albert 15 cuando en una de sus muchas correrías por el palacio encontraron una cámara del Castillo que nunca antes habían visto. La curiosidad los invadió e intentaron por todos los medios abrir la puerta.
Una vez en el interior se sorprendieron por lo que vieron:
-Albert … ¿qué es eso? – preguntó la niña viendo tapices y cuadros que pendían de las paredes mostrando hombres totalmente cubiertos de acero, portando armas y montando hermosísimos caballos al tiempo que combatían con enormes dragones y otras bestias.
-No lo sé Candy – contestó él sin dejar de mirar fijamente las pinturas – pero te aseguro que voy a ser como ellos.
La rubia volteó a mirarlo y vió un extraño brillo en los ojos del muchacho. Era una chispa que nunca antes había visto en ellos, era el deseo de ser verdadero guerrero.
Albert inmediatamente se dirigió a Sir George, que era el encargado de la enseñanza del príncipe y le contó lo que había visto en la cámara real.
Como su hombre de confianza y por el enorme afecto que le profesaba, le escuchó pacientemente y después de muchos ruegos por parte del joven para que le ayudara a encontrar a alguien que le enseñara, le confesó que no había nadie mejor que él para tal empresa.
-¿En verdad George? – preguntó ansioso – ¿harías eso por mí?
-Sí - contestó el aludido – Pero deberás hablar con tu padre sobre esto y tener su permiso.
Corrió a donde se encontraba su padre y le confió lo que tanto deseaba. El rey veía la ilusión en los ojos del adolescente y prometió poner a su disposición a los hombres más diestros en cada una de las ramas de la caballería para que se encargaran de su entrenamiento. Y al mismo tiempo mandó hacer en secreto la armadura mas costosa y la mejor espada para regalárselas al príncipe cuando cumpliera su mayoría de edad.
A partir de ese día, todas las madrugadas mucho antes de que rayara el alba se levantaba Albert a comenzar su arduo entrenamiento. George supervisaba el trabajo y daba excelentes consejos a su pupilo. Aprendió a montar a caballo con una maestría tal, que en poco tiempo había superado ya a su maestro. Su técnica de defensa con el escudo era excelente. En la lucha con espada y lanza era como un Dios. Su fuerza y natural empeño por lograr lo que se proponía lo hicieron convertirse en un gran caballero. El mejor de todos.
Al cabo de seis años de intensa práctica, su cuerpo se había desarrollado a la perfección. Musculosos brazos, abdomen perfecto, fuertes y potentes piernas, que aunados a la belleza natural del rubio y sus cautivadores ojos azules arrancaban los suspiros de todas las jóvenes que lo conocían.
Candy por su parte era sencillamente perfecta. Rubios y rizados cabellos caían seductoramente por su espalda, enormes ojos verdes que eran la envidia de todas las mujeres del reino y una espectacular figura.
Albert la amaba tiernamente y era totalmente correspondido.
-Candy - la llamó una tarde mientras ella sentada en uno de los balcones del palacio terminaba paciente su bordado.
-Albert - contestó muy sonriente al verlo dirigirse hacia ella. Dejó de lado la actividad que realizaba para dedicarle toda su atención al recién llegado. – ¿Qué sucede?
Sucede que eres la mujer más hermosa del mundo y tenía que decírtelo – contestó tomando asiento al lado de ella y sin dejar de mirarla.
-¡Adulador! – le dijo sonriendo de una manera que fascinaba al príncipe.
-¡En verdad lo eres! … Eres la mujer más encantadora que jamás haya existido … y la más amada... –completó suavemente
-¡Albert! – exclamó la joven volteando discretamente hacia atrás - ¡alguien puede oirnos!...
-¡¡Que nos oigan todos!! – protestó él levantando la voz – ¡¡¡¡LA AMO!!!! – repitió nuevamente levantándose del asiento.
Candy comenzó a reir.
-Eres incorregible – dijo al tiempo que se levantaba y se alzaba sobre las puntas de sus pies para depositar un beso en su mejilla.
-Por esto mataría Candy – contestó sintiendo aún la sensación de los labios de ella sobre su piel.
-¡¡William!!! – se escuchó que lo llamaban.
-Aquí estoy George…
-Me da gusto encontrarlos juntos, tu padre solicita la presencia de ambos a la brevedad.
A Albert le pareció extraño y en su corazón tuvo el presentimiento de que algo no estaba bien. No quiso hacer ningún comentario para no alterar a la rubia por lo que sonriendo la tomó de la mano para dirigirse ante su padre.
-Padre – dijo entrando junto con Candy y haciendo una reverencia.
-William, Candy … acérquense.
Avanzaron hacia el rey quién poniéndose en pie les indicó con una seña que lo siguieran a uno de los salones contigüos para hablar en privado.
Una vez ahí, los tres tomaron asiento y su majestad se dirigió a ella:
-Hija – dijo de una manera cariñosa – hemos recibido una petición de matrimonio solicitando tu mano.
La belleza de Candy era conocida no sólo en el reino sino en varios países vecinos y eran muchos los caballeros y príncipes que aspiraban a tenerla por esposa.
-¿Nos llamaste para eso padre? – protestó poniéndose en pie – … con negarse nuevamente basta.
Albert encaminó sus pasos a la salida pero el rey se dirigió a él con voz fuerte:
-¡Tú no entiendes William!. En este caso una negativa podría significar el comienzo de una Guerra y la muerte de muchos inocentes.
Ambos jóvenes se miraron asombrados y el rey prosiguió:
-No puedo hacer mucho. Estamos hablando del trono de Inglaterra, son muy poderosos y un conflicto con ellos traería consecuencias fatales. Sin embargo, ustedes saben que tiene mi apoyo para cualquier decisión que tomen, someto esto a su consideración y estaré preparado para enfrentar la situación se presente – completó abandonando con pasos lentos el salón.
Se quedaron solos. No se miraban ni decían palabra alguna. Cada quien tenía sus propios demonios internos y no sabían cómo manejar la situación.
Después de unos minutos Albert se volvió hacia la rubia:
-No lo voy a permitir Candy, ¡¡NUNCA!!
-Albert – habló ella suavemente – Te amo y lo sabes, pero creo que no tenemos alternativa. No podemos ser tan egoístas para anteponer nuestros sentimientos a la vida de otros.
-¡¡Basta Candy!! ¡¡Jamás cederé! ¡Tu eres mía y no dejaré que nada nos separe, así tenga que enfrentarme al mismo demonio! – replicó levantándo la voz ya de por sí alterada y abandonando a toda prisa el salón.
Candy comenzó a llorar sintiendo que algo muy dentro de ella se rompía. Estaba resuelta a tomar la decisión que afectara a la menor gente posible. No había elección.
Cuando cesó su llanto se sentía más tranquila y con paso firme y sereno se encaminó a hablar resueltamente con el rey.
Dos días habían pasado desde esa reunión cuando fué requerida la presencia del rey en uno de los confines del reino. Sería un viaje que duraría 15 días y en el que estaría acompañado por el príncipe como parte de su séquito.
-Candy, son solamente 15 días. No quisiera ausentarme un segundo de tu lado, pero tú comprendes que es mi deber estar con mi padre. No puedo dejarlo ir solo, me necesita y es ahí donde debo estar.
-Comprendo mi amor… Será poco tiempo y pasará rápido.
-Voy a pensar en tí cada segundo princesa – volvió a hablar el muchacho tomando las manos de la rubia.
-Y yo en tí Albert… siempre... Mientras yo exista mi amor te pertenecerá – lo abrazó fuertemente luchando por contener el llanto.
Con un último beso y no sin mucho dolor se separaron. Albert partió con la comitiva mientras su corazón y pensamiento se quedaban al lado de una joven de ojos verdes. No se había vuelto a tocar el tema de la propuesta matrimonial, por lo que dió por hecho que la respuesta sería un rotundo No y estaba preparándose para lo que viniera.
Transcurrían los días y Albert contaba los minutos que faltaban para ver nuevamente a la dueña de sus pensamientos.
Llegado el momento del reencuentro entró precipitadamente al palacio buscando a Candy por todos lados.
-¿Dónde está Candy? – le preguntó a George en cuanto lo vió – no la encuentro por ningún lado.
-Ella no está William – dijo con una inusual seriedad en su voz.
-¿Cómo que no está? ¿A dónde fue?
-Partió el mismo día que lo hiciste tú.
-¿De qué hablas? - preguntó inmediatamente y sintiendo que su corazón comenzaba a acelerarse.
-Se fué a Inglaterra Will – contestó George.
-¿QUE ESTAS DICIENDO? – dijo fuera de sí y tomando bruscamente a George por la camisa.
-¡BASTA WILLIAM! – gritó safándose con fuerza de su joven amigo.
-¿POR QUÉ DEMONIOS LA DEJARON IR? … ¡CANDY!…. ¡EN QUÉ ESTABAS PENSANDO MALDITA SEA! – gritaba Albert completamente desesperado y con lágrimas de rabia contenidas en sus ojos.
-Estaba pensando en nuestro pueblo William – se escuchó una voz a sus espaldas.
-¡Padre! – lo miró directamente Albert - ¿Tú lo sabías? – preguntó reflejando en su rostro todo el dolor que sentía.
-Candy me confió su decisión.
-¿Y por qué se lo permitiste?… ¿No le importa lo que siento por ella?… ¿¿No te importa a tí??
-Hijo, no sabes lo que daría por no verte así, ni haberle provocado este sufrimiento a ella, pero debes respetar su deseo. Entiende la magnitud de su sacrificio al renunciar a tí y a tu amor por el bien de otros. Tú la conoces mejor que nadie, sabes cómo es ella. Es una joven excepcional, una mujer valiente que supo afrontar esta situación con entereza aunque eso le destrozara el corazón.
-¡¡NO!! … ¡¡NO LO ACEPTO!! … ¡¡¡NO QUIERO!!! ... ¡NO VOY A PERDERLA! ... ¡ANTES MUERO! – dijo derramando lágrimas de impotencia y abandonando a toda prisa el lugar.
Continuará …
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Yo again!!! Ahora mi Albert es en serio un principe de brillante armadura ... solo que le robaron a su princesa ... veamos que hace este guapisimo, precioso, valiente, papucho guerrero por su amada ...
Nos vemos en el sig. capitulo y MIIIIIIIIIIIIL gracias por leer!!!
Ya saben ... comentarios super bien recibidos con brazos abiertos ... digo ... ojos abiertos jejejeje!!!
Besos y abrazos de
Scarleth Andrey (que viva mi principe!!! digo ... nuestro principe pues!!) =)
